En septiembre de 2017, México fue sacudido por dos sismos (7 y 19 de septiembre, con intensidades 8.2 y 7.1, respectivamente) que volvieron a cimbrar no sólo la tierra, sino las emociones, los sentimientos y las conciencias, pues nos dimos cuenta que a 32 años de distancia de una tragedia de igual magnitud, quizá el aprendizaje había sido escaso o nulo.
La sociedad civil, al igual que lo hizo 32 años atrás, salió a las calles para ofrecer “una mano”, varias manos para ayudar y formar brigadas desde distintos frentes. La cultura no estuvo ajena, pues demás de que se necesitaron manos para sacar a la gente de los escombros, manos para ofrecer comida y cobijo, las palabras y la cultura también son necesarias para acompañar en momentos como éste. De esta manera, se formaron campañas de donación de libros y brigadas de mediadores de lectura para ir a los distintos lugares afectados a “acompañar”, Topos LIJ e Historias que Abrazan son sólo dos de los muchos ejemplos dedicados a estas tareas.
Se detectó, sin embargo, que a veces la ayuda no puede llegar adecuadamente si no existe organización y un protocolo para intervención cultural en situaciones de emergencia. Por ello, a poco más de un año de los sismos del 7 y 19 de septiembre, se publicó el libro La fuerza de las palabras. Protocolo para una intervención cultural en situaciones de emergencia, un libro que la Secretaría de Cultura y el CERLALC han estado elaborando tomando como base las experiencias del año anterior y teniendo como premisa la organización para intervenir culturalmente en medio del caos y la disrupción, pero además teniendo presente que el derecho a la cultura es esencial en situaciones de emergencia.
Para los que se preguntan, ¿en medio del caos y destrucción vale la pena hacer una intervención cultural? Marianne Ponsford, directora del CERLALC, apunta:
La lectura es la tercera pata del trípode, sin esa pata el trípode se cae.
En este libro encontraremos no sólo el por qué es esencial la cultura en situaciones de emergencia, sino también el cómo hacer que llegué desde las instituciones y también desde la sociedad civil, pero también ofrece “herramientas para entender cuándo debamos actuar y cuándo debemos replegarnos”. Por ejemplo, qué hacer, cuándo actuar, quiénes pueden participar, qué hacer fase por fase, la ética del mediador y, desde luego, una guía de autocuidado para que el mediador evalue si está en condición física y emocional para apoyar, y evalue también si no corre riesgos antes, durante y después de su intervención, algo que no puede obviarse en situaciones de emergencia.
Esta guía pretende además ser un protocolo útil para el panorama mexicano, pero también para el resto de América Latina pues, como bien señala Marina Núñez, “el sentido de la emergencia es algo común en el mapa latinoamericano”, de ahí la intervención del CERLALC a petición de la SC para que apoyara en elaboración de este manual, el que además busca estar acorde con el Plan DN-III-E con el que el gobierno de México atiende a la población en zonas de desastre
Un dato interesante de este documento previo a su publicación, la tormenta 19-E azotó el Estado de Sinaloa afectando a varios municipios; por lo que el protocolo se compartió con el Gobierno del Estado para que lo implementara por vez primera y a manera de prueba piloto que se adaptó sobre la marcha para las necesidades específicas de la emergencia en Sinaloa.
La fuerza de las palabras está disponible para descarga gratuita en la página del CERLALC, y también a través de la plataforma Libros México de la Secretaría de Cultura, la versión impresa estará disponible de forma gratuita en Librerías Educal. Por último, en el conversatorio realizado en la Biblioteca Vasconcelos el jueves pasado, el protocolo tendrá una versión regional para toda América Latina y, posiblemente, una traducción al inglés para entregarlo a la oficina de Prevención de Riesgos y Desastres de Naciones Unidas.
Ficha Título: La fuerza de las palabras. Protocolo para una intervención cultural en situaciones de emergencia Autoras: Mariana Schmidt y Mónica Zárate Pie de Imprenta: México : CERLALC ; Secretaría de Cultura, 2018.
Como cada último jueves de mes, la Biblioteca Vasconcelos abre sus puertas para Mirar Libritos, una actividad de la que Carola Diez nos habla en este post. Los temas que se han abordado en las diferentes miradas han sido muy variados y necesarios, el de este jueves no ha sido la excepción, un tema muy necesario a 50 años de distancia de la matanza de Tlatelolco y más de 4 de los estudiantes de Ayotzinapa.
Terrorismo de Estado en los libros infantiles se tituló esta mirada de libritos, analizamos varios libros que hablan de formas muy diversas sobre dictaduras y desapariciones forzadas.
Algunos de los títulos que más me mueven fueron desde luego El maestro no ha venido de Marcela Arévalo que habla sobre los 43 de Ayotzinapa, el magnífico De aquí no pasa nadie de Isabel Minhós y Bernardo P. Carvalho y Rompecabezas de Maria Fernanda Maquieira.
Sirvió además esta sesión para hablar sobre las muchas formas de acercarnos al tema, desde la pura y dura que lo nombra con todas sus palabras como es el caso de Los hermanos Zapata. Una ópera en el desierto mexicano de Torgeir Rebolledo o Genocidio de Jane Springer, hasta la que de forma creativa e incluso divertida, nos habla del tema sin nombrarlo pero dejándolo muy claro, como es el caso de, nuevamente tengo que mencionarlo, el magnífico De aquí no pasa nadie y, no puede faltar, Irulana y el Ogronte de Graciela Montes, quien por cierto este año ha sido la ganadora del XIV Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil. Reflexionamos también sobre la viabilidad y/o pertinencia de hablar y presentar estos temas a los niños. Retomo las palabras de Adolfo Córdova en su blog Linternas y Bosques, que la misma BV hizo eco a modo de invitación al Mirar Libritos de este mes:
¿Es necesario hablar a niños, niñas y jóvenes de otros niños, niñas y jóvenes torturados, desaparecidos y asesinados? ¿Escribir novelas, cuentos, poesías, libros informativos, ensayos que recreen la violencia, que la expliquen, que la transformen con una metáfora, que la nombren?
¿No era que debíamos proteger a los menores del mal en el mundo? ¿Darles historias felices, amables, justas?
¿Y si la realidad que escuchan, ven y sienten es otra?
En lo personal no me queda ninguna duda sobre la importancia de ofrecer libros que abordan estos temas y otros que a muchos espantan al creer que niños y jóvenes no pueden entenderlos (¡como si no los vivieran a diario!), pero también entiendo la importancia de que estos libros nos lleguen a los adultos; al mismo tiempo entiendo que estos libros surgen como una necesidad genuina del escritor para contar algo tan duro como puede ser una desaparición forzada. Otra cosa muy distinta son los libros por encargo tan acartonados y faltos de alma. Afortunadamente, todos los libros que se pusieron sobre la mesa en Mirar Libritos son de los primeros, de los necesarios, de los que nos hacen mirar al tema.
Reflexionamos, como ya les decía, sobre muchas cosas, pero una no ha dejado de darme vueltas en la cabeza: ¿por qué en México es tan escasa la producción de libros que abordan estos temas? Si bien es cierto que en nuestra historia la dictadura terminó hace más de un siglo y no ha habido otras (no al menos reconocidas oficialmente como tales), el terrorismo de Estado y los conflictos sociales y políticos han estado ahí, velados o quizá no tanto, pero ahí: masacre hace 50 años en Tlatelolco, Ayotzinapa, Halconazo, Tlatlaya, Atenco, estudiantes de cine desaparecidos y largo y doloroso etcétera.
La muestra fue muy clara, la mayoría de libros han sido publicados en Chile y Argentina, seguramente seguirán escribiéndose y publicándose muchos más libros allá; por qué acá hay tan poco sobre terrorismo de Estado en los libros infantiles si también lo vivimos. Hay algunas luces en el panorama literario mexicano como el caso de El maestro no ha venido, Los hermanos Zapata que aunque toca temas tan cercanos (narcoviolencia, migración, etc.), fue escrita por un Noruego, Mexicoland de Jaime Alfonso Sandoval que no estuvo en la muestra pero bien pudo haber entrado, 1968 explicado a los jóvenes de Gilberto Guevara, Olivia, el bosque y las estrellas de Nuria Santiago, Diente de león de María Baranda, Los sapos de la memoria de Graciela Bialet, y algunos otros, aunque pocos, que se me están escapando mientras escribo.
Como lo mencionaba Daniel Goldin, en otros países como Argentina y Chile estos libros se han dado como una necesidad de hablar sobre lo que se vivió, sobre nombrarlo, yo lo entiendo como una forma de catarsis, Marcela Arévalo (autora del El maestro no ha llegado) decía que su libro nació como una forma de indignación y de reconocer que a cualquiera nos pueden desaparecer. Adolfo Córdova, a su vez, comentaba que nos cuesta mencionarlo, hablarlo, decirlo con todas sus letras.
Y yo nuevamente me pregunto, somos nosotros, los ciudadanos a los que nos cuesta nombrarlo y leerlo, o son las autoridades, las editoriales quienes no quieren tocar esos temas, son los escritores que no tienen esa necesidad de contar; somos todos quienes, como ya lo decía arriba y como también se lo pregunta Adolfo, creemos que a los niños no se les debe hablar de esos temas y que hay que protegerlos. Será que nos estamos protegiendo a nosotros mismos, será que lo que no se nombra no existe.
Mientras lo sigo pensando y los invito a reflexionarlo/comentarlo, les dejo acá las portadas de algunos de los títulos que revisamos y otros tantos de los que hablamos.
Hace unos días la revista Forbes publicó un artículo de las Bibliotecas vs Amazon, o ¿por qué Amazon debería reemplazar las bibliotecas y ahorrar impuestos? (Amazon Should Replace Local Libraries to Save Taxpayers Money), un artículo de Panos Mourdoukoutas, profesor de Economía, colaborador en Forbes y autor del libro The Ten Golden Rules of Leadership. Un artículo que ha causado gran malestar entre la comunidad bibliotecaria y los usuarios de bibliotecas.
En esencia, Amazon ha proporcionado algo mejor que la biblioteca local sin los impuestos. Esta es la razón por la cual Amazon debería reemplazar las bibliotecas locales. Esta medida ahorraría dinero a los contribuyentes y mejoraría el valor para los accionistas de Amazon de una sola vez.
Me he tomado algunos días para escribir con calma este post, no sólo porque me trae muchas reflexiones sobre las bibliotecas públicas, la sociedad, los usuarios de las bibliotecas… y los otros como Mourdoukoutas; pero también quería evitar escribir desde las visceras. No sé si lo logre, pero ahí voy.
En el artículo, Mourdoukoutas afirma que “Las bibliotecas ya no tienen el mismo valor que antes”, entre otras razones porque actualmente hay otros lugares que pueden funcionar como tercer espacio, tal es el caso de Starbucks donde la gente puede sentarse a leer libros obtenidos a través de servicios como Amazon Prime o ver películas a través de Netflix.
Hace varios años escribí un post titulado Las bibliotecas vs los Starbuks en donde hablabade la hospitalidad (una palabra que en ocasiones parece desconocida entre algunos bibliotecarios) y de la importancia de voltear a ver cómo se hacen las cosas en otros lugares para lograr que clientes o, en este caso usuarios prefieran un lugar. Es muy claro que la naturaleza de una biblioteca y la de un Starbucks es muy distinta, abismal, pero finalmente en aquel entonces resultó interesante atisbar por qué varias personas prefieren tener en un Starbucks su “centro de operaciones”. El punto de aquel artículo nada tenía que ver con el reemplazo, sino con la atención al cómo se hace y a los detalles.
Por otro lado, Mourdoukoutas parece desconocer que Netflix tiene un costo mensual de entre MX$109.00 para el servicio básico y MX$199.99 para el Premium, mientras que Amazon Prime tiene un costo de MX$449.00 al año, es decir que con nuestros impuestos, infinitamente inferiores a cualquiera de los servicios ya mencionados, es posible tener bibliotecas que nos ofrecen mucho más que Netflix o Amazon Prime. Pero además en la visión de Mourdoukoutas hay un profundo elitismo al no entender que no todos pueden pagar esas sumas; sin olvidar que las bibliotecas no sólo prestan libros o películas, sino que hay todo un trabajo con y para la comunidad, razón por la cual actualmente son ampliamente identificadas como un tercer espacio.
Y si nos quedáramos exclusivamente con la biblioteca como sinónimo de libros, Mourdoukoutas desconoce también que las bibliotecas ofrecen todo un acervo de libros, no sólo impresos, sino también electrónicos y audiolibros con servicios como Overdrive, entre muchos otros, que tan sólo el año pasado logró más de 225 millones de préstamos electrónicos en las más de 30 mil bibliotecas en 40 distintos países.
Varias carencias más se encuentran en artículo y en el autor, Alejandra Quiroz las ha resumido a la perfección en su tuit:
Somebody hasn’t been to public libraries in a long time.
Somebody ignores that libraries do count as third spaces.
Somebody thinks that tax money is the only thing that sustains libraries.
Somebody is just wrong. https://t.co/iL8fQGBcdF
A estas alturas Forbes ha eliminado el artículo de Mourdoukoutas, pues la respuesta de bibliotecarios y usuarios fue contundente: más de 7.9k tuits (y ya no se puede saber cuántos comentarios en el post original) evidenciando lo ridículo e ignorante de la propuesta. Desde luego la respuesta ha sido una grata sorpresa, no así el manejo de crisis que ha hecho Forbes y que resulta muy cuestionable. Según el comunicado de un portavoz de la revista:
Forbes aboga por el diálogo sobre la diversidad de temas, incluidos aquellos que a menudo presentan opiniones contrarias… Las bibliotecas juegan un rol importante en nuestra sociedad. Este artículo estaba fuera del área de experiencia específica del colaborador, y por eso ha sido eliminado.
Y yo me pregunto, ¿para que publicar sobre un tema que no se domina?, ¿no hubo una revisión antes de publicar el artículo?, ¿nadie se dio cuenta de lo errado de dicha opinión?, ¿qué necesidad de llegar al manejo de crisis y al “borrón y aquí no ha pasado nada”, que además fue pésimo?
Este artículo inevitablemente me trae a la mente a la Biblioteca Vasconcelos, el “elefante blanco”, como muchos (aunque cada vez menos) la siguen llamando después de 12 años de existencia. Cada que alguien se refiere así de esta biblioteca no puedo evitar preguntar sila han visitado recientemente o si en estos 12 años se han parado por ahí; la respuesta siempre es No. Pues bien, el artículo de Mourdoukoutas es exactamente lo mismo que se piensa sobre la Vasconcelos o tantas bibliotecas, y que, al final de cuentas es una muestra de infinita ignorancia:
Sobre la naturaleza de una biblioteca: servicio, espacio, comunidad, creación, recreación, pensamiento, estar, convivencia, ciudadanía, acceso a la información, estudio, lectura, etc.
Sobre la naturaleza de Amazon: una tienda en línea que vende productos.
Pero prestemos más atención, el artículo en realidad es más que una muestra de profunda ignorancia porque:
Lo grave no es que Mourdoukoutas hable sobre algo que no conoce; sino que tenga un espacio para que lo publiquen.
Lo grave es que ese espacio sea una revista como Forbes.
Lo grave y peligroso es que personas e instancias que toman decisiones han argüido cosas similares y por ello muchas bibliotecas han cerrado y seguirán cerrando, el mejor (peor en realidad) ejemplo es el cierre de bibliotecas públicas de Gran Bretaña.
Así que, aunque la defensa de bibliotecarios y usuarios resultó conmovedora y útil para que Forbes borrara el artículo (porque Mourdoukoutas además de ignorante es soberbio y no ha aceptado su error), no es suficiente para que desaparezcan estas ideas equivocadas sobre las bibliotecas. Es imprescindible entender que las bibliotecas son una inversión, no un gasto y, ante la duda yo digo siempre: ponga una biblioteca en su vida.
Como cada año, este 20 de julio estamos festejando el Día Nacional del Bibliotecario 2018 en México. Es costumbre en este blog celebrar con recomendaciones de lecturas, pero este año quiero cambiar un poco la dinámica y reflexionar sobre nuestro quehacer diario, lo que nos hace ser bibliotecarios/as y hacía dónde deberíamos apuntar.
Lo anterior en parte porque hace unos días leía Library Visits Have Gone Way Up Over the Last Two Decades. Here’s Why… de Oleg Kagan, un artículo muy inspirador sobre el gran cambio que se está viviendo en muchas bibliotecas y que sólo es posible gracias a que los bibliotecarios/as comenzamos vernos a nosotros mismos como algo más que guardianes de libros. Lo anterior ha hecho posible que en un periodo de poco más de 20 años (1990-2014) las visitas a las bibliotecas públicas en Estados Unidos se hayan incrementado un 181%.
Atención, son las bibliotecas públicas y no otras donde se está operando un cambio tan radical y desde luego es gracias a la naturaleza de estos espacios lo que lo ha hecho posible; aunque yo me pregunto ¿debe ser exclusivo de las bibliotecas públicas?, ¿por qué no hacerlo llegar a otro tipo de bibliotecas, tal como lo comentaba en Repensar la biblioteca académica?
Que el bibliotecario comience a verse de una forma distinta hace posible tener bibliotecas distintas. De esta manera, hemos comenzado a involucrarnos más con nuestras comunidades, es decir, ya no nos limitamos a conocer los intereses lectores y de información de los usuarios para esperar sus requerimientos detrás del escritorio.
El involucrarse con las comunidades nos hace conocer las verdaderas necesidades, lo que asu vez nos permite tener una oferta mucho más amplia que el préstamo de libros o la tradicional hora del cuento. Pensemos, por ejemplo, en los bibliotecarios públicos de Pensylvania que han recibido entrenamiento para administrar Naloxona, una droga que revierte los efectos de opiáceos, pues en las inmediaciones de las bibliotecas públicas circulan adictos a estas drogas y de cuando en cuando algunos con sobredosis.
Además, conocer necesidades reales, nos hace no sólo ver, sino entender la diversidad de usuarios que requieren a la biblioteca para ser y estar, y donde el bibliotecario debe convertirse en el facilitador del espacio, facilitador en el más amplio sentido de la palabra. Como ejemplo el Drag Queen Story Hour (DQSH) en el que Drag Queens asisten a bibliotecas, escuelas y librerías para leer historias y hablar con niños sobre la diversidad sexual. Algunas de las bibliotecas que ya participan activamente con el DQSH son la San José Public Library, Brooklyn Public Library, Carnegie Library of Pittsburgh, Oakland Publick Library y tantas otras. Sería interesante ver un DQSH en bibliotecas públicas mexicanas, sería más interesante ver la recepción.
Algo que también ha cambiado es la forma como nos comunicamos y compartimos nuestras experiencias y actividades. Las redes sociales han sido sin duda el gran parteaguas para que más bibliotecarios en distintas partes del mundo logremos conectar, pero lo más importante es que las redes han permitido que los usuarios nos conozcan. Pienso, por ejemplo, en la Biblioteca Vasconcelos que es la biblioteca con más seguidores en Facebook a nivel mundial, pero no sólo eso, actualmente están haciendo un gran trabajo en Instagram donde además han logrado una gran interacción con el usuario, haciéndolo partícipe a la distancia de lo que sucede ahí, ya sea con un Mundial Literario o donde los usuarios la llevan a pasear. Además de Facebook e Instagram también hay blogs, podcasts, videoblogs que nos permiten hablar sobre nuestro trabajo.
Imagenes vía: Instagram Biblioteca Vasconcelos
Lo anterior nos implica establecer una conversación distinta, más cercana, más atractiva, acorde no sólo con los intereses, sino también con la forma en que hoy todos nos comunicamos. De nuevo, ya no podemos sentarnos detrás del escritorio a esperar al usuario, ahora debemos salir a platicar con ellos y con otros bibliotecarios sobre lo que hacemos.
Un último punto del artículo de Kagan está relacionado con la tecnología. Aquí no me voy a detener tanto porque, reconozcamoslo, las bibliotecas públicas en México no gozan de gran salud en materia tecnológica, vamos, ni en algo tan simple como el acervo. Aunque esto no es impedimento para que los bibliotecarios conozcamos del tema, de hecho, es nuestra obligación ser más curiosos y estudiosos de las muchas posibilidades de la tecnología en la biblioteca, a la que debemos ver como el medio, sólo uno de muchos, no como el fin.
Lo anterior, irremediablemente me lleva a pensar en uno de los “cambios de tuerca” que nos urge adoptar: nuestro miedo a la extinción. Durante mucho tiempo se ha dicho que, con la llegada de Google, o la tecnología en turno, el bibliotecario va a desaparecer. Cada que me lo preguntan no puedo evitar pensar en dos cosas:
Google y los bibliotecarios llevamos coexistiendo 20 años. Aprendamos a verlo como lo que es, una herramienta, no un sustituto.
En tanto el bibliotecario se perciba a sí mismo como un guardián del libro, entonces sí que está destinado a desaparecer, de hecho, sí que lo merece.
Todo lo anterior se resume en que los bibliotecarios nos hemos vuelto un profesional más cercano, diría también que más útil, y si no lo hemos hecho, este Día Nacional del Bibliotecario 2018 es un buen momento para comenzar. Los anteriores son sólo algunos ejemplos, pero hay muchos más (Bibliotecas Humanas, Salas +60, servicios de bibliomovil que llevan más que libros, bibliobuses, bibliolibros, lectura acompañada de perros, etc.) y muchos otros que aún no sospechamos.
Felicidades pues a todos y todas mis colegas en este Día Nacional del Bibliotecario 2018, en especial a aquellos que cada día se acercan más a estos bibliotecarios tan necesarios.
Ustedes disculparán, pero yo sigo festejando el aniversario del blog y es que, verán, 10 años son para hacer una fiesta estilo boda oaxaqueña.
Así que hoy, con muchísimo cariño y emoción, cedo este espacio a un gran colega y amigo, Fernando Gabriel Gutiérrez, Jefe de División de Digitalización de la Biblioteca Central en la Universidad Nacional de Luján, además de un inquieto bibliotecario que cree en la colaboración y en la creación conjunta de conocimiento, para muestra, es uno de los fundadores de Aprender3C y forma parte del blog Infotecarios.
Fer es uno de los primeros contactos que tuve ya no sé si en Twitter o Facebook o dónde, en la prehistoria de las redes sociales cuando estábamos muy pocos profesionales de la información dialogando a la distancia. Ha sido pues una grata coincidencia bibliotecaria que me ha permitido conocer un poco más lo que se hace en el sur de este gran continente.
Fer, mil gracias por aceptar ser parte del festejo, tu regalo llega además en el momento justo para la celebración tanto del blog, como del próximo Día Nacional del Bibliotecario. Un post que nos invita a pensarnos en nuestro quehacer diario ya no sólo como guardianes de la información.
¡Bienvenido!
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El bibliotecario como “curator transmedia” y la lejanía de la cultura gamer en las bibliotecas
Warner Bros Pictures
Fernando Gabriel Gutiérrez Jefe de División de Digitalización de la Biblioteca Central Ficha profesional @fggutierrez
En el 2045 no existirán las bibliotecas ni los bibliotecarios, por lo menos tal como los conocemos. En el mundo de “realidad virtual” que muestra Steven Spielberg en su última película “Reader Player One”, aparece un “curator” semi-robot, que vendría ser una especie de bibliotecario que custodia la memoria de los recuerdos de los programadores de esos mundos virtuales. Esta aparición de un “curator” y no un bibliotecario, refiriéndose a alguien que selecciona “recuerdos” de una persona, recae en un rol de “guardián de la memoria”, que le da sentido a la información organizada. Esta visión me parece interesante y me llama la atención. ¿Será que el bibliotecario de todas formas le dará paso al “curator” o “curador” de una vez? Para los que venimos siendo testigos de las transformaciones culturales y tecnológicas que nos ha tocado, el “content curator” digital es una figura que sigue dando de qué hablar no solamente en el ámbito bibliotecario.
Pero por lo visto, para mi sorpresa, es la primera vez que me enfrento en el imaginario cinematográfico a la denominación de lo que siempre se llamó “bibliotecario”. ¿Pero para qué? ¿Para seguir haciendo lo de siempre? ¿Bibliotecarios y curadores de contenidos son sinónimos? Pregunta que no es del todo original, y ya se preguntó en otras ocasiones para que el debate continúe. No quiero “spoilear” demasiado esta película, pero este “curator” tendrá un rol importante en la historia. Así que a no subestimar a los “curadores” del futuro y los bibliotecarios, o como los quieran llamar hoy.
Warner Bros Pictures
Ready Player One: hacia una biblioteca y curator transmedia
La anterior reflexión me surgió después de ver la última película de Steven Spielberg “Ready Player One”, basada en la novela homónima de Ernt Cline. Este film no sólo es un relato para “geek” o “gamer”, ya que presenta un discurso oscuro sobre la “sociedad futura” y los límites de la realidad virtual. A mayor desesperanza, más se inclinarán las personas a tratar de aislarse y construir otro mundo mejor de lo que uno se enfrenta cotidianamente. Son las plataformas digitales quienes podrán dominar los entornos existenciales. Sin embargo, fuera de la virtualidad un grupo de jóvenes serán los que lucharán para encontrar las “llaves” para un mundo que no esté dominado por grandes empresas que querrán manejar el mundo virtual, y/o real.
En torno a esto, varias bibliotecas en Estados Unidos han promovido la lectura de la novela en la que está basada la película. Han aprovechado el estreno y han realizado actividades de formación de usuarios. Es importante atraer a los usuarios vinculando cine, videojuegos y literatura. Para ello hace falta no solamente un bibliotecario creativo, sino un “curator transmedia”, o sea que el bibliotecario sea un puente entre las formas de mediatización de la cultura contemporánea, y no se quede anclado en la cultura libresca. La “biblioteca” necesita construir conocimiento transmedia, ser parte de ella para poder sobrevivir y acompañar a la cultura contemporánea. Esto no es un concepto nuevo en sí, pero aplicable a nuestras realidades bibliotecarias. Curar contenidos de los diferentes discursos mediáticos que nos rodean y volcarlos en la biblioteca, principalmente con los usuarios que son parte de ella. Y pienso una biblioteca que no sea para los usuarios, sino que construya la cultura transmedia con ellos. Que los usuarios adopten los espacios, virtuales, digitales y presenciales para crear cultura transmedia. No ser solamente receptores pasivos.
Warner Bros Pictures
Cultura “gamer” alejada de las bibliotecas
Este es un film que habla de la cultura “gamer” en todo su esplendor. Aunque para mí, la cultura de las bibliotecas tradicional está muy alejada de esta temática. Salvo, por aquel movimiento bibliotecario que está trabajando la temática de la “gamificación en bibliotecas”. Todavía me sigue pareciendo que la biblioteca es un ámbito adverso, ni que decir repelente a la cultura de los videojuegos. Después los gestores y bibliotecarios se preguntan cómo atraer a los “jóvenes actuales”. Nunca lo vamos a hacer si no los incluimos verdaderamente como usuarios y protagonistas de la biblioteca.
Para mí, la biblioteca está a contramano de ingresar los videojuegos en sus espacios, y ni que hablar en su cultura. ¿Por qué no juntar los dos mundos? ¿Es traicionar el mundo sagrado del libro?. Voy más allá de esta idea y pienso que la diversión, y ni que hablar el ocio a través de la tecnología, no tiene lugar en las bibliotecas. Me es raro encontrar en América Latina, bibliotecas públicas y populares, escolares, ni que hablar universitarias con espacios para jugar “videojuegos”, con consolas para acceder en forma gratuita, ní que hablar de cursos o competencias de videojuegos organizados por la biblioteca. Será momento también de juntar estas dos culturas: gamer y las bibliotecas.
Me imagino, ojalá me lleve una sorpresa, que habrá, seguramente muchas bibliotecas con proyectos de este estilo (videojuegos, bibliotecas) que no conozca. Si es tu caso no dejes de comentar aquí para enterarnos y contarnos cómo les está yendo. Y si no, ¿por qué no somos nosotros quienes tratamos de cruzar el puente proponiendo nuevos servicios?
Desde hace tiempo vengo hablando en este blog sobre la importancia de repensar la biblioteca, hacerla más social y útil a su comunidad ofreciendo un espacio que resulte atractivo a los usuarios, no sólo por la diversidad de acervo o mobiliario cómodo, sino por convertirse verdaderamente en un tercer espacio. La biblioteca es actualmente sí ese lugar tradicional de lectura y estudio, pero también tiene ese enorme reto de convertirse en ese remanso para la creación, para el pensamiento, para el descanso, para el trabajo, para la formación de ciudadanía.
Cambiar la idea tradicional de biblioteca no es tarea sencilla, primero es necesario romper varios paradigmas entre los bibliotecarios que nos hacemos cargo de estos espacios. Pero quizá es más importante voltear a ver al usuario y sensibilizarlo sobre las distintas formas de pensar a las bibliotecas porque, curiosamente, es donde quizá encontramos en mayor medida esta idea acartonada de la “biblioteca como templo del saber” y donde este “nuevo” rol de las bibliotecas genera mayor reticencia. Las bibliotecas públicas bien lo saben pues se enfrentan día a día con usuarios que, en muchas ocasiones no están de acuerdo con las actividades al interior de la biblioteca que rompen con el rol tradicional.
Es por ello necesario un trabajo de sensibilización pues, de hecho, proponer una biblioteca más allá de los libros, la lectura y el estudio tendrá mayor o menor aceptación dependiendo del tipo de biblioteca. Por ejemplo, si para la biblioteca pública, que es la cada día se encamina más a ser un espacio social y cultural para la comunidad, no ha sido fácil este cambio de tuerca; imaginemos entonces el gran reto que es para otras bibliotecas como las universitarias o las nacionales que nacieron con objetivos muy específicos para cubrir necesidades también muy específicas, aunque eso no implica que se deban quedar solamente con una forma de trabajo.
En fin, todo lo anterior viene a colación porque hace unos días la Biblioteca Central de la UNAM (biblioteca universitaria), a propósito del Mundial de Futbol Rusia 2018, decidió transmitir en la Sala de Consulta el partido de México vs Suecia.
Esto, como es de esperar generó gran polémica entre sus usuarios en Facebook quienes consideraron “de pésimo gusto” al verla como “…un lugar de estudio no de esparcimiento !!!”, algunos otros lamentaron o se indignaron que un espacio académico se destinara para “estas cosas”. Hubo quienes celebraron y felicitaron a la biblioteca por abrir este espacio para una actividad tan poco “tradicional” como ver el futbol en una biblioteca.
Cabe señalar que la Biblioteca Central cuenta con 12 pisos y que la transmisión del partido de futbol se realizó únicamente en la Sala de Consulta, un espacio cerrado cuya ubicación difícilmente interferiría para las actividades en otras salas y pisos, a menos que los asistentes al partido no controlaran su emoción y se pusieran a gritar desaforadamente.
Volvamos de nuevo, la Biblioteca Central es una biblioteca académica con un objetivo muy específico, aunque yo me pregunto ¿eso la limita a quedarse con ese objetivo: ofrecer libros, bases de datos, computadoras y mesas de trabajo para el estudio y la lectura –en ese orden limitado–?
Seguramente habrá algunos puristas de la biblioteca –incluidos bibliotecarios, usuarios y los que nunca se paran en una biblioteca pero que tienen una idea muy arraigada de lo que se supone debe ser este espacio– que me pregunten, ¿por qué repensar la biblioteca académica cuando lleva décadas, siglos quizá, limitándose a ofrecer un tipo de servicio y atendiendo necesidades muy específicas? ¿para qué convertirla en algo más si para eso existen otro tipo de bibliotecas? A lo que yo respondo lo siguiente:
La biblioteca académica es quizá la única biblioteca a la que se acercarán en toda su vida muchas personas. ¿Por qué no hacer una biblioteca –aunque académica– más cercana y con ello lograr que después de los estudios universitarios, todos estos usuarios se acerquen a otras bibliotecas, ya sea como lectores, trabajadores, creadores, ciudadanos? Es una inversión interesante, ¿no?
Dicho lo anterior, doy la bienvenida y aplaudo el que una biblioteca académica de la talla de la Biblioteca Central de la UNAM comience a explorar otras posibilidades para sus usuarios, esto sin duda implica repensar la biblioteca académica y, desde luego no estamos hablando de algo sencillo ni para su bibliotecarios y mucho menos para sus usuarios, como ya se ha visto en muchos de los comentarios vertidos en la página de Facebook.
Ahora bien, de igual forma considero que un cambio de este tipo no puede ser tan abrupto, desconozco si la Central en otro momento ya ha realizado actividades similares, pero intuyo que es la primera vez, por favor corríjanme si me equivoco. Quizá faltó un trabajo de sensibilización –que además si quieren seguir por ese camino tendrá que ser permanente– para que los usuarios vean esos otros “usos” tan pertinentes y válidos de la biblioteca.
Aquí me viene inmediatamente a la mente el #MundialVasconcelos, una gran apuesta de la Biblioteca Vasconcelos en la que futbol y la literatura se unen para hacer una biblioteca más cercana e invitar a los usuarios a participar activamente. La idea en realidad es muy sencilla, han propuesto a un escritor que representa a cada país que participa en Rusia 2018. Al igual que en el Mundial, han organizado a los escritores representantes de cada nación por grupos tal como en el mundial, de esta manera tuvimos a Michael Ende representando a Alemania jugando contra Juan Villoro por México, en este mismo grupo encontramos a Sok Yong representando a Korea y a Stieg Larsson por Suecia. En cada una de las contiendas los usuarios de instagram que esté siguiendo el #MundialVasconcelos votan por su autor favorito y así es como estos van calificando a las siguientes rondas. Por cierto, México sólo llegó a cuartos de final donde Juan Villoro fue eliminado por García Márquez en representación de Colombia. Y este mundial literario de biblioteca no termina ahí, además de las votaciones, cada cierto tiempo están subiendo un video donde el personal Vasconcelos lee un fragmento de cada autor, lo que además se convierte en una buena manera de comenzar a conocer la obra de estos escritores.
Y si quieren un ejemplo distinto a la Vasconcelos, entonces me viene a la mente la Biblioteca Pública Central “Mauricio Magdaleno” de Zacatecas que en 2010, con motivo del Mundial de Sudáfrica, sacó de su acervo aquellos títulos relacionados con el futbol. Una manera muy sencilla y clásica de poner en circulación el acervo aprovechando un tema de moda entre los usuarios.
Así que transmitir un partido de futbol me parece una buena forma de que la biblioteca vaya más allá, desde luego una forma que es perfectible y que se puede prestar a un mayor trabajo si lo que buscamos es hacer la biblioteca más cercana, pero como ya lo dije, aplaudo esta iniciativa de la Biblioteca Central. Bienvenida la idea de comenzar a repensar la biblioteca académica y honestamente, espero seguir viendo este tipo de actividades.
En México acabamos de pasar por un proceso democrático sin precedentes en nuestra historia impensable hace una década o en el siglo pasado. Este proceso, sin embargo, se caracterizó por la difusión de fake news que buscaron en todo momento desinformar, generar incertidumbre y miedo en los electores, y con ello influir en la toma de decisiones para un país.
Las fake news no han sido algo exclusivo de este proceso, nos enfrentamos a ellas desde hace ya bastante tiempo y, muy seguramente, nos seguiremos enfrentando a ellas en la administración venidera, de hecho, se han seguido viralizado noticias falsas aún después de finalizado el proceso electoral y aún cuando faltan varios meses para que entre en funciones el nuevo gobierno.
Lo anterior es a nivel nacional, infortunadamente las noticias falsas no son exclusivas de un país, se leen, ven, escuchan y repiten todos los días en todas partes del mundo. En la sección Bibliotecnología del programa de radio El Sonido de las Páginas, en la transmisión del 15 de junio pasado, hablábamos precisamente sobre este tema y el papel del bibliotecario frente a las fake news porque, curiosamente, como gremio hemos sido muy pasivos frente a la difusión de noticias falsas en este periodo electoral.
Pero, antes de atisbar siquiera nuestro rol debemos plantearnos, ¿por qué es importante dimensionar el impacto de las fake news en el acontecer diario?
De acuerdo con un estudio publicado en 2016, los estudiantes de secundaria, preparatoria y universidad en Estados Unidos son propensos a ser engañados con información falsa porque no tienen la habilidad para evaluar las distintas fuentes. Pero esto va más allá de que reprueben a un estudiante en una materia o que haga una tesis con información falsa (que eso ya es bastante grave), lo realmente preocupante de las fake news y en lo que debemos prestar especial atención es que, no sólo estudiantes sino la población en general no sabe identificar los sesgos en la información, es decir, todos esos sitios donde hay “verdades a medias” muy convenientes. En este proceso electoral eran cosa de todos los días, no sólo noticias falsas, sino noticias con cierto sesgo o donde se decían cosas “reales” pero no completas, el clásico “sacar de contexto” una nota.
No debemos tomar a las fake news como un mal necesario del uso de internet, tanto la desinformación como la información juegan un papel importante en la toma decisiones; entonces es aquí donde debemos plantearnos, ¿cuál es o debería ser el papel del bibliotecario frente a las fake news?
Como se menciona en el artículo Beyond Fake News publicado por la revista American Libraries, las y los bibliotecarios históricamente hemos utilizado checklists como el Test CRAAP (Currency o Actualidad; Relevance, Relevancia; Authority, Autoridad; Accuracy,Exactitud; Purpose, Propósito) o el RADCAB (Relevancy, Relevancia; Appropriateness, Oportunidad; Detail, Detalle de la información; Currency, Actualidad; Authority, Autoridad y Bias, Sesgo o Tendencia) para evaluar y ayudar a los usuarios a evaluar recursos de información, aunque también recientemente en Facebook y Twitter se estuvo difundiendo mucho unainfografía elaborada precisamente por la IFLA para ayudarnos a reconocer una noticia falsa, y en la que no puede faltar el bibliotecario como parte importante en este proceso.
Las tres anteriores son herramientas muy útiles, aunque creo que la de la IFLA es particularmente clara. Sin embargo, como también recomienda Michael Caulfield, es tiempo de comenzar a leer lateralmente, es decir, no sólo leer la fuente original, sino también leer el Acerca (About) del sitio donde reside la información y corroborar los datos que proporcionan en esa sección, por ejemplo, si en el Acerca se menciona que es una agencia que trabaja para determinado medio, entonces nos tocar ir a verificar a ese medio al que se hace mención para saber si efectivamente hay relación entre ambos.
Entonces, ¿cuál es el papel del bibliotecario frente a las fake news?
Es decir, ya no basta con que el bibliotecario guíe y apoye con el test CRAAP o RADCAB para evaluar recursos de información, la tarea ahora se vuelve titánica si consideramos que dichos recursos y fuentes a evaluar ya no son necesariamente o exclusivamente los tradicionales (como es el caso de índices de citas, bases de datos, libros o revistas especializadas). El bibliotecario ahora debe replantearse la forma en que desde la profesión está estamos verificando nuestras fuentes, pero también tiene la enorme responsabilidad de ayudar al usuario a determinar el sesgo de la fuente consultada porque, como lo dije al inicio de este post, de la veracidad y sesgo de la información consultada no sólo depende un trabajo académico, ahí se puede jugar el futuro de una comunidad o un país.
Así que toca al bibliotecario abordar y concientizar sobre este tema ya sea con la impartición de talleres, elaboración de tutoriales, discusiones en blogs y podcast de bibliotecas, elaboración de infografías, guiar al usuario durante su proceso de búsqueda… ¿qué otrasse les ocurren?
Hay dos cosas que me han gustado mucho de esta muy particular celebración: 1) el tiempo de mis invitados para regalarnos su visión, y 2) la diversidad de miradas y de formas de entender y abordar a la biblioteca, al libro, a la lectura y a la información. Esta fiesta va quedando muy bien, lo mejor, aún no acaba.
Así que en esta ocasión viajamos al sur del continente, al bello Chile, para dar la bienvenida a la gran Marcela Valdés, Directora de la Biblioteca de Santiago, una de las bibliotecas públicas más grandes e importantes de ese magnífico sistema bibliotecario chileno al que por cierto, debemos de aprenderle muchas cosas.
A Marcela tuve el gran gusto y honor de conocer en 2015, cuando asistí al 5º Congreso Innovatics y, desde la primer charla ha sido fascinante conocer su visión de biblioteca; no por nada, ella junto con el personal a su cargo son el corazón de la Biblioteca de Santiago. También es fascinante verla de tanto en tanto convertirse en mariposa y hacer que nos revoloteen mariposas en el estómago (la guata, como dicen por allá) con cada nueva actividad en la Biblioteca de Santiago a quienes muchos, incluso los más lejanos físicamente, le tenemos un gran cariño.
Este post Marcela nos habla de las bibliotecas inclusivas, es decir, la visión que tiene y quiere de las bibliotecas públicas y que nos deja ver el por qué nos revolotean esas mariposas cada vez que nos llegan noticias de la Biblioteca de Santiago siendo cada día más inclusiva.
Marcela, mil gracias por aceptar ser parte de la celebración y compartirnos esa visión de biblioteca.
¡Bienvenida!
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Construyendo bibliotecas inclusivas que pueden cambiar la vida
Quiero compartir algunas reflexiones y apuntes sobre las bibliotecas públicas y la inclusión. Son notas que he ido construyendo en este transitar por las bibliotecas, pensamientos que van formando sueños, ideas que generan proyectos. Estas reflexiones que comparto con muchos y muchas son parte de mi sentir por las bibliotecas, mi necesidad de involucrarme con las personas y parte del sueño de que para construir un mundo inclusivo la mejor forma sea ver a las bibliotecas, esas bibliotecas que existen en tantos lugares y que se han construido con el trabajo de muchos y muchas. Las bibliotecas pueden ser una hermosa vitrina del buen mundo que queremos. Ese espacio de resistencia que cobija y acoge a tantos día a día. Parto entonces diciendo algo de sentido común: cuando pensamos en bibliotecas públicas partimos de la premisa que están enfocadas y destinadas a todos y todas. No obstante eso que es tan obvio, requiere de políticas, líneas de acción, capacitación, participación de la comunidad y compromiso de quienes componen la biblioteca, es decir, trabajadores, autoridades, público potencial y objetivo, para generar un espacio realmente inclusivo y que dé cuenta de su condición de biblioteca pública.
Una biblioteca pública se plantea como un espacio abierto y democrático y debe declarar desde su misión la necesidad de la participación e involucrar a la comunidad, porque en la medida que las comunidades son parte de las bibliotecas y estas últimas comprenden que más allá de cumplir estándares y misiones de atención y servicio, deben ser un espacio que apunte a generar herramientas donde la comunidad sea un ente activo en la gestión y calidad, se generará un vínculo único entre personas y bibliotecas que provoca también, encuentros únicos con la lectura o más bien con múltiples lecturas, ya que leemos el mundo de muchas maneras.
Desde esa premisa tenemos la posibilidad de crear y recrear bibliotecas acordes a sus comunidades, con lectores distintos que fomentaran la democracia, la participación y por ende provocarán la decisión política que es el fomento de la lectura. Desde ese punto al convocar a las personas, nos damos cuenta que una biblioteca abierta y participativa debe generar una línea de trabajo con la comunidad que será el corazón de la biblioteca y que la transformará en un espacio inclusivo. Y al hablar de incluir, tenemos que pensar en todos y todas, no en una sola comunidad, sino en diversas comunidades; en las diversidades sexuales, en las personas con capacidades diferentes, en los pueblos originarios, en la tercera edad, niños y niñas, jóvenes, mujeres, migrantes, personas en situación de calle, etc. Tener una mirada amplia que permita compartir la biblioteca y que la misma se transforme en una oportunidad para las personas, un espacio que pueda de alguna forma cambiar sus vidas y logren participar de ese espacio. Entendiendo que en algunos casos para remover debemos excluir y generar actividades enfocadas sólo a ciertos grupos, como una forma de llamar la atención y enviar un mensaje que dé cuenta de lo que es estar en el lugar de otro.
Biblioteca de Santiago
En ese sentido, la biblioteca, al igual que la lectura, junto con entregarnos conocimiento e información debe ser asimilada como un espacio de encuentro comunitario y quienes trabajamos en esas bibliotecas debemos provocar ese encuentro y crear una nueva comunidad, la comunidad inclusiva de nuestras bibliotecas. La biblioteca se tiene que convertir en un puente.
Hace algún tiempo, en un encuentro donde Mempo Giardinelli nos hablaba de lectura, le escuché una frase que hasta hoy rescato y recuerdo: “…Hacer leer a una nación es una decisión política…“. Esta frase, creo que aplica a las bibliotecas, hacer que las personas vayan a la biblioteca es una decisión política. Da cuenta de lo activo que debemos ser a la hora de plantearnos el compromiso con las bibliotecas y como ese compromiso debe ser parte de la decisión de todos los actores,involucrando a mediadores, autoridades y todos y todas aquellos/as que de alguna forma son responsables de que nuestras sociedades estén conformadas por personas con capacidad crítica, personas que puedan acceder a espacios democráticos, donde estén presente la lectura por placer, información, conocimiento, que genere libertad, democracia e igualdad.
La biblioteca debe ser un espacio comunitario, donde a las personas se le entreguen los mecanismos, canales y herramientas de participación que permitan la construcción conjunta de una verdadera biblioteca pública, una real biblioteca inclusiva.
Es entonces que cuando nos planteamos la inclusión como una decisión política debemos no sólo cambiar la infraestructura de la biblioteca y generar nuevos espacios y formas de acceso, sino que debemos generar líneas de acción reales, servicios, actividades, experiencias y, principalmente debemos involucrar a las personas, porque es la única forma que se apropien y se sienta parte de un espacio. No es desde un llamado paternalista o un mero proveedor de servicios, sino que desde un llamado a construir. Para que eso suceda, debemos partir con cambiar mentalidades y entender que debemos derribar mitos y prejuicios. Esos cambios de mentalidades, de infraestructura, de servicios, es lo que convierte a la biblioteca pública en un real espacio inclusivo, trabajando para tener la inclusión tan incorporada que no podamos imaginar otra forma de funcionamiento de las instituciones, del país, hacia allá debemos avanzar como sociedad, generando posibilidades que permitan mejorar la calidad de vida de las personas y acrecentar sus capitales sociales, económicos, humanos y culturales.
Entender que el corazón de la inclusión son las personas y debemos construir bibliotecasdestinadas a ellas, hechas por personas. Cambiar mentalidades, derribar falsos mitos y prejuicios se logra en la medida que nos acercamos a nuestras comunidades y generamos un puente para crear confianza. En la medida que los que estamos permanentemente en la biblioteca cambiamos la forma de mirar, podemos transmitir a otros y otras y, entregar esa mirada inclusiva que tanto queremos. Ese cambio de mirada y de mentalidad nos permitirá enseñar a otros y seguir construyendo, finalmente la biblioteca lo que genera son puentes para lograr el encuentro entre personas y donde todos y todas aprendemos de los diferentes saberes, vidas y experiencias.
Bibliometro, Chile
Cuando tenemos una biblioteca accesible a través de su infraestructura, de sus actividades culturales y de fomento lector y escritor, con personal capacitado, que entrega oportunidades laborales y que hace parte dentro de su misión la inclusión de manera permanente, nos queda pensar como ir más allá y eliminar cualquier otra barrera, construyendo confianza, especialmente en nuestros países donde tenemos una crisis de confianza, la biblioteca debe aproximarse a las personas y generar confianza, confiar en nuestro público y ellos pueden confiar en nosotros, eliminando barreras y trámites. Estar convencidos que la biblioteca es un espacio donde las personas son sujetos de derecho y merecen no sólo ser bien atendidos, sino que participar y satisfacer necesidades culturales, formativas, educacionales y sociales.
Finalmente, la Biblioteca debe ser un laboratorio, un espacio mágico donde mezclamos ideas, sueños, experiencias que permitan mejorar y ojalá cambiar la vida de las personas. En ese sentido siempre debemos estar abiertos a probar, a incorporar y especialmente a ser generosos, a entregar nuestra experiencia para que en otros espacios se mejoren y se conviertan en nuevas experiencias. Crear experiencias de servicio, generar espacios que efectivamente permitan a las personas, a las comunidades, sentir que las bibliotecas son el lugar que nos acompañan a lo largo de nuestra vida y pueden ser un lugar de puentes maravillosos para encontrarnos con expresiones, otras personas y culturas, para encontrar ventanas que miren al mundo.