Como cada año, este 20 de julio estamos festejando el Día Nacional del Bibliotecario 2018 en México. Es costumbre en este blog celebrar con recomendaciones de lecturas, pero este año quiero cambiar un poco la dinámica y reflexionar sobre nuestro quehacer diario, lo que nos hace ser bibliotecarios/as y hacía dónde deberíamos apuntar.
Lo anterior en parte porque hace unos días leía Library Visits Have Gone Way Up Over the Last Two Decades. Here’s Why… de Oleg Kagan, un artículo muy inspirador sobre el gran cambio que se está viviendo en muchas bibliotecas y que sólo es posible gracias a que los bibliotecarios/as comenzamos vernos a nosotros mismos como algo más que guardianes de libros. Lo anterior ha hecho posible que en un periodo de poco más de 20 años (1990-2014) las visitas a las bibliotecas públicas en Estados Unidos se hayan incrementado un 181%.
Atención, son las bibliotecas públicas y no otras donde se está operando un cambio tan radical y desde luego es gracias a la naturaleza de estos espacios lo que lo ha hecho posible; aunque yo me pregunto ¿debe ser exclusivo de las bibliotecas públicas?, ¿por qué no hacerlo llegar a otro tipo de bibliotecas, tal como lo comentaba en Repensar la biblioteca académica?
Que el bibliotecario comience a verse de una forma distinta hace posible tener bibliotecas distintas. De esta manera, hemos comenzado a involucrarnos más con nuestras comunidades, es decir, ya no nos limitamos a conocer los intereses lectores y de información de los usuarios para esperar sus requerimientos detrás del escritorio.
El involucrarse con las comunidades nos hace conocer las verdaderas necesidades, lo que a su vez nos permite tener una oferta mucho más amplia que el préstamo de libros o la tradicional hora del cuento. Pensemos, por ejemplo, en los bibliotecarios públicos de Pensylvania que han recibido entrenamiento para administrar Naloxona, una droga que revierte los efectos de opiáceos, pues en las inmediaciones de las bibliotecas públicas circulan adictos a estas drogas y de cuando en cuando algunos con sobredosis.
Además, conocer necesidades reales, nos hace no sólo ver, sino entender la diversidad de usuarios que requieren a la biblioteca para ser y estar, y donde el bibliotecario debe convertirse en el facilitador del espacio, facilitador en el más amplio sentido de la palabra. Como ejemplo el Drag Queen Story Hour (DQSH) en el que Drag Queens asisten a bibliotecas, escuelas y librerías para leer historias y hablar con niños sobre la diversidad sexual. Algunas de las bibliotecas que ya participan activamente con el DQSH son la San José Public Library, Brooklyn Public Library, Carnegie Library of Pittsburgh, Oakland Publick Library y tantas otras. Sería interesante ver un DQSH en bibliotecas públicas mexicanas, sería más interesante ver la recepción.
Algo que también ha cambiado es la forma como nos comunicamos y compartimos nuestras experiencias y actividades. Las redes sociales han sido sin duda el gran parteaguas para que más bibliotecarios en distintas partes del mundo logremos conectar, pero lo más importante es que las redes han permitido que los usuarios nos conozcan. Pienso, por ejemplo, en la Biblioteca Vasconcelos que es la biblioteca con más seguidores en Facebook a nivel mundial, pero no sólo eso, actualmente están haciendo un gran trabajo en Instagram donde además han logrado una gran interacción con el usuario, haciéndolo partícipe a la distancia de lo que sucede ahí, ya sea con un Mundial Literario o donde los usuarios la llevan a pasear. Además de Facebook e Instagram también hay blogs, podcasts, videoblogs que nos permiten hablar sobre nuestro trabajo.

Lo anterior nos implica establecer una conversación distinta, más cercana, más atractiva, acorde no sólo con los intereses, sino también con la forma en que hoy todos nos comunicamos. De nuevo, ya no podemos sentarnos detrás del escritorio a esperar al usuario, ahora debemos salir a platicar con ellos y con otros bibliotecarios sobre lo que hacemos.
Un último punto del artículo de Kagan está relacionado con la tecnología. Aquí no me voy a detener tanto porque, reconozcamoslo, las bibliotecas públicas en México no gozan de gran salud en materia tecnológica, vamos, ni en algo tan simple como el acervo. Aunque esto no es impedimento para que los bibliotecarios conozcamos del tema, de hecho, es nuestra obligación ser más curiosos y estudiosos de las muchas posibilidades de la tecnología en la biblioteca, a la que debemos ver como el medio, sólo uno de muchos, no como el fin.
Lo anterior, irremediablemente me lleva a pensar en uno de los “cambios de tuerca” que nos urge adoptar: nuestro miedo a la extinción. Durante mucho tiempo se ha dicho que, con la llegada de Google, o la tecnología en turno, el bibliotecario va a desaparecer. Cada que me lo preguntan no puedo evitar pensar en dos cosas:
- Google y los bibliotecarios llevamos coexistiendo 20 años. Aprendamos a verlo como lo que es, una herramienta, no un sustituto.
- En tanto el bibliotecario se perciba a sí mismo como un guardián del libro, entonces sí que está destinado a desaparecer, de hecho, sí que lo merece.
Todo lo anterior se resume en que los bibliotecarios nos hemos vuelto un profesional más cercano, diría también que más útil, y si no lo hemos hecho, este Día Nacional del Bibliotecario 2018 es un buen momento para comenzar. Los anteriores son sólo algunos ejemplos, pero hay muchos más (Bibliotecas Humanas, Salas +60, servicios de bibliomovil que llevan más que libros, bibliobuses, bibliolibros, lectura acompañada de perros, etc.) y muchos otros que aún no sospechamos.
Felicidades pues a todos y todas mis colegas en este Día Nacional del Bibliotecario 2018, en especial a aquellos que cada día se acercan más a estos bibliotecarios tan necesarios.
felicidades vero admirada! 🙂
Muchas gracias, queridísima Tere.