Como cada último jueves de mes, la Biblioteca Vasconcelos abre sus puertas para Mirar Libritos, una actividad de la que Carola Diez nos habla en este post. Los temas que se han abordado en las diferentes miradas han sido muy variados y necesarios, el de este jueves no ha sido la excepción, un tema muy necesario a 50 años de distancia de la matanza de Tlatelolco y más de 4 de los estudiantes de Ayotzinapa.
Terrorismo de Estado en los libros infantiles se tituló esta mirada de libritos, analizamos varios libros que hablan de formas muy diversas sobre dictaduras y desapariciones forzadas.
Algunos de los títulos que más me mueven fueron desde luego El maestro no ha venido de Marcela Arévalo que habla sobre los 43 de Ayotzinapa, el magnífico De aquí no pasa nadie de Isabel Minhós y Bernardo P. Carvalho y Rompecabezas de Maria Fernanda Maquieira.
Sirvió además esta sesión para hablar sobre las muchas formas de acercarnos al tema, desde la pura y dura que lo nombra con todas sus palabras como es el caso de Los hermanos Zapata. Una ópera en el desierto mexicano de Torgeir Rebolledo o Genocidio de Jane Springer, hasta la que de forma creativa e incluso divertida, nos habla del tema sin nombrarlo pero dejándolo muy claro, como es el caso de, nuevamente tengo que mencionarlo, el magnífico De aquí no pasa nadie y, no puede faltar, Irulana y el Ogronte de Graciela Montes, quien por cierto este año ha sido la ganadora del XIV Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil. Reflexionamos también sobre la viabilidad y/o pertinencia de hablar y presentar estos temas a los niños. Retomo las palabras de Adolfo Córdova en su blog Linternas y Bosques, que la misma BV hizo eco a modo de invitación al Mirar Libritos de este mes:
¿Es necesario hablar a niños, niñas y jóvenes de otros niños, niñas y jóvenes torturados, desaparecidos y asesinados? ¿Escribir novelas, cuentos, poesías, libros informativos, ensayos que recreen la violencia, que la expliquen, que la transformen con una metáfora, que la nombren?
¿No era que debíamos proteger a los menores del mal en el mundo? ¿Darles historias felices, amables, justas?
¿Y si la realidad que escuchan, ven y sienten es otra?
En lo personal no me queda ninguna duda sobre la importancia de ofrecer libros que abordan estos temas y otros que a muchos espantan al creer que niños y jóvenes no pueden entenderlos (¡como si no los vivieran a diario!), pero también entiendo la importancia de que estos libros nos lleguen a los adultos; al mismo tiempo entiendo que estos libros surgen como una necesidad genuina del escritor para contar algo tan duro como puede ser una desaparición forzada. Otra cosa muy distinta son los libros por encargo tan acartonados y faltos de alma. Afortunadamente, todos los libros que se pusieron sobre la mesa en Mirar Libritos son de los primeros, de los necesarios, de los que nos hacen mirar al tema.
Reflexionamos, como ya les decía, sobre muchas cosas, pero una no ha dejado de darme vueltas en la cabeza: ¿por qué en México es tan escasa la producción de libros que abordan estos temas? Si bien es cierto que en nuestra historia la dictadura terminó hace más de un siglo y no ha habido otras (no al menos reconocidas oficialmente como tales), el terrorismo de Estado y los conflictos sociales y políticos han estado ahí, velados o quizá no tanto, pero ahí: masacre hace 50 años en Tlatelolco, Ayotzinapa, Halconazo, Tlatlaya, Atenco, estudiantes de cine desaparecidos y largo y doloroso etcétera.
La muestra fue muy clara, la mayoría de libros han sido publicados en Chile y Argentina, seguramente seguirán escribiéndose y publicándose muchos más libros allá; por qué acá hay tan poco sobre terrorismo de Estado en los libros infantiles si también lo vivimos. Hay algunas luces en el panorama literario mexicano como el caso de El maestro no ha venido, Los hermanos Zapata que aunque toca temas tan cercanos (narcoviolencia, migración, etc.), fue escrita por un Noruego, Mexicoland de Jaime Alfonso Sandoval que no estuvo en la muestra pero bien pudo haber entrado, 1968 explicado a los jóvenes de Gilberto Guevara, Olivia, el bosque y las estrellas de Nuria Santiago, Diente de león de María Baranda, Los sapos de la memoria de Graciela Bialet, y algunos otros, aunque pocos, que se me están escapando mientras escribo.
Como lo mencionaba Daniel Goldin, en otros países como Argentina y Chile estos libros se han dado como una necesidad de hablar sobre lo que se vivió, sobre nombrarlo, yo lo entiendo como una forma de catarsis, Marcela Arévalo (autora del El maestro no ha llegado) decía que su libro nació como una forma de indignación y de reconocer que a cualquiera nos pueden desaparecer. Adolfo Córdova, a su vez, comentaba que nos cuesta mencionarlo, hablarlo, decirlo con todas sus letras.
Y yo nuevamente me pregunto, somos nosotros, los ciudadanos a los que nos cuesta nombrarlo y leerlo, o son las autoridades, las editoriales quienes no quieren tocar esos temas, son los escritores que no tienen esa necesidad de contar; somos todos quienes, como ya lo decía arriba y como también se lo pregunta Adolfo, creemos que a los niños no se les debe hablar de esos temas y que hay que protegerlos. Será que nos estamos protegiendo a nosotros mismos, será que lo que no se nombra no existe.
Mientras lo sigo pensando y los invito a reflexionarlo/comentarlo, les dejo acá las portadas de algunos de los títulos que revisamos y otros tantos de los que hablamos.
Gracias por la reseña Verónica, refleja tu sensibilidad y además tu capacidad crítica. Un saludo.