El trabajo opuesto de una bibliotecaria es el modelaje o, de esas cosas curiosas que se encuentra una cada tanto en internet, o echémonos a reír, o mejor, echémonos a llorar.
Resulta que el Departamento de Trabajo en Estados Unidos mantiene un detallado registro de las habilidades y tareas requeridas para cada profesión, desde habilidades físicas (la habilidad para mantenerse erguido o coordinar dos o más extremidades, por ejemplo :D), hasta aquellas que están relacionadas con el intelecto (saber programar). The Upshot, una sección de The New York Times, recopiló todas estas habilidades y tareas para poder determinar cuál es la profesión opuesta a la tuya, digo, por si has estado considerando cambiar de aires y comenzar de nuevo, nunca vienen mal estos datos.
Modelo: el trabajo opuesto de una bibliotecaria
Y a todo esto, ¿por qué UpShot dice que el trabajo opuesto de una bibliotecaria es una modelo? Una vez que llenas el debido campo y encuentras tu trabajo opuesto, Upshot menciona las habilidades más y menos utilizadas en cada profesión.
La principal habilidad desarrollada por una bibliotecaria es la arqueología y la historia, mientras que una modelo tiene la habilidad de mantener el balance (sea lo que sea que eso signifique para ambos casos). En la segunda habilidad para una bibliotecaria está educación y entrenamiento; por su parte, una modelo debe desarrollar una fuerte coordinación corporal.
¿Y cuáles son las habilidades menos desarrolladas por ambas profesiones?
Resulta que la habilidad que menos desarrolla una bibliotecaria es la percibir las cosas, y esto aunque no sé si necesariamente cierto, me lleva a pensar en tantas y tantas bibliotecarias y bibliotecarios con mala cara en la recepción y brindando poca ayuda a los usuarios. Otra habilidad que no desarrollamos o que casi no usamos es la de coordinar dos o más extremidades… y aquí sí que me he quedado perpleja, patidifusa, turulata…
A una modelo no se le da bien aquello de monitorear procesos y materiales, y tampoco se le da bien aquello de identificar objetos, acciones y eventos, y procesar información.
Sin duda, un ejercicio curioso y muy divertido (visto por el lado amable, claro) que, por supuesto, no va más allá, porque como en todo, hay de bibliotecarias a bibliotecarias y, desde luego, de modelos a modelos. Por el lado de las bibliotecarias (que es el que conozco, je), puedo asegurar, que tengo la capacidad de coordinar dos o más de mis extremidades.
Pero más allá de la broma, como lo mencionan en el artículo de UpShot esta serie de habilidades y tareas además de ayudarnos a dejar de pensar un poco en lo obvio de cada profesión y en las actividades realizadas, también nos ayuda a analizar aquellas habilidades que deberíamos desarrollar o si sería de utilidad desarrollarlas. Y lo más importante, qué habilidades y actividades tenemos que no se encuentran contempladas en estas listas y cuáles están basadas en meros prejuicios.
Ya para terminar un dato curioso (sí, otro): además de los bibliotecarios, algunas otras profesiones que tienen al modelaje como su opuesto son el editor de noticias y el maquetador. El opuesto del técnico en bibliotecas y del archivero es el físico
¿Qué significa hacer una biblioteca accesible para todos? Es una pregunta que tiene un sinnúmero de respuestas. Entendida la accesibilidad como “…el grado en el que todas las personas pueden utilizar un objeto, visitar un lugar o acceder a un servicio, independientemente de sus capacidades técnicas, cognitivas o físicas” (Sí, todo el dato de Wikipedia, porque la RAE se quedó muy corta), hacer una biblioteca accesible significa que todas las personas la puedan usar sin importar sus capacidades y/o condiciones.
La accesibilidad es un tema en boga y políticamente correcto, pero llevarlo a la práctica no es tan sencillo; la accesibilidad es un tema que va más allá de poner rampas y/o letreros en braille y que, sin duda, debe comenzar con la sensibilización del bibliotecario respecto al otro, a la diversidad y a las distintas necesidades, de información sí, pero también físicas, técnicas y cognitivas, de los usuarios. Sólo entendiendo y conociendo estos aspectos se puede planear una biblioteca accesible en la que tanto el personal bibliotecario, como el espacio físico, los materiales y servicios sean realmente accesibles.
Una biblioteca accesible: por dónde comenzar
En este proceso de sensibilización del personal bibliotecario, la ASCLA (Association of Specialized and Cooperative Library Agencies), una división de la ALA, cuenta con Library Accessibility: what you need to know, una serie de útiles consejos sobre los diferentes tipos de accesibilidad al interior de la biblioteca, por ejemplo: accesibilidad para usuarios con autismo, voluntarios con discapacidad, enfermedades mentales, sordos, discapacidades físicas, visión, etc.
Esta serie de consejos nos ofrecen un panorama bastante esclarecedor sobre las distintas discapacidades y necesidades específicas. Por mencionar el ejemplo que supuestamente más “desarrollamos” en las bibliotecas: al planear servicios para ciegos y débiles visuales, cometemos el error de hacerlo sólo en términos de señalética, acervo en braille y quizá software especial; sin embargo, de acuerdo con Library Accesibility debemos comenzar por entender la diferencia entre los ciegos y los débiles visuales y evitar ponerlos en un mismo grupo, pues sus necesidades no son las mismas; otros consejos van desde el tipo de acervo requerido, hasta la forma en la que el bibliotecario debe comportarse con el perro guía, en caso de que el usuario lleve uno.
Existe también el Proyecto ENABLE que será de gran utilidad para conocer más sobre el tema de accesibilidad. Además de toda la información que aparece en el sitio, el proyecto ENABLE ofrece capacitación para desarrollar servicios y programas bibliotecarios apropiados para estudiantes con discapacidades.
En México, independientemente si se ha trabajado mucho o poco sobre la accesibilidad en bibliotecas, no existe documentación, no al menos de forma oficial en las instituciones bibliotecarias. Lo más cercano para comenzar a conocer del tema es el CONADIS (Consejo Nacional para el Desarrollo y la Inclusión de las Personas con Discapacidad), aunque nada que ver con la información ofrecida por la ASCLA o ENABLE.
Resulta evidente la necesidad de comenzar a investigar y producir información sobre bibliotecas accesibles y ofrecer pautas para trabajar con poblaciones con necesidades especiales. Y mientras eso sucede, no está de más echarle un ojo a Library Accesibility y ENABLE para comenzar a conocer del tema y quizá implementarlo en nuestras bibliotecas.
Bibliomovil de la Biblioteca Proença Nova, ofreciendo servicios de prevención de la salud*
Las bibliotecas son más que libros es algo que se viene diciendo mucho últimamente; a pesar de ello, en ocasiones me da la impresión que no lo tenemos realmente claro cuando abanderamos esta frase. Allá afuera hay, sin embargo, varios ejemplos de las otras formas en las que las bibliotecas son más que libros al estar involucradas con sus comunidades y al ir más allá de un simple espacio que alberga libros.
Uno de ellos y mi favorito es el trabajo que está haciendo la Biblioteca Vasconcelos para ofrecer a sus usuarios un espacio para estar: talleres, bibliotecas humanas, sala de lengua de señas, apoyo a usuarios para obtener su acta de nacimiento, además de las formas de uso “alternas” por parte de los usuarios; entre otras muchas otras actividades y servicios que si las mencionara aquí no terminaría.
Hay también otro caso muy interesante que he estado siguiendo en la cuenta del querido Nuno Marçal, bibliomovilero de la Biblioteca Proença Nova, en Portugal, donde están utilizando el servicio de bibliomovil para llevar, además de libros, servicios médicos de prevención a las comunidades que visitan.
¿A qué nos referimos realmente cuando decimos que las bibliotecas son más que libros? En caso de que aún no lo tengamos claro con los ejemplos que menciono arriba, les comparto How librarians are helping to combat America’s Opioid Crisis una nota por demás interesante publicada en el blog de Overdrive sobre el trabajo de las bibliotecas y sus biblitotecarios como respuesta al creciente consumo de opiáceos y otro tipo de drogas en Estados Unidos.
De acuerdo con el artículo, la gente que murió de sobredosis en 2015 es 10 veces mayor que la registrada en 1971; de las 33,000 muertes por sobredosis de opiáceos registradas en 2015, la mitad fueron resultado del uso de heroína y mezcla de heroína-fentanyl.
Y bien, ¿qué tiene esto que ver con con los bibliotecarios y con que las bibliotecas son más que libros?
En áreas de Estados Unidos, como Pensylvania, donde se ha incrementado significativamente el uso de opiáceos, los bibliotecarios están recibiendo entrenamiento para administrar Naloxona, una droga que ayuda a revertir la sobredosis por opiaceos y que es conocida comercialmente como Narcan, a personas con sobredosis que deambulen en los terrenos de la biblioteca. Lo más interesante es que los bibliotecarios ha administrado en tantas ocasiones el Narcan en spray que ya son capaces de reconocer a qué tipo de sobredosis por opiáceo se enfrentan.
Desde luego, este tipo de situaciones presenta muchas interrogantes y aristas: habrá quienes digan que no es responsabilidad de los bibliotecarios enfrentarse a usuarios con sobredosis, pero ¿dónde queda aquello de que la biblioteca está al servicio de su comunidad? Todos los días recibimos todo tipo de usuarios, debemos estar preparados para detectar el problema y también estar preparados para cualquier eventualidad, en este caso la muerte por sobredosis de un usuario en la biblioteca.
No todos los bibliotecarios deben saber administrar Narcan, pero en las bibliotecas que están recibiendo un número creciente de usuarios con una potencial crisis por sobredosis, los bibliotecarios deben estar preparados para enfrentar la situación y no para negar el acceso. Mientras que algunos bibliotecarios en zonas que registran este problema se enfocan en la prevención, por ejemplo, limitando el tiempo del uso del sanitario para evitar que los usuarios lo utilicen para drogarse; otros bibliotecarios, por su parte, se enfocan en la respuesta ante la crisis: “¿quién se queda acompañando a la víctima, quién llama al 911? ¿quién desaloja a los niños de la sala? ¿o quién espera a la ambulancia?” Y sí, como ya vimos, también hay bibliotecarios que están capacitándose para administrar Narcan.
Otros bibliotecarios y voluntarios de bibliotecas en Denver y San Francisco también se están capacitando en la administración de Narcan. No hay opción, aprenden a administrar el antídoto o corren el riesgo de que el usuario muera mientras esperan la llegada de la ambulancia.
Algunos dirán que lo mejor que puede hacer el bibliotecario es negar el acceso a estos usuarios; esto además de ir en contra de los preceptos del Manifiesto de la UNESCO sobre la biblioteca pública, no garantiza que afuera de la biblioteca no se presente este problema, al final de cuentas el bibliotecario tendrá que dar una respuesta para controlar la crisis. Por cierto, que el problema no se limita simplemente al derecho al acceso, las Bibliotecas en Washington han tenido que cerrar varios días el servicio debido a que las agujas utilizadas para drogarse taparon las cañerías, pero las agujas tiradas en los patios o los baños de las bibliotecas constituyen también un peligro para otros usuarios, especialmente los niños.
Y sí, las bibliotecas son más que libros
Como ven, es un problema muy complejo en el que los bibiotecarios no se están cuestionando si permitir o no el acceso a la biblioteca a esos usuarios (acá conozco casos de usuarios y también de algunos bibliotecarios que cuestionan duramente a las bibliotecas públicas por permitir la entrada de indigentes solo porque huelen feo, no es broma, los he escuchado 🙄), están detectando el problema, están haciendo labor de prevención y por último, se están preparando para responder a una posible crisis.
Hace algunos meses les hablaba de la labor social del bibliotecólogo, este es un gran ejemplo de labor social, quizá no el que más nos guste, pero sin duda es una manera de mostrar que el bibliotecólogo tiene un papel social importante y que, desde luego, las bibliotecas son más que libros.
Hoy como cada 20 de julio estamos de manteles largos festejando el Día del Bibliotecario en México. Para celebrar, acá podría escribr un post sobre la importancia de la profesión y de las bibliotecas en el país; sin embargo, como en otros festejos, creo que la mejor forma de festejar una fecha relacionada con las bibliotecas, el libro o la lectura es precisamente leyendo. En esta ocasión, les traigo un libro que no puede ser más adecuado para la ocasión, se trata de Déjenlos leer: los niños y las bibliotecas de Geneviéve Patte.
Así que felicidades a todas y todos mis colegas por este Día del Bibliotecario. ¡A leer y trabajar!
Título: Déjenlos leer: los libros y las bibliotecas. Autor: Geneviève Patte Traducido por: Rafael Segovia Pie de Imprenta: México: Fondo de Cultura Económica, 2011. Colección: Espacios para la lectura.
Geneviève Patte es una bibliotecaria especializada en literatura infantil, durante 35 años estuvo a cargo de la asociación La Joie par les Livres, responsable de la edición de la Revue de livres pour enfants, además de organizar los primeros seminarios internacionales sobre Bibliotecas Infantiles y Juveniles. Patte es sin duda una figura clave en el tema de biblioteca pública y lectura, por ello este libro resulta particularmente atractivo, pues parte desde su visión y experiencia, principalmente en bibliotecas de zonas marginadas de Francia.
No nos dejemos engañar por el título, pues nada tiene que ver con hábitos de lectura y argumentos desgastados sobre la “importancia de leer”, no es un libro sobre técnicas de mediación lectora y tampoco sobre recetas para formar usuarios de bibliotecas; Déjenlos leer es, por el contrario, una profunda reflexión sobre el papel del bibliotecario en la formación de lectores, una tarea en la que no cabe la improvisación o los escalafones, sino un interés genuino por parte del bibliotecario y un respeto hacia su labor:
La gestión de la biblioteca exige una profunda capacitación y un salario digno.
Pero además del respeto hacia el bibliotecario, más importante aún es la invitación de este libro a respetar a los lectores, a no dar por sentado nada, a conocerlos y a conocer sus intereses.
Es al mismo tiempo una reflexión sobre el importante papel que la biblioteca pública tiene en la sociedad, cómo debe aprender a moverse con ella y las necesidades de su comunidad:
La biblioteca cambia de rostro de acuerdo con los lugares, las situaciones y las épocas, sin por ello abandonar los objetivos que ha elegido. Se pone en situación de escucha y se adapta para responder mejor.
Por ello la biblioteca debe entenderse como un lugar de encuentro en el que cada proceso es importante, comenzando con los aspectos a tomar en cuenta para la selección y adquisición de libros literarios e informativos, hasta el servicio que se da todos los días.
Déjenlos leer también nos habla de una biblioteca que debe ser vista como el recinto que pone el espacio y propone su uso, pero donde el usuario es quien decide lo que finalmente realiza, es decir, un espacio de cultura en el que se debe privilegiar el espíritu creativo del niño.
Toda biblioteca se convierte no ya en lugar de los libros, sino también en el lugar de las ideas.
Un libro que sin duda es la reflexión ideal para este Día del Bibliotecario sobre nuestro trabajo diario, a conocer nuestros acervos, a conocer nuestra comunidad, a saber lo que funciona y lo que no, a respetar al otro, sea el usuario o el bibliotecario.
Aún me preguntan cuánto cuesta sacar un libro de la bibliotecaes un interesante post publicado por Karlyn Spevacek en el blog ALSC que habla sobre el desconocimiento que tiene mucha gente en relación con la gratuidad del préstamo de libros en la biblioteca, pero también sobre muchos otros supuestos en torno a estos recintos. Sí, quizá a muchos sorprenda, pero lo cierto es que hay gente que aún piensa que para sacar un libro de la biblioteca o para hacer uso de cualquier servicio es necesario pagar.
Un post que, sin duda, nos da para recordar –con nostalgia o cierto desasosiego, eso dependerá de cada bibliotecario o bibliotecaria– todos esos supuestos en torno a lo que es o no una biblioteca, o lo que debe ser o no una biblioteca, supuestos y malentendidos a los que seguramente en más de una ocasión nos hemos enfrentado, por ejemplo:
“Las bibliotecas van a desaparecer” o “Nadie usa las bibliotecas.”
“A la biblioteca se viene a leer” o “A la biblioteca se viene a estudiar.”
“En las bibliotecas sólo hay libros.”
“Las bibliotecarias/os.”
“Para qué bibliotecas si ya todo lo puedes buscar en Google.”
Sin embargo, el post de Spevacek es un post que también nos invita a analizar y preguntarnos por qué siguen existiendo estos malentendidos y qué estamos haciendo mal para que se mantengan o, por el contrario y en el mejor de los casos, qué estamos haciendo bien para cambiar la visión del usuario por una más positiva y que redunde en el uso de la biblioteca.
Me gustó el tono en el que está escrito el artículo pues, más allá de tirarse al drama y culpar a los usuarios (o no usuarios) del desconocimiento sobre la biblioteca –supongo que acá se echaría la culpa de este malentendido a los “bajos” niveles de lectura, al gobierno, al cambio climático o qué se yo–, Spevacek ve esto como una oportunidad de educación de usuarios o advocacy realizada extra muros. Es decir, estar preparados en todo lugar y momento (y no sólo en las bibliotecas en horario de trabajo) para hablar sobre las bibliotecas, sus muchos beneficios y lo que diariamente ocurre al interior de estos recintos.
Sacar un libro de la biblioteca es gratuito y otros argumentos a favor de la biblioteca
Y cómo bien lo menciona Spevacek el advocacy en la biblioteca debe hacerse de forma entusiasta:
“Los libros de la biblioteca son gratuitos, ¡no es increíble! Los programas y eventos de la biblioteca también son gratuitos.”
“El único momento en que tendrás que pagar a la biblioteca es cuando regreses un libro después de la fecha de vencimiento de préstamo. Y aquí agregaría, también en caso de que pierdas o dañes el libro.”
“Pero no te preocupes, porque con los libros electrónicos y los audiolibros la devolución se realizará de forma automática.”
Algunas otras que me vienen a la mente:
Las bibliotecas son más que libros. Las bibliotecas son los espacios en los que puedes descansar, estudiar, reflexionar, pensar, crear, divertirte, y sí, también leer si es lo que quieres.
Las bibliotecas no van a desaparecer y actualmente son más necesarias que nunca para ayudarte a poner orden en el caos de información que hay allá afuera.
Acércate al bibliotecario, pregúntale y, si te toca uno enojón (que también los hay), entonces busca otro, siempre habrá alguien dispuesto a ayudarte.
Y ya para cerrar, un argumento para cambiar un poco la percepción que los bibliotecarios tenemos de los mismos bibliotecarios y de la biblioteca, quizá no igual de entusiasta que los anteriores pero, sin duda, muy necesario para estos tiempos de crisis de identidad e histeria bibliotecaria:
Mientras sigamos entendiendo a la biblioteca sólo en función de acomodo y préstamo de libros, entonces sí que estamos destinados a desaparecer.
Recientemente tuve la fortuna de que cayera en mis manos Biblioterapia, leer es sanar de Marc- Alain Ouaknin, un libro que más que enunciar técnicas, hablarnos de la historia de la biblioterapia o mencionar los distintos casos de éxito que tienen al libro como base de la terapia (al menos eso fue lo que yo pensé que encontraría en el interior de sus páginas), en realidad nos explica desde distintas fuentes de la tradición hebráica lo que es la sanación y el proceso para lograrla a través de la palabra y el libro.
Para Rabbi Nahman, la biblioterapia consiste en sacar a la luz los nudos que obstaculizan el flujo de energía y desatarlos, lo que se hace esencialmente mediante la explosión y la dinamización de la manera de nombrar a los seres y a las cosas, mediante la puesta en movimiento del lenguaje.
Para explicar lo qué es la sanación, su relación con el espíritu y cómo es posible sanar a través de la palabra, Biblioterapia, leer es sanar abre con Las mil y una noches, explicando de forma magistral cómo las historias que noche a noche va contando Scherezada ayudan al sultán a sanar el dolor que le produjo el engaño de su primera esposa.
La biblioterapia además de ser la sanación a través del libro, es sanación a través del nombre, es decir, nombrar las cosas para poder reconocerlas, darles movimiento y así evitar caer en el vacío, entendido éste como el principio de la enfermedad del espíritu.
Si la biblioterapia es en cierta forma una “sanación a través de libro”, es también y de manera inminente una “sanación a través del nombre”; terapia gracias al nombre y terapia del nombre.Hay personas que están enfermes de su nombre. Las hay mal nombradas, innombradas, innombrables, pseudonombradas, renombradas, etc. El libro como “libro de los Nombres” significa que el relato, la narración, son caminos fundamentales que ofrecen la mejor posibilidad de asumir el nombre.
Una obra compleja y de gran profundidad en la que, a pesar de que no es sencillo adentrarse, una vez que que estás inmerso entenderás la importancia de los libros, no vistos como objeto, sino como lenguaje escrito que es a la vez movimiento y tiempo, y la forma en que estos últimos pueden ayudar a dinamizar a una persona y a sanar.
Un libro que ha superado por mucho mis expectativas y me ha emocionado profundamente pues sin caer en lugares comunes reflexiona, de una forma en que pocos lo hacen, sobre el libro y su relación con la palabra y el espíritu. En definitiva una obra que debería ser de consulta obligada para los bibliotecarios y bibliotecarias que aunque no necesariamente sean terapeutas, encontrarán claves para entender la importancia del libro como algo más allá de un mero transmisor de conocimientos/información.
Ficha:
Título: Biblioterapia, leer es sanar Autor: Marc-Alain Ouaknin Traducción: Rafael Segovia Albán Pie de imprenta: México : Océano, 2016.
Colección Ágora Descripción: 484 pp.
El bookself tour es, en el lenguaje Booktubesco o Booktuberiano o Booktuberista o ninguno de los anteriores y simplemente en el lenguaje del Booktube, un video en el que el Booktuber repasa y muestra su biblioteca personal. Es costumbre que haya barridos de cámara y que el booktuber en cuestión se detenga a comentar algunos de los títulos preferidos de su biblioteca.
Un ejercicio, a mi gusto, bastante interesante que permite conocer un poco más sobre los gustos e intereses del booktuber en cuestión y quizá reconocer afinidades y/o lugares comunes. Después de todo quién no ha vivido ese placer morboso de llegar a una casa e indagar en la estantería del anfitrión o anfitriona, claro, cuando llegamos como invitados a casas donde hay libros, porque cuando no qué tristeza, pero eso ya es otro tema.
Todo lo anterior viene a colación porque, gracias a mi querida Myrna Pérez, me entero de Conoce mi biblioteca, una serie de videos (espero que sigan subiendo) preparados por el ITAM en el que piden a los académicos de esta casa de estudios que hablen sobre la forma en que ha impactado la Biblioteca Raúl Baillères Jr. en su vida académica, pero además también les realizan diferentes preguntas relacionadas con sus bibliotecas personales e intereses lectores.
En algunos videos (los menos) los académicos muestran y comentan su biblioteca personal, la que han formado en sus cubículos de trabajo, algo así como un bookself tour académico del ITAM.
En lo personal encuentro importante que el ITAM esté realizando esta serie de videos, pues da valor a la biblioteca del ITAM y la forma en la que impacta en la vida académica, pero también da el valor a las bibliotecas personales de los profesores y la forma en que han influido en su quehacer diario.
Me gusta esta idea de Bookself tour académico para que se replique en otras instituciones académicas y qué mejor que comenzar por el Colegio de Bibliotecología de la UNAM o en la ENBA, sería interesante conocer las bibliotecas personales de los profesionales que enseñan sobre el libro, las bibliotecas y la información.
Durante años se ha hablado del rol social del bibliotecario y de que las bibliotecas impactan a la comunidad que sirve, al menos ese es el discurso que desde mis años de estudiante de Bibliotecología se venía dando; sin embargo, cada vez me pregunto más si hay tal rol social del bibliotecario, si realmente estamos teniendo un papel activo y si estamos satisfaciendo necesidades muy específicas, para usuarios muy específicos en circunstancias muy específicas.
Lo comento porque desde hace unas semanas me dejó dando muchas vueltas el artículo Somos animales lectores, publicado en Confabulario, el suplemento cultural de El Universal, en el que se le preguntaba a Alberto Manguel, escritor y Director de la Biblioteca Nacional de Argentina, qué lugar político debe representar el director de una biblioteca nacional, en especial la de Argentina en un momento de “Gran debate ideológico” con el nuevo gobierno de Macri, a lo que Manguel respondía:
Ninguno. Toda acción humana es política, claro. Vivimos en la polis y por tanto todo acto es político, pero en el sentido de la acción de los propósitos de una cierta línea de gobierno, en ese sentido, hay instituciones que no deben tener identidad política. Los hospitales, las escuelas, la biblioteca. Y sobre todo la biblioteca nacional. Si una biblioteca nacional se convierte en un foro político identificable, pierde sus derechos como biblioteca y se convierte en instrumento de propaganda para un grupo.
A primera vista y lo más sencillo y políticamente correcto sería darle la razón a Manguel y afirmar que no deberíamos tener una posición política porque la biblioteca es democrática, y todos tienen cabida; sin embargo, si lo analizamos un poco más encontraremos ciertas sutilezas y claroscuros que no deberíamos dejar pasar.
Y es que no tener una identidad política como bibliotecario o como biblioteca, es confiar en que somos una institución democrática; pero al mismo tiempo, es encerrarnos en una burbuja, obligarnos a no protestar y a no alzar la voz ante injusticias que se comenten en nuestras bibliotecas y en contra de nuestra comunidad, a no fijar una postura y un tipo de atención frente a usuarios y necesidades muy específicas.
Me pregunto entonces, ¿realmente existe algo como el rol social del bibliotecario? Y si la respuesta es sí, entonces por qué de este lado “del muro” (no del charco) no ha habido ninguna postura del gremio bibliotecario al respecto de ciertos temas que están calando muy hondo en el país y de refilón, sobre el gobierno del país vecino y la forma en que nos está afectando. Si me equivoco, agradeceré mucho a quien me saque del error.
Bueno, de hecho, sí me equivoco, en 2014 un grupo el Colegio Nacional de Bibliotecarios, la Asociación Mexicana de Bibliotecarios y el Consejo Nacional para Asuntos Bibliotecarios de las Instituciones de Educación Superior, coordinados por el Jefe del Departamento de Bibliotecas de la UABCS, Mtro. José Alfredo Verdugo Sánchez, entregaron al Senador Zoé Robledo Aburto, Presidente de la Comisión de Biblioteca y Asuntos Editoriales de la LXII Legislatura del Senado de la República una propuesta de Iniciativa de Ley que reforma y adiciona diversas disposiciones de la Ley General de Bibliotecas.
Sin embargo –y si ahora sí me equivoco por favor sáquenme de mi error–, no ha habido ningún comunicado por parte de la comunidad bibliotecaria que fije una postura frente a situaciones como el alza a la gasolina, la economía actual, el levantamiento de un muro en la frontera entre México y Estados Unidos, los feminicidios o las desaparición de 43 estudiantes. ¿Quizá es porque decimos que tenemos un rol en la sociedad, pero no sabemos exactamente cuál es?
Crédito: ALA
Lo menciono porque la ALA ya fijó una postura respecto al servicio bibliotecario a migrantes en Estados Unidos, misma que dio a conocer en un comunicado el 24 de enero pasado.
En los ejemplos individuales está el caso de “Libraries Are For Everyone” una serie de imágenes creadas por Rebecca McCorkindale, asistente del director de la biblioteca pública de Gretna en Nebraska, unos días después de que Trump limitó la entrada de migrantes de origen musulmán. Por cierto, que estas imágenes las diseñó porque “…cree que los bibliotecarios pueden y deben ser activistas” y agrega (las negritas son mías):
Las bibliotecas son el corazón de una comunidad, para todos y cada uno de los que vive allí, sin importar su origen… y creemos que las bibliotecas no son neutrales. Nos alzamos en favor de los derechos humanos.
Acá sin embargo, no he visto reacción alguna en la que definamos una postura de servicio para nuestros migrantes y también para los migrantes que recibimos del sur del continente y cuyo trato no dista mucho del que dan a los mexicanos en Estados Unidos.
Por cierto, el activismo bibliotecario no es exclusivo de Estados Unidos, en 2011 en Perú, por ejemplo, el Colectivo de Estudiantes, Profesores y Egresados de Bibliotecología del Perú “convocó a suscribir y apoyar un llamado en favor de la transparencia, los derechos ciudadanos y democracia de cara a los próximos comicios a realizarse en Perú“.
En Chile, frente a inusuales incendios forestales que han azotado al país este inicio de año, la respuesta de las bibliotecas públicas fue fungir como centros de acopio, mientras que el Dibamovil ofreció a las comunas más perjudicadas del Maule 600 libros en préstamo y cinco computadoras con conexión gratuita a internet.
Crédito: El Mercurio. Tomado del muro de G. Oyarzún
Ante estos ejemplos y como estoy convencida de que el bibliotecario/a sí tiene un rol social y debe tener una postura política frente a su acontecer diario, me pregunto, les pregunto, ¿qué servicio estamos ofreciendo a los migrantes en la frontera norte que están esperando una oportunidad para llegar a Estados Unidos? ¿qué servicio vamos a ofrecer a los migrantes de la frontera sur que pretenden llegar a México? ¿cuál será nuestra oferta literaria e informativa para mujeres que viven en el Estado de México y todos los días enfrentan la violencia y la muerte por el simple hecho de ser mujer? ¿satisfacemos las necesidades de las comunidades indígenas de nuestro país? ¿cuál es nuestra oferta informativa y recreativa en un año en el que la economía no está dando para mucho? ¿cómo apoyamos desde la biblioteca a que el usuario ejerza su ciudadanía?
Porque la biblioteca y el bibliotecario sí deben tener una postura política y jugar un rol social activo en la comunidad a la que sirven. Porque si no nos lo hemos planteado, entonces estamos repitiendo un discurso y nos estamos quedando en meros acomodadores y prestadores de libros.