¿Para qué sirve la poesía? (Invitada: María Esther Pérez Feria)

para que sirve la poesíaEsto no se acaba hasta que se acaba o, lo que es lo mismo, la celebración sigue y aprovechemos mayo mientras sigan llegando los regalos.

Así que hoy toca el turno de festejar con mi querida María Esther Pérez Feria. Mediadora de lectura y compañera de lecturas con quien he tenido el privilegio de coincidir gracias al Comité Lector de IBBY México. Esther es alguien a quien definitivamente tienen que escuchar hablar de un libro y con un libro, una verdadera delicia. A ella la encuentran en escuelas, festivales de poesía y ferias del libro, pero como este país es muy grande, entonces seguro que mejor la lean en Palabras para Darte Vuelo, el blog que comenzó en 2017 y al que le deseo larga, qué digo larga, vida infinita o bueno, larguísima. 

Convencida y conocedora del valor y la utilidad de la poesía, de escuchar al otro, de leerle a alguien; su colaboración y regalo es precisamente un reflexión sobre este tema. Así que búsquense un lugar cómodo para leerla, en verdad lo vale. 

Esther, mil y un gracias por aceptar ser parte de este festejo, gracias por traernos más poesía al blog.

¡Bienvenida!

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¿Para qué sirve la poesía?

María Esther Pérez Feria
Palabras para darte vuelo, cultura escrita, niñas y niños
Blog

para qué sirve la poesía
Foto de Marco Esteban Mendoza

Para Verónica Juárez y sus diez años de aportes a la lectura en medios digitales. 

En verdad, las palabras sueñan.

–Gaston Bachelard

¿Sirve para algo la poesía? ¿La poesía es útil en la infancia? Hay quienes declaran que la poesía no sirve para nada. A veces se acota esta idea y se dice que no sirve nada en sentido práctico o utilitario. Se cuestiona la utilidad de la poesía y se la ubica en un ámbito etéreo, sublime, alejado de lo terrenal, misterioso, casi sagrado. Sin embargo, yo cuestiono esta afirmación. Declaro, en cambio, que la poesía es harto útil para la vida cotidiana y que sirve para resolver la vida práctica que implica sobrevivir el día a día. Trataré de argumentarlo en este texto, comenzando por revisar qué es lo útil. 

Según el Diccionario de la Real Academia Española, “útil” es un adjetivo que, en su primera acepción, significa que “trae o produce provecho, comodidad, fruto o interés”. Según esta definición, si lo útil produce provecho, entonces produce beneficio, ¿qué podríamos decir respecto de la poesía, ¿de qué índole sería dicho beneficio? Si la poesía es útil y produce beneficio, siguiendo a la RAE, lo es porque ¿produce comodidad? Atendiendo que, a su vez, el término comodidad implica una “cosa necesaria para vivir a gusto y con descanso”, es justo decir que la poesía es una especie de cosa necesaria, ideal incluso, para vivir y, más aun, para sobrevivir. Si bien, no siempre con descanso ni tan a gusto, al menos se sabe que ha ayudado a muchos poetas, a muchos lectores y a muchos lectores-oidores (Frenk, M.) a vivir y a estar en el mundo, gracias a los versos que dan oxígeno para evitar el ahogo que suele acarrear la rudeza de la vida. Porque, sin duda, hay versos que nos dan comodidad, en el sentido de acomodo, esto es, que nos ayudan a acomodarnos en el mundo, a encontrar nuestro lugar sobre la tierra. 

Así pues, la poesía, como cosa útil, puede proveernos de esa comodidad. Visto desde otro ángulo, también podríamos pensar que la poesía se acomoda en nuestra experiencia como sujetos y como lectores, es decir, que se presenta en nuestra existencia de manera conveniente, oportuna, a nuestras emociones o momentos de vida. Incluso cuando la poesía llega a resultarnos incómoda, puede ser absolutamente pertinente cuando nos habla de frente, cuando repercuten sus ecos en nuestras moradas interiores. La poesía es útil porque pasa de ser una cosa, un objeto cultural de lenguaje,  a configurarse como una experiencia y como una manera de estar en el mundo, como ese entrar en poesía (Jean, G.) para pulir la mirada, aguzar el oído, hablar con el corazón, sonreír con el cuerpo y vivir con sueños, magia y esperanza.  

Para ampliar esta argumentación sobre la utilidad de la poesía como experiencia, vayamos a ejemplos concretos. La manera de hacerlo será ofrecer unas cuantas respuestas a la pregunta: ¿para qué sirve la poesía? Cada respuesta se acompaña de un único ejemplo poético, esperando que sea convincente y, a reserva, de los ejemplos que cada lector de estas notas pueda aportar por su cuenta. Empecemos.

¿Para qué sirve la poesía?

La poesía sirve para crear un universo de ensoñación y música:

Por el alto río,
por la bajamar,
Sapito y Sapón
se han ido a jugar.
En una barquita
de plata y cristal,
ayer por la tarde
los vieron pasar
con Pedro Gorgojo,
con Pancho Pulgar,
con Juan Ropavieja
y Aurora Boreal.
¡Qué suave era el viento,
qué azul era el mar,
qué blancas las nubes
en lento
vagar,
qué alegres las islas
de rojo coral!
Por el alto río,
por la bajamar,
Sapito y Sapón
se han ido a jugar.
(Nicolás Guillén)

La poesía sirve para jugar con las palabras, oyéndolas brotar como capullos:

Pájara pinta,
jarapintada,
limiverde,
alimonada.
Ramiflorida,
picoriflama,
rama en el pico,
flor en la rama.
Pájara pinta,
pintarapaja,
baja del verde
del limón baja.
(Mirta Aguirre)

La poesía sirve para ver cómo llega la lluvia una tarde cualquiera:

La lluvia de pelo largo,
la lluvia de fino talle,
la que ensarta de chaquiras
los abetos de la calle.
(Gilda Rincón)

La poesía sirve para esperar la llegada de un momento decisivo:

Cuando todavía no nace 
el último lirio
y los ruidos quieren ya convertirse
en tibia y maravillosa alegría de las 
nubes…
(Efraín Huerta)

La poesía sirve para confirmar por qué nos gustan nuestros amigos:

Me gustan mis amigos
porque cantan
canciones de cangrejos
como si fueran
los últimos piratas
del planeta
e imitan a los pájaros
y luego ríen.
me gustan mis amigos
porque sé
que estarán por mí esperando,
esperando
a que entremos juntos
girando,
girando
en los juegos
del aire y la fortuna
debajo de las sombras,
a un lado de los días,
con la risa más grande de las 
nubes.
(María Baranda)

La poesía sirve para mirar el mar en una noche transparente:

Reflejos que de estrellas son la cuna,
olas que son columpio de la luna.
en tus aguas, espejo y tembladero,
el cielo se cayó de cuerpo entero.
(Fernando del Paso)

La poesía sirve para sentir la llegada de las estaciones:

No son brasas colgando en la higuera,
sino el verano que arde en el corazón
desfallecido de los higos.
(Enriqueta Ochoa)

La poesía sirve para formular preguntas con ton y son:

¿Que sueñan los sueños?
Y… ¿qué soñarán las camas?
¿Contarán las ovejas
personas saltando vallas?
(Mar Benegas)

La poesía sirve para aprender a decir nuestro nombre verdadero:

me llamo arboleda con vuelo de lápices
pájaros que escriben con picos de azúcar
un sueño de mar con barcos de nieve
viento de flores que cubren los techos
de verdad mi nombre es riachuelo
cereza bañada por dicha violeta
madrugada de escarcha y una taza de té
me llamo amapola con vestido blanco
pero mis papás me dicen Céline
(César Arístides)

La poesía sirve para mirar el mundo a través del vuelo iridiscente de una libélula: 

Naciste
de 
una gota
–inmóvil prendedor de laca en los cabellos de la hierba–.
Ayer bendijo Basho en un haikú tus alas.
Trébol de
vidrio,
trébol de cuatro hojas, hábil equilibrista en la cuerda del junco
desde el arco de la isirada flecha de tu vuelo.
Libélula
alazul
alabélula.
Frágil 
vitral,
libélula,
libéranos,
porque
cada mañana
nos conmueven
tus espejos
en los que
estamos
vivos.
(Ramón Iván Suárez Caamal)

La poesía sirve para llorar:

Estoy llorando
derramando lágrimas.
No te preocupes me dicen.
(Donde quiera que me paro,
donde siembro mis pies,
revientan las flores de sal).
(Mardonio Carballo)

La poesía sirve para nacer y ser en la otredad:

nunca la vida es nuestra, es de los otros,
la vida no es de nadie, ¿todos somos
la vida? pan de sol para los otros,
¿los otros todos que nosotros somos?,
soy otro cuando soy, los actos míos
son más míos si son también de todos,
para que pueda ser he de ser otro,
salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que no son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia,
no soy, no hay yo, siempre somos nosotros

(Octavio Paz)

La poesía sirve para descubrir los colores:

Un día descubrí el amarillo. Y pensé que el sol, la miel y los 
canarios cabían dentro de él.
También el verano y la vainilla.
¿Y el zumbido de las abejas?
Lo pensé durate todo el día. Y supe que el zumbido de las 
abejas vivía en varios colores a la vez.
Era amarillo. También violeta, naranjo y verde claro.
(María José Ferrada)

La poesía sirve para constatar que las cosas importantes se pueden guardar en una cajita:

En una cajita de fósforos
se pueden guardar muchas cosas.
Un rayo de sol, por ejemplo,
(Pero hay que encerrarlo muy rápido,
si no, se lo come la sombra.)
Un poco de copo de nieve,
quizá una moneda de luna,
botones del traje del viento,
y mucho, muchismimo más.
(María Elena Walsh)

La poesía sirve para recordar la luz de la infancia:

No cabe duda: de niño
a mí me seguía el sol.
Andaba detrás de mí
como perrito faldero;
despeinado y dulce,
claro y amarillo:
ese sol con sueño 
que sigue a los niños.
(Alfonso Reyes) 

La poesía sirve para saber qué es el tiempo:

—¿Qué es el tiempo, abuela?
—Es el viaje de la semilla al árbol, el vuelo que nadie recuerda, la ola convertida en sal, la roca que se hace arena. Y esa playa por donde vuela una gaviota y lleva en su vientre una arboleda. 
»El tiempo son las niñas que se convierten en abuelas. 
(Excilia Saldaña)

La poesía sirve para ver la luz de nuestro propio canto:

Si no fuéramos ciegos, cantaríamos
en la oscuridad, para acompañarnos.
(Luis Cardoza y Aragón)

La poesía sirve para encontrar consuelo:

Perdiste a tu mejor amigo.
No intentaste ningún viaje.
No tienes coche, ni barco, ni tierra.
Pero tienes un perro.
(Carlos Drummond de Andrade)

La poesía sirve para esperar la llegada de la paz:

Será cuando la luna se despida del agua
con su corriente oculta de luz inenarrable.
(Roque Dalton)

La poesía sirve para imaginar el tamaño del mar:

Fuensanta:
¿tú conoces el mar?
 Dicen que es menos grande y menos hondo 
que el pesar.
(Ramón López Velarde)

La poesía sirve para encontrar remedios naturales a muchos de nuestros males:

La luna se puede tomar a cucharadas
o como una cápsula cada dos horas.
Es buena como hipnótico y sedante
y también alivia
a los que se han intoxicado de filosofía.
Un pedazo de luna en el bolsillo
es mejor amuleto que la pata de conejo:
sirve para encontrar a quien se ama,
para ser rico sin que lo sepa nadie
y para alejar a los médicos y las clínicas.
Se puede dar de postre a los niños 
cuando no se han dormido
y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos
ayudan a bien morir.
Pon una hoja tierna de la luna 
debajo de tu almohada
y mirarás lo que quieras ver.
Lleva siempre un frasquito con aire de la luna
para cuando te ahogues,
y dale la llave de la luna 
a los presos y a los desencantados.
Para los condenados a muerte
y para los condenados a vida
no hay mejor estimulante que la luna
en dosis precisas y controladas. 
(Jaime Sabines)

Podríamos seguir con muchos más ejemplos, que seguramente cada lector podrá ampliar. Ahora, es momento de plantear algunas conclusiones.

Conclusión primera: la poesía es harto útil, ya que sirve para todo lo aquí soñado. Si no es así, si la poesía no nos desvela de asombro el universo, si la poesía no nos cura las heridas con sus ecos y silencios, si no nos salva del odio y el miedo, si no nos da aliento en medio del desierto, si no nos sostiene en el mundo, si no nos regala un prisma de luz para mirarnos, mirar a los otros y mirarnos en los otros, si no nos ayuda a cruzar los territorios más oscuros, los más desolados, si no nos anima a encontrar una voz propia, si no nos devuelve la esperanza, si nos nos arropa frente al vértigo de la vida, si no nos ayuda en la deconstrucción y reconstrucción del ser que somos con su música, belleza y poder del lenguaje… Si no es así o, mejor dicho, si no fuera así, entonces, la poesía no serviría para nada.

Conclusión segunda: la poesía debería ser parte de toda canasta básica, para tomarla y servirla con el desayuno y la merienda. Sería estupendo, en los hospitales de maternidad, dar la bienvenida al mundo a cada bebé con un paquete con pañales, ungüento y un libro de arrullos y de lírica popular de tradición infantil. Dar un libro de poesía como regalo en cada cumpleaños. Imaginemos dar poesía a los niños y las niñas como postre después de la merienda, un poema leído en voz alta o susurrado antes de ir a la cama o de apagar la luz, para acompañar su entrada al mundo de los sueños. En las escuelas, ni se diga, la poesía debería ser tan importante como el desayuno escolar, tan imprescindible como la hora del recreo. Pensemos qué sucedería si al abrir su lonchera, además de la torta y la fruta, los niños encontraran un papelito con unos cuantos versos para acompañarlos en el recreo. Si cada día damos la bienvenida al aula o nos despedimos al final de la jornada con la lectura en voz alta de un poema. Así nada más, como un regalo para iniciar el día o despedirnos y desear la buenaventura: dejar ¡que la poesía nos acompañe!

Conclusión tercera: la poesía no sirve para resolver otras necesidades que a veces se le han exigido, por cierto, con resultados desastrosos para la poesía misma y para los lectores y oyentes. Si usted desea que sus niños, niñas, hijos, alumnos o vecinos, aprendan a leer o la buena ortografía, a declamar histriónicamente, a dar un bonito regalo el día de la madre o del maestro, o aprendan “valores”, POR FAVOR, NO lo intente a través de la poesía. Para esos otros menesteres hay excelentes diccionarios y manuales de gramática y escritura, estupendos talleres de teatro, hojas y lápices para que los mismos niños escriban y expresen lo que les inspiran directa y auténticamente sus propios padres y maestros. Y, en el caso de los valores, los que sean, éstos siempre se enseñarán mejor con el ejemplo vivo que usted muestre y demuestre en su actuar diario y, en especial, frente a quienes desee educar. La poesía, eso sí le digo, no sirve para esos fines.  

Ciudad de México, a 9 de mayo de 2018.

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