Distintas organizaciones internacionales que representan a distintos actores del mundo del libro, entre ellos, autores (IAF), bibliotecarios (IFLA), editores (IPA), libreros (EIBF), además de PEN Internacional, firmaron recientemente la Declaración internacional sobre la libertad de expresión, publicación y lectura, mediante la cual hacen un llamado conjunto por la defensa de la libertad de expresión, la libertad de leer y la libertad de publicar.
Sin duda, esta declaración es más que necesaria en los tiempos que corren, donde hemos visto que la censura está afectando seriamente a autores y muchas bibliotecas alrededor del mundo, particularmente en Estados Unidos donde, incluso, bibliotecarios y bibliotecas en estados como Montana, Missouri y Texas, entre otros, están abandonando la American Library Association por la lucha contra la censura.
A pesar, de la necesidad y la oportuna firma de este acuerdo, no puedo dejar de darle vueltas a esta parte de la Declaración:
Las editoriales, los libreros y los bibliotecarios tienen la responsabilidad y la misión —teniendo en cuenta su criterio profesional— de darle un sentido pleno a la libertad de lectura al garantizar que todas las personas tengan acceso a las obras de los autores.
Es decir, por un lado tenemos la responsabilidad y misión de garantizar el acceso; mientras que, por otro lado, algunas de las editoriales que pertenecen a la Asociación Internacional de Editores (IPA), parte firmante en esta declaración, son precisamente las que demandaron a Internet Archive por la violación de derechos de autor que supone el Préstamo Digital Controlado y, a un año de distancia de la victoria de estas editoriales, presentaron hace unos días un escrito en el que se oponen a la apelación que interpuso Internet Archive en este caso.
Karine Pansa, Presidenta de IPA menciona (las negritas son mías):
Es importante que el sector del libro permanezca unido. Los editories necesitamos autores que sientan que pueden escribir libremente, también necesitamos que libreros y bibliotecarios defiendan los libros que publicamos y nos ayuden a encontrar a sus lectores.
Pero la IPA no defiende a las bibliotecas y los bibliotecarios frente a las prácticas leoninas de las editoriales. Insisto, considero que esta Declaración resulta más que necesaria, pero no puedo dejar de pensar en los serios aprietos en que muchas editoriales meten a las bibliotecas con sus esquemas de licencias y periodos de embargo.
Por ello, es tan importante lo que menciona Vicki McDonald, Presidenta de la IFLA, sobre la firma de esta declaración (las negritas y anotaciones entre corchetes son mías):
Las bibliotecas abogan mundialmente por la libertad de leer, no sólo como un objetivo en sí, también como un motor clave de un mundo de personas informadas y capacitadas. También cumplimos con esto todos los días, a todos los miembros de nuestras comunidades. Pero esta libertad sólo puede darse si también hay libertad de expresión y libertad para que los editores apoyen la creación y difusión de nuevas ideas [por ejemplo, el Préstamo Digital Controlado, por mencionar algo que ya se viene dando desde hace tiempo]. Por lo tanto, estoy feliz de unirme a nuestros amigos de IPA, EIBF, IAF y PEN International para formular esta declaración.
En lo que trato de encontrarle coherencia. Les platico que esta declaración se presentará a lo largo del año en distintos eventos relacionados con el mundo del libro, así que supongo que en noviembre se discutirá en la FIL Guadalajara. Por lo pronto, ya fue presentada esta semana en la Feria del Libro de Londres.
Les dejo la declaración íntegra, que también pueden revisar en distintos idiomas en la página de la IPA.
Declaración Internacional sobre la libertad de expresión, publicación y lectura
Con el fin de que todas las personas tengan acceso a una amplia variedad de obras, nos hemos unido para apoyar la libertad de expresión, publicación y lectura. Creemos que la sociedad necesita ciudadanos cultos que tomen decisiones y contribuyan al progreso democrático basándose en información y conocimientos precisos. Los autores, editoriales, librerías y bibliotecas tienen un rol fundamental en este sentido, que debe ser reconocido, valorado y propiciado.
La verdadera libertad de lectura consiste en poder elegir entre la mayor variedad posible de libros que compartan la gama más amplia de ideas. La comunicación sin restricciones es esencial para una sociedad libre y una cultura creativa, pero implica la responsabilidad de oponerse a los discursos de odio, las mentiras deliberadas y la distorsión de los hechos. Los autores, editoriales, librerías y bibliotecas contribuyen de manera esencial a garantizar esta libertad.
Dentro de los límites establecidos por las leyes y normas internacionales sobre derechos humanos, los autores deben tener garantizada la libertad de expresión. A través de sus obras entendemos a las sociedades, desarrollamos la empatía, superamos nuestros prejuicios y reflexionamos sobre ideas provocadoras.
Del mismo modo, los libreros y los bibliotecarios deben tener libertad para ofrecer a todas las personas la gama completa de obras, de todo el espectro ideológico. Esta libertad no debe verse limitada por ningún gobierno ni autoridad local, individuo o grupo que pretenda imponerle a la comunidad en general sus propias normas o gustos, aunque lo haga en nombre de la “comunidad” o de la mayoría de la comunidad.
Para que los libreros y bibliotecarios puedan ofrecer la mayor variedad posible de obras escritas debe existir la libertad de publicación. Las editoriales deben tener la libertad de publicar las obras que consideren importantes, incluso aquellas que son poco convencionales, impopulares, o incluso las que puedan resultar ofensivas para ciertos grupos.
Las editoriales, los libreros y los bibliotecarios tienen la responsabilidad y la misión —teniendo en cuenta su criterio profesional— de darle un sentido pleno a la libertad de lectura al garantizar que todas las personas tengan acceso a las obras de los autores. Las editoriales, los bibliotecarios y los libreros no necesariamente respaldan cada obra que ofrecen. Si bien las editoriales y las librerías toman sus propias decisiones y hacen sus selecciones con respecto al material que ofrecen, el acceso a las obras escritas no debería restringirse según los antecedentes personales o las afiliaciones políticas del autor.
El riesgo a la autocensura a causa de presiones sociales, políticas o económicas sigue siendo alto y afecta cada eslabón de la cadena entre el escritor y el lector. La sociedad debe crear un entorno adecuado para que los autores, editores, libreros y bibliotecarios puedan cumplir con sus funciones en libertad.
Por lo tanto, instamos a los gobiernos y a todas las partes interesadas a colaborar con la protección, la defensa y la promoción de las tres libertades antes mencionadas —libertad de expresión, publicación y lectura— tanto en la legislación como en la práctica.