Esta reseña sobre El infinito en un junco: la invención de los libros en el mundo antiguo de Irene Vallejo quizá la van a encontrar un poco extraña, primero por el tiempo que ha pasado desde la publicación de este libro; y segundo porque, al menos en este blog procuro hablar sólo sobre aquellos libros que me vuelan la cabeza en el mejor de los sentidos.
Pero dado que es un libro que habla sobre los libros, no puedo no hablar de él. Especialmente porque desde su publicación ha sido un superventas y el gremio bibliotecario no ha permanecido impasible ante sus encantos.
Como ya lo he dicho en muchas ocasiones, suelo ser muy escéptica cuando se trata de libros que hablan sobre libros, especialmente cuando esos libros lo hacen desde lo aleccionador, el deber ser de la lectura y los libros o el intelectualismo lejano de los lectores a los que se pretende interesar por la lectura.
Así que cuando se publicó El infinito en un junco: la invención de los libros en el mundo antiguo, tenía mis dudas, pero no me pude resistir a echarle una mirada. Y he de confesar que la primera vez que intenté su lectura, no pude con él, no pasé del prólogo.
Algún tiempo después volví a la autora con el Manifiesto por la lectura (Siruela, 2020) y lo detesté. Ya sé que está muy feo decir que una detesta un libro y como argumento queda muy flojo, así que lo replanteo: me pareció un manifiesto plagado de lugares comunes y me chocaron bastante los artículos por el tufillo a alta cultura y lo que se debe considerar lectura, además de la burda comparación entre el libro impreso y el libro electrónico. Por acá hablo un poco más de este libro.
Sin embargo, me debía la lectura de El infinito en un junco: la invención de los libros en el mundo antiguo, así que hace unos días tuve la oportunidad de reintentarlo, en esta ocasión en audiolibro. No sé si fue gracias a Elena Silva, la narradora, pero en esta ocasión no sólo lo finalicé, sino que he de reconocer que me reconcilié un poquito y entendí por qué tanta fascinación por este libro: hay una gran investigación/documentación detrás y mucho amor por los libros, eso se agradece y hace disfrutable la obra. Pero no toda, hay cosas que me hicieron abandonarlo la primera vez, que en este reencuentro me desagradan como me desagradó el prólogo o su Manifiesto por la lectura y me deja sentimientos encontrados:
La escritura de algunos pasajes son tan rimbombantes que casi rayan en lo cursi.
No entiendo a qué viene la historia personal de la autora. ¿Está hablando de la historia del libro en occidente o de su historia personal? Se entendería si estos pasajes personalísimos se hubieran quedado en el prólogo a manera de explicación del porqué de esta obra, pero volver sobre su infancia, si fue bulleada o si su madre le leía por las noches, todo eso en medio de capítulos donde revisa a los clásicos, no lo entiendo muy bien y no aporta nada a la historia.
Hay capítulos que también se me salen de la historia. Es decir, no habla estrictamente de la lectura y el libro.
En la versión audiolibro el prólogo es leído por Vallejo y la entonación casi me hizo volverlo a abandonar. Preferiría que toda la narración corriera a cargo de Elena Silva.
Lo dicho, me reconcilié un poquito por toda la documentación e investigación que hubo detrás, pero no me reconcilié del todo. Eso sí, me llevo un buen de anotaciones sobre la historia del libro, pero no sé si vuelva a la autora con otra lectura.
Título: El infinito en un junco: la invención de los libros en el mundo antiguo
Definitivamente no ha habido mejor manera de celebrar esta década del blog que con grandes invitados, como lo decía en el post de aniversario, profesionales a los que admiro por su labor en este mundo del libro, la lectura y las bibliotecas, personas a las que además aprecio mucho y que en su mayoría son de alguna forma coincidencias fortuitas de este blog y las redes.
Para muestra, mi invitado de hoy, Jordi Serrano (@jserranom en las redes), Director de Servicios Digitales de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC), a quien “conozco” a la distancia desde hace ya casi la década de este blog, a quien leo atenta porque siempre tiene algo que decir y aportar sobre la labor de las bibliotecas, quien las piensa en el pasado, en el presente y en el futuro. Este post lo deja ver muy claramente, un post que para los que ya pasamos por ahí no sólo nos llenará de nostalgia, sino que nos hará replantearnos dónde estamos y para dónde vamos y, para los que acaban de llegar los ayudará a plantearse dónde estamos y de dónde venimos, y también a envidiarnos un poquito (¡aja!)
Jordi sabe que la esencia del bibliotecario es cambiante, aunque quizá no tanto, pero sí, aunque no. je. Cada vez que tengan oportunidad léanlo o escúchenlo, no se arrepentirán.
Jordi, mil gracias por aceptar repetir el festejo, yo más que honrada de abrirte las puertas de este espacio.
¡Bienvenido!
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¿Cómo hemos cambiado?
Jordi Serrano Director de Servicios Digitales de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) Biblioblog 4ª edición @jserranom
Hola de nuevo, todo un placer volver a este blog con motivo del 10 aniversario. Felicidades @uvejota. Retomo mi contribución al quinto aniversario de este blog en dónde comenté el tema de la gestión de datos y la posibilidad de que fuera una oportunidad profesional y en donde finalizaba el post con la siguiente frase «Uno ya empieza a estar “viejito” pero mantengo la premisa de “renovarse o morir”».
Pues sí, cinco años más tarde, uno está más viejito y aprovecho la invitación de Verónica para compartir algunos aspectos que he vivido en mi trayectoria profesional. Esta aportación al blog de Verónica es la síntesis de un material que elaboré para el “Máster Universitario Online en Documentación Digital” de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona que trata de la evolución del profesional bibliotecario. Vayamos al grano:
Los inicios
Mi primer contacto con este mundo se remonta a 1984, fue un “aterrizaje” casual ya que alguien decidió que yo era la persona más indicada para sustituir al bibliotecario de toda la vida al que le llegó la jubilación. Ahí descubrí que eso de gestionar una biblioteca no era tarea fácil, que requería de formación y que no era una fácil.
Lector de Microfilm, Biblioteca Nacional de México
Casi toda la década de los 80 todo gira alrededor del papel, lo más tecnológico era la máquina de escribir, la fotocopiadora y seguramente los más afortunados quizá fax, lector de microfilm y/o de microfichas y algún vídeo en formato Betamax. Progresivamente aparece en las bibliotecas algún PC con MS-DOS y su pantalla de color verde y algún emulador de terminal al que llamábamos “terminal tonto”. En las más afortunadas algún CD-ROM empieza a llegar además de alguna publicación en disquete de 5 ¼ pulgadas.
Las fuentes de información puro papel, índices bibliográficos como Index Medicus, Current Contents o Excerpta Médica que luego en su versión “digital” se convertirán en Medline, Web of Science etc. Las búsquedas bibliográficas muy complejas: hay que familiarizarse con los tesauros de estos índices, consultar lo mismo en diferentes números hasta que no llegue el índice acumulado y complementarlo con los índices de las propias publicaciones. Todas tareas muy manuales que requerían de una gran inversión en tiempo.
Si vamos al proceso de catalogación: fichas de cartulina que se deben repetir múltiples veces para cada una de las entradas de autor, de materias, de colección, etc., y en el control de recepción de revistas se usaban unas tarjetas llamadas Kardex. En esa época, probablemente el mejor aliado del bibliotecario fue un líquido corrector de color blanco llamado Tippex que permitía borrar los errores de escritura y teclado y re-escribir de nuevo.
Aunque alguna afortunada biblioteca disponía de un servicio llamado de Teledocumentación. Con un módem se accedía a ciertas bases de datos referenciales en Palo Alto, a las que previamente había que definir la estrategia de búsqueda y los comandos según la base de datos (a alguien seguro que le suena los términos Bluesheet y Dialog). Una vez conectados la tarifa empezaba a correr como un taxímetro por el coste de la llamada internacional y por el número de búsquedas y de resultados. No era fácil y sólo al alcance de grandes expertos.
Los 90
Fichero, Biblioteca Nacional de México
Tecnológicamente, los sistemas de gestión bibliotecaria mejoran y las bibliotecas van incorporando sus fondos retrospectivos. El efecto colateral es que durante un tiempo los usuarios combinan in situ la consulta tradicional en fichas con la consulta automatizada. Hay que reconocer que la búsqueda automatizada no era muy amigable: se usaban esos terminales “tontos” vía Telnet y familiarizarse con las instrucciones de consulta requería de un Máster ;-).
Se consolida el uso de los CD-ROM que envejecerán rápidamente ya que Internet se introduce progresivamente. Creo que fuimos de los primeros colectivos profesionales en ver la red con una gran oportunidad para crear contenidos, recopilar enlaces, difundir información, ofrecer servicios e interactuar con los usuarios.
Como colectivo, a mi parecer, lo más relevante es pasar de pensar en local (mi biblioteca) a pensar en conjunto (las bibliotecas de mi institución o red). Un cambio de “chip”: hay que renunciar en ciertas ocasiones en beneficio de la comunidad y consensuar políticas y acciones. Compartir información, experiencias, buenas prácticas, colaborar, etc., ha sido el denominador común.
Empezamos a entender qué es eso del “aprendizaje a lo largo de la vida” o “long life learning” y aprovechamos cualquier oportunidad para seguir formándonos bien sea por las asociaciones o colegios profesionales y sus programas formativos. Con la ventaja de que en general son impartidos por profesionales que trabajan en las “trincheras”.
Además, descubrimos nuevos conceptos como calidad, debatimos y elaboramos planes estratégicos y cartas de servicio y creamos/analizamos indicadores.
Siglo XXI
El proceso de adaptación vuelve a ser rápido (debe ser una de nuestras características innatas como profesionales), no sin dificultades, pero nos adaptamos, aprendemos a sacarle más partido a los recursos de la red y aprovechamos herramientas open source. A los pocos años del siglo XXI, aprendemos el concepto de “Beta permanente” que ofrecen los recursos 2.0 y de libre uso.
Hay restricciones, primero la crisis de las Puntocom y años más tarde la crisis económicas que a pesar de lo que digan los políticos todavía se arrastra, pero llegan nuevos retos: entramos en los entornos virtuales de aprendizaje ofertando nuestros recursos y servicios, nos convertimos en Community Managers en competencia con otras profesiones como el periodismo. Nos transformamos en Content Curators tarea que siempre habíamos realizado: la “Difusión Selectiva de la Información” pero con un nombre nuevo y aprovechando a fondo el potencial de la red, Además invertimos ingentes esfuerzos en la formación de usuarios (alfabetización informacional o ALFIN) y ampliamos horizontes especializandonos en usabilidad, accesibilidad, posicionamiento web, gestión del conocimiento, etc. La profesión ya no es lo que era 😉
Y el contexto no para de cambiar: en 2007 aparece el smartphone o teléfono inteligente. Pues eso, a llevar los contenidos y servicios a las pequeñas pantallas de los usuarios. Ahora toca aprender sobre desarrollo de APPs, sobre el diseño adaptativo o responsive y familiarizarnos a trabajar con utilidades como JQuery, Bootstrap, Phonegap, etc. Las bibliotecas ya arrastran un buen currículum tecnológico y no obviamos ni los códigos QR, ni la realidad aumentada.
Apostamos por el acceso abierto y damos visibilidad al conocimiento científico de nuestras instituciones y otros digitalizan, conservan y difunden fondos patrimoniales que preserven la memoria. Antes retroconvertíamos las fichas bibliográficas y ahora retroconvertimos (digitalizamos) contenidos.
Y seguimos con la “desintermediación”: los usuarios no sólo leen online la prensa, consultan bases de datos y se descargan artículos. Llegan los e-books y sus perversas plataformas con las que seguimos pagando la “novatada” (es muy difícil de entender que un libro digital para descargarlo en tu e-reader haya lista de espera como si fuera un libro físico).
Sobre la “desintermediación”, una asignatura pendiente o mal resuelta es que los usuarios piensan que todo lo que ofrecemos (especialmente en la versión digital) es libre o gratuito. Desconocen que la biblioteca lo suscribe gracias a unos presupuestos que han sido financiados gracias a los impuestos y/o las tasas de matrícula.
Con la “desintermediación”, muchos usuarios ya no visitan con tanta regularidad las bibliotecas, hay que reinventar el edificio y a partir de ahí, los espacios son cada vez más flexibles: facilitando áreas de coworking, de trabajo comunitario, de intercambio lingüístico-cultural, como vivero de empresas, etc. Además, nuevas prestaciones como los “makerspaces”. En resumen, un nuevo papel: Biblioteca igual a espacio de creatividad y/o incubadora de ideas, de proyectos. ¡Hemos salvado las paredes! 😉
Nos “incrustamos” en nuestro entorno: los bibliotecarios académicos empiezan a acompañar a los investigadores en todo el proceso de la investigación, también como soporte a la docencia y como editores de contenidos. Las bibliotecas públicas ejercen como centros culturales con exposiciones, debates, e infinidad de actividades y como “Oficinas de Información” en donde asesoran a la ciudadanía en multitud de aspectos y trámites. ¡Ah!, y de paso, aprenderemos a gestionar datos.
Esperamos (y deseamos) ahora que ya estamos familiarizados con el cloud que los sistemas de gestión bibliotecaria se pongan a nuestra altura. No es sólo un catálogo y un “discovery tool” para el usuario, también debe ser un nuevo modelo de gestión de lo físico y lo digital, un punto de interacción con el usuario, además de ser interoperable con otros sistemas de información como los repositorios, la gestión financiera y la de recursos humanos. Debemos asumir que la mayoría de los usuarios cuando requieren de información, no tienen como punto de partida el catálogo de la biblioteca o el “discovery”, parten de los motores de búsqueda. Siento decirlo, pero es más fácil recuperar información vía Google o Google Scholar que de los sistemas de gestión bibliotecaria de los que espero que se pongan a la altura de nuestros usuarios.
Y salimos de nuestros espacios tradicionales: sean físicos o virtuales para ir a los espacios donde “habitan” nuestros usuarios: préstamo y servicios a domicilio para personas com algún tipo de dificultad y volviendo al bibliotecario incrustado: su oficina se desplaza del edificio biblioteca, al laboratorio o departamento de quienes damos soporte volviéndonos itinerantes.
No negaré que la función tradicional de las bibliotecas a grandes trazos se mantiene sin cambios. Aparte de la infraestructura, dichas funciones se han basado en la colección, el acceso a esta y el soporte en el acceso y uso de la colección. pero en un nuevo modelo que ha implicado cambios en los modos de acceder y de consumir información.
Ya no son servicios formados por una colección de libros organizados de un modo más o menos coherente, nos hemos convertido en facilitadores de acceso. Un cambio de mentalidad: la propiedad pierde peso frente al acceso que, junto a las TIC y nuestro proceso de adaptación, juegan un rol cada vez más determinante. Sin obviar que en una economía globalizada y en una sociedad altamente competitiva hacen de la información y el conocimiento un bien estratégico.
Hemos aprendido a re‐utilizar y a ser expertos en lo nuestro gracias a que compartimos y nos formamos. Cambios que cada vez son más rápidos, eso sí, sabemos afrontarlos. Aunque debemos reflexionar sobre lo que hacemos, revisar nuestros procesos y probablemente dejar de hacer “cosas” que hemos hecho “toda la vida” para centrarnos en tareas que aporten valor a la organización y a nuestros usuarios.
Por lo que en mi modesta opinión, a los profesionales de la información nos queda mucho trayecto, cambiaremos culturalmente, organizativamente, quizás lleguemos a ser itinerantes. Pero la información crece y alguien debe de gestionarla y filtrarla. Respecto a lo que era la profesión en los años 80: a grandes líneas no hemos cambiado tanto. Las tareas son parecidas, lo que cambia es el modo de gestionar la información, los formatos y magnitudes de esta, las herramientas y medios que usamos y la forma en que interactuamos usuarios y bibliotecarios. Bien, quizás una pequeña diferencia: hace 30 años lo de la inmediatez no tan viable.
Bien, esta es mi modesta aportación al aniversario de este blog, cualquier comentario será bienvenido y nota para los lector@s más jóvenes: revisad en Wikipedia los conceptos, crisis Puntocom, Telnet, Tippex, Betamax MS-DOS, disquete, Teledocumentación, bluesheet, Dialog o Kardex entre otros . Comprobareis que sí que hemos cambiado.
Si la pregunta ¿cuál libro ha marcado tu vida? nos pone a muchos en jaque (especialmente, aunque por razones no precisamente de lector, a cierto presidente tristemente célebre por no hilar tres libros que marcaron su vida), la pregunta sobre el libro que representa a tu país es quizá más difícil de responder, pues en ella intervienen gustos personales que, al igual que las listas literarias tipo “Los X libros que no te debes perder“, siempre dejarán a muchos inconformes, yo incluida pues estas listas me resultan un tanto impositivas y además, ¿quién puede o no determinar lo que es lo mejor de lo mejor en materia de libros?
La disquisición anterior viene a colación porque me acabo de topar con Literature of the world, un mapa literario creado por Backforward24, usuario de Reddit, en el que un libro representa a cada uno de los países del mundo, sí, un solo libro para representar un país, ¡menuda tarea!
Como tantos otros listados en los que se pretende incluir lo mejor de lo mejor, estoy segura que este mapa dejará a muchos disgustados, como ya lo demuestran los hasta ahora más de 100 comentarios. Pero, acá entre nos, me gustó mucho la idea de representar al mundo de forma literaria.
Y comenzando con los acuerdos y desacuerdos personales: ¿qué libro representa a Estados Unidos? Matar a un ruiseñor de Harper Lee. Como no soy muy fan de este libro me hubiera gustado más ver En las montañas de la locura de Lovecraft, Ojos de fuego de King o El gato negro de Poe; sí, ya sé que el último es un cuento y que en realidad no muchos no se toman en serio el horror como parte de la literatura, pero ya les digo, no es sencillo dejar a todos conformes.
El libro que representa mejor a Latinoamérica
En lo personal, encuentro que México viene excelentemente representado, de hecho, cuando vi de qué iba el mapa, el libro que me vino inmediatamente a la mente fue Pedro Páramo de Rulfo. Y a pesar de que estoy segura que habrá quienes no estén muy de acuerdo, yo por lo pronto me alegro de esta elección en lugar de El laberinto de la soledad, pero bueno, ya sabemos que en realidad tampoco soy muy fan del Nobel mexicano.
¿Cuál es el libro que representa a Colombia? Desde luego, 100 años de Soledad de García Márquez; Argentina, Ficciones de Jorge Luis Borges; Chile, La casa de los espíritus; Uruguay, El futbol a sol y sombra de Galeano y a quien yo hubiera empatado con Andamios de Benedetti, desde luego un gusto muy, muy personal, porque seguramente hay quien diga que La tregua representa mejor a este autor y al país, en resumen, me gusta que esté Galeano tanto como me hubiera gustado encontrar a Benedetti.
Por cierto, que si les cuesta trabajo ver las portadas para cada país, en este link está la lista entera de títulos y si quieren ver el mapa en la resolución completa, lo pueden hacer en este otro link.
En fin, que este mapa literario me deja pensando, ¿cuál sería el libro infantil que mejor representa a cada país?
Y a ustedes, ¿les gustó el libro que representa a su país? y si no ¿cuál pondrían?
Del lat. bibliothēca, y este del gr. βιβλιοθήκη bibliothḗkē.
1. f. Institución cuya finalidad consiste en la adquisición, conservación, estudio y exposición de libros y documentos.
2. f. Lugar donde se tiene considerable número de libros ordenados para la lectura.
3. f. Mueble, estantería, etc., donde se colocan libros.
4. f. Conjunto de libros de una biblioteca.
5. f. Obra en que se da cuenta de los escritores de una nación o de un ramo del saber y de las obras que han escrito. La biblioteca de don Nicolás Antonio.
6. f. Colección de libros o tratados análogos o semejantes entre sí, ya por las materias de que tratan, ya por la época y nación o autores a que pertenecen. Biblioteca de Jurisprudencia y Legislación. Biblioteca de Escritores Clásicos Españoles.
De acuerdo la primera acepción de la Encyclopedia of the Book (Ashall Glaister, 1996) la biblioteca es (la traducción es mía):
1. una colección de libros para préstamo, lectura o estudio y, por extensión, la sala o edificio público o privado en donde se encuentran resguardados.
El Diccionario de nuevas formas de lectura y escritura (Martos Núñez et al., 2013), dice que la biblioteca es:
… una entidad o institución cuya principal función es mantener y facilitar el uso de una colección ordenada y organizada de documentos para atender las necesidades de información, educación, investigación y ocio de los usuarios.
Según se relacione el término con el continente o con el contenido, biblioteca puede referirse a la institución, al propio edificio o sala donde se ubican las colecciones de libros y otras especies documentales, o a la propia colección bibliográfica.
Por último, el Glosario de la ALA de Bibliotecología y Ciencias de la Información (Young, 1988) nos que la biblioteca es:
1. Colección de material de información organizada para que pueda acceder a ella un grupo de usuarios. Tiene personal encargado de los servicios y programas relacionados con las necesidades de información de los lectores.
A mi gusto, todas las anteriores quedan ya un poco rebasadas. Resulta curioso, sin embargo, que tengamos que retroceder en el tiempo para encontrar acepciones más amplias para la biblioteca. En Libro: una autobiografía (Agard, 2016) acabo de encontrar algunas frases que nos dan cuenta de cómo era percibida la biblioteca en la antigüedad. Definiciones que bien podrían servirnos como nombres alternativos para biblioteca, ya que muestran que va más allá de lo que nos dice la RAE, la ALA y otros, incluidos algunos bibliotecarios:
Sumerios: la casa de la memoria
Egipcios: el lugar sanador del alma
Tibetanos: un océano de gemas
Griegos: botiquín para el alma
En Tz’utujil, K’ojb’aal wuuj biblioteca es lugar del libro. En Tzeltal, Snail Jun y en Tzotzil, Snail Vun, que en ambos casos puede traducirse también como “casa de libro”. Las tres anteriores son, por cierto, lenguas mayas de Guatemala, en el primer caso, y de Chiapas, para los dos últimos.
El bibliotecario, por cierto, antiguamente era conocido como “guardián de las tablillas” porque las bibliotecas eran conocidas como casa de las tablillas.
Ya está, les dejo la propuesta por si les interesa comenzar a llamar así a sus bibliotecas.
Libro: una autobiografía de John Agard con ilustraciones de Neil Packer, es uno de esos libros que, como pocos, me han dejado con sentimientos tan encontrados. Como el título lo indica es la historia del libro contada por él mismo, desde las tabletas de arcilla, pasando por los manuscritos medievales y los primeros libros impresos, hasta llegar al libro electrónico.
Publicado en español en la sección Divulgación de Loqueleo de Santillana, este libro desborda información de forma clara y concisa y, resulta interesante como en tan pocas páginas habla de casi todos los estadios por los que ha pasado el libro en su haber –lo cual lo hace especialmente atractivos para niños y jóvenes, al que está dirigido precisamente, aunque no por ello dejará de ser interesante para otros lectores–, algo que a otros libros de la misma temática les toma el doble, triple o incluso más páginas.
Las ilustraciones son minimalistas y tampoco faltan citas sobre el libro y la lectura, además de proporcionarnos datos que a cualquier lector sorprenden: de dónde surge la palabra book, cómo surgieron las contraportadas, la importancia del libro de bolsillo, son sólo algunos ejemplos.
En esta evolución del libro contada por él mismo no puede faltar el libro de bolsillo, tan poco estudiado y/o mencionado en otros libros similares y cuya importancia en el acceso de más personas a la lectura en el siglo XX resulta innegable.
Hay, sin embargo, un gran ausente en Libro: una autobiografía: el audiolibro. Resulta curioso porque a la par de este libro he estado leyendo también The untold story of the talking book (Rubery, 2016), que nos habla de la evolución de un formato muy particular del libro y al que le ha costado y le está costando mucho ganarse un lugar en la familia del libro, a pesar de la gran aceptación y cada vez mayor número de lectores. No deja de ser curioso pues que un libro que hable de la historia del libro, no cuente entre sus principales formatos al audiolibro.
Aunque pudiera pensarse que este libro habla exclusivamente de él mismo como objeto, nada está más lejos de la realidad; habla de la evolución no sólo física, sí, pero también habla de la evolución cultural y del impacto que este objeto ha tenido en la historia del ser humano. Es una lectura sobre evolución del libro, a la vez que sobre evolución del ser humano gracias al libro.
Y es por ello quizá que esta autobiografía me deja con sentimientos tan encontrados, lo iba disfrutando mucho hasta el capítulo final donde toca el turno al libro electrónico. Aunque no niega al libro electrónico como parte de su evolución y le da su lugar en la gran familia (cosa que no hace con el audiolibro), lo hace desde un pedestal, es decir, cuando habla de las tabletas de arcilla, de los manuscritos, de los papiros o los pergaminos, lo hace con nostalgia, con amor, habla con respeto de sus antepasados; mientras que con el libro electrónico, habla de forma condescendiente, aceptándolo, pero no respetándolo, no entendiéndolo, en cierta forma, desacreditándolo y acudiendo a lugares comunes:
El otro día me tocó estar en una mesa junto a un joven libro electrónico. Fue uno de esos encuentros inesperados, ya saben cómo son los jóvenes. Ahí estaba él dando de saltos, desplazando sus textos hacia arriba y hacia abajo por la pantalla parpadeante, presumiendo su hipertexto.
Así que le dije: «Más vale que no te pongas demasiado ‘híper’, o se te bajará la pila y te apagarás. ¿No crees?»
Es como decir, está bien, formas parte de la familia, pero no eres mejor, al menos así de absurdo me resultó este capítulo. Independientemente de la visión que en lo personal tengo sobre el libro electrónico y de la que he hablado ampliamente tanto en este blog como en Leer en Pantalla, considero que que aborda así el tema queda sesgado.
Ya les digo, iba disfrutándolo, emocionándome y se me cayó con este cierre. A pesar de ello, Libro: una autobiografía es una lectura amena, interesante y, desde luego, no por ser libro dice la verdad, así que el lector interesado en el tema seguramente indagará en otras lecturas que amplíen esta.
Ficha:
Autor: John Agard Título: Libro: una autobiografía Ilustración: Neil Packer Traducción: Diana Luz Sánchez Pie de imprenta: México : Santillana : Loqueleo, 2016.
El documental educativo sobre cómo organizar la biblioteca producido en 1951, y al que llego gracias a Mental_Floss, nos muestra las bases de la organización bibliotecaria explicada para el usuario: cómo buscar en el catálogo, en qué consiste el sistema Dewey y cómo buscar el libro en la estantería.
Muchas cosas han cambiado desde 1951, comenzando por los catálogos de fichas, no dudo que aún existan bibliotecas con sus respectivos ficheros, pero actualmente contamos con OPACs avanzados en los que el usuario ingresar cualquier palabra y obtiene resultados sí o sí, ya no tiene que preocuparse por si busca por autor, título o tema; no olvidemos tampoco a Google que ha venido a facilitar muchas cosas, aunque también está poniendo en duda nuestra labor. Cómo olvidar aquel tiempo cuando yo era estudiante de Bibliotecología allá por la década de los 90 (¡del siglo pasado!) y en mis clases de Catalogación y Clasificación me enseñaron a hacer estos catálogos de autor, título y tema. Y aunque me ufano de pertenecer a una de las últimas generaciones que elaboraron y utilizaron esos catálogos, acá entre nos confieso que no lo extraño. 😀
También ha cambiado la variedad de formatos con los que ahora trabajamos y en los que los usuarios buscan información. Actualmente las bibliotecas ofrecen libros, bases de datos, libros y audiolibros electrónicos, hay incluso bibliotecas que prestan herramientas de trabajo o instrumentos musicales.
Afortunadamente el concepto mismo de biblioteca también está cambiando, ya no es exclusivamente un lugar al que vas a buscar libros. Los libros no dejarán de ser la materia prima de las bibliotecas, pero ya no podemos seguirla viendo exclusivamente como un lugar de lectura y estudio. Hoy en día muchas bibliotecas, –especialmente las públicas, comunitarias y, me atrevería a decir también que las escolares e infantiles– se están convirtiendo en ese tercer espacio tan necesario en ciudades cada vez más abrumadoras.
Y aunque muchas cosas han cambiado, infortunadamente, otras siguen tan vigentes como hace más 60 años, por ejemplo, al usuario aún le resulta bastante complejo el sistema Dewey y la forma en cómo se organizan los libros en la estantería. Lo anterior es una muestra fehaciente de que los bibliotecarios seguimos sin poder encontrar la fórmula que facilite tanto nuestro trabajo de organización interna, como la búsqueda del usuario. Aún tenemos mucho quehacer en este tema.
En fin, un video que resultará por lo menos curioso para muchos estudiantes de bibliotecología y similares. Aunque me pregunto si habrá algún colegio de bibliotecología donde sigan enseñando a hacer estas otrora famosas tarjetas catalográficas. Cuéntenme.
Si son lectores constantes de este blog, ya sabrán que el olor del libro impreso es uno de los argumentos que, desde mi punto de vista, menos valen para preferirlo sobre el libro electrónico y que, de hecho, el olor de un libro no define al libro y mucho menos al acto de la lectura. Desde luego que no estoy en contra del libro impreso, pero este siempre me ha parecido un argumento vacío para preferir un formato sobre otro, aunque ya a estas alturas no voy a intentar convencer a nadie sobre la fatuidad del olor del libro.
Este es, sin embargo, es un tema recurrente y del que no vamos a escapar, de hecho hace ya algunos años les comentaba en un post que el tan nostálgico olor del libro se debe a los vapores que desprenden los materiales con los que fue fabricado el papel y otros componentes del libro como el pegamento utilizado para la encuadernación; a estos gases o vapores se les conoce como VOCs o Compuestos Volátiles Orgánicos, es decir, que el olor del libro no es otra cosa que la descomposición del papel y demás materiales con los que fue fabricado. Y como tema recurrente que es, no puedo dejar de compartirles ¿Por qué los libros antiguos huelen tan bien?, un video de SciHow donde se explica el porqué de este aroma, o aromas, que a muchos vuelve locos.
Quizá lo realmente interesante de este video es que además de explicarnos qué son los VOCs, también nos explica que las reminiscencias de olor a vainilla, a café, a moho, humedad o a tabaco que muchos lectores encuentran en los libros se debe a cómo fue hecho éste, por ejemplo, si detectas un dejo de esencia floral en tu libro se debe al 2-etilhexanol (HO), un alcohol usado en solventes pero que también se agrega a esencias.
Otra explicación interesante sobre el olor del libro y su verdadera utilidad más allá de la simple nostalgia, es que a científicos e historiadores les resultan útiles los VOCs para conocer sobre la época en las que fue impreso el libro, las condiciones de los libros antiguos o para saber si estuvieron expuestos a humo o al agua.
En 1979, el entonces presidente de México, José López Portillo, en homenaje al natalicio de Sor Juana Inés de la Cruz (12 de noviembre de 1651-17 de abril de 1695) decretó que cada 12 de noviembre celebráramos el Día Nacional del Libro, y pues nada, que hoy celebramos esta noble fecha, y aunque los libros y las lecturas han cambiado, la esencia no; así que qué mejor manera de celebrar que leyendo en el iPad, o bien, un libro impreso, un libro infantil o lo que ustedes quieran.
Mi consejo, vayan a la FILIJ, qué mejor manera de celebrar que en una de las que, a mi gusto, es de las mejores ferias del libro que organizan en este país.