Mucho se habla del rol y la importancia social del bibliotecario, un rol del que nadie duda, al menos entre los que estamos dentro de las bibliotecas o nos involucramos de alguna manera con el quehacer bibliotecario; a pesar de ello, en muchos ámbitos aún se nos ve como una persona que acomoda libros y pide guardar silencio. En los tiempos que corren y a pesar de las distintas tareas del profesional de la información, vale la pena preguntarnos (una vez más) ¿cuál es la importancia real de los bibliotecarios? ¿cuál es el impacto de los bibliotecarios en la investigación? ¿tienen un rol importante en el proceso científico?
Pues bien, según la infografía Librarians and Research impact elaborada por Jenny Delasalle, bibliotecario y consultor, y publicado en Library Connect, la labor de los bibliotecarios va más allá de los libros y las publicaciones periódicas, entre la ingente cantidad de información que manejamos los y las bibliotecarias podemos mencionar, además de las dos clásicas anteriores: presentaciones, ilustraciones, multimedia, patentes, software, tesis, disertaciones y un amplio etcétera.
Lo anterior muestra que el papel del bibliotecario y la bibliotecaria se ha ampliado de la visión clásica, a una gama de productos propios de la investigación, de las métricas y de las aplicaciones. Pero eso es sólo el comienzo, el bibliotecario está hoy en día más involucrado con el trabajo de los investigadores.
Los dejo pues con la infografía y les pregunto, ¿creen posible aplicarla a otros ámbitos del conocimiento y la creación del ser humano, por ejemplo, las ciencias sociales, el arte o las humanidades?
Hace ya bastante tiempo publiqué un post donde hablaba del servicio ofrecido en las bibliotecas vs el servicio ofrecido en Starbucks y lo que las bibliotecas podían aprender del trato que la cafetería da a sus clientes; en este mismo tenor les pregunto hoy, ¿les suena descabellado que las bibliotecas tengan algo que aprender de Amazon? Teniendo en consideración el post de las Bibliotecas vs los Starbucks del que les hablaba, quizá nos demos cuenta que, de hecho, no es nada descabellado para las bibliotecas intentar aprender algo de la famosa y casi omnipotente tienda en línea.
Mitchel Davis nos habla en Digital Book World de 4 lecciones que en materia de acceso a contenidos digitales –pero que bien se pueden aplicar a los servicios tradicionales– las bibliotecas pueden aprender de Amazon; lecciones que en algunos casos no estoy del todo de acuerdo, pero sí pueden servirnos como una pauta para entender lo que la gente espera del servicio que le ofrece Amazon, Starbucks o las bibliotecas:
Lección 1. En el mundo moderno la experiencia del usuario se traduce en marketing, si se hacen bien las cosas, el usuario lo dará a conocer y si no, también. Muchos podrán cuestionar a Amazon el modelo de venta de libros electrónicos canalizando el mercado y atando de manos tanto a clientes como proveedores; sin embargo, el cliente descarga los libros con tal facilidad que no le importa limitar sus libros y actividad lectora al universo Kindle, eso es experiencia de usuario.
¿En las bibliotecas qué les estás dando a tus usuarios? ¿están satisfechos con el servicio? ¿estás seguro que fuera de la biblioteca van a decir “oye, en la biblioteca de mi comunidad están ofreciendo…”? ¿Cuál es el plus que estás ofreciendo al usuario para que no sólo se acerquen a la biblioteca, sino que directa o indirectamente la promueva? Amazon ofrece descuentos, preventas de libros, acceso a los materiales en diferentes formatos (libro físico, electrónico, película, audiolibro, etc.); las bibliotecas no están vendiendo información pero, ¿hay alguna manera de adaptar o mejorar la experiencia del usuario?
Lección 2. La experimentación de los distintos modelos de negocio debe comenzar con los usuarios. A Amazon le gusta experimentar, todo con miras a ofrecer un mejor producto de una manera rápida porque así es como sabe que a sus clientes les gusta adquirir los productos: fácil, rápido y, si es posible, barato. ¿Qué pasa en las bibliotecas? ¿están pensando en sus usuarios? Por ejemplo, en la integración de préstamo de libros electrónicos parece que a veces impera lo que el distribuidor quiere antes que lo que el usuario necesita; y sí, parece que editoriales y proveedores nos atan de manos, pero debemos pensar siempre en que nuestro “cliente” es el usuario y no el proveedor.
Lección 3. Vota con tus dinero, tiempo y energía. Amazon no invierte ninguno de estos tres si el proveedor no le va a ayudar a alcanzar sus objetivos, entonces ¿por qué una biblioteca va a invertir tiempo, dinero y esfuerzo en un proveedor que le dificulta las cosas? Allá afuera seguramente hay otros proveedores que están dispuestos a darnos las cosas como las necesitamos y conforme lo vayamos exigiendo, más proveedores entenderán cómo trabajamos y lo que necesitamos.
Lección 4. Entra en el negocio de los best sellers bajo tu propio riesgo. Amazon es un negocio de Best Sellersy aunque con varios de ellos pierde dinero se puede permitir estas pérdidas porque ahora se apuesta no por 10 productos que vendan millones, sino millones de productos que se vendan por decenas y que un producto nos lleve a otro, que a su vez nos llevará a otros. Las bibliotecas, por el contrario, invierten un presupuesto de por sí magro en, por ejemplo, 50 sombras de Grey para satisfacer una demanda de unos cuantos usuarios, sacrificando así las necesidades del resto. No es que no se invierta en los Best Sellers porque finalmente debemos permitir el acceso a comunidades que los están solicitando y que de otra forma no podrían acercarse a estos, sino que se debe hacer de forma equilibrada. En lugar de llenar un estante de copias del 50 sombras, reducimos el número de copias y así logramos diversificar nuestra colección y atender a todos.
Si bien es cierto que las cuatro lecciones nos dan mucho para analizar, lo realmente importante de éstas es entender cómo funciona Amazon para que así veamos qué se puede adoptar y adaptar al modelo bibliotecario; prestemos especial atención a las dos primeras que son las más alcanzables, nosotros no vendemos información, pero sí podemos dar un gran servicio (experiencia del usuario) y desde luego que también podemos experimentar en aras de atender de manera sencilla y rápida las necesidades de nuestros usuarios.
¿Se les ocurre alguna otra lección que nos esté dando Amazon con su servicio?
La selección y adquisición de las colecciones de una biblioteca es un tema complejo que a menudo genera controversia. Incluso provoca indignación «entre personas ajenas a las bibliotecas, generalmente personajes de la élite política y cultural que creen saber lo que la gente debe leer.»
¿Cuál es la responsabilidad del bibliotecario encargado del desarrollo de colecciones en una biblioteca? ¿determina él/ella qué contenidos se integran al acervo? ¿Por qué el desarrollo de colecciones es un tema tan importante que debe ser tratado con sumo cuidado en las bibliotecas y por qué suele ser tan criticado?
Los invito pues a darse de alta en Lectyo.com, participar en la comunidad, descargar este libro y también los otros que han publicado en la red, todos ellos imperdibles.
La biblioteca pública es un centro local de información que facilita a sus usuarios todaslas clases de conocimiento e información…
Todos los grupos de edad han de encontrar material adecuado a sus necesidades. Las colecciones y los servicios han de incluir todo tipo de soportes adecuados, tanto en modernas tecnologías como en materiales tradicionales. Son fundamentales su alta calidad y adecuación a las necesidades y condiciones locales. Los materiales deben reflejar las tendencias actuales y la evolución de la sociedad, así como la memoria del esfuerzo y la imaginación de la humanidad.
Ni los fondos ni los servicios han de estar sujetos a forma alguna de censura ideológica, política o religiosa, ni a presiones comerciales.
[Las negritas y subrayados son míos]
Cambiando un poco el tema, aunque en el mismo orden de ideas para este post, Domingo Buonocore en su célebre Diccionario de Bibliotecología (Castellví, 1963) nos dice sobre la selección de libros:
Tarea intelectual que compete al bibliotecario y que tiene por fin elegir o escoger, separándolos de entre sus similares, los libros que considera más aptos para la biblioteca, de acuerdo con su tipo o carácter.
Esta labor de espurgo bibliográfico comporta una seria responsabilidad y debe subordinarse, en principio, a las siguientes condiciones: a) valor real del libro, b) utilidad para los lectores; c) recursos de que dispone la biblioteca…
La selección y la adquisición de materiales para una biblioteca son pues dos actividades que en conjunto forman lo que en la jerga bibliotecaria conocemos como el Desarrollo de Colecciones, nombre que a pesar de sonar tan rimbombante busca simple y llanamente satisfacer las demandas de los usuarios, demandas que pueden ser de tipo informativo, formativo y/o recreativo.
Hasta aquí, todo bien, ¿cierto? Luego entonces, me pregunto ¿vamos nosotros a cuestionar y/o juzgar las necesidades de los usuarios? ¿nuestra labor está en función de satisfacer estas necesidades o de lo que nuestros prejuicios digan lo que es bueno para ellos?
Lo pregunto porque estos últimos días el Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas chilenas, conformada por poco más de 450 bibliotecas, ha sido duramente criticado al dar a conocer los resultados de un proceso piloto realizado durante la Feria del Libro de Santiago 2013 en el que se permitió que por vez primera cerca de 300 bibliotecarios seleccionaran a través de una aplicación móvil los libros para sus bibliotecas.
Para no hacerles el cuento largo, entre los libros seleccionados y adquiridos –con una inversión de aproximadamente un millón de pesos chilenos, poco más de MX$23,000, es decir, mucho menos de lo que se invierte por estos lares en empresas nada exitosas donde el libro es también la figura central, por mencionar un ejemplo, la campaña de fomento lector del Consejo de la Comunicación– se encuentra en primer lugar la biografía de un afamado animador chileno, pero también es posible encontrar libros de autoayuda.
Y como ocurre en todos lados cuando se habla de libros y cultura, para quedar bien todos son conocedores y saben lo que se debe de hacer, aunque desconozcan el por qué y el cómo. Así que al más puro estilo Condorito los que se sienten intelectuales se fueron de espaldas dando el clásico “plop,” desgarrándose las vestiduras y llamando “mercachifles” a los bibliotecarios por seleccionar materiales tan poco honorables –bueno, en realidad no puedo afirmar que haya ocurrido tal cual, aunque según lo leído en el transcurso de estos días, no dudo que haya sido así–. Por cierto, como apunta Gonzalo Oyarzún, subdirector del Sistema Nacional de bibliotecas Públicas en Chile, en esta selección sólo hay dos títulos del presentador chileno, es decir el 0.01% de la selección y el 0.71% de las compras generales o lo que es lo mismo 287 ejemplares de dicho título para un total de 40 mil, en resumen, que estos libros están muy lejos de ser representativos en dicha selección. Pero ya saben que en estos temas la gente a menudo deja de ver el bosque por perderse en las ramas.
En fin, imagino que esos “que saben” lo que “debe ser” cuando se habla de libros, pensarán que lo que ellos leen (si es que leen, claro está) es lo único de valor, aquí rescato las palabras que hace tiempo mi queridísima Gemma Lluch me regaló y que tan bien vienen a esta reflexión:
A menudo, la lectura ha sido un distintivo de clase social. No he podido olvidar (porque me resultó escandaloso) el comentario que un famoso divulgador hizo en un foro sobre lectura. Ante cientos de personas afirmó que los planes de lectura no eran útiles. Y más adelante remató el comentario al describirnos su idílica infancia: “mi mamá tocando el piano, aquella biblioteca inmensa de mi papá que me invitaba a leer…”.
Pues eso, que cuando se habla de libros es muy fácil caer en lugares comunes, en la idealización y en el cómo se debe de leer; espero que sean escasos los bibliotecarios y bibliotecarias que caen en esto último y se ocupen de ofrecer lo que el usuario requiere, ya sea un libro de autoayuda, de la farándula, una obra cumbre de la literatura universal, un cómic, un audiolibro o el acceso a internet. Como bien lo señala Gonzalo en el citado artículo y propósito de este, a mi gusto, escandaloso escandalo:
Las bibliotecas públicas no son templos sagrados al servicio de un culto sancionado por el campo cultural; son espacios de encuentro de la comunidad al que se tiene todo el derecho a ingresar, ya sea por la biografía de una célebre estrella o para disfrutar la colección completa de Condorito, pero donde se puede terminar también siguiendo un hilo que lleve a José Miguel Varas, Sándor Márai e Irène Némirovsky, sólo por nombrar pasajes por los que el laberinto sigue avanzando a través de alternativas en constante renovación y, por lo tanto, infinitas.
Biblioteca de Santiago, Sala Juvenil
Efectivamente, las bibliotecas no son templos sagrados y la ardua tarea de seleccionar y adquirir –si no me creen lo de ardua vuelvan a leer desde el principio– se limita a dos preguntas esenciales: ¿quién dice qué es bueno para quién? y ¿quién define los contenidos de una biblioteca y con base en qué?
En lo personal no me cabe la menor duda al respecto, los usuarios son los que definen con base en sus necesidades los contenidos de sus bibliotecas; por otro lado, todo bibliotecario que se precie de serlo tiene la responsabilidad ineludible e inalterable de satisfacer dichas necesidades.
Pues bien señoras y señores “conocedores”, intelectuales y grandes pensadores, les informo que lo que entra en una biblioteca no lo definen ustedes, sino los usuarios, el bibliotecario es el responsable de concentrar, interpretar dichas necesidades y satisfacerlas. Vamos, que la opinión que tengo sobre la calidad literaria de 50 sombras de Grey no me da ningún derecho a decir que no se ofrecerá en la biblioteca o a cuestionar su existencia en la misma como ya ha ocurrido en países “civilizados”, de hecho, si me dejo llevar por estos prejuicios no sólo estoy negando el acceso, sino también censurando contenidos y eso sí va en contra del manifiesto de la Unesco y más grave aún, de la ética bibliotecaria.
Así que vamos desgarrándonos menos las vestiduras y entendiendo más la función de una biblioteca pública; vamos juzgando menos lo que los usuarios quieren leer y mejor propiciemos esos encuentros con la lectura y la biblioteca.
Vía Elsevier’s Library Connect Newsletter llego a Soy un bibliotecario social, una interesante infografía elaborada por Elsevier’s Library Connect Newsletter y el bibliotecario y analista en tecnología, Joe Murphy. Dicha infografía intenta mostrar que hablar del bibliotecario social es ir más allá de las redes sociales, que si bien no podemos negar es una parte quizá inevitable, debemos entender que es una muy pequeña; el bibliotecario social debe asumirse como un curador de contenidos, como un educador, como un filtro y también como una conexión, todo lo anterior con el único fin de apoyar al usuario a no perderse en la mar de información.
Como podemos ver, las tecnologías cambian, pero no la función principal que es la de ser LA conexión ideal, útil, detallada y cuidada entre la información y el usuario; ayer lo hacíamos con libros físicos o con códices (por mencionar un par de ejemplos), hoy lo hacemos con cientos de miles de recursos distintos audiovisuales disponibles en internet. Sin embargo, dadas las ingentes y crecientes cantidades de información, la nuestra es hoy más que nunca una labor de gran responsabilidad.
En una era donde se anuncia tan fácil y descaradamente la desaparición del bibliotecario (aunque, en realidad, llevamos desapareciendo más tiempo a manos no ya de la tecnología, sino de personas con una visión muy corta de lo que realmente hacemos), es quizá cuando nuestra labor como bibliotecarios sociales brilla más, si no me creen, dense una vuelta por el estudio Economic valuation of the British Library realizado recientemente y donde se demuestra el valor costo-beneficio de la Biblioteca Británica: “por cada £ invertida la British Library genera un beneficio de £5″.
Si bien es cierto que los motores de búsqueda han avanzado, siempre va a ser necesario un criterio profesional y basado en el conocimiento de los documentos y las necesidades del usuario para poder satisfacerlas, algo que hasta ahora ningún algoritmo o motor de búsqueda ha logrado superar. Lo anterior, sin dejar de lado, la labor como promotor de la lectura, la cultura, la salvaguarda de la historia de los pueblos, etc.
Justo antes de finalizar 2013 leía Ser bibliotecario: una profesión radical, la transcripción de una excelente conferencia ofrecida en Canadá por la periodista Naomi Klein en 2003 y a la que llegué gracias a Kaos en la red. A pesar de que 2003 puede parecernos bastante lejano, la situación que viven hoy en día las bibliotecas en todo el mundo (recortes de presupuesto y personal, etc.) hacen que la conferencia de Klein siga siendo tan actual como en aquel año.
Klein asegura que la nuestra es una profesión subversiva al prestar libros, ofrecer servicios de información y recreación abanderados con la gratuidad; sin embargo no tenemos una tarea sencilla, especialmente cuando muchas bibliotecas en Estados Unidos han tenido que “reajustarse” a las constantes crisis económicas que derivan en recortes presupuestales en el mejor de los casos (en España se vive situación similar), y en el cierre mismo de las bibliotecas cuando la cosa se pone muy fea. Estos reajustes comienzan a cuestionarse al llevar la bandera de gratuidad (recordemos que las bibliotecas públicas funcionan con fondos del Estado), especialmente cuando otros servicios públicos se están privatizando, tal es el caso del alcantarillado, sanidad, agua, etc.
El riesgo que se corre en las bibliotecas es la privatización y por ello, la gratuidad de estas y la labor del bibliotecario representa una amenaza frente a las grandes empresas y frente a la sociedad de consumo en la que nada es (o debe ser) gratis, de ahí que la nuestra sea una profesión subversiva y las bibliotecas nuestras mejores defensas. Desafortunadamente, algunas bibliotecas no pueden con la presión y comienzan a ceder semi-privatizando sus servicios; el ejemplo más claro lo encontramos cuando las bibliotecas cobran por algunos de sus servicios, como la conexión a internet o bien, abren librerías dentro de sus instalaciones.
¿Qué pasa aquí? ¿Abrir librerías dentro de las bibliotecas qué tan útil o benéfico es? ¿no es, de alguna forma, competir contra nosotros mismos? ¿cobrar el internet o cualquier otro servicio no es ir en contra de la esencia de la biblioteca pública?
Lo mío son meras preguntas al aire y lo menciono porque, aunque estoy del lado de Klein y de que no me gusta nada la idea de la privatización, de cobrar los servicios por mínimos o especiales que sean, no logro definir qué tan perjudicial o, en el peor de los casos, necesario, resulte a la larga privatizar nuestras bibliotecas; debo reconocer, sin embargo, que se abre una vez más la discusión no sólo sobre la función de la biblioteca pública, sino también sobre el futuro de la misma. Por cierto, Klein no tiene duda de lo perjudicial que resultará la privatización ya que los usuarios ya no diferenciarán entre servicios públicos y privados, y mucho menos, lucharán por su biblioteca si es que ésta no logra sobrevivir.
Y mientras le seguía dando vueltas a la conferencia de Klein, me topé con El futuro de las bibliotecas como Ebookstores, un post publicado hace unos días en el blog Universo Abierto donde presentan la otra cara de la moneda con la propuesta de Jamie LaRue, director de las Bibliotecas del Condado de Douglas en Colorado, Estados Unidos, quien junto con su equipo desarrolló una plataforma de distribución y venta de e-books independientes a través del catálogo de la biblioteca, esto significa que si el usuario no encuentra en el OPAC el libro que desea puede adquirirlo a través de Bilbary, una librería on-line con una oferta de 1,3 millones de títulos en formato ePub.
De entrada, parece una propuesta interesante en una profesión que a veces parece no propone, de hecho, la propuesta de LaRue va más allá de ser meras librerías o de integrarlas, sino que visualiza a la biblioteca como un espacio no sólo para ofrecer y/o vender contenidos, sino también para convertirse en cierto sentido en una editorial de autores independientes que ofrezca no sólo la plataforma para distribuirlos, sino también para crearlos y, desde luego, ofrecer toda la ayuda en el proceso creativo. Visto así, no está tan mal y de hecho, ya se ha hablado de las bibliotecas como espacios para la creación de contenidos. Pero, ¿al vender libros aún bajo este precepto, no es ir un paso hacia la privatización¿ ¿es ese nuestro futuro? Si somos un agente de cambio, ¿cómo luchar contra recortes, crisis, cierres y “reajustes”? ¿es esa la mejor manera? ¿por qué sí o por qué no?
¿Cuál es el costo-beneficio de comenzar a vender, privatizar e integrar librerías?
Los dejo pues con ambas lecturas y, aunque se que no es un tema sencillo, espero sus comentarios.
El día de hoy estuve participando en la 2a Reunión Interbibliotecaria del Instituto Politécnico Nacional con la ponencia El bibliotecario de cara a los nuevos tiempos.
Un tema complejo, sin duda, pero en el que debemos aceptar y asumir el rol social que jugamos en estos “nuevos tiempos” en el que cambian los soportes, pero no el contenido ni la esencia bibliotecaria. Les comparto la presentación.
Agradezco a la Lic. Beatriz Elizundia Balcázar, Encargada de la Dirección de Bibliotecas del IPN, por la invitación y también a la Lic. Alejandra Lilian García, Encargada de la División de Servicios Bibliotecarios del IPN, por el apoyo logístico y todas sus atenciones.
Como les comenté hace unos días, este 9 y 10 de octubre se estuvo llevando a cabo en San Cristobal de las Casas, Chiapas, el XIII Congreso Nacional de Bibliotecas Públicas, evento organizado por la Dirección General de Bibliotecas del Conaculta que reúne a distintos especialistas relacionados con las bibliotecas y el mundo del libro para tratar diversos aspectos de la biblioteca pública.
En esta ocasión el tema central del congreso fue “La biblioteca pública como espacio social” y con este objetivo en común los especialistas discutieron sobre la biblioteca pública y la democratización del conocimiento, la dimensión social de la biblioteca pública, el papel del bibliotecario como mediador de la lectura, y la librería y la biblioteca pública.
En la mesa de discusión “El papel del bibliotecario como mediador de la lectura” tuve el privilegio de compartir inquietudes con Daniel Goldin, director de la Biblioteca Vasconcelos; Azucena Galindo, Directora General de IBBY México y el escritor Alberto Chimal; menciono la palabra “inquietudes” porque durante una charla previa a la mesa de discusión, nos dimos cuenta que el tema resulta complejo y muy amplio; a pesar de ello intentamos, desde la experiencia personal, dar respuestas a algunas interrogantes que surgen cuando se habla de este tema: ¿es el bibliotecario un verdadero mediador de la lectura? la respuesta oficial es sí; sin embargo, en la vida real se desprende que eso dependerá de cada bibliotecario; ¿para qué sirve la lectura? fue otra inquietud que intentamos responder sin caer en el discurso oficial de “leer es bueno”, “leer nos hace mejores personas”, “leer 20 minutos te ayudará a resolver la vida.” Los beneficios de la lectura son discutibles cuando se realiza para satisfacer este discurso oficial y se pretende cambiar el estándar nacional en el país.
El acuerdo general fue: antes de hablar de la mediación de la lectura, es imprescindible hacer una lectura de la biblioteca y un ejercicio de lectura personal donde cada mediador se responda el porqué está donde está. Además en esta labor donde no existen recetas pero sí puntos de partida, es importante saber escuchar y dialogar con los usuarios, establecer una horizontalidad y entender que ambas partes van a aprender, es decir, que el mediador no tiene la verdad absoluta, no es posible imponer y es imprescindible respetar incluso el derecho que tiene cada lector a “no leer.”
Una mesa que en lo personal resultó enriquecedora e inspiradora, y que también me dejó con muchas más inquietudes e ideas que soluciones “estándar” para la mediación de la lectura y en la que sin duda, nos damos cuenta que el tema es tan extenso que requiere de un congreso específico.
Además de la conferencia magistral, charlas y mesas de discusión, en el marco del Congreso también se realizaron talleres de actualización bibliotecaria; tuve el gusto de ser invitada para impartir el taller “Nuevos servicios digitales en bibliotecas“. Les comparto la presentación que formó parte del material con el que estuve trabajando y en el que explico de manera breve lo que son y lo que no son los servicios digitales, el trabajo de alfabetización informacional que conlleva implementar este tipo de servicios y ante todo reconocer el gran potencial que representan las nuevas tecnologías para llegar a más gente, sin dejar de lado nuestro papel como facilitadores y mediadores.
No puedo finalizar este post sin agradecer al Maestro Fernando Álvarez del Castillo, Director General de Bibliotecas Públicas, la confianza depositada para realizar este taller y la invitación a participar una vez más en este congreso, muchas gracias también a Virgina Sáyago, Subdirectora de normatividad y Seguimiento, y a todo su equipo por la logística y sus atenciones.