Mayo ha sido un mes de lujo para el blog, las invitadas e invitados a celebrar este 5o aniversario han enriquecido mucho este espacio y yo, aunque ya lo he repetido mucho, no por ello deja de ser cierto: me siento honrada. Pero como se dice vulgarmente “esto no se acaba, hasta que se acaba.” Así que hoy toca el turno a Natalia Arroyo (@narroyo en twitter), documentalista inquieta a quien debemos prestar mucha atención, siempre tiene algo interesante que compartir a la profesión. Natalia es Licenciada en Documentación por la Universidad de Salamanca, actualmente trabaja en el Área de Comunicación Digital de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez gestionando la comunicación en redes sociales y elaborando contenidos; además de colaborar para la Revista EPI (El Profesional de la Información) y, por si esto fuera poco, colabora también para Biblioblog, un blog que está estrenando casa y referencia obligada para bibliotecólogos y documentalistas. Los dejo pues con el post #Bibliomovilidad, especialidad de Natalia y un concepto que debemos tener en cuenta cuando pensamos en las bibliotecas móviles, es decir, bibliotecas que deben estar donde están los usuarios.
Natalia, mil gracias por aceptar ser parte de la celebración, para mi es un honor. ¡Bienvenida!
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Área de Comunicación Digital, Fundación Germán Sánchez Ruipérez
El Profesional de la Información
En la intersección entre dispositivos móviles y bibliotecas se encuentra el término #bibliomovilidad que, según se explica en Biblioblog, «define la aplicación de los dispositivos móviles y su tecnología en los servicios bibliotecarios, ya sea desde el punto de vista del usuario o del personal de la biblioteca. La almohadilla va necesariamente incluida en el término #bibliomovilidad en honor al origen de esta palabra, que surgió para reunir a los tuits con una misma temática en Twitter, pero también para significarla como descriptor de una realidad». Recordemos que son dispositivos móviles aquellos «desde los que se puede acceder a la web y diseñados para ser usados en movimiento» (Nkeze, Pearce y Womer, 2007), como smartphones, tabletas o libros electrónicos, entre otros.
Una de las dificultades que me encuentro cuando hablo o escribo sobre el uso de dispositivos móviles en bibliotecas es que, a diferencia de lo que sucedió con el concepto Library 2.0, cuya etiqueta iba por delante de todo lo demás y brillaba con luz propia –recordemos los fervientes debates a favor y en contra–, no existe ningún apelativo que recoja esta realidad.
¿Es necesario un término o no? Se trata de una cuestión que seguramente podría ser largamente debatida, les animo a que lo hagan si les apetece a través de los comentarios. Desde mi punto de vista, en la práctica es de gran utilidad poder contar con un término para definir esta situación, para nombrar lo que sucede. Los dispositivos móviles de los que hablamos van mucho más allá de la web móvil, con la que en ocasiones se les identifica; realidad aumentada, apps, lectura de códigos y geolocalización, por citar sólo algunos, forman parte de esa misma realidad: el acceso a la información en movimiento y mediante una tecnología que aporta un valor añadido.
La movilidad de la información ya no sólo viene de la mano de los bibliobuses –bibliotecas móviles– y otros servicios de extensión bibliotecaria en los que son los propios bibliotecarios quienes se mueven para acercar un objeto que contiene la información (libro, revista, CD u otros), a los ciudadanos. Smartphones, tabletas, videoconsolas y libros electrónicos, entre otros, hacen que los contenidos lleguen directamente a la palma de nuestra mano. De esta forma quien se mueve es la información, nosotros no tenemos por qué desplazarnos físicamente para hacérsela llegar al usuario final.
La #bibliomovilidad es consultar la web desde el móvil o adaptar el sitio web de la biblioteca a una pantalla más pequeña. Es el bibliotecario que usa el móvil y las apps con fines profesionales. Pero la #bibliomovilidad debe ir mucho más allá y aprovechar las características únicas del dispositivo para mejorar los servicios, para enriquecer nuestro sitio web o dar sentido al coste que conlleva una buena app móvil. Ahí está el reto que tenemos por delante, pensar cómo la tecnología móvil puede hacernos la vida más fácil a nosotros y a nuestros usuarios y llevarlo a la práctica.