– Qué curioso que preguntes eso. Sí, sobrino, hay libros malos, malísimos. No me refiero a los libros mal hechos o ridículos, los tristes libros escritos por una persona que sufrió sin que eso fuera útil, los libros hechos por idiotas que sólo querían ser famosos. No, me refiero a libros que hacen daño y atacan a otros libros. No es fácil reconocerlos porque son astutos y esconden su verdadero mensaje. Si los lees, e pueden parecer agradables, pero hacen que olvides lo que dicen otros libros. Los grandes lectores no se dejan engañar, pero a veces hasta ellos aceptan ese veneno, hecho de olvido y malas intenciones…
– Juan Villoro, El libro Salvaje.
El libro salvaje no es, afortunadamente, uno de esos libros. Por el contrario, un libro para niños que puede disfrutar cualquier adulto.
Lectura ampliamente recomendable.
Yo leí ese libro hace unos años, como niña que devoraba libros en cada segundo de tiempo que tenía. Y no era el ser el ser más selectivo del mundo, de verdad. Pero este libro… Lo odié.
Ahora soy escritora. Una novela entera, finalista de un concurso importante. Muchos sueños de escritura. Hoy, cuando me he topado con esta página por casualidad, cuando lo he recordado este libro, he terminado de entender por qué lo había odiado. Por qué tenía ese sentimiento tan profundo contra él.
Como escritora, he descubierto que, en cada libro, un buen escritor siempre deja una parte de sí. Puede protegerse entre construcciones complicadas, entre significados que tal vez nadie entenderá nunca. Pero siempre estará ahí.
Pero, en este mal libro, no había ningún autor detrás. Juan Villoro construyó una buena trama (recuerdo ya poco de ella, pero una buena estructura sí tenía), pero olvidó sentirla. Dejó un edificio con estructura perfecta y sin ningún habitante dentro.