Recientemente leo Weeding the worst library books, un artículo publicado en The new Yorker sobre el revuelo que causó el verano pasado el descarte fallido de más de 39,000 ejemplares, entre libros y otros materiales como colecciones de música (incluida la colección de Jazz, una de las más conocidas), de la biblioteca pública de Berkeley, en California, Estados Unidos.
Aunque Jeff Scott, director de la biblioteca, anunció que los libros descartados casi no habían salido de la biblioteca, la cifra generó tal indignación que el proceso pronto fue conocido como Librarygate pues, al parecer y de acuerdo con los testimonios de dos bibliotecarias, el proceso no siguió las reglas que todo descarte debe seguir: los libros no serían puestos en venta a los Amigos de la Biblioteca, sino que serían destruidos y al parecer durante el proceso se intimidó al personal.
Cerca de 100 personas se manifestaron frente a la biblioteca pública el 15 de agosto de 2015 para protestar por la destrucción de los libros y aunque en un inicio el director intentó explicar la importancia del descarte en las bibliotecas, la irregularidades, la presión y las 1039 firmas reunidas en MoveOn.org lo hicieron recular.
En lo personal me da gusto que la comunidad haya alzado la voz para defender la biblioteca, pues es una forma de reconocer y defender la importancia de estos recintos. Si bien es cierto que el descarte propuesto por el director de la Biblioteca Pública de Berkeley estuvo plagado de irregularidades y parecía obedecer más a capricho de éste que a un verdadero análisis de la utilidad de la colección, es importante señalar que el descarte es un mal necesario, parte de los procesos que toda biblioteca debe tener, por la simple y sencilla razón que ninguna recinto bibliotecario tiene el suficiente espacio para albergar todos los libros que van llegando ya sea por compra, canje o donación, de hecho, la función de las bibliotecas no es la de almacenar toda la producción, a excepción de las Bibliotecas Nacionales, desde luego. ¿Qué pasa cuando no se realiza el descarte? Llega un momento en que la biblioteca ya no puede dar entrada a los materiales nuevos requeridos por los usuarios y, por ende, la obsolescencia de la colección.
El descarte es un proceso muy difícil de realizar, los bibliotecarios que en algún momento nos le hemos enfrentado corremos el riesgo de caer en uno de dos errores, ambos igual de graves: 1) pensar que todo es necesario y terminar con la misma cantidad de títulos, es decir, no descartar, o 2) realizar un descarte indiscriminado y perder materiales valiosos para la comunidad. Por lo tanto, ¿cómo encontrar el punto medio?
Desde luego, hay reglas básicas, las obvias y que nos permiten comenzar por algún punto son: la circulación de los materiales en sala y la salida en préstamo a domicilio; el estado físico del libro; la obsolescencia o actualidad del tema tratado (especialmente en ciencias exactas o tecnología); la pertinencia en la colección, es decir, si el tema entra en los tratados por la biblioteca, etc. Aunque, también podemos encontrar una serie de manuales ya muy probados que, en combinación con las reglas de la propia biblioteca, pueden ayudarnos a identificar aquellos materiales que realmente ya dieron lo que debían a la biblioteca, por ejemplo, Weed to achieve: a fundamental part of the public library mission? de Juris Dilevko y Lisa Gottlieb y Crew: a weeding manual for modern libraries, uno de los más conocidos y utilizados; otros documentos menos conocidos pero igual de valiosos son Menos es más o el valor del expurgo,
Guía para el expurgo de la bibliotecas públicas en el SNBE
y Pautas para establecer una política de colecciones en una biblioteca pública.
Sin embargo, a pesar de las reglas y la importancia del descarte, siempre queda la duda de si lo hicimos bien y nos guste o no hemos de estar conscientes que esta decisión generará polémica entre los usuarios, especialmente entre aquellos que desconocen lo necesario de este proceso. En el caso de la Biblioteca Pública de Berkeley es comprensible la indignación y se agradece la unión de los usuarios para defender y dar marcha atrás a lo que pareció ser un capricho del director; pero, como ya lo dije, siempre queda la duda y siempre causará incomodidad hablar de títulos y ejemplares descartados, así que, ¿cómo rescatar a los libros condenados al descarte en las bibliotecas?
Esto me trae a la mente Library: making space, el capítulo 8 del libro The Shelf: From LEQ to LES: Adventures in Extreme Reading, un libro por demás interesante donde su autora Phyllis Rose habla de las reflexiones que le dejó autoimponerse la tarea de leer todos los libros del estante LEQ a LES de la Biblioteca de la Sociedad de Nueva York. En algún momento de su recorrido por el estante escogido se percató que el libro que estaba en la lista de espera ya no se encontraba en la estantería porque había sido removido de la biblioteca durante el fatídico proceso de descarte.
La reflexión final de esta lectura y que supongo la mayoría de los bibliotecarios conocemos para no condenar a nuestros materiales al descarte –y aunque en el ciclo de vida de un libro en la biblioteca hay de descartes a descartes, infortunadamente no todos los materiales tienen una segunda oportunidad en otras bibliotecas o colecciones personales– es precisamente haciéndolos circular, es decir, ir a la biblioteca y sacarlo de la estantería, leerlo en sala o llevarlo en préstamo a domicilio, buscarlo en el catálogo; dejarle pistas al bibliotecario encargado de este proceso de que este material ha sido usado. De otra forma, como usuarios estamos contribuyendo y condenando a los materiales al descarte.