Había una vez una niñita a la que su madre le dijo que llevara pan y leche a su abuela. Mientras la niña caminaba por el bosque, un lobo se le acercó y le preguntó a dónde se dirigía.
– A la casa de mi abuela, le contestó.
– ¿Qué camino vas a tomar, el camino de las agujas o el de los alfileres?
– El camino de las agujas.
El lobo tomó el camino de los alfileres y llegó primero a la casa. Mató a la abuela, puso su sangre en una botella y partió su carne en rebanadas sobre un platón. Después se vistió con el camisón de la abuela y esperó acostado en la cama.
La niña tocó a la puerta.
– Entra, hijita.
– ¿Cómo estás, abuelita? Te traje pan y leche.
–Come tú también, hijita. Hay carne y vino en la alacena.
La pequeña niña comió así lo que se le ofrecía; mientras lo hacía, un gatito dijo:
– ¡Cochina! ¡Has comido la carne y has bebido la sangre de tu abuela!
Después el lobo le dijo:
– Desvístete y métete en la cama conmigo.
– ¿Dónde pongo mi delantal?
– Tíralo al fuego; nunca más lo necesitarás.
Cada vez que se quitaba una prenda (el corpiño, la falda, las enaguas y las medias), la niña hacía la misma pregunta; y cada vez el lobo le contestaba:
– Tírala al fuego; nunca más la necesitarás.
Cuando la niña se metió en la cama, preguntó:
– Abuela, ¿por qué estás tan peluda?
– Para calentarme mejor, hijita.
– Abuela, ¿por qué tienes esos hombros tan grandes?
– Para poder cargar mejor la leña, hijita.
– Abuela, ¿por qué tienes esas uñas tan grandes?
– Para rascarme mejor, hijita.
– Abuela, ¿por qué tienes esos dientes tan grandes?
– Para comerte mejor, hijita.
Y el lobo se la comió.
Fuente: La gran matanza de gatos y otros episodios de la historia de la cultura francesa (Darnton, 1987). México : Fondo de Cultura Económica.
No se ustedes, pero para mi, esta versión de La Caperucita dista mucho de la versión que Charles Perrault incluyó en sus Contes de ma mère l’Oye en 1678 (Cuentos de Mamá Oca); o de la versión oficial y más inocente de 1812 de los Hermanos Jacob y Wilhelm Grimm, que fue posteriormente adaptada (aún más) por Disney y que nunca fue llevada a la pantalla.
Y es que así ha sucedido con muchos de los grandes clásicos de la literatura infantil, que en un inicio fueron relatos de la tradición oral europea y posteriormente retomados y “editados” para los niños; pues hubiera sido escandaloso para la sociedad francesa del siglo XVIII dejar que los niños leyeran el cuento original que tenía mucho de sexual y violento, y, para ser más exactos, en el siglo XVIII los niños no eran vistos como lectores.
Los primeros ejemplos de literatura infantil están completamente alejados de la narrativa “políticamente correcta” para niños, y esto se debe a que estas narraciones no surgieron pensando en los niños, eran historias que iban pasando de boca en boca; hasta que vinieron, en primer lugar Charles Perrault y dos siglos más tarde los hermanos Grimm y Hans Christian Andersen a “embellecer” estas historias de transmisión oral y dejarlas listas para los niños.
Así que si ustedes han crecido con las versiones oficiales y adoraron a la Sirenita; aplaudieron al Cazador cuando sacó a la Caperucita y a su abuela de las entrañas del lobo; quizá les gustaría saber que en el original la Sirenita murió al no obtener el amor del príncipe; y que en La Caperucita, no hay un leñador que venga a matar y castigar al Lobo, Caperucita es asesinada y posiblemente violada. Las versiones originales provenientes de la tradición oral no tienen un final feliz, no hay moralejas, ni castigos por malos comportamientos.
Hola Verónica:
Después de un periodo de calma y reflexión he vuelto con aires renovados, aunque mis entradas y yo nos hemos mudado a otro espacio que, espero te siga pareciendo interesante:
http://algundiaenalgunaparte.wordpress.com/
Muchas gracias por tus palabras de ánimo.
Seguiré visitando este interesante lugar, que enlazo como recomendado.
Saludos,
Pd: Continuaremos con las versiones de caperucita:
http://algundiaenalgunaparte.wordpress.com/tag/caperucita-roja/