
Cada 20 de julio celebramos el Día Nacional de Bibliotecario en México. A diferencia de otros años, tengo la impresión que en este 2020 hay un mayor ánimo de festejo o eso deja ver la extensa agenda de actividades en línea que distintas instituciones bibliotecarias han preparado para este lunes (en algunos casos se extiende toda la semana, y en otros, incluso, todo el mes), ya sea porque desde casa es más sencillo organizar varios eventos, ya sea porque los tiempos nos obligan a pensar más en celebrar cuando no es posible la cercanía, o porque hemos descubierto esas oportunidades que ahí estaban y no las habíamos explorado lo suficiente y la ocasión se presta para explotarlas al máximo.
He de confesar que no estaba muy convencida de poner este post de celebración en un contexto de pandemia, como si no fuera ya demasiado lo que se dice en todos lados. Pero nos guste o no, estos son los tiempos que nos ha tocado vivir; y si estos mismos tiempos nos obligan a buscar alternativas para celebrar -porque después de todo aún hay mucho por lo que celebrar-, hoy más que nunca también se hace necesario repensar nuestra labor.
Sin duda, esta pandemia nos agarró a todos muy descolocados, las y los profesionales de la información no hemos sido la excepción. De primera instancia tuvimos que cerrar las bibliotecas y tratar de dar el servicio lo mejor que se pudo en estas circunstancias. Desde luego, todos nos volcamos a utilizar redes sociales, videollamadas, talleres en línea y subir videos contando historias. No me voy a detener en lo que se ha hecho porque Ramón Salaberria ha recogido en JardinLac una buena muestra de lo bien que lo han hecho muchas bibliotecas en distintas partes del mundo y también Gonzalo Oyarzún nos platicó de algunos otros ejemplos en su charla, que pueden ver por acá.
Lo interesante es que ahora que comienza a abrirse una pequeña ventana de oportunidad para la reapertura en distintas bibliotecas alrededor del mundo (algunas ya están abiertas), surgen muchas dudas sobre cómo abrir y seguir brindando el servicio en un contexto donde existe un gran temor hacia el otro y donde hay que guardar sana distancia, donde muy seguramente la estantería tendrá que permanecer cerrada y donde tendremos que restringir en un primer momento las reuniones para presentaciones de libros o las diversidad de actividades que se llevan a cabo en una biblioteca.
Y es precisamente bajo esta premisa que debemos de repensar nuestra labor, se vuelve indispensable e ineludible reflexionar: ¿se trata sólo de hacer videoconferencias o talleres en línea? ¿se trata sólo de subir videos donde leemos libros? Estos experimentos han resultado interesantes y también muy reveladores, pero ¿eso es todo? Espero que esto sea sólo el inicio y que nos estemos planteando cómo podemos seguir a distancia y presencial.
Sin duda, estos meses la tecnología nos ha dado una buena muestra de lo útil que es (a ratos también abrumadora y cansada), a la mayoría nos ha mantenido unidos, pero no estoy tan segura que nos hayamos detenido a pensar qué pasa con todos aquellos que no cuentan con estos recursos. Al menos en el contexto biblioteca pública no podemos pasar de largo a todos esos usuarios y por ello, hoy más que nunca debemos entender que es sólo una herramienta más.
Repensar nuestra labor tiene mucho que ver con aterrizarla en esa “nueva normalidad” de la que tanto se habla, tratar de dilucidar si queremos regresar a esa “antigua normalidad” de la que este virus nos obligo a salir y que hemos de admitir, tampoco estaba tan bien. Repensar nuestra labor en este contexto de “nueva normalidad” implica abrir espacios y oportunidades de diálogo, ofrecer certidumbre, espacios seguros, hospitalarios, espacios de acogida para todas y todos; y desde luego, lograr lo anterior implica que resolvamos el espacio y la cercanía en un momento que parecen tan amenazantes.
Así que colegas, bienvenida la celebración por el Día Nacional del Bibliotecario en México y que ésta venga de la mano de una reflexión seria, con menos autocomplacencia y más autocrítica. Porque ni “todo tiempo pasado fue mejor”, pero tampoco “nada de que se hizo antes funcionaba”. Pensemos en dónde estamos y hacia dónde nos queremos dirigir.