En el marco de la celebración del 5o aniversario del blog, hoy toca el turno El antes, el hoy y el después de la lectura de mi queridísima Gemma Lluch, Doctora en Filología y Premio Extraordinario de Doctorado de la Universitat de València y docente en varios másteres en la misma universidad; colabora también en el Máster de Promoción de la Lectura y Literatura Infantil del Cepli-UCLM; sus líneas de investigación son:
- Análisis de narrativas paraliterarias y audiovisuales para adolescentes.
- Diseño, análisis, evaluación e investigación de prácticas de lectura [en la Web 2.0].
- Literatura infantil y juvenil.
A Gemma tengo el gusto de conocerla personalmente y compartir intereses por la promoción lectora, un placer tener la oportunidad de platicar con ella; si ustedes la tienen, no la dejen pasar.
Yo los dejo con su contribución, qué mejor que ella para tratar sobre la lectura, ella dice que de forma algo respondona, yo creo que en estos temas a veces debemos ponernos así. Gemma, muchas gracias por aceptar ser parte de esta celebración, me siento más que honrada.
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La nostalgia es un sentimiento que no practico. No creo que el pasado sea necesariamente un tiempo mejor. Ni pienso que el futuro (necesariamente) mejorará el presente. El tiempo, y la historia, es algo…
Esta introducción es necesaria porque quería reflexionar un poco sobre la lectura y su promoción. No hace mucho, le decía a un amigo mexicano que en países como Chile o Colombia o México el concepto y la forma de promocionar la lectura ha cambiado y mucho. Afortunadamente, para bien.
Observaba como tradicionalmente la promoción de la lectura (la manera de extenderla, entenderla y ejecutarla) la llevaban a cabo personas de clases altas, mayoritariamente mujeres y que la practicaban como una forma de llevar la buena nueva a las clases bajas. Me recordaba a menudo una acción habitual en España, el día de la Cruz Roja, en el que las “señoras” salían a la calle con su mejor sonrisa para pedir dinero y darlo a los pobres.
En este contexto la lectura se transformaba en “la sagrada lectura” pero, ¿todo tipo de lectura?
Hace tiempo que esta manera de entender la lectura como un “lee lo que me sobra pero no leas lo que a mí me gusta (y me distingue) porque entonces seremos iguales y qué nos diferenciará” ha cambiado.
A menudo, la lectura ha sido un distintivo de clase social. No he podido olvidar (porque me resultó escandaloso) el comentario que un famoso divulgador hizo en un foro sobre lectura. Ante cientos de personas afirmó que los planes de lectura no eran útiles. Y más adelante remató el comentario al describirnos su idílica infancia: “mi mamá tocando el piano, aquella biblioteca inmensa de mi papá que me invitaba a leer…”.
Mi indignación se transformó en carcajada cuando una señora valiente le preguntó: “Y los que no tenemos mamá que toca el piano, ni papás con biblioteca… Si no hay planes de lectura, qué hacemos…”. Y al famoso, se le rompió la nostalgia y entendió que todos aspiraban a leer lo mismo que él… Creo que hay que entender este pasado sin renegar de él, al contrario, eligiendo lo bueno que dejó para intentar mejorarlo. Porque desde él, evaluando las fortalezas y las debilidades de aquel escenario podemos diseñar, construir y ejecutar buenos Planes de Lectura, buenas prácticas de lectura en las que leer se convierte en un verbo abierto y plural, ligado a las necesidades y voluntades de los actores que intervienen.
En este nuevo panorama hace tiempo que los blogs ocuparon un lugar. Lugares a veces perdidos en Internet donde sus autores pacientemente escriben sobre lo que leen, lo que reflexionan o lo que ven. Lugares que pacientemente ganan su lugar entre el tiempo de los lectores. Y una vez ganado, se quedan e instalan. Y es entonces cuando el lector espera el nuevo post, la nueva escritura…
Eso me ocurre con cada nuevo post de uvejota donde leer es aprender, conocer, saber… Cada post me propone una lectura, un interrogante, un camino para transitar… Y eso también es lectura, más allá del papel, más allá del libro y más allá de los géneros tradicionales. Gracias, uvejota por compartir, por alimentar este espacio que, desde un lugar a muchas horas de avión, te disfrutamos.