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2 Comments

  1. Juan Manuel Zurita Sánchez
    3 agosto, 2008 @ 21:35

    Qué tal Vero:

    Comparto totalmente tu preocupación en torno a la utilidad y pertinencia que los sistemas de clasificación (más allá de Dewey) pueden tener para los usuarios de una biblioteca. De hecho puedo decirte que ese ha sido un tema que me ha dado vueltas en la cabeza desde hace mucho tiempo. No obstante, me parece que habría algunas cosas que puntualizar.
    Cuando hablamos de un sistema de clasificación bibliotecario nos estamos refiriendo a una taxonomía que permite ubicar “físicamente” una obra y sus ejemplares dentro de un universo documental, dícese biblioteca. Por lo mismo, y pensando de manera pragmática, un sistema de clasificación bibliotecario cumple con el sencillo cometido de ubicar de manera unívoca un libro dentro de la biblioteca, es decir, identificar una obra para que cualquier bibliotecario pueda encontrarlo en un solo lugar y no en otro. En ese sentido el sistema casi es perfecto.
    Al respecto me podrías preguntar ¿qué diferencia hay entonces entre el orden de una clasificación empleada en una biblioteca con el que se utiliza en una librería? A lo que yo te contestaría, la diferencia está en que el sistema de clasificación bibliotecario fue pensado para que lo manejara y entendiese un bibliotecario y no precisamente un usuario, a diferencia de lo que ocurre en una librería, donde los sistemas de clasificación u ordenación sí fueron desarrollados en función del usuario, o mejor dicho el cliente. Por esa razón es que los sistemas de clasificación resultan ser tan complicados para el común de los usuarios, pues fueron pensados principalmente para resolver tareas administrativas de la biblioteca más que para satisfacer necesidades de búsqueda y localización de los usuarios (esto más allá de lo que en algún momento se pueda llegar a interpretar de las palabras del propio Melvin Dewey).
    Los problemas de los sistemas de clasificación bibliotecarios comenzaron justo cuando las bibliotecas empezaron a dar servicio de estantería abierta, lo que provocó que el bibliotecario no fuera el único que debía conocer el funcionamiento de esos sistemas. Fue entonces que las bibliotecas se vieron obligas a enseñar a los usuarios a “navegar” entre los estantes siguiendo las pautas que el sistema de clasificación marcaba, cosa que desde entonces no ha sido para nada fácil y de ahí la disyuntiva que actualmente se presenta y se deja leer en tu post.
    Particularmente pienso que los sistemas de clasificación bibliotecarios han sido uno de los inventos más importantes en la historia de la bibliotecología y documentación, pues han permitido distinguir a la biblioteca de las librerías precisamente porque aplican principios de carácter científico a la ordenación de materiales, pero esto ha traído como consecuencia que los usuarios vean con extrañeza la utilización de estos sistemas y encuentren dificultades al momento de localizar un material o libro.
    Pero creo que problema no radica en los sistemas de clasificación en sí, sino en que los bibliotecarios que no han logrado transmitir a los usuarios el espíritu y la importancia que los sistemas de clasificación tienen para la biblioteca y por ende para ellos. Es ahí donde la “educación de usuarios” ha fracasado totalmente por muchos años, y seguirá fracasando sino no se cambia de mentalidad sobre el papel que juega un sistema de clasificación dentro de la biblioteca.
    Considero que todo esto es producto de la “deformación” que los bibliotecarios hemos sufrido cuando aún estamos en las aulas (al menos en México), pues regularmente se nos enseña la utilización de un sistema de clasificación alejado de los principios científicos e históricos que dan sustento a su funcionamiento y empleo. Sin duda esto nos habla de un desconocimiento enorme por parte de los profesores acerca de las intenciones y propósitos originales de nuestra teoría bibliotecaria, misma que es trasmitida tristemente de generación en generación de forma vacía y sin sentido por quienes se dedican a la docencia en el gremio. Suenan duro estas palabras, pero sin duda esto ha sido una constante dentro de nuestra formación bibliotecaria en casi todos sus campos.
    Quizá he sonado un poco conservador, pero me parece que ciertas cosas valen la pena precisar para tratar de verlas en su justa dimensión. Así que creo que a Shonda Brisco le faltaría mencionar un par de cosas más. Te mando un saludo y seguimos.

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  2. uvejota
    4 agosto, 2008 @ 11:09

    Juan: Excelente comentario, no puedo más que estar de acuerdo contigo, de hecho el post lo que pretende es mencionar lo mismo que tú dices: los sistemas de clasificación son útiles, desde luego que sí, pero sólo para el bibliotecario, está pensado para nosotros, nuestra organización; el usuario en raras ocasiones los comprende y es ahí, como tú lo mencionas, donde estamos fallando: la “educación de usuarios”. Especialmente cuando decidimos abrir las estanterías para lograr un usuario más independiente, suena bien, sí, pero dejamos la estantería con organización comprensible para nosotros, no para ellos.

    El post de Shonda Brisco, al parecer intenta dar una solución a este problema; se queda corta, quizá sí, desde luego no es tan sencillo , pero presenta una alternativa que debe estudiarse y pulirse; y por qué no? presentar nuevas alternativas, si es que esta no sirve.

    Puntualizo nuevamente, yo no estoy en contra de los sistemas de clasificación, ni cuestiono su utilidad; lo que cuestiono es simplemente la utilidad para el usuario (es un hecho que la gran mayoría no los comprende) y la necesidad de invertir 4 años en estudiarlos.

    Saludos y muchas gracias por el comentario.

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