Buenas noticias para todos los lectores: los lectores viven más o, para ser exactos, en promedio dos años más que el resto de las personas. Lo anterior, de acuerdo con un estudio realizado por un equipo de investigadores de Yale University’s School of Public Health y publicado con el título A chapter a day: Association of book reading with longevity en el número 164 de 2016 de la revista Social Science & Medicine.
Para ello se estudió a un grupo de 3,635 personas mayores de 50 años y se descubrió que aquellos que leían un promedio de 3.5 horas a la semana vivían 23 meses más que aquellos que no realizaban esta actividad.
“Cuando los lectores fueron comparados con los no lectores en el 80% de la mortalidad (el tiempo que toma que un 20% del grupo muera), los no lectores vivieron 85 meses (7.08 años), mientras que los lectores vivieron 108 meses (9 años) después de la base,” escribieron los investigadores. “Así que leer libros proporcionó una ventaja de 23 meses de supervivencia.”
Pero antes de que te emociones y te pongas a leer como loco, recuerda que además de que sólo bastan 3.5 horas a la semana, también debes saber que este estudio sólo muestra una asociación entre lectura y longevidad, no una relación de causa y efecto. Sin embargo, lo anterior estaría apoyando algunas teorías y otros estudios que aseguran que la lectura mantiene al cerebro ocupado, lo que implica también mantenerlo en forma y, un cerebro ejercitado es un cerebro que vive más.
Los lectores viven más leyendo libros
Por cierto, que si estás interesado en extender 23 meses más tu periodo de vida, la lectura de periodicos o revistas no entra en el paquete. Para lograrlo deberás leer libros –me pregunto si también habrá alguna relación o cambio entre la lectura de libros físicos y electrónicos–. Lo anterior debido a que la atención requerida es mayor que frente a otro tipo de lecturas y crea un efecto de compromisio cognitivo que podría explicar por qué las habilidades como el vocabulario, el razonamiento, la concentración y el pensamiento crítico se mejoran con la exposición a los libros.
Pero no sólo eso, la lectura promueve también la empatía, la percepción social y la inteligencia emocional, todos ellos procesos cognitivos de los que ya hemos hablado en esta serie de Beneficios de la lectura y que pueden llevar a una mayor supervivencia.
Pues eso, que quizá sin saberlo muchos de ustedes ya estén asegurando 23 meses más de vida que podrán pasar… leyendo quizá. 🙂
El día de hoy y tras una gran expectativa se lanzó finalmente el Library Map of the World de la IFLA en la WLIC 2017 (IFLA World Library and Information Congress) realizada en Wrocław. Un mapa que, como bien indican en la nota de la IFLA, responde a la necesidad crítica de recopilar y compartir información básica sobre las bibliotecas (nacionales, académicas, públicas, comunitarias, escolares y de otro tipo) en distintas partes del mundo.
A lo largo de este año la IFLA ha estado colaborando con asociaciones bibliotecarias nacionales, bibliotecas nacionales y otras instituciones alrededor del mundo para recopilar los datos estadísticos de las diferentes bibliotecas. En esta primera versión se recogen datos de 75 países de todas las regiones del mundo, se incluye México; sin embargo se seguirán recopilando datos hasta octubre de este mismo año, fecha en la que los resultados serán analizados.
Pero además de brindar información sobre el número de bibliotecas en cada país, lo interesante del Library Map of the World de la IFLA es que ofrece otros datos que además de reveladores, pueden ser de gran utilidad para conocer un poco el panorama bibliotecario en cada país y región, por ejemplo, el número y tipo de bibliotecas que tienen conexión a internet, cuántos usuarios registrados tienen los diferentes tipos de bibliotecas, el número de personal y voluntarios, las visitas físicas, y, un dato que me parece especialmente importante, el número de préstamos de libros y de libros electrónicos en las bibliotecas.
El Library Map of the World de la IFLA también nos ofrece los números globales por región. La comparativa entre las distintas regiones resulta, por lo menos, sorprendente. Por ejemplo, América Latina y el Caribe se encuentra en el tercer lugar de número de bibliotecas; sin embargo, es la segunda región que más libros electrónicos presta.
Un mapa que además de presentar datos interesantes e importantes del panorama bibliotecario para cada país, ofrece también datos cualitativos:
El Library Map of the World también proporcionará acceso a historias que muestran la forma en la que las bibliotecas de distintos países contribuyen a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sustentable de Naciones Unidas [SDG, por sus siglas en inglés] y funcionan como socios para satisfacer necesidades locales de desarrollo. Hay disponible un pequeño número de historias de buenas prácticas en SDG para inspirar a más bibliotecas y países a compartir sus experiencias en el sitio.
Library Map of the World: más allá de los números
Sin duda, una primera etapa que ha valido mucho la pena y que da mucho para reflexionar en materia bibliotecaria en lo global, pero especialmente en lo nacional (en este caso he estado revisando los datos de México ofrecidos por la AMBAC): qué nos dicen esos números, y qué más importante, cómo utilizar, como mejorarlos, nuestra percepción se corresponde con los datos oficiales, cambiarían estos datos en caso de que participen más instituciones nacionales en la recopilación de los mismos, etc.
Ya anteriormente les hablaba sobre la extensión de los libros; hoy me encuentro otra curiosa infografía que también habla sobre la extensión de los libros ya no sólo en páginas, sino en el tiempo de lectura que nos tomará llegar hasta la última.
Esta infografía fue diseñada por Personal Creations y toman algunos de los libros más representativos de la literatura (clásicos y best sellers) para decirnos el tiempo de lectura aproximado que tendremos que invertirle a cada libro y la cantidad de palabras para cada historia. Desde luego, el tiempo está contabilizado para las ediciones en inglés; si te interesa o ya has leído la edición en español de alguno de estos libros, el tiempo de lectura es desde luego más largo.
En primer lugar de los menos extensos encontramos Antigona de Sófocles, representado por primera vez en el 442 a. C. Si te interesa leer este libro no te preocupes, pues sólo te tomará una hora leerlo, minutos más, minutos menos. En realidad una hora dedicada a la lectura no resulta tan intimidante, ¿verdad?
En el lado opuesto, tenemos a Canción de hielo y de fuego de George R. R. Martin. Este libro se publicó por primera vez en 1996 y desde ese entonces a la fecha a sus lectores les ha tomado leer las 1,770,000 palabras un aproximado de 98 horas, o lo que es lo mismo a poco más de cuatro días. Casi 100 horas dedicadas a la lectura, dice mucho de una actividad que creemos amenazada en esta época.
Por cierto, quizá 1,770,000 palabras para una historia les parezca mucho, pero no es nada en comparación con las 4,410,000 palabras del libro The wheel of time de Robert Jordan registradas por Wikipedia, un libro que no aparece en esta infografía porque quizá no figura entre los más populares
En segundo lugar de los libros más extensos encontramos los siete libros de la saga de Harry Potter. Leer toda la saga nos tomará más de 60 horas, sin contar Harry Potter y el legado maldito, la entrega más reciente que originalmente fue una obra de teatro. Otras publicaciones del universo HP tampoco están contempladas en este conteo.
La Biblia se lleva el tercer puesto de los libros más extensos. El interesado en leerlo deberá destinar más de 44 horas de lectura o casi dos días. Por cierto, no imagino cuánto tiempo implicaría leer este libro si se incluyeran todos aquellos textos apócrifos.
En cuarto lugar de los libros más extensos encontramos Guerra y paz de Tolstoy. Este clásico de la literatura que nos tomará poco más de 32 horas leerlo. Seguido de la saga Crepúsculo de Stephanie Meyer, que nos tomará casi las 32 horas de Guerra y Paz.
Del tiempo de lectura, reflexiones
Pero más allá del mero dato curioso de esta infografía, en realidad nos da para reflexionar sobre el acto de leer en pleno siglo XXI, una época en la que se dice la lectura debe competir con todo tipo de distractores y actividades. Es curioso que, aún cuando se afirma que no leemos y/o que no tenemos tiempo para hacerlo, es la época en la que da la impresión que se publican libros más extensos, incluidas las sagas que a veces parecieran interminables, y ello no amedrenta a los lectores, de hecho, las sagas son precisamente las que se encuentran entre los más vendidos.
Con un poco más de ocio, esta infografía también daría para preguntarnos por qué cada vez se publican más sagas y por qué el lector parece aceptarlas sin mayor esfuerzo.
El trabajo opuesto de una bibliotecaria es el modelaje o, de esas cosas curiosas que se encuentra una cada tanto en internet, o echémonos a reír, o mejor, echémonos a llorar.
Resulta que el Departamento de Trabajo en Estados Unidos mantiene un detallado registro de las habilidades y tareas requeridas para cada profesión, desde habilidades físicas (la habilidad para mantenerse erguido o coordinar dos o más extremidades, por ejemplo :D), hasta aquellas que están relacionadas con el intelecto (saber programar). The Upshot, una sección de The New York Times, recopiló todas estas habilidades y tareas para poder determinar cuál es la profesión opuesta a la tuya, digo, por si has estado considerando cambiar de aires y comenzar de nuevo, nunca vienen mal estos datos.
Modelo: el trabajo opuesto de una bibliotecaria
Y a todo esto, ¿por qué UpShot dice que el trabajo opuesto de una bibliotecaria es una modelo? Una vez que llenas el debido campo y encuentras tu trabajo opuesto, Upshot menciona las habilidades más y menos utilizadas en cada profesión.
La principal habilidad desarrollada por una bibliotecaria es la arqueología y la historia, mientras que una modelo tiene la habilidad de mantener el balance (sea lo que sea que eso signifique para ambos casos). En la segunda habilidad para una bibliotecaria está educación y entrenamiento; por su parte, una modelo debe desarrollar una fuerte coordinación corporal.
¿Y cuáles son las habilidades menos desarrolladas por ambas profesiones?
Resulta que la habilidad que menos desarrolla una bibliotecaria es la percibir las cosas, y esto aunque no sé si necesariamente cierto, me lleva a pensar en tantas y tantas bibliotecarias y bibliotecarios con mala cara en la recepción y brindando poca ayuda a los usuarios. Otra habilidad que no desarrollamos o que casi no usamos es la de coordinar dos o más extremidades… y aquí sí que me he quedado perpleja, patidifusa, turulata…
A una modelo no se le da bien aquello de monitorear procesos y materiales, y tampoco se le da bien aquello de identificar objetos, acciones y eventos, y procesar información.
Sin duda, un ejercicio curioso y muy divertido (visto por el lado amable, claro) que, por supuesto, no va más allá, porque como en todo, hay de bibliotecarias a bibliotecarias y, desde luego, de modelos a modelos. Por el lado de las bibliotecarias (que es el que conozco, je), puedo asegurar, que tengo la capacidad de coordinar dos o más de mis extremidades.
Pero más allá de la broma, como lo mencionan en el artículo de UpShot esta serie de habilidades y tareas además de ayudarnos a dejar de pensar un poco en lo obvio de cada profesión y en las actividades realizadas, también nos ayuda a analizar aquellas habilidades que deberíamos desarrollar o si sería de utilidad desarrollarlas. Y lo más importante, qué habilidades y actividades tenemos que no se encuentran contempladas en estas listas y cuáles están basadas en meros prejuicios.
Ya para terminar un dato curioso (sí, otro): además de los bibliotecarios, algunas otras profesiones que tienen al modelaje como su opuesto son el editor de noticias y el maquetador. El opuesto del técnico en bibliotecas y del archivero es el físico
¿Qué significa hacer una biblioteca accesible para todos? Es una pregunta que tiene un sinnúmero de respuestas. Entendida la accesibilidad como “…el grado en el que todas las personas pueden utilizar un objeto, visitar un lugar o acceder a un servicio, independientemente de sus capacidades técnicas, cognitivas o físicas” (Sí, todo el dato de Wikipedia, porque la RAE se quedó muy corta), hacer una biblioteca accesible significa que todas las personas la puedan usar sin importar sus capacidades y/o condiciones.
La accesibilidad es un tema en boga y políticamente correcto, pero llevarlo a la práctica no es tan sencillo; la accesibilidad es un tema que va más allá de poner rampas y/o letreros en braille y que, sin duda, debe comenzar con la sensibilización del bibliotecario respecto al otro, a la diversidad y a las distintas necesidades, de información sí, pero también físicas, técnicas y cognitivas, de los usuarios. Sólo entendiendo y conociendo estos aspectos se puede planear una biblioteca accesible en la que tanto el personal bibliotecario, como el espacio físico, los materiales y servicios sean realmente accesibles.
Una biblioteca accesible: por dónde comenzar
En este proceso de sensibilización del personal bibliotecario, la ASCLA (Association of Specialized and Cooperative Library Agencies), una división de la ALA, cuenta con Library Accessibility: what you need to know, una serie de útiles consejos sobre los diferentes tipos de accesibilidad al interior de la biblioteca, por ejemplo: accesibilidad para usuarios con autismo, voluntarios con discapacidad, enfermedades mentales, sordos, discapacidades físicas, visión, etc.
Esta serie de consejos nos ofrecen un panorama bastante esclarecedor sobre las distintas discapacidades y necesidades específicas. Por mencionar el ejemplo que supuestamente más “desarrollamos” en las bibliotecas: al planear servicios para ciegos y débiles visuales, cometemos el error de hacerlo sólo en términos de señalética, acervo en braille y quizá software especial; sin embargo, de acuerdo con Library Accesibility debemos comenzar por entender la diferencia entre los ciegos y los débiles visuales y evitar ponerlos en un mismo grupo, pues sus necesidades no son las mismas; otros consejos van desde el tipo de acervo requerido, hasta la forma en la que el bibliotecario debe comportarse con el perro guía, en caso de que el usuario lleve uno.
Existe también el Proyecto ENABLE que será de gran utilidad para conocer más sobre el tema de accesibilidad. Además de toda la información que aparece en el sitio, el proyecto ENABLE ofrece capacitación para desarrollar servicios y programas bibliotecarios apropiados para estudiantes con discapacidades.
En México, independientemente si se ha trabajado mucho o poco sobre la accesibilidad en bibliotecas, no existe documentación, no al menos de forma oficial en las instituciones bibliotecarias. Lo más cercano para comenzar a conocer del tema es el CONADIS (Consejo Nacional para el Desarrollo y la Inclusión de las Personas con Discapacidad), aunque nada que ver con la información ofrecida por la ASCLA o ENABLE.
Resulta evidente la necesidad de comenzar a investigar y producir información sobre bibliotecas accesibles y ofrecer pautas para trabajar con poblaciones con necesidades especiales. Y mientras eso sucede, no está de más echarle un ojo a Library Accesibility y ENABLE para comenzar a conocer del tema y quizá implementarlo en nuestras bibliotecas.
Bibliomovil de la Biblioteca Proença Nova, ofreciendo servicios de prevención de la salud*
Las bibliotecas son más que libros es algo que se viene diciendo mucho últimamente; a pesar de ello, en ocasiones me da la impresión que no lo tenemos realmente claro cuando abanderamos esta frase. Allá afuera hay, sin embargo, varios ejemplos de las otras formas en las que las bibliotecas son más que libros al estar involucradas con sus comunidades y al ir más allá de un simple espacio que alberga libros.
Uno de ellos y mi favorito es el trabajo que está haciendo la Biblioteca Vasconcelos para ofrecer a sus usuarios un espacio para estar: talleres, bibliotecas humanas, sala de lengua de señas, apoyo a usuarios para obtener su acta de nacimiento, además de las formas de uso “alternas” por parte de los usuarios; entre otras muchas otras actividades y servicios que si las mencionara aquí no terminaría.
Hay también otro caso muy interesante que he estado siguiendo en la cuenta del querido Nuno Marçal, bibliomovilero de la Biblioteca Proença Nova, en Portugal, donde están utilizando el servicio de bibliomovil para llevar, además de libros, servicios médicos de prevención a las comunidades que visitan.
¿A qué nos referimos realmente cuando decimos que las bibliotecas son más que libros? En caso de que aún no lo tengamos claro con los ejemplos que menciono arriba, les comparto How librarians are helping to combat America’s Opioid Crisis una nota por demás interesante publicada en el blog de Overdrive sobre el trabajo de las bibliotecas y sus biblitotecarios como respuesta al creciente consumo de opiáceos y otro tipo de drogas en Estados Unidos.
De acuerdo con el artículo, la gente que murió de sobredosis en 2015 es 10 veces mayor que la registrada en 1971; de las 33,000 muertes por sobredosis de opiáceos registradas en 2015, la mitad fueron resultado del uso de heroína y mezcla de heroína-fentanyl.
Y bien, ¿qué tiene esto que ver con con los bibliotecarios y con que las bibliotecas son más que libros?
En áreas de Estados Unidos, como Pensylvania, donde se ha incrementado significativamente el uso de opiáceos, los bibliotecarios están recibiendo entrenamiento para administrar Naloxona, una droga que ayuda a revertir la sobredosis por opiaceos y que es conocida comercialmente como Narcan, a personas con sobredosis que deambulen en los terrenos de la biblioteca. Lo más interesante es que los bibliotecarios ha administrado en tantas ocasiones el Narcan en spray que ya son capaces de reconocer a qué tipo de sobredosis por opiáceo se enfrentan.
Desde luego, este tipo de situaciones presenta muchas interrogantes y aristas: habrá quienes digan que no es responsabilidad de los bibliotecarios enfrentarse a usuarios con sobredosis, pero ¿dónde queda aquello de que la biblioteca está al servicio de su comunidad? Todos los días recibimos todo tipo de usuarios, debemos estar preparados para detectar el problema y también estar preparados para cualquier eventualidad, en este caso la muerte por sobredosis de un usuario en la biblioteca.
No todos los bibliotecarios deben saber administrar Narcan, pero en las bibliotecas que están recibiendo un número creciente de usuarios con una potencial crisis por sobredosis, los bibliotecarios deben estar preparados para enfrentar la situación y no para negar el acceso. Mientras que algunos bibliotecarios en zonas que registran este problema se enfocan en la prevención, por ejemplo, limitando el tiempo del uso del sanitario para evitar que los usuarios lo utilicen para drogarse; otros bibliotecarios, por su parte, se enfocan en la respuesta ante la crisis: “¿quién se queda acompañando a la víctima, quién llama al 911? ¿quién desaloja a los niños de la sala? ¿o quién espera a la ambulancia?” Y sí, como ya vimos, también hay bibliotecarios que están capacitándose para administrar Narcan.
Otros bibliotecarios y voluntarios de bibliotecas en Denver y San Francisco también se están capacitando en la administración de Narcan. No hay opción, aprenden a administrar el antídoto o corren el riesgo de que el usuario muera mientras esperan la llegada de la ambulancia.
Algunos dirán que lo mejor que puede hacer el bibliotecario es negar el acceso a estos usuarios; esto además de ir en contra de los preceptos del Manifiesto de la UNESCO sobre la biblioteca pública, no garantiza que afuera de la biblioteca no se presente este problema, al final de cuentas el bibliotecario tendrá que dar una respuesta para controlar la crisis. Por cierto, que el problema no se limita simplemente al derecho al acceso, las Bibliotecas en Washington han tenido que cerrar varios días el servicio debido a que las agujas utilizadas para drogarse taparon las cañerías, pero las agujas tiradas en los patios o los baños de las bibliotecas constituyen también un peligro para otros usuarios, especialmente los niños.
Y sí, las bibliotecas son más que libros
Como ven, es un problema muy complejo en el que los bibiotecarios no se están cuestionando si permitir o no el acceso a la biblioteca a esos usuarios (acá conozco casos de usuarios y también de algunos bibliotecarios que cuestionan duramente a las bibliotecas públicas por permitir la entrada de indigentes solo porque huelen feo, no es broma, los he escuchado 🙄), están detectando el problema, están haciendo labor de prevención y por último, se están preparando para responder a una posible crisis.
Hace algunos meses les hablaba de la labor social del bibliotecólogo, este es un gran ejemplo de labor social, quizá no el que más nos guste, pero sin duda es una manera de mostrar que el bibliotecólogo tiene un papel social importante y que, desde luego, las bibliotecas son más que libros.
Yo no sé si los bibliotecarios, en materia de organización de sus bibliotecas personales, nos caractericemos por ser candil en la calle y oscuridad en nuestra casa, en mi caso confieso que sí. El panorama general de mi biblioteca personal es: en un lugar están los libros por leer y, una vez leídos, pasan a los estantes en los que de una forma muy poco rígida se encuentran organizados por temas (…hum, más o menos): los libros que hablan sobre libros y temas relacionados (bibliotecología, historia del libro, etc.), lengua y escritura, literatura, literatura infantil y juvenil, libros de otros temas y, párenle de contar, una vez que llegan a ese estante con nada ortodoxa organización temática, se van moviendo porque cada cierto tiempo vuelvo a ellos y creo que nunca los devuelvo al lugar en el que estaban originalmente. Existe una tercera categoría donde impera el total desorden: todos mis libros electrónicos regados en las distintas apps donde los leo.
Seguramente habrá bibliotecarios que tenga sus biblioteca personal organizada en el más estricto orden, habrá incluso aquellos que hayan implementado algún sistema de clasificación usado en distintas bibliotecas alrededor del mundo, por ejemplo, el Sistema de Clasificación de Dewey o el de la Biblioteca del Congreso, por mencionar los más conocidos. Habrá incluso aquellos bibliotecarios que tengan los libros de su biblioteca personal con tejuelos y sellos en sus cantos, para esos mi más profunda admiración…
En fin, que todo lo anterior viene a colación porque Librarything publicó en su blog el post Tu biblioteca personal en Dewey en el que informan sobre un desarrollo bastante interesante que permitirá conocer cómo está organizada la biblioteca personal de cada usuario de acuerdo con el Sistema de Clasificación Decimal Dewey (CDD). Cuando el usuario accede al siguiente link https://www.librarything.com/profile/MEMBERNAME/stats/ddc puede ver la panorámica de su biblioteca personal distribuída según la CDD –porcentaje y número de libros en cada clase principal–, pero también podrá ver la distribución por subclases, por ejemplo, de los libros que tiene en el 800 (Literatura), cuál es el porcentaje de libros en el 860 (Literatura española y portuguesa) o el porcentaje en el 870 (Latín), etc. Desde luego, explorando un poco más podrá ver qué títulos están exactamente en qué clasificación.
Estoy segura que más de un bibiotecario, independientemente de si tienen organizada su biblioteca personal con todo rigor o no, encontrará interesante conocer la clasificación que impera en su biblioteca de acuerdo con la CDD. Desde luego, resultará más interesante en la medida que el usuario tenga más libros agregados a su perfil. En mi caso, resultó sorprendente ver que cuento con libros ubicados en la clase 500 (matemáticas), nunca lo hubiera esperado, lo que sí esperaba era encontrar libros en literatura, lenguas y generalidades.
Ahora que lo pienso, este nuevo desarrollo de LibraryThing puede resultar de mucha utilidad si el usuario quiere comenzar a organizar su biblioteca personal al más puro estilo biblioteca pública. Y si no, bueno, de cualquier forma pasará un buen rato curioseando en sus lecturas personales.
Y, pues nada, que con todas estas novedades que está trayendo Librarything, como TinyCat el OPAC del que ya les hablaba hace unas semanas, se comienza a convertir en una de mis redes sociales favoritas relacionadas con el mundo del libro.
¿De qué modo los cuentos de hadas influyen en los niños? es la interesante interrogante que plantea Sheldon Cashdan en La bruja debe morir, un análisis para descubrir los significados simbólicos de los cuentos de hadas clásicos y su relación con los pecados capitales.
Según Cashdan, la ira, gula, lujuria, vanidad, envidia, avaricia y la pereza son pecados que podemos encontrar en los cuentos de hadas que se han venido contando a lo largo de la historia, desde los compilados por Perrault, pasando por los hermanos Grimm, cuentos de hadas provenientes de Rusia y Francia, literatura infantil del siglo XX como es el caso de El Mago de Oz e incluso algunas películas como Star Wars o Toy Story (aunque las dos últimas no estoy realmente segura si eran necesarias para la exposición del tema).
Y es precisamente lo que hace tan atractivas a estas historias incluso en la actualidad, pues enseñan a los niños que la bruja (quien personifica esos pecados y en quien en muchas ocasiones nos reconocemos) debe morir como única forma de exorcizar esa maldad y terminar con todo aquello que los niños encuentran en ellos mismos y que identifican como malvado. Recordemos el origen de todas estas historias (tradición oral), quién las contaba, por qué las contaba y en qué contexto se contaban y así quizá es posible entrever estos significados ocultos y en muchas ocasiones perturbadores: violaciones, asesinatos, muerte, engaños y un amplio etcétera que hoy en día nos cuesta relacionar con la edulcoración de Disney y sus princesas.
En La bruja debe morir se habla también de los cuentos actuales y la forma en la que se han modificado como respuesta a las inquietudes de hoy en día (heroínas que no necesitan ser rescatadas por el príncipe). Sobre el futuro de los cuentos de hadas y si tendrán cabida en los intereses de los niños del siglo XXI, Cashdan afirma:
En el fondo, los cuentos de hadas son una celebración de la vida. Encantan y fortalecen, y son hoy intemporales como lo fueron hace cientos de años. El impulso que subyace tras su fondo –la lucha secular entre el bien y el mal– resuena entre las líneas de Blancanieves, Cenicienta y El Mago de Oz, como resonará en las todavía no escritas historias del siglo XXI. Por eso, la bruja seguirá siendo una presencia esencia en los cuentos de hadas y nos hará conscientes de las fuerzas que en nuestro interior desafían a la concepción que tenemos de nosotros mismos.”
En el entendido de que los cuentos “…constituyen un mirador excepcional sobre la vida afectiva de los niños,” al final del libro, al más puro estido biblioterapéutico, encontrarán un apéndice en el que Cashdan expone el uso de algunos cuentos de hadas para trabajar con niños que presentan problemas específicos.
Aunque encuentro que algunos de los supuestos pecados capitales ocultos en los cuentos de hadas están explicados de forma muy simplista, La bruja debe morir expone una premisa interesante y es una buena oportunidad para conocer las distintas versiones de un mismo cuento y ver la forma en que, de acuerdo con el contexto histórico, social y político, historias como Cenicienta o La Bella Durmiente se han ido modificando y adaptando a distintas épocas. Este libro representa también una oportunidad única para acercarnos a historias que son poco conocidas, como es el caso de Las tres hilanderas, La princesa hábil, El enebro, El príncipe rana o El pescador y su mujer.
Ficha Título: La bruja debe morir: de qué modo los cuentos de hadas influyen en los niños Autor: Sheldon Cashdan Pie de imprenta: Debate, 2017. ISBN: 9788499927473