Por si todavía lo dudan
Hice un curso de lectura rápida y fui capaz de leerme La guerra y la paz en veinte minutos. Creo que decía algo sobre Rusia.
Woody Allen
(Visto en ¡Miau! El blog de cuatro gatos!)
Hice un curso de lectura rápida y fui capaz de leerme La guerra y la paz en veinte minutos. Creo que decía algo sobre Rusia.
Woody Allen
(Visto en ¡Miau! El blog de cuatro gatos!)
La semana pasada fui invitada a el día de libro en la escuela, una “Feria de Formación de Lectores” realizada en una de las tantas escuelas primarias del país. Recibí la invitación de parte de laMaestra Bibliotecaria, es decir, la profesora encargada de las actividades de formación lectora en dicha escuela.
En esta “Feria de Formación de Lectores,” la profesora de cada grado escolar (1o y 2o de preescolar, y 1o a 6o año de primaria) fue responsable de organizar una actividad relacionada con el acervo de la biblioteca de aula de ese grupo: Adivina cuál es (1er año), Dominó Literario (2o año), Librolandia (3er año), La puerta del saber (5o año), El árbol lector del saber y la diversión (6o año), etc.
Así, los pequeños en compañía del padre, madre, abuelo, tío (o quien pudo presentarse al evento), acudía a cada stand a realizar su actividad y al final los niños votaron por la actividad que más gustó. Cabe señalar que el stand ganador fue La puerta del saber, precisamente el de la Maestra Bibliotecaria, quien supo conjugar la lectura con el juego. Algo tan necesario en los tiempos que corren donde imperala prisa en la lectura y programas de formación lectora que desconocen la realidad de lectura en México.
No voy a decir que todas las actividades fueron buenas, algunas carecían totalmente de creatividad; sin embargo, otros stands resultaron una sorpresa muy grata y fue evidente que las profesoras se interesaron por realizar actividades atractivas para los pequeños, así como para los padres. Destacan dos stands que conjugaban perfectamente el juego con la lectura y donde se pretendía ver a la lectura como una actividad lúdica fuera de las obligaciones del aula.
Para mi fue una sorpresa muy grata asistir a esta actividad de formación lectora, también fue muy grato ver que no sólo involucraba a los niños, sino también a los padres y, desde luego, fue más grato comprobar que la lectura en la escuela puede ser algo más que obligatoriedad y evaluaciones, siempre y cuando exista la propuesta y el entusiasmo de los docentes por acercar no sólo a los pequeños a la lectura.
Definitivamente creo que, aunque se necesita destinar mucho tiempo, trabajo y creatividad a actividades como ésta, son más valiosas y productivas que el simple hecho de poner a los niños a leer y contarles las palabras. Por otro lado, el hecho de involucrar a los familiares fue un acierto, esto demuestra que la lectura puede ser una actividad lúdica donde todos participan y todos pasan un buen rato.
Lo importante no es leer rápido, sino leer cada libro a la velocidad que se merece. Es tan perjudicial pasar demasiado tiempo con unos libros como leer otros demasiado rápido. Jacques
Bonnet. Bibliotecas llenas de fantasmas.
Hace tiempo les había platicado en el post Estándares Nacionales de Habilidad Lectora que la SEP, en uno de sus tantos intentos fallidos para promover la lectura, implantó en el ciclo escolar pasado el programa “Estándares Nacionales de Habilidad Lectora,” denominado también “Competencia Lectora,” en el que supuestos especialistas en la materia establecieron la lectura de rapidez, es decir, las capacidades mínimas de velocidad y fluidez en la lectura para alumnos de educación primaria y secundaria, y donde se supone que si los alumnos alcanzan dichos estándares, mejorarán a su vez las capacidades lectoras.
El programa consiste en poner a leer a los niños durante un minuto y contar las palabras leídas en ese lapso, si los pequeños leen las palabras requeridas se entiende que tiene la competencia necesaria para leer y si leen menos palabras, entonces no son competentes; por ejemplo, si un niño de sexto año de primaria (11-12 años) lee entre 125 y 134 palabras por minuto se encuentra en un nivel “estándar”, si está por debajo de ese número, puede ubicarse en “se acerca al estándar” o “requiere apoyo” y, si lee más de 134 palabras, entonces el niño se encuentra en un nivel “avanzado.” Para ello, han elaborado un Manual de Procedimientos para el Fomento y la Valoración de la Competencia Lectora en el Aulaque explica a los docentes como funciona el programa y cómo aplicarlo.
¿Y luego? Pues como lo que importa en este país son números duros y no la promoción de la lectura, entonces estos datos aparecerán en las boletas de calificaciones y, hasta ahí queda todo, porque al parecer, las autoridades de educación consideran que la lectura se limita a leer determinado número de palabras que, al final del año deben sumar algo superior a los 2.9 libros por año—que es el fatídico número de libros que los mexicanos leemos al año—. Y claro, como a ninguno de estos “expertos” se le ocurre creer que leer va más allá del simple libro impreso, entonces nos quedamos con cifras que escandalizan a cualquiera que no comprenda lo que implica realmente esta actividad.
Esta “novedosa” forma de incorporar a los alumnos al mundo de la lectura, en realidad no es nada nueva y sí ha demostrado no servir, así de simple y sencillo, no sirve. Recuerdo perfectamente que en mi primer y segundo año de primaria (6-7 años) diariamente mi madre se sentaba conmigo para que, con reloj en mano, yo leyera un texto del libro de lecturas de ese año. Después de eso, anotaba en el libro las palabras que yo había leído en ese minuto y firmaba el texto; al otro día mi maestra (Clara Luz se llamaba) revisaba lo anotado por mi madre y ella también firmaba de enterada, nadie preguntaba por lo leído y pregúntenme si recuerdo alguno de esos textos que leí a manera de competencia y casi sin respirar para no perder palabras por minuto. En este caso recuerdo más las lecturas de mis libros de texto cuando comenzaba el año y que me emocionaban tanto, recuerdo más El país del Pan, Las abejitas, La palabra más grande del mundo y Dedos de luna y, sobra decir, nadie me obligó a leer y tampoco nadie me contó las palabras.
Como les decía, eso de contar palabras para determinar si uno leía bien ya se hacía al menos hace dos décadas y desde entonces los estándares de lectura siguen iguales, ¿qué los hace pensar que ahora sí va a funcionar? hablar de rapidez no implica comprensión y mucho menos disfrute de la lectura. Como señala Eva Janovitz, del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, ella sí, experta en el tema por más de 15 años:
…es una medida retomada de otros países, en los cuales no fue incorporada de manera aislada, como sucede aquí, sino forma parte de toda una metodología inexistente en México.
No es que la lectura de rapidez no sea útil, lo es para algunos momentos profesionales o escolares; pero definitivamente no va a servir para mejorar los niveles de lectura en nuestro país, porque en ningún lado se ha hablado de lectura por placer, que es con la que realmente se debe comenzar y tampoco en ningún lado se habla de capacitar a los profesores en la materia o, si se quiere ser más exacto, no se forma a maestros ni a padres lectores. Si se desea que una persona comience a agarrarle el gusto a la lectura, no se va a lograr contando palabras como si de un maratón se tratara; de hacerlo así, lo único que se lograrán serán boletas con cifras que sólo servirán para realizar estadísticas sin sentido.
“Ya va llegando noviembre y sus ofrendas…”, sí ya se que así no va la canción pero es que se acerca estrepitosamente uno de mis meses favoritos del año y con él, mis festividades favoritas (Todos Santos y Día de Muertos); como ya se está haciendo costumbre en este blog, qué mejor manera de celebrar que con una lista de libros de terror recomendados para estas fechas:
Ustedes disculparán el retraso en la mención y el festejo, y es que a veces las agendas mentales no funcionan como una quisiera. Pero para reivindicarme, qué mejor forma que hacerlo con una lectura que tiene que ver precisamente con bibliotecas, así que les comparto Cuentos de la Bibliotecaria un libro de Francisco Garzón Céspedes publicado a manera de festejo del 24 de octubre y que me hizo llegar vía e-mail Guadalupe Flores Alatorre, a quien debo agradecer infinitamente el compartirme esta lectura.
Y bueno, lo busqué y lo busqué por la red, pero no lo he localizado, así que, dado que se permite la publicación en medios digitales y citando la fuente, me permito colgarlo acá para que lo descarguen, lo distribuyan (que también se permite sólo a través del correo electrónico) y, claro, lo lean. Las bibliotecas pueden incluirlo en su acervo para consulta en sala y, lo único que no pueden hacer es imprimirlo sin autorización previa de la editorial (¡además seamos también conscientes con los árboles!)
Así que, aunque con retraso, feliz Día Internacional de las Bibliotecas, ¡a leer se ha dicho!
Garzón Céspedes, Francisco. Cuentos de la Bibliotecaria México ; Madrid :COMOARTES : CIINOE, 2011.
Para los que creen que el tema de la promoción literaria es algo cuadrado y con dejos de “intelectualidad”, para los que creen que hablar de lectura es sólo hablar de libros impresos, para los que piensan que la experiencia de la lectura se limita al olor del libro y al tacto de las páginas, para los que crean que lectura es hablar de clásicos literarios, para los que piensen que un lector se mide por el número de libros (y sólo impresos) que lee en un año, para los que creen que amar a los libros se traduce en estantes de libros empolvados en casa; para todos estos vale que contemplen que cualquier lugar y momento puede ser oportuno y, nos guste o no, hablar de literatura no es sólo hablar de Homero y/o de Cervantes. En materia de promoción lectora, algo tan mundano como un baño puede ser tan útil como el club literario o la biblioteca más cercana, siempre y cuando el tema sea de interés para el lector potencial. Eso es precisamente lo que no debemos perder de vista: los intereses y necesidades de información a la que atendemos diariamente.
Para muestra un ejemplo: algunos ya habrán visto que la cadena de tiendas y restaurantes Sanborns tienen lo que ellos llaman el Círculo Sanborns con el que pretenden promover la lectura ofreciendo diferentes beneficios a los clientes de su departamento de Libros: descuentos, puntos acumulables, promociones especiales, encuentros con escritores y firmas de ejemplares, ventas adelantadas, etc.
No se si creerle a Sanborns que pretenden promover la lectura y para mi resulta claro que lo que buscan es vender más, pero eso no es lo que debe preocuparnos realmente y tampoco vale la pena cuestionarlos en este sentido, lo que sí vale la pena es prestar atención uno de los aspectos que no se mencionan en su web: los carteles de reseñas literarias que están colocando en las puertas de los sanitarios.
Y es que para nadie es novedad que el baño, junto con el transporte público, son lugares estratégicos para que la gente lea; no es gratuito que existan libros impresos en el papel higiénico, para matar dos pájaros de un tiro resulta ideal. Esto no lo ha perdido de vista la gente de marketing de Sanborns y muy amablemente nos han puesto en las puertas de los baños las reseñas literarias y contraportadas de los lanzamientos más recientes, algunos libros más interesantes que otros, algunos con más valor que otro, pero es claro que todos estos carteles son leídos.
A mi al menos me han funcionado bastante y logran atraparme cuando no tengo nada mejor que hacer (aunque esto se esté poniendo muy escatológico), es innegable que logran interesar a las personas, muchas de las cuales quizá no sean lectores habituales, pero ante invitaciones tan obvias y sin mayores opciones al alcance no hay más remedio que leer. Quizá el libro que desata la discusión literaria en el baño y que ilustra este post no sea un tema de mi agrado y tampoco me parezca valioso como material de lectura, pero vuelvo a lo mismo, los intereses son tan variados que, dando en el clavo podemos lograr que cualquiera lea.
Y lo más interesante es que la gente está leyendo y participando en un espacio que quizá no sea el esperado o el ideal (¿según quién?) para estos menesteres, pero es un hecho que hay respuesta, la gente aporta sus acuerdos o desacuerdos, dicen sí o no, se enojan, se alegran y quizá alguno de ellos termine adquiriendo el libro y, lo que es mejor, termine leyéndolo. Estoy segura que muchas bibliotecas desearían que sus clubes de lectura tuvieran igual respuesta.
Este es sin duda otro buen ejemplo para hablar de promoción lectora donde vale más hablar de lectura dando que leer, que decirle a la gente leer es bueno y creer que con eso los convertiremos en lectores. Así que no está de más probar a poner algunos pasajes literarios en los baños de nuestras bibliotecas o en las mesas de la sala de lectura.
Por cierto, el libro que desata este debate literario escatológico es Por qué es Santo de Slawomir Oder.
Porque si la lectura de un buen libro te agarra por el pescuezo y no puedes parar, la medicina es absolutamente alienante: una vez que lees el primer libro te das cuenta de que no sabes un carajo y que tienes que leer sobre la cosa médica todos los días del resto de tus días para ser medianamente bueno como profesional. ¡Cosa más grande en la vida!
Haroldo Martínez. La paradoja de la sabiduría
Dice la RAE de la alopatía: “Terapéutica cuyos medicamentos producen en el estado sano fenómenos diferentes de los que caracterizan las enfermedades en que se emplean.”
Así es la lectura para las enfermedades del “conocimiento”, cual medicina alópata que te cura de un malestar, creando otros o desarrollando otras dolencias, en este caso, la enfermedad de seguir leyendo. Aunque no estoy tan segura de que la mejor opción sea una literatura homeópata y curarse por completo de ese mal.
El día de ayer dos contactos en twitter me compartían (¡gracias!) este video sobre la campaña Metro Libro que Librerías Gandhi con apoyo del Sistema de Transporte Colectivo Metro está haciendo a manera de promoción de lectura a través de El puente de Franz Kafka. Esta campaña resulta eficaz por su simplicidad: ponerles lectura al alcance de la mano, creando expectativa y utilizando una vez más el sistema de transporte colectivo metro, un espacio que ha demostrado ser ideal para que los usuarios se pongan a leer.
Creo que a estas alturas ponerse a hablar de estudios, de porcentajes y de libros por año es una necedad, escandalizarse es todavía más necio (si esto es posible); los resultados los conocemos y no han cambiado mucho en años y, nos guste o no, no van a cambiar en tanto se siga considerando que lectura es sólo la que hay en los libros y, exclusivamente, en los libros impresos, los que por cierto parece que sólo pueden disfrutarse en tanto desprenda un olor y se puedan tocar las hojas. La lectura va más allá, hay multi-lecturas, en multiformatos y con multiplicidad de lectores; la lectura no es sólo hablar del libro impreso, las revistas, los libros electrónicos, los blogs, las historietas y más, como los microrrelatos en twitter, también son lectura, aunque no sea tan sencillo ni práctico contabilizar en números cerrados como sucede con el libro impreso. Si en realidad se quiere crear el tan ansiado “país de lectores” no vale escandalizarse porque el alumno de nivel universitario sólo lee 4 libros por año, vale más ir al origen: ¿se está leyendo en casa? ¿las y los maestros están leyendo? Antes que preguntar cuánto, debe preguntarse si se está haciendo.
Y así como no valen los estudios cuantitativos, tampoco valen las frases huecas y políticamente correctas que abanderan campañas de lectura igualmente huecas y con las que parece sólo se pretende ver lo buena y “culta” que es la persona o autoridad que pretende convertir a un país en un país lector. Estas frases las venimos escuchando desde hace ya varios años y de tanto repetirlas algunos se las han creído y las han comprado como verdades absolutas aunque estén carentes de significado: “leer es divertido”, “leer es bueno”, “leer nos hace mejores” (pregúntenle a Hitler), “un país de lectores” y frases similares lo único que hacen es confirmar la ingenuidad (no se si ignorancia y/o verdadero desinterés enmascarado) en materia de promoción lectora de los supuestos “promotores” y abanderados de estos programas.
Por eso me ha gustado tanto este video y la campaña de Librerías Gandhi, porque pone manos a la obra, no se viene con discursos gastados; lo que hace Gandhi no es acercar los jóvenes a la lectura, sino acercar la lectura (que es una cosa muy distinta y donde el orden si afecta el producto) a los jóvenes, ancianos, niños y niñas, amas de casa y trabajadores y a quien se deje. No habla de “lo bonito que es leer” y “lo bueno que va a ser alguien que lee”, los deja leer, les pone la lectura en un espacio que para muchos resulta muerto y donde el factor sorpresa juega un papel importante para que interese lo que viene a continuación, aunque sean letras. Quizá lo único que hace falta a esta campaña es extenderla a todo el sistema metro y no que sea exclusivo a la línea amarilla, pero recordemos que Librerías Gandhi es una empresa y está haciendo lo que no hacen las autoridades.
Campañas como ésta, como la de Taxis con… ciencia, como las Salas de Lectura,como Libro puerto en el metro y como el programa Para leer de Boleto en el metroson las que realmente están aportando a la promoción de la lectura, quizá no conviertan de la noche a la mañana a México en un país de lectores, pero si logran sembrar la semilla en al menos uno de los miles que diario utilizan estos servicios, entonces se está haciendo algo por promover la lectura en nuestro país.