El bookself tour es, en el lenguaje Booktubesco o Booktuberiano o Booktuberista o ninguno de los anteriores y simplemente en el lenguaje del Booktube, un video en el que el Booktuber repasa y muestra su biblioteca personal. Es costumbre que haya barridos de cámara y que el booktuber en cuestión se detenga a comentar algunos de los títulos preferidos de su biblioteca.
Un ejercicio, a mi gusto, bastante interesante que permite conocer un poco más sobre los gustos e intereses del booktuber en cuestión y quizá reconocer afinidades y/o lugares comunes. Después de todo quién no ha vivido ese placer morboso de llegar a una casa e indagar en la estantería del anfitrión o anfitriona, claro, cuando llegamos como invitados a casas donde hay libros, porque cuando no qué tristeza, pero eso ya es otro tema.
Todo lo anterior viene a colación porque, gracias a mi querida Myrna Pérez, me entero de Conoce mi biblioteca, una serie de videos (espero que sigan subiendo) preparados por el ITAM en el que piden a los académicos de esta casa de estudios que hablen sobre la forma en que ha impactado la Biblioteca Raúl Baillères Jr. en su vida académica, pero además también les realizan diferentes preguntas relacionadas con sus bibliotecas personales e intereses lectores.
En algunos videos (los menos) los académicos muestran y comentan su biblioteca personal, la que han formado en sus cubículos de trabajo, algo así como un bookself tour académico del ITAM.
En lo personal encuentro importante que el ITAM esté realizando esta serie de videos, pues da valor a la biblioteca del ITAM y la forma en la que impacta en la vida académica, pero también da el valor a las bibliotecas personales de los profesores y la forma en que han influido en su quehacer diario.
Me gusta esta idea de Bookself tour académico para que se replique en otras instituciones académicas y qué mejor que comenzar por el Colegio de Bibliotecología de la UNAM o en la ENBA, sería interesante conocer las bibliotecas personales de los profesionales que enseñan sobre el libro, las bibliotecas y la información.
Hoy, hace 9 años publicaba por primera vez en este blog –el tiempo pasa tan rápido y se dice tan fácil–, y saben una cosa, aún disfruto mucho venir a poner acá todas mis digresiones sobre las bibliotecas, los libros y la lectura; así que calculo y amenazo que a este blog le queda mucho por dar lata. 😉
Gracias a todos los que han estado desde el inicio, los que han ido llegando, los que se van y todos los que me han regalado su tiempo de lectura y de reflexión.
Cómic, el rey de las bibliotecas es el título de un interesante artículo publicado en Publishers Weekly en el que se habla de la importancia de los cómics en las bibliotecas, a pesar de ser materiales tan menospreciados por algunos y, al mismo tiempo, tan demandados en las bibliotecas por un público creciente.
De acuerdo con este artículo, los cómics se han vuelto un básico en las bibliotecas; sin embargo, ofrecer este tipo de materiales no es tarea fácil, en especial por la censura a la que se enfrentan estos materiales dada la naturaleza visual de sus contenidos. Aunque también hay, como lo mencionaba al principio del párrafo, mucho menosprecio hacia estos materiales.
El presupuesto es otro gran pero al momento de integrar una colección de este tipo, las bibliotecas necesitan validar sus adquisiciones, pero cómo hacerlo en el caso de los cómics. También puede presentarse el caso de que ante presupuestos austeros, la biblioteca tiene que priorizar, por ejemplo, libros para satisfacer las demandas de estudiantes, la primera colección que podría verse amenazada es la de cómic y novela gráfica.
Otro gran conflicto son las series de webcomics que están teniendo una gran aceptación, es decir, cómics que nacen en la web en espacios como Tumblr y que a muchos artistas los han llevado incluso a obtener premios; los lectores, sin embargo, difícilmente pueden acceder al cómic en forma de libro, a menos que alguna editorial esté dispuesta a publicarlo y, desde luego, integrarlo en la colección de la biblioteca dependerá de los costos y las condiciones que imponga la editorial. Lo anterior sin tomar en cuenta que incluso los webcomics más aclamados pueden desaparecer de un día a otro si desaparece el blog o la red en la que están colgados.
Creo que todo lo anterior se debe principalmente al gran desconocimiento que los bibliotecarios tienen sobre el cómic y la novela gráfica. Y es tal el desconocimiento que, además de los problemas ya señalados, cuando se intenta formar una colección de cómics en la biblioteca surgen dudas del tipo:
Qué presupuesto destinar a estos materiales
En qué espacios ubicarlos, ponerlos en la colección juvenil no es necesariamente la solución, qué pasa con la novela gráfica para adultos o con los cómics para niños.
Qué títulos incluir, es decir, cómo se desarrolla el proceso de selección y adquisición de estos materiales.
Cómo mostrarlos en estantería y cómo promoverlos.
Cómo enfrentar a lectores escépticos y posiblemente prejuiciados con ciertos contenidos, etc.
Ofrecer cómics en formato digital, es ya otro tema igual de complejo y que también acarrea muchas dudas, además de las ya anteriores, la biblioteca deberá definir con qué distribuidores y cómo hacer accesible estos materiales cuando la lectura se restringe a la pantalla.
¿Por qué ofrecer cómics en las bibliotecas?
A pesar de lo anterior, se hace imprescindible que las y los bibliotecarios comencemos a tomar en serio a este tipo de materiales. La razón es muy simple, existen los lectores y estos están demandando este tipo de materiales, las bibliotecas no pueden permanecer indiferentes a esta necesidad.
De hecho, como se menciona en el artículo, los Comic Cons que se llevan a cabo en las bibliotecas han probado tener gran aceptación entre usuarios y no usuarios de las bibliotecas.
Aunque la presencia de los cómics en las bibliotecas sigue siendo relativamente baja, parece que algunas poco a poco comienzan a ver el potencial de todos estos materiales, sin ir más lejos me vienen a la mente dos ejemplos: 1) la Sala Manga y Cómic inaugurada hace poco más de un año en el séptimo piso de la Biblioteca Vasconcelos y, 2) el Comic Zone que tiene desde el 2014 a la Biblioteca de Santiago, Chile, como sede.
Como pueden ver, la cuestión ya no es si debemos agregar o no una sección de cómic en la biblioteca, sino cómo hacerlo y, desde luego, cómo darlos a conocer a los usuarios.
Durante años se ha hablado del rol social del bibliotecario y de que las bibliotecas impactan a la comunidad que sirve, al menos ese es el discurso que desde mis años de estudiante de Bibliotecología se venía dando; sin embargo, cada vez me pregunto más si hay tal rol social del bibliotecario, si realmente estamos teniendo un papel activo y si estamos satisfaciendo necesidades muy específicas, para usuarios muy específicos en circunstancias muy específicas.
Lo comento porque desde hace unas semanas me dejó dando muchas vueltas el artículo Somos animales lectores, publicado en Confabulario, el suplemento cultural de El Universal, en el que se le preguntaba a Alberto Manguel, escritor y Director de la Biblioteca Nacional de Argentina, qué lugar político debe representar el director de una biblioteca nacional, en especial la de Argentina en un momento de “Gran debate ideológico” con el nuevo gobierno de Macri, a lo que Manguel respondía:
Ninguno. Toda acción humana es política, claro. Vivimos en la polis y por tanto todo acto es político, pero en el sentido de la acción de los propósitos de una cierta línea de gobierno, en ese sentido, hay instituciones que no deben tener identidad política. Los hospitales, las escuelas, la biblioteca. Y sobre todo la biblioteca nacional. Si una biblioteca nacional se convierte en un foro político identificable, pierde sus derechos como biblioteca y se convierte en instrumento de propaganda para un grupo.
A primera vista y lo más sencillo y políticamente correcto sería darle la razón a Manguel y afirmar que no deberíamos tener una posición política porque la biblioteca es democrática, y todos tienen cabida; sin embargo, si lo analizamos un poco más encontraremos ciertas sutilezas y claroscuros que no deberíamos dejar pasar.
Y es que no tener una identidad política como bibliotecario o como biblioteca, es confiar en que somos una institución democrática; pero al mismo tiempo, es encerrarnos en una burbuja, obligarnos a no protestar y a no alzar la voz ante injusticias que se comenten en nuestras bibliotecas y en contra de nuestra comunidad, a no fijar una postura y un tipo de atención frente a usuarios y necesidades muy específicas.
Me pregunto entonces, ¿realmente existe algo como el rol social del bibliotecario? Y si la respuesta es sí, entonces por qué de este lado “del muro” (no del charco) no ha habido ninguna postura del gremio bibliotecario al respecto de ciertos temas que están calando muy hondo en el país y de refilón, sobre el gobierno del país vecino y la forma en que nos está afectando. Si me equivoco, agradeceré mucho a quien me saque del error.
Bueno, de hecho, sí me equivoco, en 2014 un grupo el Colegio Nacional de Bibliotecarios, la Asociación Mexicana de Bibliotecarios y el Consejo Nacional para Asuntos Bibliotecarios de las Instituciones de Educación Superior, coordinados por el Jefe del Departamento de Bibliotecas de la UABCS, Mtro. José Alfredo Verdugo Sánchez, entregaron al Senador Zoé Robledo Aburto, Presidente de la Comisión de Biblioteca y Asuntos Editoriales de la LXII Legislatura del Senado de la República una propuesta de Iniciativa de Ley que reforma y adiciona diversas disposiciones de la Ley General de Bibliotecas.
Sin embargo –y si ahora sí me equivoco por favor sáquenme de mi error–, no ha habido ningún comunicado por parte de la comunidad bibliotecaria que fije una postura frente a situaciones como el alza a la gasolina, la economía actual, el levantamiento de un muro en la frontera entre México y Estados Unidos, los feminicidios o las desaparición de 43 estudiantes. ¿Quizá es porque decimos que tenemos un rol en la sociedad, pero no sabemos exactamente cuál es?
Crédito: ALA
Lo menciono porque la ALA ya fijó una postura respecto al servicio bibliotecario a migrantes en Estados Unidos, misma que dio a conocer en un comunicado el 24 de enero pasado.
En los ejemplos individuales está el caso de “Libraries Are For Everyone” una serie de imágenes creadas por Rebecca McCorkindale, asistente del director de la biblioteca pública de Gretna en Nebraska, unos días después de que Trump limitó la entrada de migrantes de origen musulmán. Por cierto, que estas imágenes las diseñó porque “…cree que los bibliotecarios pueden y deben ser activistas” y agrega (las negritas son mías):
Las bibliotecas son el corazón de una comunidad, para todos y cada uno de los que vive allí, sin importar su origen… y creemos que las bibliotecas no son neutrales. Nos alzamos en favor de los derechos humanos.
Acá sin embargo, no he visto reacción alguna en la que definamos una postura de servicio para nuestros migrantes y también para los migrantes que recibimos del sur del continente y cuyo trato no dista mucho del que dan a los mexicanos en Estados Unidos.
Por cierto, el activismo bibliotecario no es exclusivo de Estados Unidos, en 2011 en Perú, por ejemplo, el Colectivo de Estudiantes, Profesores y Egresados de Bibliotecología del Perú “convocó a suscribir y apoyar un llamado en favor de la transparencia, los derechos ciudadanos y democracia de cara a los próximos comicios a realizarse en Perú“.
En Chile, frente a inusuales incendios forestales que han azotado al país este inicio de año, la respuesta de las bibliotecas públicas fue fungir como centros de acopio, mientras que el Dibamovil ofreció a las comunas más perjudicadas del Maule 600 libros en préstamo y cinco computadoras con conexión gratuita a internet.
Crédito: El Mercurio. Tomado del muro de G. Oyarzún
Ante estos ejemplos y como estoy convencida de que el bibliotecario/a sí tiene un rol social y debe tener una postura política frente a su acontecer diario, me pregunto, les pregunto, ¿qué servicio estamos ofreciendo a los migrantes en la frontera norte que están esperando una oportunidad para llegar a Estados Unidos? ¿qué servicio vamos a ofrecer a los migrantes de la frontera sur que pretenden llegar a México? ¿cuál será nuestra oferta literaria e informativa para mujeres que viven en el Estado de México y todos los días enfrentan la violencia y la muerte por el simple hecho de ser mujer? ¿satisfacemos las necesidades de las comunidades indígenas de nuestro país? ¿cuál es nuestra oferta informativa y recreativa en un año en el que la economía no está dando para mucho? ¿cómo apoyamos desde la biblioteca a que el usuario ejerza su ciudadanía?
Porque la biblioteca y el bibliotecario sí deben tener una postura política y jugar un rol social activo en la comunidad a la que sirven. Porque si no nos lo hemos planteado, entonces estamos repitiendo un discurso y nos estamos quedando en meros acomodadores y prestadores de libros.
El documental educativo sobre cómo organizar la biblioteca producido en 1951, y al que llego gracias a Mental_Floss, nos muestra las bases de la organización bibliotecaria explicada para el usuario: cómo buscar en el catálogo, en qué consiste el sistema Dewey y cómo buscar el libro en la estantería.
Muchas cosas han cambiado desde 1951, comenzando por los catálogos de fichas, no dudo que aún existan bibliotecas con sus respectivos ficheros, pero actualmente contamos con OPACs avanzados en los que el usuario ingresar cualquier palabra y obtiene resultados sí o sí, ya no tiene que preocuparse por si busca por autor, título o tema; no olvidemos tampoco a Google que ha venido a facilitar muchas cosas, aunque también está poniendo en duda nuestra labor. Cómo olvidar aquel tiempo cuando yo era estudiante de Bibliotecología allá por la década de los 90 (¡del siglo pasado!) y en mis clases de Catalogación y Clasificación me enseñaron a hacer estos catálogos de autor, título y tema. Y aunque me ufano de pertenecer a una de las últimas generaciones que elaboraron y utilizaron esos catálogos, acá entre nos confieso que no lo extraño. 😀
También ha cambiado la variedad de formatos con los que ahora trabajamos y en los que los usuarios buscan información. Actualmente las bibliotecas ofrecen libros, bases de datos, libros y audiolibros electrónicos, hay incluso bibliotecas que prestan herramientas de trabajo o instrumentos musicales.
Afortunadamente el concepto mismo de biblioteca también está cambiando, ya no es exclusivamente un lugar al que vas a buscar libros. Los libros no dejarán de ser la materia prima de las bibliotecas, pero ya no podemos seguirla viendo exclusivamente como un lugar de lectura y estudio. Hoy en día muchas bibliotecas, –especialmente las públicas, comunitarias y, me atrevería a decir también que las escolares e infantiles– se están convirtiendo en ese tercer espacio tan necesario en ciudades cada vez más abrumadoras.
Y aunque muchas cosas han cambiado, infortunadamente, otras siguen tan vigentes como hace más 60 años, por ejemplo, al usuario aún le resulta bastante complejo el sistema Dewey y la forma en cómo se organizan los libros en la estantería. Lo anterior es una muestra fehaciente de que los bibliotecarios seguimos sin poder encontrar la fórmula que facilite tanto nuestro trabajo de organización interna, como la búsqueda del usuario. Aún tenemos mucho quehacer en este tema.
En fin, un video que resultará por lo menos curioso para muchos estudiantes de bibliotecología y similares. Aunque me pregunto si habrá algún colegio de bibliotecología donde sigan enseñando a hacer estas otrora famosas tarjetas catalográficas. Cuéntenme.
Hace unos días, Gonzalo Oyarzún, subdirector del Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas de la DIBAM, compartió en su muro de Facebook la nota Fórmulas para incentivar la lectura: Fórmula de los cinco dedos un artículo publicado el 29 de agosto pasado en el diario La Segunda y en el cual se le pregunta a tres expertos sobre las distintas recomendaciones para incentivar el hábito lector. En esta entrada me quiero centrar no en las estrategias que se mencionan en el artículo, sino en el papel que, según Verónica Abud, directora ejecutiva de Fundación la Fuente, tiene el bibliotecario como acomodador de libros y no como mediador de la lectura:
…las bibliotecas tampoco deberían tener bibliotecarias porque están entrenadas para que los libros estén ordenados, clasificados y guardados. La carrera de bibliotecaria no tiene en su currículo el fomento lector.
Infortunadamente esta visión “sesgada y negativa“ (como bien dicen Guillermo Toro, Paola Faúndez y Josefina Reyes, de la Universidad, el Consejo del Libro y el Colegio de Bibliotecarios en respuesta al artículo citado) además de sexista, nos guste o no, sigue existiendo sobre nuestro quehacer diario y habla de una gran ignorancia ya no sólo hacia la labor del bibliotecario, sino también hacia el papel de la biblioteca misma –la que sigue siendo vista como un lugar donde sólo hay libros–.
Imagen vía La Segunda.
El artículo citado es sólo uno de muchos y seguramente varios de nosotros, bibliotecarios y bibliotecarias, nos hemos enfrentado a esa visión negativa. Lo anterior me lleva, sin embargo, a reflexionar que más allá de la indignación y de señalar la ignorancia de otros, quizá esta visión reduccionista y sesgada se deba principalmente a que somos los propios bibliotecarios quienes alimentamos sin darnos cuenta esta imagen de “acomodadores de libros“ desde la formación misma.
Lo menciono porque, al menos en México (que es el caso que conozco de cerca y en el que me quiero centrar en este post), los planes y programas de estudio, aunque han cambiado mucho desde mis años de estudiante de la carrera (donde los ocho semestres teníamos catalogación y clasificación), están prácticamente enfocados a la organización y administración de las bibliotecas y centros de información, y poco se destina a otros temas de igual relevancia como es precisamente el del fomento lector, la biblioteca escolar y la biblioteca pública, veamos:
Según el plan de estudios de la carrera de Bibliotecología de la UNAM 2015, sólo en el tercer semestre se imparte la asignatura obligatoria de Lectura, lectores y bibliotecas, el resto de las asignaturas obligatorias están centradas en áreas administrativas, de organización bibliográfica, de recursos bibliográficos, servicios bibliotecarios (que es donde precisamente se incluye la asignatura de lectura y que, por cierto, no debieran limitarse a esto o a la consulta), tecnología de la información, e investigación y docencia.
Resulta curioso que asignaturas como Biblioteca Pública y Biblioteca Escolar –además de las bibliotecas académicas y escolares–, sean sólo optativas cuando deberían de ser obligatorias dado que los estudiantes deberían conocer de forma obligatoria todos los tipos de bibliotecas existentes, su funcionamiento y sus objetivos. Por cierto, hay otro grupo de asignaturas optativas por demás interesantes relacionadas con las ciencias humanidades, como es el caso de Mujeres, información y bibliotecas: una perspectiva humanística y social o El papel ético y humanístico del bibliotecólogo. Resulta desconcertante que este tipo de temas relacionados con la ética profesional y el papel social del bibliotecario queden relegados a asignaturas optativas, cuando la reflexión sobre esta parte de nuestra labor diaria debería estar en primer orden para todos los que se están formando en bibliotecología.
La Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía (ENBA), por otro lado, tiene un programa de estudios igualmente enfocado a la organización documental, sólo con un semestre para Bibliotecas Escolares y Universitarias y otro para Bibliotecas Públicas e Infantiles y nada para la mediación de la lectura. Quizá el programa de estudios de la Licenciatura en Bibliotecología y Ciencias de la Información de la Universidad Autónoma de Nuevo León sea el que está más enfocado en la bibliotecología social, aunque no hay asignaturas relacionadas con la lectura y en las asignaturas optativas se encuentran las bibliotecas públicas, escolares, especializadas y académicas; por cierto, es curioso que Sistema de Clasificación Dewey sea una asignatura optativa.
Podría seguir revisando otros programas de estudios de Bibliotecología en el país, pero creo que los anteriores (quizá con excepción del de la Universidad Autónoma de Nuevo León) nos dan cuenta clara del perfil de los egresados: un profesional que conoce muy bien de la organización documental pero que no está muy involucrado con el rol e impacto social de la bibliotecología y que tampoco conoce mucho de mediación lectora o de servicios no tradicionales de las bibliotecas públicas, escolares o infantiles.
Es cierto que no todos los bibliotecarios deben ser promotores de lectura, pero tampoco todos han de dedicarse a la catalogación y clasificación y mucho menos han de desempeñarse exclusivamente en bibliotecas académicas. Ojo, no esto y diciendo que lo anterior esté mal, pero de ninguna manera es exclusivo. Es un hecho que el profesional de la información tiene un gran impacto en la sociedad pero si no se incentiva ese interés desde la formación profesional y sí, por el contrario, se le da un enfoque de “acomodador de libros“, no le estamos dando al estudiante las herramientas para salir al mundo haciendo cosas distintas al “acomodo de libros“ y poco haremos para cambiar esta visión sesgada que muchos tienen de nosotros. Aunque las cartas de extrañamiento son en ocasiones necesarias y la indignación es innegable, creo que la defensa de la profesión debe comenzar desde la formación y la reflexión para cambiar nuestra propia percepción, de esta manera saldremos con las herramientas para hablar de la importancia de nuestra labor y nuestro trabajo también lo hará.
Creo que uno de los principales temas de conversación entre bibliotecarios es el relacionado con el futuro de la biblioteca y, por ende, del bibliotecario; en algunas ocasiones y bien visto, son conversaciones optimistas y donde el autobombo no puede faltar, en el peor de los casos, son conversaciones fatalistas que infortunadamente reflejan mucho desconocimiento y lo poco que le hemos entrado al tema, porque de otra manera, nos daríamos cuenta que, en realidad, no la tenemos tan difícil.
Es por ello que libros como Biblioteca pública: mientras llega el futuro de mi tocayo y colega Fernando Juárez (@ferjur para los cuates), se hacen tan necesarios en esta época de incertidumbre mal entendida, pues se centra en el presente y no en si la biblioteca o el bibliotecario dejaremos de ser útiles o de si habrá bibliotecas sin libros en la muy manoseada “sociedad de la información“.
Este libro se enfoca en lo que está pasando en las bibliotecas y como estamos confrontando no el futuro, sino el presente que, finalmente, es el que nos debe importar y el que nos llevará al futuro. Mientras que en congresos y libros se especula con cierto recelo sobre la biblioteca y la utilidad, mientras muchos siguen peleándose con Google y montando memes de lo que este buscador no puede hacer y nosotros sí; este libro, por el contrario, nos invita a sacudirnos un poco, o un mucho, y nos platica qué se está haciendo con todos estos “demonios“ llamados libros electrónicos, buscadores, redes sociales, dispositivos móviles, computadoras y tantos otros.
Una charla muy cercana, certera y amena sobre el presente que es, al mismo tiempo, una defensa de la biblioteca pública, a veces tan ignorada en el medio. Fernando ha sabido contarnos desde su experiencia como bibliotecario público las oportunidades ante las crisis de todo tipo, en especial, las económicas, que tan mal paradas dejan a muchas bibliotecas públicas. Algunas de las ideas, en realidad hay muchas más, con las que me quedo:
La biblioteca pública además de tener un valor social, tiene un valor económico
El futuro empieza manteniendo el presente: la idea central del libro, enfocarnos en lo que está pasando y hacerlo bien.
Nuestra prioridad son los usuarios del presente: no son las tecnologías, no son los libros, etc.; todo eso es sólo la herramienta para responder a los usuarios.
Necesitamos al usuario tanto como él nos necesita a nosotros.
El usuario no es presencial ni virtual: el usuario es simplemente el usuario, ese que necesita de los servicios y del espacio.
No estamos solos y no podemos hacer las cosas solos: creo que este es el principal error que cometemos, no sabemos pedir ayuda y mucho menos, voltear a ver las capacidades del otro, en especial, si no es bibliotecario.
El bibliotecario debe aprender a “sembrar conversaciones“, de otra manera puede seguir hablando, especulando y, al final, no entender qué pasa en su comunidad y no conocer las necesidades de ésta.
Y quizá la idea que más me ha gustado, con la que coincido plenamente y cada que puedo, hablo de ella: la biblioteca como tercer espacio y la biblioteca como un lugar que incentiva la creación y ya no sólo el consumo.
La biblioteca pública ya no puede ser sólo el sitio donde almacenamos libros, además tiene que ser el espacio en el que se facilita el acceso a una información (plural y de calidad) a personas que comparten lazos de proximidad y un vínculo de pertenencia a una comunidad local.
Muchas gracias, Fernando, esta oportunidad para charlar de forma tan amena sobre las bibliotecas públicas y los que nos encontramos en ellas, experimentando, valorando, estudiando, analizando y sí, muchas veces, entrando en pánico, pero siguiendo adelante.
Biblioteca pública: mientras llega el futuro Fernando Juárez-Urquijo Editorial: UOC Núm. colección: 31 ISBN: 978-84-9064-666-3 Núm. páginas: 162 Formato: 12 x 17,5 cm, rústica Fecha: septiembre 2015
Pues eso, que estamos de manteles largos en este Día Nacional del Bibliotecario, así que felicítense, felicítenme, felicitémonos y, después de los vítores, sirva la ocasión para la reflexión sobre nuestro quehacer, sobre si vamos por buen camino o es necesario regresar, replantearnos. A muchos nos hace falta, no lo dudemos.
(Aunque claro, un regalillo no caería mal… ok, no, felicidades colegas).