Durante años se ha hablado del rol social del bibliotecario y de que las bibliotecas impactan a la comunidad que sirve, al menos ese es el discurso que desde mis años de estudiante de Bibliotecología se venía dando; sin embargo, cada vez me pregunto más si hay tal rol social del bibliotecario, si realmente estamos teniendo un papel activo y si estamos satisfaciendo necesidades muy específicas, para usuarios muy específicos en circunstancias muy específicas.
Lo comento porque desde hace unas semanas me dejó dando muchas vueltas el artículo Somos animales lectores, publicado en Confabulario, el suplemento cultural de El Universal, en el que se le preguntaba a Alberto Manguel, escritor y Director de la Biblioteca Nacional de Argentina, qué lugar político debe representar el director de una biblioteca nacional, en especial la de Argentina en un momento de “Gran debate ideológico” con el nuevo gobierno de Macri, a lo que Manguel respondía:
Ninguno. Toda acción humana es política, claro. Vivimos en la polis y por tanto todo acto es político, pero en el sentido de la acción de los propósitos de una cierta línea de gobierno, en ese sentido, hay instituciones que no deben tener identidad política. Los hospitales, las escuelas, la biblioteca. Y sobre todo la biblioteca nacional. Si una biblioteca nacional se convierte en un foro político identificable, pierde sus derechos como biblioteca y se convierte en instrumento de propaganda para un grupo.
A primera vista y lo más sencillo y políticamente correcto sería darle la razón a Manguel y afirmar que no deberíamos tener una posición política porque la biblioteca es democrática, y todos tienen cabida; sin embargo, si lo analizamos un poco más encontraremos ciertas sutilezas y claroscuros que no deberíamos dejar pasar.
Y es que no tener una identidad política como bibliotecario o como biblioteca, es confiar en que somos una institución democrática; pero al mismo tiempo, es encerrarnos en una burbuja, obligarnos a no protestar y a no alzar la voz ante injusticias que se comenten en nuestras bibliotecas y en contra de nuestra comunidad, a no fijar una postura y un tipo de atención frente a usuarios y necesidades muy específicas.
Me pregunto entonces, ¿realmente existe algo como el rol social del bibliotecario? Y si la respuesta es sí, entonces por qué de este lado “del muro” (no del charco) no ha habido ninguna postura del gremio bibliotecario al respecto de ciertos temas que están calando muy hondo en el país y de refilón, sobre el gobierno del país vecino y la forma en que nos está afectando. Si me equivoco, agradeceré mucho a quien me saque del error.
Bueno, de hecho, sí me equivoco, en 2014 un grupo el Colegio Nacional de Bibliotecarios, la Asociación Mexicana de Bibliotecarios y el Consejo Nacional para Asuntos Bibliotecarios de las Instituciones de Educación Superior, coordinados por el Jefe del Departamento de Bibliotecas de la UABCS, Mtro. José Alfredo Verdugo Sánchez, entregaron al Senador Zoé Robledo Aburto, Presidente de la Comisión de Biblioteca y Asuntos Editoriales de la LXII Legislatura del Senado de la República una propuesta de Iniciativa de Ley que reforma y adiciona diversas disposiciones de la Ley General de Bibliotecas.
Sin embargo –y si ahora sí me equivoco por favor sáquenme de mi error–, no ha habido ningún comunicado por parte de la comunidad bibliotecaria que fije una postura frente a situaciones como el alza a la gasolina, la economía actual, el levantamiento de un muro en la frontera entre México y Estados Unidos, los feminicidios o las desaparición de 43 estudiantes. ¿Quizá es porque decimos que tenemos un rol en la sociedad, pero no sabemos exactamente cuál es?
Lo menciono porque la ALA ya fijó una postura respecto al servicio bibliotecario a migrantes en Estados Unidos, misma que dio a conocer en un comunicado el 24 de enero pasado.
En los ejemplos individuales está el caso de “Libraries Are For Everyone” una serie de imágenes creadas por Rebecca McCorkindale, asistente del director de la biblioteca pública de Gretna en Nebraska, unos días después de que Trump limitó la entrada de migrantes de origen musulmán. Por cierto, que estas imágenes las diseñó porque “…cree que los bibliotecarios pueden y deben ser activistas” y agrega (las negritas son mías):
Las bibliotecas son el corazón de una comunidad, para todos y cada uno de los que vive allí, sin importar su origen… y creemos que las bibliotecas no son neutrales. Nos alzamos en favor de los derechos humanos.
Acá sin embargo, no he visto reacción alguna en la que definamos una postura de servicio para nuestros migrantes y también para los migrantes que recibimos del sur del continente y cuyo trato no dista mucho del que dan a los mexicanos en Estados Unidos.
Por cierto, el activismo bibliotecario no es exclusivo de Estados Unidos, en 2011 en Perú, por ejemplo, el Colectivo de Estudiantes, Profesores y Egresados de Bibliotecología del Perú “convocó a suscribir y apoyar un llamado en favor de la transparencia, los derechos ciudadanos y democracia de cara a los próximos comicios a realizarse en Perú“.
En Chile, frente a inusuales incendios forestales que han azotado al país este inicio de año, la respuesta de las bibliotecas públicas fue fungir como centros de acopio, mientras que el Dibamovil ofreció a las comunas más perjudicadas del Maule 600 libros en préstamo y cinco computadoras con conexión gratuita a internet.
Ante estos ejemplos y como estoy convencida de que el bibliotecario/a sí tiene un rol social y debe tener una postura política frente a su acontecer diario, me pregunto, les pregunto, ¿qué servicio estamos ofreciendo a los migrantes en la frontera norte que están esperando una oportunidad para llegar a Estados Unidos? ¿qué servicio vamos a ofrecer a los migrantes de la frontera sur que pretenden llegar a México? ¿cuál será nuestra oferta literaria e informativa para mujeres que viven en el Estado de México y todos los días enfrentan la violencia y la muerte por el simple hecho de ser mujer? ¿satisfacemos las necesidades de las comunidades indígenas de nuestro país? ¿cuál es nuestra oferta informativa y recreativa en un año en el que la economía no está dando para mucho? ¿cómo apoyamos desde la biblioteca a que el usuario ejerza su ciudadanía?
Porque la biblioteca y el bibliotecario sí deben tener una postura política y jugar un rol social activo en la comunidad a la que sirven. Porque si no nos lo hemos planteado, entonces estamos repitiendo un discurso y nos estamos quedando en meros acomodadores y prestadores de libros.
Excelente artículo, interesantes reflexiones.
Yo creo que el mejor papel social del bibliotecario es mantener informado al usuario sobre los diferentes temas relacionados con el conocimiento y posturas políticas y que se mueven en el entorno de cada país , ser flexible con la información, no colocarle tantas talanqueras a los usuarios para brindarles el servicio de biblioteca , y escudriñar en los estantes y sacar y dar a conocer tanta información valiosa que muchas veces se queda escondida en medio de los estantes, ya que solo de esta forma lograremos una sociedad lectora e informada que pueda tener un verdadero conocimiento de lo que sucede en su país y en el mundo y además permitir que conozcan opiniones y concepciones del mundo que desconocemos , porque los medios de comunicación tanto hablados , televizados y escritos nos ocultan ya que obedecen a directrices del gobernante de turno. No podemos como bibliotecarios seguir jugando el papel de bodegueros y limitarnos a buscar el material bibliográfico y solo ser un intermediario pasivo entre el libro y el usuario.