Sin duda alguna, uno de los principales retos en el préstamo de libros electrónicos en bibliotecas está relacionado con los tipos de licencias para hacerse de estos formatos de lectura. Y digo que es un reto porque difícilmente una biblioteca va poder adquirir a perpetuidad un libro o audiolibro electrónico para que forme parte de su acervo de forma permanente, o hasta que el descarte los separe o un nuevo formato impida que se puede visualizar ese archivo, lo que ocurra primero. Creo que, de hecho, aquí ya hablé más de un reto.
Pues bien, aunque hay varios tipos de licencias de libros electrónicos para bibliotecas (a cual más abusiva en costo y acceso para las bibliotecas, si hemos de ser honestos); las licencias a perpetuidad son una especie en peligro de extinción. Así lo demuestra la medida más reciente impuesta por Hachette Book Group que reducirá el acceso a largo plazo a los libros digitales y audiolibros.
Los nuevos términos para licenciar libros a bibliotecas entrarán en vigor el 1 de julio de 2019. Con ello los libros electrónicos a perpetuidad (que aunque les implicaba una inversión muy costosa, el acceso era permanente), cambiarán a la modalidad de dos años medidos, es decir, costos más bajos pero cuyo acceso finaliza dos años después; y entonces la biblioteca tendría que pagar nuevamente por el acceso dos años más.
Desde luego, Hachette asegura que esta medida es una “buena noticia” para los bibliotecarios que se habían quejado de los altos precios de los libros. Creerán que no sabemos hacer cuentas, sí, libros por debajo de los US$65 (cuando el precio al público generalmente es de US$14.99) cuya copia única se podrá prestar indefinidamente; pero que a la vuelta de dos años habremos de pagar nuevamente y eso sin contar que será una copia por usuario, es decir, que habran de adquirirse por dos años varias copias de un mismo libro. Hachette no pierde y a nosotros no nos salen las cuentas.
Infortunadamente no son los únicos, en septiembre pasado Penguin Random House hizo un cambio de términos similar al de Hachette con un precio tope de US$55. Y si esto no fuera suficiente, en julio de 2018 Macmillan impuso un embargo (es decir, un periodo en el que los libros no están disponibles para que las bibliotecas los adquieran) en las ventas de nuevos títulos de libros electrónicos a Tor Books, su sello de ficción y fantasía. Como bien indicó Loida García-Febo, presidenta de la ALA “Cuando se publica un nuevo libro en el mercado, las bibliotecas deben poder obtenerlo al mismo tiempo que los compradores a título individual. De lo contrario, el público creería que no estamos respondiendo a sus necesidades. El acceso a la biblioteca es especialmente importante para aquellas personas cuya situación económica es débil y les impide comprar libros“.
Lo dicho, el reto es muy grande, la negociación con las editoriales y las plataformas de distribución siempre es abusiva, algo debemos poder hacer las y los bibliotecarios, una especie de acceso abierto como el que se está viviendo en la publicación de revistas académicas. Las editoriales de alguna manera deben darse cuenta que las bibliotecas son la puerta de entrada para que muchos usuarios terminen adquiriendo sus libros.