Leyendo a Teresa Walls en el Blog de la ALSC me encontré con esta frase que me encantó:“Cataloguing is an art, and some people do not have the gift”, algo así como “la catalogación es un arte y algunos no tienen el don”, tristemente he de reconocer que no me cuento entre las personas que tienen ese don; aunque quizá mi panorama profesional de catalogación hubiera sido completamente distinto si en mis años universitarios los profesores responsables de impartir dicha asignatura hubieran llegado con la misma entrega y visión que el responsable de la frase de arriba tenía de la catalogación, en fin, el hubiera no existe, ¿cierto?
El asunto es que, nos guste o no, la catalogación sigue siendo parte de nuestro quehacer profesional, de hecho una muy importante, al menos para el ambiente bibliotecario nacional; habrá quienes apelemos a las aplicaciones de la Web 2.0 para decir que la catalogación ya es obsoleta. Desde luego que las aplicaciones 2.0 existen, son utilísimas y han venido a facilitarnos el trabajo en gran medida. No pretendo ahora cuestionar la catalogación tradicional, ni mucho menos la Web 2.0, pero por algo la primera sigue existiendo y la segunda sigue creciendo, entonces ¿habrá alguna forma de que se conjunten ambas para hacer la labor del catalogador, y del bibliotecario en general, más dinámica y que nos olvidemos un poco del “punto-espacio-raya-raya”?
Por cierto, en el mismo post, Walls hace referencia a un blog especializado en el Sistema de Clasificación Dewey, 025.431: The Dewey Blog que parece bastante interesante y si tu labor cotidiana se relaciona con el DDC o simplemente te apasiona el tema, quizá te sea de utilidad contarlo entre tus Feeds.
Me parece que la catalogación, vista y practicada de una manera tradicional, todavía no ha sido superada. Se pone más atención en la forma que en el propósito y fin de la catalogación. Si se enseñara la catalogación como un mecanismo que permitiese socializar la información y el conocimiento entre bibliotecarios y usuarios, no habría la necesidad de cuestionarse sobre si es punto, coma o raya raya. Soy un firme partidario de los principios del orden documental, pero no soy partidario del dogma catalográfico. En otras palabras, encuentro sumamente indispensable para mis labores docentes y profesionales mis antiguas clases de catalogación, particularmente por su principios y espíritu de organización de información, pero veo también como una imposición intelectual la simple memorización y aplicación de las Reglas de Catalogación sin entender para qué son y por qué fueron diseñadas. Ojalá se diera un giro en la forma en que se enseña a catalogar, enfocada más a la reflexión que a la simple repetición de procesos sin sentido, que lo único que provocan en los bibliotecarios es que constantemente se hagan preguntas de orden existencial. Un saludo, Vero.
Hola Juan
Sumamente interesante tu reflexión (como siempre). Como lo menciono en mi post, en ningún momento pretendo cuestionar la utilidad de la catalogación, de hecho yo también soy una fiel creyente que la descripción que hagamos del material será la llave de entrada a la información, por algo la catalogación sigue existiendo y no me refiero como asignatura en un plan de estudios, sino como una parte importante de nuestro quehacer cotidiano, ya en la práctica dentro de las bibliotecas.
Mi inquietud, que no pregunta de orden existencial, va en el sentido de superar el dogma y la cuadratura que nos enseñaron en las clases de catalogación que tú y yo bien conocimos, que nos lleva a no superar el “punto-espacio-raya-raya” y a pensar que la catalogación sólo son áreas de la ficha separadas por ese famoso “punto-espacio-bla-bla-bla” o RCA. En el fondo, no creo equivocarme tanto al pensar que ese dogma y cuadratura son los causantes de que muchos (yo incluída) no disfrutemos tanto de la tarea de catalogar nuestro acervo, aunque lo hagamos perfectamente y comprendamos la importancia de la misma.
Pero así como defiendo la catalogación tradicional, sigo también creyendo que a estas alturas no hemos encontrado la forma de conjuntar procesos tradicionales con aplicaciones web para hacer una bibliotecología y una catalogación más dinámica y disfrutable (si es que se permite la creación de la palabra), tanto para los alumnos como para los que ya estamos catalogando en las bibliotecas. Ahora que si nos ponemos un poco crudos, resulta casi imposible pensar en conjuntar tradición y tecnología, cuando la docencia no nos ha permitido comprender la importancia de la catalogación, como ya tú lo has comentado.
En efecto, Vero. Creo que has dado en el clavo de algo muy importante que los bibliotecarios de hoy han dejado de lado: el placer por la catalogación. Al igual que la lectura, presiento que existe un móvil de carácter personal (y profesional) que puede llegar a hacer de la catalogación una actividad placentera; pero como mencionas también, la docencia que nos formó nos ha menguado la posibilidad de disfrutar de una catalogación reflexionada. Yo he encontrado cierto placer no en las RCA2 ni en MARC, sino en Dublin Core y en el movimiento Open Access, particularmente el protocolo OAI–PMH. De algún modo he podido trasladar mis conocimientos del antiguo dogma catalográfico a este nuevo espacio que es la Web. Pero también he caído en cuenta que sin ese viejo dogma no hubiera podido transitar hacia ese nuevo mundo de la normalización documental que el movimiento del Acceso Abierto y la Web 2.0 están impulsando hoy día en el mundo académico. Un tema por demás polémico sin duda, pero fundamentalmente necesario para discutir y compartir (misión que sin duda está cumpliendo con creces este singular espacio, tu blog). Un saludo y seguimos.