Y bueno, sí, lleno de cliché este video que me he encontrado; pero no deja de resultar divertido la percepción que se tiene de la bibliotecaria: 1) vestidas como santurronas con lentes y chongo; o 2) como la sexy mujer con muy poca ropa.
En lo que podría estar de acuerdo es que un porcentaje muy alto usamos lentes… ¡sí señores! que la vista se nos cansa con tanta letra y muchos lugares mal iluminados
Y, como dice el video al final, resulta que unas menos fodongas que otras, pero somos bastante normalitas en nuestro vestir.
Ahora sólo queda la duda: ¿existe algún cliché respecto de la moda del bibliotecario? es raro que siempre que se habla de la biblioteca viene a nuestra mente la imagen de una mujer, sexy o regañona, pero al final siempre una mujer.
Probemos: si yo digo bibliotecario, ¿qué imagen les viene a la mente?
…la estrategia está en enseñarle a la gente a ver/leer porno. Tal vez como lo hacen en la Biblioteca de Santiago, quienes abrieron una sala para adultos… La otra opción está en no censurar—ni por edad ni por espacio—como hacen en algunas bibliotecas públicas de Bogotá y ofrecer a través de los servicios bibliotecarios un acercamiento más reflexivo a los usuarios, ejemplo de ello es el programa de promoción de lectura y escritura café literario. Mejor aún ofrecer un servicio híbrido de ambos ¿verdad?
Por mi parte, en el segundo post mencionaba que el sexo no es el competidor de las bibliotecas y que nuestro deber es ofrecer los servicios y la información requerida y si la información requerida está relacionada con el sexo… adelante, que nuestro papel no es el de censurar.
Lo anterior viene a colación porque precisamente ayer me topé con la noticia de la publicación de la Primera Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos que protege los derechos a la libertad de expresión con lo que autoriza a los usuarios de las bibliotecas públicas de Nueva York a tener acceso a cualquier tipo de contenido en la red (a excepción de contenido ilegal y/o pornografía infantil), es decir, le guste o no al bibliotecario y así “ponga el grito en el cielo” como decimos por acá, no podrá bloquear ninguna página de internet, salvo las que se han mencionado arriba.
Desde luego, este es un tema delicado que tiene muchas aristas y habrá opiniones tan encontradas como bibliotecarios y usuarios en el mundo; sin embargo, todas estas notas en conjunto hacen que volvamos nuevamente a la cuestión que durante siglos nos ha rondado cuando estos temas salen a la luz ¿cuál debe ser el papel del bibliotecario y la biblioteca frente a estos temas? ¿está en nuestro deber censurar?
De inicio la reflexión en uno de mis artículos no iba en torno a ofrecer pornografía a los usuarios de nuestras bibliotecas, que no censura, sino ofrecer materiales educativos. Sin embargo, una segunda lectura al artículo de Mauricio, al de la enmienda aprobada en Nueva York, así como a mis propios artículos ha dado para reflexionarlo nuevamente y confirmar que nuestro papel no es el de censores. Como bien apunta Mauricio Fino en su post, es un tema del que hablamos poco y no existe una posición definida; aunque también hay pocos, pero muy buenos ejemplos de bibliotecas ofreciendo estos materiales en aras de cumplir con el papel que toda biblioteca tiene desde siempre: ser garante de acceso a la información, tal es el caso de la Biblioteca de Santiago en Chile, donde existe una sala para adultos donde se ofrecen libros, historietas y otros documentos de este tipo.
Y, parece que hoy todo estuvo relacionado con el derecho a la información y la libertad de expresión, pues hoy Mauricio Bonilla (@transparatodos) me hacía la siguiente pregunta en Twitter:
La respuesta lógica e inmediata debería ser que “Sí, es uno de los deberes de la biblioteca garantizar el derecho de acceso a la información.” Desafortunadamente, el panorama es muy distinto, y me pongo a pensar en todas las bibliotecas públicas que he visitado en el país tienen restringido el acceso a redes sociales, ¡vamos! que ni siquiera estamos hablando de pornografía y ya se está censurando el acceso a estos servicios. Confieso mi total ignorancia en cuanto a si alguna biblioteca mexicana tiene servicios similares al de la Biblioteca de Santiago, corríjanme si me equivoco, pero mucho me temo que si no hemos logrado superar el miedo a Twitter, Facebook, Hi5, etc., poco tenemos que ofrecer en materia de sexualidad.
Pero ustedes qué dicen ¿qué posición deberíamos adoptar con estos temas? el simple hecho de ser espinoso y de no saber hablarlo ¿nos da derecho a censurarlo? Y si la respuesta es “No”, entonces ¿como lo ofrecemos?
Me he topado con esta interesante infografía que, aunque con datos de Estados Unidos, nos muestra algunos hechos interesantes de los bibliotecarios y que bien se pueden aplicar a bibliotecarios y bibliotecarias en cualquier parte del mundo, por ejemplo, el dato donde se menciona que hay más mujeres que hombres dedicadas a esta profesión.
Hoy se está celebrando el día internacional contra el DRM (Digital Rights Management), es decir, contra la Administración Digital de los Derechos o lo que es lo mismo, todos los candados habidos y por haber que se ponen a los contenidos digitales —sean libros, películas, música o software— para que éstos no puedan ser “pirateados”.
¿Por qué estar en contra de los DRM?
Razones hay muchas, pero se puede resumir en lo siguiente: los DRM obstaculizan al usuario el acceso a los contenidos, por un infundado miedo a que éstos sean pirateados. Pues bien, los DRM no funcionan y este es un tema que ya se ha explicado en muchos espacios, por ejemplo, en el artículo Less DRM, more data.
Afortunadamente, así como hay restricciones y más restricciones que van en contra del libre acceso de contenidos, también hay algunos proyectos y opciones que van en contra de los DRM, el Proyecto Gutenberg, el crowdfunding, las licencias Creative Commons, son sólo algunos.
Por último, recomiendo ampliamente leer The Decade in DRM con información muy interesante en torno al DRM.
¿Cuál es el futuro de la biblioteca en la era del e-book?
Sin duda, una pregunta de difícil respuesta, y es que no podemos negar que el tema del libro electrónico es espinoso para las bibliotecas y me temo que lo seguirá siendo por algún tiempo, aunque no es de extrañar que ante cualquier nueva tecnología la biblioteca y el bibliotecario se enfrenta ante una crisis de identidad y el ya viejo y conocido miedo de que cualquier tecnología entrante nos va a reemplazar (cada vez que escucho este tipo de pronósticos no puedo evitar pensar que si fuera cierto, hace algunas cuantas décadas no existiría la profesión). Sin embargo, frente al tema del libro electrónico se viene haciendo cada vez más necesario cuestionarnos si el e-book representa una oportunidad o una verdadera amenaza para nuestros recintos de papel. Como cualquier cosa en esta vida, todo depende del cristal con que se mire o, mejor dicho, todo depende del bibliotecario que lo mire y la capacidad para vislumbrar oportunidades o el miedo que lo paralice.
Desde luego, no es un tema de optimismo exacerbado o pesimismo necio y tampoco se trata de contestar “si” o “no” de manera visceral; se requiere un análisis profundo para entender a lo que nos enfrentamos y los problemas que habremos de enfrentar: el asunto de los DRMs, por mencionar un ejemplo, no nos está poniendo fácil el camino a los que imaginamos en un futuro el préstamo consolidado de libros electrónicos en bibliotecas, especialmente cuando las bibliotecas no son dueñas de los libros electrónicos de la misma manera que lo son de los impresos. Aunque iniciativas ya se están dando como es el caso del recientemente anunciado préstamo de libros digitales de Amazon a más de 11 bibliotecas en Estados Unidos o el caso del préstamo de libros electrónicos de Sony; desafortunadamente en México, al igual que en muchos otros países, falta mucho—especialmente cuando son pocas las bibliotecas que están ofreciendo préstamo de dispositivos de lectura—pero las semillas están comenzando a sembrarse.
El tema económico tampoco es tan sencillo, especialmente en países como México, donde los presupuestos de cultura y educación parecen no ser la prioridad de las autoridades, aunque debemos recordar que en su mayoría los libros electrónicos son considerablemente más económicos que los impresos y también que los dispositivos se van abaratando de a poco, como ocurre con cualquier tecnología; imagino hace unos 25 años las bibliotecas veían difícil, si no imposible, tener computadoras y catálogos electrónicos; hoy en día es toda una realidad—si bien es cierto que no en el 100% de las bibliotecas mexicanas—, espero que no tengamos que esperar tanto tiempo en el caso del libro electrónico.
Sin embargo, el problema de fondo creo que es que tanto las bibliotecas como las editoriales quieren tratar el libro electrónico de la misma manera que un impreso y ese es un error que nos va a costar usuarios que con un sólo click se pueden hacer de los libros que desean ya sea piratas o comprándolos. No se trata sólo de prestar un libro electrónico, como hace algunos años no sólo se trataba de prestar un libro impreso y poner un sello en la papeleta de préstamo. Así que en lo que debemos trabajar como bibliotecarios es en ofrecerles los mismos contenidos mejorados y con más opciones de manera más sencilla, inmediata y, desde luego, legal.
Desde mi perspectiva, estoy convencida que el e-book se presenta como una oportunidad para las bibliotecas, una oportunidad que incluso puede ayudarnos a recuperar los usuarios que hemos ido perdiendo en un camino que hemos llenado de prohibiciones y control a veces obsesivo; si soy honesta, creo que sólo es cuestión de tiempo, sin embargo, aunque el e-book es un paso ineludible para algunas bibliotecas a corto y para otras a largo plazo, debemos estudiar la manera de dar ese paso con el pie derecho (izquierdo para los que sean zurdos) y entrar fortalecidos y con los “peros” adecuadamente resueltos; debemos hallar un modelo que satisfaga a todas las partes, es decir, un modelo que como bibliotecarios nos permita establecer acuerdos equitativos con las editoriales y así poder ofrecer contenidos de manera sencilla, rápida y sin restricciones a los usuarios.
Sí, veo en el futuro muchas bibliotecas híbridas con riqueza de contenidos impresos y electrónicos, así como veo bibliotecas totalmente electrónicas; sin embargo, en ambos casos, veo a un bibliotecario/a que orienta al usuario y que le ayuda a obtener los contenidos que necesita.
Para finalizar este post, quiero recomendar ampliamente las lecturas The future of libraries in the e-book age y Librarians at the gate, en ambos casos podemos ver como los “peros,” las dudas, el miedo y también la oportunidad no es exclusiva de una latitud, el e-book es un tema que a todos los bibliotecarios concierne.
El día de hoy ha aparecido en varios sitios de noticias y blogs, el nuevo mensaje de la campaña de lectura de Gandhi, famosos muchos de ellos por causar cierto escozor y otros por ser mensajes que a todos nos dejan reflexionando sobre el tema de la lectura. En este anuncio leemos *”Si la letra con sangre entra, el país ha de estar leyendo mucho,”* una alusión directa a la violencia que estamos viviendo en México y que parece que se recrudeció en 2010 por la tristemente famosa lucha contra el narcotráfico.
En twitter comentaba que aunque estos mensajes forman parte de la campaña de lectura de librerías Gandhi, más que campaña me suena a una denuncia. Como campaña no se si termina de gustarme; como denuncia, toca un tema muy sensible y lamentable en el que todos estamos inmersos y del que deseamos ver un fin. Nos guste o no, prueba que desde un tema en común como es la lectura, hay posibilidad de hacer crítica social y pedir un alto.
Aprovechando que estamos por cerrar el año y que siempre es un buen momento para reflexionar lo que hemos hecho y lo que esperamos del año próximo, vale la pena hacer un recorrido por los artículos donde hablo precisamente de lo que se espera de la bibliotecología y de los bibliotecarios:
Como les comenté en el post A propósito de las Bibliotecas vs los Starbucks hace algún tiempo comencé y terminé de leer el libro La Experiencia Starbucks de Joseph A. Michelli (mismo que recomiendo ampliamente), así que les estoy debiendo una entrada sobre este libro. Pero antes de comenzar a hablar sobre el libro, veamos algunos datos importantes sobre Starbucks:
El 30 de marzo de 1971 abre en Seattle, Washington la primera cafetería Starbucks.
En 1992, con 165 cafeterías, Starbucks lanzó al mercado su emisión inicial de acciones en la bolsa de valores de Estados Unidos.
Para ese mismo año el valor de las acciones de Starbucks había subido un %5000
Actualmente cuenta con más de 17,000 cafeterías repartidas en 49 países.
Se estima que tiene un promedio de 35 millones de visitas por semana.
Estos son sólo algunos datos que me llevan a preguntarme, ¿cómo ha crecido tan rápido una empresa que se dedica sólo al café? pero lo más importante ¿cómo ha hecho para que la gente prefiera a un Starbucks sobre una biblioteca al momento del estudio o el trabajo? ¿cómo han logrado convertirse en un tercer espacio (recordemos que el primero es el hogar y el segundo, la oficina)?
Aquí van algunos puntos que se mencionan en el libro y que me gustaría rescatar/contrastar de lo que hacen y no hacen en esta cafetería frente a la labor que estamos llevando a cabo en nuestras bibliotecas. Como les comenté anteriormente, no se trata de convertir nuestros espacios en cafeterías, pero después de leer el libro me di cuenta que la experiencia Starbucks tampoco se trata sólo del café, sino de un servicio integral y coherente; sería interesante entonces que algunos bibliotecarios lo tradujeramos a: “_la experiencia de la Biblioteca no se trata sólo de buenos libros, sino de un servicio integral y coherente_”.
Según el libro, La experiencia Starbucks se resume en 5 principios:
Hacer propio el negocio
Todo tiene importancia
Sorprender y deleitar
Aceptar la resistencia
Dejar huella
Principio 1. Hacer propio el negocio
Esto es muy simple, en Starbucks no se habla de empleados, sino de socios, y aunque esto puede parecer un discurso de cualquier oficina de recursos humanos, en Starbucks los empleados pueden adquirir acciones, así que les conviene que la empresa venda y se las ingenian para que así lo haga. Pero además en Starbucks hablan de las 5 maneras de ser para hacer propio el negocio:
Ser acogedores: los socios tratan siempre de recordar a los clientes y, lo que es más importante, sus necesidades; lo que hace que los clientes se sientan cercanos al lugar y les da un sentido de pertenencia. ¿Somos acogedores en nuestras bibliotecas? ¿recordamos a nuestros usuarios y sus necesidades de información?
Ser auténticos: en Starbucks no te atienden con el clásico discurso de MacDonalds o Burger King, aquí cada socio tiene toda la libertad para atender y responder a las necesidades de consumo de sus clientes. ¿En las bibliotecas seguimos esperando que el usuario se acerque a la recepción para que le demos la información?
Ser considerados: no sólo se trata de crear un espacio confortable en la cafetería, se trata de ser congruente con el entorno social, por ejemplo, Starbucks tiene convenios de comercio equitativo con productores cafetaleros y además está reemplazando el 5% de la energía que se consume en las tiendas de Estados Unidos. ¿Es real cuando hablamos de la “labor social de las bibliotecas”?
Ser conocedores: los socios de Starbucks saben de qué va el negocio, son verdaderos expertos del café y de cada una de las bebidas que se ofrecen, cada uno de ellos recibe semanalmente una libra de café con el objetivo de que sigan desarrollando el gusto por el café que ahí se vende. ¿Conocemos a fondo los recursos existentes en nuestra biblioteca, o seguimos pensando que se trata sólo de libros?
Ser partícipes: todos los empeados toman la iniciativa, si descubren un conflicto con los clientes o ven una oportunidad para dar un mejor servicio lo hacen. ¿Los bibliotecarios tomamos la iniciativa, o estamos esperando a que lleguen los usuarios? ¿damos soluciones satisfactorias a sus necesidades de información?
Principio 2. Todo tiene importancia
En Starbucks hasta el más mínimo detalle tiene importancia, la iluminación, el mobiliario, la temperatura y aroma del café, los vasos donde se sirven las bebidas, la atención de los socios, todo hace parte de un servicio integral. De nada sirve un buen café, si hay clientes que no acostumbran a beberlo o si el servicio es malo.
Principio 3. Sorprender y deleitar
En este y cualquier negocio o servicio, los clientes esperan que sus necesidades sean atendidas oportunamente; sin embargo, si el negocio en cuestión se adelanta y se aparta de lo convencional, redundará en un cliente, no sólo satisfecho, sino también sorprendido, lo que a su vez, redundará en un cliente que regresa. Aquí voy a compartirles un ejemplo que se menciona en el libro y que toca muy de cerca a los bibliotecarios:
Un ejemplo perfecto de esto es el de una sucursal de biblioteca que funcionaba en el vecindario y se preparaba para cambiar de local. Un buen número de las personas que trabajaban en dicha sucursal eran clientes diarios de una tienda Starbucks. Cuando la gerente de esa tienda se enteró de la proyectada mudanza, resolvió comprar el café de los bibliotecarios y llevárselo a su nuevo local. También averiguó cuál era el Starbucks más cercano a la nueva biblioteca y les presentó los bibliotecarios a los respectivos baristas…
Principio 4. Aceptar la resistencia
Desde luego, no todo es “miel sobre hojuelas” y toda gran empresa está bajo el ojo público y recibe duras críticas, Starbucks no es la excepción, de hecho, se ha enfrentado a un buen número de protestas y críticas en distintos diarios y blogs; sin embargo, siempre tienen oidos atentos a lo que se dice y la intención de resolver las disputas que surjan; por otro lado existe un gran respeto a lo que se dice de ellos; por ejemplo, no existe ninguna política para los blogs en donde se hace mención a la cafetería, y todo esto bajo la idea de que si al interior de los Starbucks una persona puede pasar el día entero con una sola taza de café sin que nadie le diga nada, lo mismo ocurre afuera de las tiendas; cualquiera es libre de escribir y opinar lo que quiera. Si la crítica es dura y cierta, entonces los administradores toman cartas en el asunto, poniéndose en contacto con la persona que escribió esa crítica para tratar de resolver el problema del que se trate.
Principio 5. Dejar huella
Los 4 principios anteriores tienen como única finalidad dejar huella en el cliente y lograr que este vuelva; un gran servicio, la anticipación a una solicitud, que el socio me llame por mi nombre y que sepa que tomo té y no café, que la empresa tenga un convenio de comercio equitativo… todo eso hace que la gente tenga siempre presente a Starbucks, que lo vean como el tercer lugar, que la gente vaya no sólo por el café, sino que vayan a estudiar, a trabajar, esa es la huella que pretende Starbucks, es la huella que las bibliotecas y los bibliotecarios deberíamos dejar para que siempre nos tengan presentes y como referentes no sólo de libros, sino como el espacio en el cual es posible estar.
Algo que me ha gustado de este libro es que, aunque todo lo que se menciona en él es bastante obvio, a veces parecemos olvidar lo esencial y lo que nuestros usuarios (clientes) necesitan realmente. En el libro se habla de la cafetería y cómo ha llegado a ser una referencia de estudio y trabajo para muchas personas; sin embargo, lo que en él se menciona no tiene ningún desperdicio para nuestras bibliotecas, si volvemos a leer los 5 principios de Starbucks, pero pensamos no en la cafetería, sino en bibliotecas, vemos que se puede hacer un trabajo muy interesante para crear La experiencia biblioteca, la que incluso no necesita café:
Hacer propio el negocio: hacer propia la biblioteca, no sólo hacerla nuestro segundo espacio, sino un tercero.
Todo tiene importancia: todo tiene importancia en la biblioteca, no sólo los libros o los catálogos, tiene importancia la iluminación, los baños, la actitud de los bibliotecarios, la rapidez del servicio, el mobiliario, etc.
Sorprender y deleitar: anticiparnos a los requerimientos de los usuarios, conocer sus necesidades, ir más allá del clásico servicio bibliotecario.
Aceptar la resistencia: habrá usuarios que critiquen e incluso no utilicen nuestras bibliotecas, habrá quienes argumenten que nosotros y nuestros espacios ya son obsoletos: sin embargo, debemos trabajar para ellos y prestar atención a sus críticas para determinar las acciones que tomaremos para volvernos imprescindibles.
Dejar huella: vuelvo a lo mismo, hacernos imprescindibles, convertirnos en referencia obligada y lograr que regresen.