Casi se me acaba el día, pero no puedo dejarlo pasar sin venir a celebrar el Día Nacional del Bibliotecario y la Bibliotecaria en México.
En años anteriores acostumbraba a festejar este día platicándoles sobre libros que me han emocionado y que quiero que más gente conozca. En esta ocasión, sin embargo, salgo de la pausa en la que tengo este blog desde hace tiempo para reconocer la labor de las bibliotecarias y los bibliotecarios públicos de a pie, aquellos a los que en los últimos meses he tenido oportunidad de conocer y ver su trabajo muy de cerca.
Son ellas y ellos quienes a pesar de los pesares, la mayoría de las veces sin recursos pero con un gran compromiso (aunque ese no debería ser el binomio que impere), sacan a flote las bibliotecas públicas. Los que demuestran que esto de ser bibliotecaria y bibliotecario es más que acomodar libros, haber pasado por la universidad y presumir el título, o pedir que te registres en el libro de visitas:
- Lulú, de la Biblioteca Central de Tlalpan. Yo siempre he dicho “ponga una biblioteca en su vida”, pero también “ponga una bibliotecaria en su vida”. Lulú es el vivo ejemplo de lo que representa esta frase. Me resuelve muchas dudas.
- Victoria y Bárbara de la Biblioteca Fray Bartolomé de las Casas, en la Alcaldía Azcapotzalco por experimentar con sus comunidades, tienen una exposición fotográfica imperdible sobre la historia de la alcaldía.
- Andrea, de la biblioteca Juventino Rosas, en la alcaldía Gustavo A. Madero, por esa extraordinaria vinculación con su comunidad.
- Ernesto y Verónica, de las bibliotecas Chalma de Guadalupe y Paco Ignacio Taibo II, respectivamente, en la Alcaldía Gustavo A. Madero, por abrazar un proyecto que se veía lejano y que ha ido avanzando.
- Gerardo de la Biblioteca Jesús H. Abitia, en Cuauhtémoc, no se pueden perder su intervención en las Jornadas sobre bibliotecas públicas y sus comunidades “Ninguna biblioteca es una isla”.
- Martha y Paty, de las bibliotecas Francisco Zendejas y Teocalli, en La Magdalena Contreras, por recibir nuestras propuestas siempre con un sí ya sea en Día de Muertos, en talleres de lectura, festivales de lectura o lo que les propongamos.
- Porfiria, de la Biblioteca Valentín Gómez Farías en Tlalpan, por abrazar su huerto y los juegos de parque, y usarlos de pretexto para que las abuelas y nietos tengan un espacio donde unas tejan y otros lean o jueguen.
- José, de la Biblioteca Lomas de la Era, en Álvaro Obregón, por esa defensa férrea que hace de su espacio de trabajo.
- Maribel, de la Biblioteca Paraje de Zacatepec, en Iztapalapa, por abrazar nuestro proyecto, adoptarlo y llevárselo a sus talleres de verano.
- Laura, de la Biblioteca Itzcóatl en Azcapotzalco, que propone, busca alternativas y piensa en las necesidades de sus usuarios.
- Arturo, de Batallón de San Patricio, que fue como una luz para las y los bibliotecarios en Álvaro Obregón.
- Teresa, de la biblioteca Alejandro Aura, cuyos programas le han valido premios y reconocimiento.
- Susana, de la biblioteca Aarón Gordián, en Gustavo A. Madero, por crear ese huerto comunitario.
- Guadalupe, de la biblioteca José Alberto Manrique, por dar durante años espacio al taller de herbolaria que reune a usuarias de la tercera edad que buscan refugio a su cotidianidad.
- A la bibliotecaria en la Vicente Guerrero, en Venustiano Carranza, que reune cada semana a usuarias de la tercera edad y juntas recuperan la historia de la colonia.
- A la bibliotecaria en la Demetrio Vallejo, en Venustiano Carranza, que dio cabida a sobrevivientes de cáncer de mama para que realizaran ahí su círculo de lectura.
Sé que me faltan tantas y tantos, eso es lo bueno, que no están todos, que faltan muchas bibliotecarias y bibliotecarios por conocer y que nos asombren e inspiren con su hacer biblioteca.
Pues eso: ¡Feliz Día Nacional del Bibliotecario y la Bibliotecaria!
Gracias por visibilizar el gran trabajo de nuestras y nuestros compañeros bibliotecarios, qué ganas de conocerte. Un abrazo.