Cuando hablamos de las bibliotecas, especialmente de las públicas, nos gusta decir que somos garantes de acceso a la información pero, ¿realmente sucede así?, ¿no intervienen nuestros propios prejuicios a la hora de seleccionar un libro para el acervo?, ¿es posible hablar de autocensura en las bibliotecas al grado de no permitir ciertos contenidos que personalmente juzgamos como inapropiados?
A la mente me viene, desde luego, el boom que fue el refrito 50 shades of Grey (para los que no lo saben, este libro surgió en un foro de fanfiction como un derivado, que es más bien una copia donde sólo cambian los nombres de los personajes, de Twilight) y que está viviendo un segundo aire (muy airado) gracias al reciente estreno de la adaptación fílmica; ¿qué pasa con este libro?, de buena fuente sé que en una biblioteca pública en este país hay una enorme lista de espera para el préstamo a domicilio y seguramente sucede así en el resto de bibliotecas públicas en varios países; muchos parecen tener una opinión poco favorecedora sobre el libro (aunque a veces me pregunto si genuinamente lo consideran malo o lo disfrutaron y les apena decirlo o simplemente se dejan llevar por las críticas sin haberlo leído) y los bibliotecarios no han sido la excepción, sin embargo, ¿esta opinión, con fundamento o no, debe intervenir al momento de dar acceso a dicho libro y satisfacer la demanda de esa lista enorme de usuarios que lo están esperando? La respuesta ética es NO, de hecho, según el Manifiesto de la Unesco sobre la Biblioteca Pública “Ni los fondos ni los servicios han de estar sujetos a forma alguna de censura ideológica, política o religiosa, ni a presiones comerciales” aunque permítanme insistir con mi pregunta inicial, ¿sucede realmente así en las bibliotecas?
Lo comento porque libros como éste, la saga de Harry Potter y tantos otros han sido motivo de censura, si no por parte de bibliotecarios, sí por parte de diversas asociaciones que, en aras de una “sociedad decente” han presionado a las bibliotecas y los bibliotecarios para que desaparezcan ciertos títulos de las bibliotecas, sin ir más lejos, en este blog hay varios ejemplos de lo que la gente piensa que debería existir en una biblioteca, si les interesa releerlos pueden hacerlo en Las malas palabras y el lenguaje vulgar en la literatura infantil y juvenil, la segunda parte de ese artículo, Cincuenta sombras de Grey, quema de libros y rol social del bibliotecario y también en De desarrollo de colecciones y cómo rasgarse las vestiduras (sí, bueno, el tema da para muchas entradas).
Pues bien, la respuesta ética es NO, nuestro papel es asegurar el acceso a cualquier libro que el usuario esté demandando y, yo agregaría, alentarlo a que vaya más allá de determinada lectura; pero, quizá en algún momento su crítico personal ha intervenido al momento de seleccionar, adquirir y poner a disposición del público ciertos materiales.
Pero, y este es un gran pero, si tienen duda respecto a si su ética bibliotecaria se ha visto afectada en este sentido, les recomiendo responder este Test de Autocensura elaborado por The New York Library Association y al que llego gracias al blog de la ALSC. Son 18 preguntas a las que sólo hay que responder Sí o No y que nos dan cuenta de que la autocensura tiene matices mucho más sutiles de lo que cabría esperar, si hay respuesta afirmativa a una, varias o todas estas preguntas, quizá te estés autocensurando y afectando al mismo tiempo a tus usuarios sin darte cuenta.
¿Se les ocurre alguna otra pregunta que se deba integrar en este test? Me platican cómo les fue con las respuestas.