En 1979, el entonces presidente de México, José López Portillo, en homenaje al natalicio de Sor Juana Inés de la Cruz (12 de noviembre de 1651-17 de abril de 1695) decretó que cada 12 de noviembre celebráramos el Día Nacional del Libro, y pues nada, que hoy celebramos esta noble fecha, y aunque los libros y las lecturas han cambiado, la esencia no; así que qué mejor manera de celebrar que leyendo en el iPad, o bien, un libro impreso, un libro infantil o lo que ustedes quieran.
Mi consejo, vayan a la FILIJ, qué mejor manera de celebrar que en una de las que, a mi gusto, es de las mejores ferias del libro que organizan en este país.
Lo anterior viene a colación porque hoy me encuentro en el blog de Ebook Friendly con ¿Las mujeres escriben mejor que los hombres?, una infografía desarrollada por Grammarly (plataforma de mejoramiento de la escritura) que rescata los resultados de una encuesta sobre la percepción que se tiene de las habilidades y técnicas de escritura entre hombres y mujeres, por cierto en esta encuesta realizada en 2014 participaron más de 3000 usuarios de Grammarly, aunque poca luz nos dan si más hombres o mujeres la respondieron.
Aunque los resultados sostienen que en general el 59% cree que las mujeres son mejores escritoras, el título de la infografía tiene, a mi gusto, un título engañoso donde se confunde la cantidad con la calidad y donde además, todo se resume a las percepciones de los encuestados –quienes, repito, no sabemos si son en su mayoría hombres o mujeres quienes podrían inclinar la balanza–, y no en números reales.
En lo personal, este tipo de luchas sexistas en el ambiente literario –y de hecho en cualquier ámbito–me parecen a estas alturas fuera de lugar y fútiles, sin embargo, no deja de ser interesante (sin meternos en el terreno de la calidad y de quién es mejor, claro está) analizar la percepción general sobre la forma en que las mujeres o los hombres llevan a cabo su proceso creativo, desde luego, cada caso particular es distinto. Quizá un estudio más en forma sobre el por qué de estas percepciones sería más revelador que concluir que se cree que las mujeres son mejores que los hombres al momento de escribir.
Pero mejor no me detengo más en la psicología y los “significados ocultos” de dicha percepción y mejor veamos algunos de los datos más interesantes de esta infografía:
El 44.40% de los escritores pasan una significativa parte del tiempo desarrollando los personajes; el 83.30% de las escritoras, por su parte, destinan más tiempo al desarrollo de sus personajes.
Las escritoras (54.70%) tienden más, aunque no por mucho, a desarrollar personajes parecidos a ellas, en comparación con los escritores (54.30%).
Las mujeres tienden más a escribir oraciones largas y descriptivas: 75.80% frente a 34.40%.
—Una biblioteca no es algo por leer, sino una compañía —dijo, tras dar unos pasos más—. Un remedio y un consuelo.”
― Arturo Pérez-Reverte, Hombres buenos
Y como ya es costumbre en este blog, la mejor manera de festejar un día como este es leyendo; así que mi recomendación para celebrar a lo grande este día:
Galeano, Eduardo. Espejos: una historia casi universal. Siglo XXI, 2008.
Una obra imprescindible para conocer, reconocer y avergonzarse de las incongruencias e insensateces del ser humano en su devenir histórico. Un libro que emociona, indigna y entristece al contarnos una historia no oficial que nos abre los ojos permitiéndonos ver al otro desde esa visión de los vencidos donde el recuento es amargo.
Un gran libro contado de forma exquisita muy propia de Galeano: un poco de poesía, un poco de reflexión, otro poco de metáfora, un mucho de sarcasmo para contar lo que somos y cómo hemos llegado hasta aquí. Un libro indispensable para celebrar este día.
¿Han evolucionado las bibliotecas públicas a modo de satisfacer las siempre cambiantes necesidades de información de los usuarios en la era digital?, ¿tendrían que hacerlo o estas necesidades siguen siendo las mismas que se tenían hace, digamos, 30 o 40 años?, ¿las bibliotecas públicas se están viendo forzadas a replantear su rol en una sociedad que ya no sólo las ve como un espacio donde se guardan libros?
A estas y otras preguntas intentan dar respuesta en How Public Libraries are evolving to meet patron’s needs in the digital era, el reporte que es resultado de una encuesta realizada por Overdrive entre el 26 de junio y el 15 de julio del año en curso a 16,756 usuarios finales de bibliotecas públicas en Estados Unidos que utilizan a Overdrive como proveedor de libros electrónicos. Esta encuesta se realizó también como un adelanto a la iniciativa de la ALA “Las bibliotecas transforman las comunidades” que busca fortalecer el rol de los bibliotecarios como líderes centrales de la comunidad en la que están insertos y también como agentes de cambio. Los resultados de este informe serán utilizados para examinar el efecto positivo que ha traído el cambio a lo digital como forma de atraer a nuevos lectores.
Algunos de los datos más interesantes y que también se resumen en la infografía preparada por Overdrive son los siguientes:
95% de las bibliotecas públicas en Estados Unidos ofrecen libros electrónicos y audiolibros.
En lo que va del año se han prestado 120 millones de ebooks, lo que representa un incremento del 20% en comparación con el 2014.
Uno de los datos más interesantes que se desprende de esta encuesta: 80% de los usuarios encontraron algún otro material de utilidad cuando el requerido no estaba en existencia.
El 50% de los préstamos bibliotecarios se realizó desde un dispositivo móvil. Aquí debemos de prestar especial atención en el papel que están teniendo los smartphones como dispositivos de lectura y su creciente potencial en esta materia.
Y, a pesar de que actualmente los smartphones parecen ser omnipresentes, al menos en la encuesta de Overdrive las tabletas parecen tener un mayor uso entre los usuarios de bibliotecas 33%, el 25% utiliza un smartphone y sólo un 22% utiliza un dispositivo de lectura dedicado (ereader). La tercera parte de los encuestados utilizan más de un dispositivo, por lo que consideran que uno de los principales criterios que la biblioteca pública debe cumplir cuando ofrece libros electrónicos es la compatibilidad de los archivos en distintos dispositivos.
Las colecciones digitales en las páginas web de las bibliotecas públicas recibieron casi 4.5 millones de visitas únicas durante el segundo trimestre de 2015, esto representa un 18% de crecimiento anual.
Las visitas físicas y las visitas digitales a la biblioteca son sorpresivamente similares.
Por último, más de 15,000 bibliotecas en Estados Unidos y 20,000 a nivel mundial ofrecen libros electrónicos, audiolibros y contenidos digitales, lo que les ha permitido atraer a nuevos usuarios y dar un mejor servicio a los ya existentes, además de superar la barrera física.
Quizá el aspecto más interesante que se desprende de esta encuesta es que son los propios usuarios de las bibliotecas quienes respondieron, por decirlo de alguna manera, son datos obtenidos de primera mano y basados en el uso y de la experiencia que los usuarios tienen en las bibliotecas. Quizá las estadísticas de uso de todas estas plataformas puedan darnos un panorama de la utilidad de estos servicios, pero cuando son los mismos usuarios quienes están respondiendo con base en su experiencia, entonces tenemos datos más cercanos sobre la forma en que las bibliotecas están respondiendo a las demandas de sus usuarios en una era tan compleja como la que nos está tocando vivir.
¿Qué pasaría si en lugar de tener un presidente que sólo atina a decir que la Biblia es uno de sus libros favoritos aunque no lo haya leído todo, tuviéramos a verdaderos amantes de los libros gobernando al mundo?
Esta fue más o menos (la parte del presidente es mía) la pregunta que lanzó Goodreads a sus usuarios en los perfiles de Facebook y Twitter, las 25 de las mejores respuestas de los cientos que recibieron las publicaron en su blog. Aunque me gustaría ponerlas todas, acá recojo sólo mis favoritas y en negritas las favoritísimas (si se me permite el superlativo en esta palabra):
2. Mediríamos el tiempo en capítulos, no minutos, por ejemplo: “Llegaré después de una taza de café y dos capítulos.” (Rebecca Brewster)
3. Habría una biblioteca en cada esquina… en otras palabras, habría una biblioteca dentro de cada Starbucks. (Renee Bradshaw)
7. El lanzamiento de un libro sería fiesta nacional. (Melissa Fetterman)
8. El hada de los dientes [el ratón de los dientes] dejaría un libro y no dinero bajo tu almohada. (CruzMissile)
9. Habría un carril especial para caminantes lectores. (Misbah Ahmad)
22. “Me quedé hasta tarde terminando el libro” sería una excusa válida para tener el día libre. (Joshua Dilts)
24. Howarts sería una escuela real, la Tierra Media sería parte de nuestra historia nacional y todo lo demás sería la sinrazón del País de las Maravillas. (Aja Vinet)
Algunas que no se publicaron en el blog de Goodreads pero que también vale la pena rescatar:
– Nadie tendría tiempo de comenzar una guerra, porque todos estaría leyendo. (Nikk Karlovsky)
– No tendríamos que preocuparnos por el espacio en nuestros libreros. (Maddie Buanan).
– Los libros no serían tan caros. (Raven Nivhaar)
– Ve y pon un centinela jamás se habría publicado. (Bella Cruz)
Y mi favorita por sobre todas las demás, con fanfarrias de fondo:
– Los biblotecarios serían presidentes. (Chel Lin)
¿Ustedes qué dicen?, ¿cómo sería este mundo si lo gobernaran exclusivamente lectores? Extiéndanse tanto como quieran en los comentarios 🙂
¿Alguna vez se han preguntado cuál es la representación de la mujer en la ficción popular? ¿En los libros, revistas, películas, series televisivas, hay igual número de hombres que de mujeres o, por el contrario, la mujer queda relegada o, en el peor de los casos, no tiene incluso representación?
Estas mismas preguntas llevaron a Sirrý & Smári, un equipo islandés de escritores visuales a realizar un estudio relacionado con la mujer y su representación en la cultura popular. Los resultados, que desde luego no dejarían de ser interesantes y muy reveladores sobre la realidad del género en pleno siglo XXI, quedaron plasmados en la infografía que les comparto y que muestra precisamente la representación femenina en las obras de ficción popular más, valga la redundancia, populares de la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del siglo XXI: series de televisión como Friends, películas como Star Wars y, desde luego, libros como Juego de tronos, son algunas de las obras analizadas.
Quizá el caso más sorprendente por la ausencia total de representación femenina sea El Hobbit de J.R.R.Tolkien donde aplica aquello de “brilla por su ausencia.” Por cierto, que de todas las obras analizadas, en ninguna ocurre lo contrario, es decir, que no existan personajes femeninos y sólo hasta la llegada de Inside out, la reciente y exitosa película de Disney Pixar, los personajes femeninos superan a los masculinos, 55% y 45%, respectivamente.
Veamos qué más ocurre en otras obras de ficción literarias:
Harry Potter: el 63.5% son personajes masculinos, el 36.5% son personajes femeninos. Curioso, por decir lo menos, ya que la autoría de esta saga que ha vuelto locos a cientos de miles de niños y jóvenes, como todos bien sabemos es precisamente una mujer.
El león, la bruja y el armario de C.S. Lewis: 64% hombres, 36% mujeres.
Juego de tronos de George R.R. Martin: hay un 66% de personajes masculinos y sólo un 34% de personajes femeninos; sin embargo, ocurre algo curioso con esta saga, el 75% de los personajes masculinos fallece, mientras que sólo el 25% de los personajes femeninos corre la misma suerte.
La semana pasada, en la sección Bibliotecnología del programa de radio El sonido de las páginas, Araceli Sánchez y yo platicábamos sobre la privacidad y la seguridad de los usuarios en las bibliotecas, como lo comentábamos, aunque nadie niegue que las tecnologías nos abren todo un abanico de posibilidades no sólo para administrar la información, sino también para permitir a nuestros usuarios el acceso a la misma, a veces perdemos de vista o, en el peor de los casos, no conocemos las implicaciones del uso de todas estas herramientas.
Bases de datos, plataformas de lectura, OPACs, aplicaciones móviles, redes sociales, listas de correo, navegación en internet y demás desarrollos habidos y por haber, llegaron para hacer más sencillo el tránsito del usuario y del bibliotecario por la mar de información que tiene a su disposición; sin embargo, es muy probable que estemos pagando un precio muy alto por el uso de estas herramientas: vulnerar la privacidad y seguridad de nuestros usuarios, por ejemplo, las empresas que ofrecen libros electrónicos, no conformes con no vendernos realmente esos libros, nos ofrecen plataformas cerradas que recopilan datos de nuestros usuarios: qué está leyendo, en qué página deja de leer, qué comenta, qué subraya, su nombre y dirección y un amplio etcétera que nos asustaría con sólo detenernos a analizarlo con calma.
¿Qué datos estamos regalando a todas estas empresas?, ¿somos conscientes de la información que pueden obtener? y, lo que es más importante, ¿qué uso están haciendo de estos datos?, ¿es justificable dejar en manos de las empresas los datos de nuestros usuarios en aras de permitir el acceso la información?, ¿es posible que toda esta información llegue a terceros, digamos por ejemplo, a instancias gubernamentales?
Sin ir más lejos, a la mente me viene el caso en octubre pasado en el que Adobe estaba recogiendo información de los usuarios sin su conocimiento, entre los principales daros recolectados estaban los libros que se estaban leyendo, las páginas leídas y en qué orden, los datos del libro, los datos de las computadoras donde eran leídos, los metadatos de los libros que se encontraban en el disco duro de las computadoras aún cuando estos no formaban parte de DE4. Recordemos que la gran mayoría de plataformas de libros electrónicos utilizados por las bibliotecas utilizan Adobe Digital Editions, así que la ALA tomó cartas en el asunto y exigió a Adobe la corrección del bug; Adobe, por su parte afirmó que era un error en el código de la entonces reciente actualización de su app para escritorio (DE4, Digital Editions versión 4) y pronto corrigió dicho bug. Lo más extraño quizá es que en ese entonces ninguna otra asociación bibliotecaria se pronunciara al respecto, al menos yo no tengo conocimiento de ello.
Un caso más reciente es el de la Kilton Public Library en New Hampshire que implementó un sistema llamado Tor Relay que, a grandes rasgos y saltándonos los tecnicismos, permite enmascarar la ubicación y evita que se rastreen los datos de navegación de sus usuarios. Hasta aquí todo bien, sin embargo, una vez que se enteró el Department of Homeland Security, contactó a las autoridades bibliotecarias para pedirles que removieran el Tor Relay pues esta herramienta podía ser utilizada para ocultar actividades criminales, por ejemplo, la pornografía infantil. En aquel momento la Kilton Public Library quitó el Tor Relay; sin embargo, a los pocos días fue la propia comunidad a la que pertenece la biblioteca quien solicitó la reinstalación de esta herramienta. Actualmente el caso sigue sin resolverse, pero dado que el uso de Tor no es ilegal en Estados Unidos, cualquier biblioteca puede utilizarlo para proteger la privacidad de sus usuarios y aunque es muy cierto que grupos criminales podrían utilizarlo en su favor, eso no debe detener a las bibliotecas para defender los derechos de privacidad y seguridad de sus usuarios.
¿Qué hacer pues para asegurar la privacidad y seguridad de nuestros usuarios?
La IFLA aprobó el 14 de agosto pasado su Declaración sobre la privacidad en el entorno bibliotecario cuya elaboración estuvo supervisada por el Comité de Libre Acceso a la Información y Libertad de Expresión (FAIFE, por sus siglas en inglés) y busca servir de referencia a las bibliotecas y otros servicios de información para que protejan la privacidad de sus usuarios y eviten que distintas plataformas utilizadas en el entorno bibliotecario, recojan datos de sus usuarios con fines comerciales o, incluso, con fines de vigilancia gubernamental.
Al final de la declaración la IFLA presenta 8 recomendaciones para proteger la privacidad y la seguridad de los usuarios que, palabras más palabras menos, dicen lo siguiente:
Los servicios bibliotecarios deben respetar y favorecer la privacidad.
Los servicios bibliotecarios deben sumarse a los distintos esfuerzos en esta materia, así como fomentar la reflexión de los profesionales bibliotecarios.
Rechazar la vigilancia electrónica o cualquier tipo de monitorización o recopilación ilegítima de los datos de sus usuarios.
Aunque las bibliotecas no pueden frenar a los gobiernos, deben asegurarse que, en caso de existir la recopilación de datos, ésta debe realizarse con base en principios legítimos. Para saber qué se entendería como “recopilación legítima” se puede tomar como base los Principios Internacionales sobre la Aplicación Práctica de los Derechos Humanos en la Vigilancia de las Comunicaciones.
En caso de que las bibliotecas ofrezcan servicios que puedan comprometer la privacidad y seguridad de sus usuarios, deben darlo a conocer y también proporcionar orientación sobre la protección de datos y privacidad.
Los servicios bibliotecarios deben asegurarse que los usuarios tomen decisiones relacionadas con su seguridad y privacidad, además que conozcan que pueden tomar acciones legales y sopesar los riesgos y beneficios de dichas herramientas.
La seguridad y la privacidad deben formar parte de la alfabetización informacional de los usuarios.
En la formación de los profesionales deben incluirse estos temas.
Como pueden ver, este es un tema delicado y en el que debemos tomar conciencia porque a veces da la impresión de que somos los mismos bibliotecarios quienes no sabemos cómo proteger nuestros propios datos, entonces ¿cómo vamos a proteger los de nuestros usuarios? Y si bien es cierto que el manifiesto de la IFLA no es la panacea en materia de seguridad y privacidad, sí es un buen referente para que los responsables de las bibliotecas comencemos a tomar conciencia de la importancia de los datos que manejamos y cómo protegerlos.
Como les comentaba en el blog Leer en Pantalla, el 26 y 27 de agosto pasado se llevó a cabo el 5o Congreso Internacional Innovatics 2015 que reunió a distintos expertos que dieron a conocer experiencias innovadoras relacionadas con las TICs.
Además de las conferencias y mesas redondas, durante la última jornada del evento se llevaron a cabo cuatro talleres:
Servicios Digitales en Bibliotecas.
Gamificación aplicado a UI por Andrés Campos (Perú).
Responsive Design: Joomla! más allá del HTML5, CSS3,
LESS y otras yerbas por Héctor Mansilla (Chile).
Vufind: Busca, Descubre, Comparte por Adrián Méndez, Horacio Degiorgi y Patricia Testa (Argentina).
En el taller “Servicios digitales en bibliotecas” a mi cargo, presenté algunas herramientas y opciones que nos permitan contar con servicios digitales en bibliotecas de instituciones con pocos recursos; para ello, la premisa principal de este taller fue que la conceptualización de biblioteca digital debe ir más allá de características aisladas como libros electrónicos, dar acceso a internet, contar con una página web o con un OPAC. La biblioteca digital se debe pensar como un conjunto de servicios, incluidos los anteriores, que permita el uso y aprovechamiento de la misma biblioteca por parte del usuario y facilite las distintas tareas del bibliotecario.
Rapidez, facilidad de acceso, mejor comunicación, actualización, acceso al acervo, servicios 24/7, etc., son sólo algunos de los aspectos que los servicios digitales nos deben permitir al interior de las bibliotecas.
Entre la amplia variedad de opciones que mencionamos y pusimos en práctica para crear servicios digitales con pocos recursos se encuentran:
Creación de repositorios institucionales con Dspace.
Curaduría de contenidos para crear una biblioteca digital de recursos electrónicos de acceso gratuito.
Comunicación a través de un blog en tumblr y también de transmisión de los eventos de la biblioteca vía Periscope.
Webinars para usuarios y bibliotecarios enfocados en alfabetización informacional.
Servicios de promoción lectora a través de redes sociales como Goodreads y creación de videos al estilo Booktuber.
Servicio de alerta a través de Alertas de Google.
Los dejo con la presentación y antes de cerrar este post, deseo agradecer a Marcela Valdés, directora de la Biblioteca de Santiago y Cristian Maturana, Coordinador Innovación y Tecnología de la Biblioteca de Santiago; así como a Sandra Castillo Venegas del DuocUC y al resto de los organizadores, por la invitación a impartir el taller y la charla.