¿Un libro que genere empatía? De acuerdo con la RAE la empatía es el “1. Sentimiento de identificación con algo o alguien. 2. Capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos.”
Empatía, hacer visibles y ayudar a las personas en situación de calle es precisamente lo que busca Invisible, un libro para leerse en las mismas condiciones en que fue escrito, publicado por la Kapucynska Foundation’s soup kitchen, una asociación sin ánimo de lucro enfocada en ayudar a los pobres. El proyecto fue creado por la agencia Walk Group y las ganancias por las ventas de este libro serán utilizadas para apoyar el trabajo de la Kapucynska Foundation’s soup kitchen.
Un libro sirve para muchas cosas, entre ellas generar empatía, y éste en particular es una buena muestra de ello, pues cuando lo abres te encuentras con páginas en blanco y la única manera de desentrañar lo que los autores quieren decirnos es salir al frío invierno de Polonia para que, mientras estás en la calle como por yarte de magia, las frases comiencen a aparecer. ¿Cómo se logra esto? El papel es sensible a temperaturas por debajo de los 0oC.
¿Y dónde está la empatía? Bueno, desde luego, en tener que salir a la calle a temperatura gélida para poder leerlo y ser consciente del otro; pero además, los textos incluidos (poemas, memorias y ensayos) fueron escritos por las personas en situación de calle que a menudo visitan una cocina en Warsaw, Polonia. Personas que viven en las calles y a las que pocas veces prestamos atención –de ahí el título de Invisible–, y cuando lo hacemos nos sentimos incomodados, personas que mueren bajo temperaturas congelantes, ellos son quienes han escrito este libro.
Y ahora que leía sobre Invisible vino a mi mente Mi Valedor, un proyecto en México que busca la reinserción de las personas en situación de calle a través de las letras. Los Valedores (personas sin techo), compran la revista Mi Valedor en MX$5.00 y la venden en MX$20.00. Este proyecto forma parte de la Red Internacional de Periódicos Callejeros (INSP), que actualmente apoya a más de 110 publicaciones en 35 países.
Invisible y Mi Valedor son dos buenos ejemplos de lo que puede hacer la lectura por nosotros y por el otro, saliéndose ambos proyectos de los discursos buena ondita, oficiales y huecos sobre las bondades del libro y la lectura.
Libro: una autobiografía de John Agard con ilustraciones de Neil Packer, es uno de esos libros que, como pocos, me han dejado con sentimientos tan encontrados. Como el título lo indica es la historia del libro contada por él mismo, desde las tabletas de arcilla, pasando por los manuscritos medievales y los primeros libros impresos, hasta llegar al libro electrónico.
Publicado en español en la sección Divulgación de Loqueleo de Santillana, este libro desborda información de forma clara y concisa y, resulta interesante como en tan pocas páginas habla de casi todos los estadios por los que ha pasado el libro en su haber –lo cual lo hace especialmente atractivos para niños y jóvenes, al que está dirigido precisamente, aunque no por ello dejará de ser interesante para otros lectores–, algo que a otros libros de la misma temática les toma el doble, triple o incluso más páginas.
Las ilustraciones son minimalistas y tampoco faltan citas sobre el libro y la lectura, además de proporcionarnos datos que a cualquier lector sorprenden: de dónde surge la palabra book, cómo surgieron las contraportadas, la importancia del libro de bolsillo, son sólo algunos ejemplos.
En esta evolución del libro contada por él mismo no puede faltar el libro de bolsillo, tan poco estudiado y/o mencionado en otros libros similares y cuya importancia en el acceso de más personas a la lectura en el siglo XX resulta innegable.
Hay, sin embargo, un gran ausente en Libro: una autobiografía: el audiolibro. Resulta curioso porque a la par de este libro he estado leyendo también The untold story of the talking book (Rubery, 2016), que nos habla de la evolución de un formato muy particular del libro y al que le ha costado y le está costando mucho ganarse un lugar en la familia del libro, a pesar de la gran aceptación y cada vez mayor número de lectores. No deja de ser curioso pues que un libro que hable de la historia del libro, no cuente entre sus principales formatos al audiolibro.
Aunque pudiera pensarse que este libro habla exclusivamente de él mismo como objeto, nada está más lejos de la realidad; habla de la evolución no sólo física, sí, pero también habla de la evolución cultural y del impacto que este objeto ha tenido en la historia del ser humano. Es una lectura sobre evolución del libro, a la vez que sobre evolución del ser humano gracias al libro.
Y es por ello quizá que esta autobiografía me deja con sentimientos tan encontrados, lo iba disfrutando mucho hasta el capítulo final donde toca el turno al libro electrónico. Aunque no niega al libro electrónico como parte de su evolución y le da su lugar en la gran familia (cosa que no hace con el audiolibro), lo hace desde un pedestal, es decir, cuando habla de las tabletas de arcilla, de los manuscritos, de los papiros o los pergaminos, lo hace con nostalgia, con amor, habla con respeto de sus antepasados; mientras que con el libro electrónico, habla de forma condescendiente, aceptándolo, pero no respetándolo, no entendiéndolo, en cierta forma, desacreditándolo y acudiendo a lugares comunes:
El otro día me tocó estar en una mesa junto a un joven libro electrónico. Fue uno de esos encuentros inesperados, ya saben cómo son los jóvenes. Ahí estaba él dando de saltos, desplazando sus textos hacia arriba y hacia abajo por la pantalla parpadeante, presumiendo su hipertexto.
Así que le dije: «Más vale que no te pongas demasiado ‘híper’, o se te bajará la pila y te apagarás. ¿No crees?»
Es como decir, está bien, formas parte de la familia, pero no eres mejor, al menos así de absurdo me resultó este capítulo. Independientemente de la visión que en lo personal tengo sobre el libro electrónico y de la que he hablado ampliamente tanto en este blog como en Leer en Pantalla, considero que que aborda así el tema queda sesgado.
Ya les digo, iba disfrutándolo, emocionándome y se me cayó con este cierre. A pesar de ello, Libro: una autobiografía es una lectura amena, interesante y, desde luego, no por ser libro dice la verdad, así que el lector interesado en el tema seguramente indagará en otras lecturas que amplíen esta.
Ficha:
Autor: John Agard Título: Libro: una autobiografía Ilustración: Neil Packer Traducción: Diana Luz Sánchez Pie de imprenta: México : Santillana : Loqueleo, 2016.
Durante años se ha hablado del rol social del bibliotecario y de que las bibliotecas impactan a la comunidad que sirve, al menos ese es el discurso que desde mis años de estudiante de Bibliotecología se venía dando; sin embargo, cada vez me pregunto más si hay tal rol social del bibliotecario, si realmente estamos teniendo un papel activo y si estamos satisfaciendo necesidades muy específicas, para usuarios muy específicos en circunstancias muy específicas.
Lo comento porque desde hace unas semanas me dejó dando muchas vueltas el artículo Somos animales lectores, publicado en Confabulario, el suplemento cultural de El Universal, en el que se le preguntaba a Alberto Manguel, escritor y Director de la Biblioteca Nacional de Argentina, qué lugar político debe representar el director de una biblioteca nacional, en especial la de Argentina en un momento de “Gran debate ideológico” con el nuevo gobierno de Macri, a lo que Manguel respondía:
Ninguno. Toda acción humana es política, claro. Vivimos en la polis y por tanto todo acto es político, pero en el sentido de la acción de los propósitos de una cierta línea de gobierno, en ese sentido, hay instituciones que no deben tener identidad política. Los hospitales, las escuelas, la biblioteca. Y sobre todo la biblioteca nacional. Si una biblioteca nacional se convierte en un foro político identificable, pierde sus derechos como biblioteca y se convierte en instrumento de propaganda para un grupo.
A primera vista y lo más sencillo y políticamente correcto sería darle la razón a Manguel y afirmar que no deberíamos tener una posición política porque la biblioteca es democrática, y todos tienen cabida; sin embargo, si lo analizamos un poco más encontraremos ciertas sutilezas y claroscuros que no deberíamos dejar pasar.
Y es que no tener una identidad política como bibliotecario o como biblioteca, es confiar en que somos una institución democrática; pero al mismo tiempo, es encerrarnos en una burbuja, obligarnos a no protestar y a no alzar la voz ante injusticias que se comenten en nuestras bibliotecas y en contra de nuestra comunidad, a no fijar una postura y un tipo de atención frente a usuarios y necesidades muy específicas.
Me pregunto entonces, ¿realmente existe algo como el rol social del bibliotecario? Y si la respuesta es sí, entonces por qué de este lado “del muro” (no del charco) no ha habido ninguna postura del gremio bibliotecario al respecto de ciertos temas que están calando muy hondo en el país y de refilón, sobre el gobierno del país vecino y la forma en que nos está afectando. Si me equivoco, agradeceré mucho a quien me saque del error.
Bueno, de hecho, sí me equivoco, en 2014 un grupo el Colegio Nacional de Bibliotecarios, la Asociación Mexicana de Bibliotecarios y el Consejo Nacional para Asuntos Bibliotecarios de las Instituciones de Educación Superior, coordinados por el Jefe del Departamento de Bibliotecas de la UABCS, Mtro. José Alfredo Verdugo Sánchez, entregaron al Senador Zoé Robledo Aburto, Presidente de la Comisión de Biblioteca y Asuntos Editoriales de la LXII Legislatura del Senado de la República una propuesta de Iniciativa de Ley que reforma y adiciona diversas disposiciones de la Ley General de Bibliotecas.
Sin embargo –y si ahora sí me equivoco por favor sáquenme de mi error–, no ha habido ningún comunicado por parte de la comunidad bibliotecaria que fije una postura frente a situaciones como el alza a la gasolina, la economía actual, el levantamiento de un muro en la frontera entre México y Estados Unidos, los feminicidios o las desaparición de 43 estudiantes. ¿Quizá es porque decimos que tenemos un rol en la sociedad, pero no sabemos exactamente cuál es?
Crédito: ALA
Lo menciono porque la ALA ya fijó una postura respecto al servicio bibliotecario a migrantes en Estados Unidos, misma que dio a conocer en un comunicado el 24 de enero pasado.
En los ejemplos individuales está el caso de “Libraries Are For Everyone” una serie de imágenes creadas por Rebecca McCorkindale, asistente del director de la biblioteca pública de Gretna en Nebraska, unos días después de que Trump limitó la entrada de migrantes de origen musulmán. Por cierto, que estas imágenes las diseñó porque “…cree que los bibliotecarios pueden y deben ser activistas” y agrega (las negritas son mías):
Las bibliotecas son el corazón de una comunidad, para todos y cada uno de los que vive allí, sin importar su origen… y creemos que las bibliotecas no son neutrales. Nos alzamos en favor de los derechos humanos.
Acá sin embargo, no he visto reacción alguna en la que definamos una postura de servicio para nuestros migrantes y también para los migrantes que recibimos del sur del continente y cuyo trato no dista mucho del que dan a los mexicanos en Estados Unidos.
Por cierto, el activismo bibliotecario no es exclusivo de Estados Unidos, en 2011 en Perú, por ejemplo, el Colectivo de Estudiantes, Profesores y Egresados de Bibliotecología del Perú “convocó a suscribir y apoyar un llamado en favor de la transparencia, los derechos ciudadanos y democracia de cara a los próximos comicios a realizarse en Perú“.
En Chile, frente a inusuales incendios forestales que han azotado al país este inicio de año, la respuesta de las bibliotecas públicas fue fungir como centros de acopio, mientras que el Dibamovil ofreció a las comunas más perjudicadas del Maule 600 libros en préstamo y cinco computadoras con conexión gratuita a internet.
Crédito: El Mercurio. Tomado del muro de G. Oyarzún
Ante estos ejemplos y como estoy convencida de que el bibliotecario/a sí tiene un rol social y debe tener una postura política frente a su acontecer diario, me pregunto, les pregunto, ¿qué servicio estamos ofreciendo a los migrantes en la frontera norte que están esperando una oportunidad para llegar a Estados Unidos? ¿qué servicio vamos a ofrecer a los migrantes de la frontera sur que pretenden llegar a México? ¿cuál será nuestra oferta literaria e informativa para mujeres que viven en el Estado de México y todos los días enfrentan la violencia y la muerte por el simple hecho de ser mujer? ¿satisfacemos las necesidades de las comunidades indígenas de nuestro país? ¿cuál es nuestra oferta informativa y recreativa en un año en el que la economía no está dando para mucho? ¿cómo apoyamos desde la biblioteca a que el usuario ejerza su ciudadanía?
Porque la biblioteca y el bibliotecario sí deben tener una postura política y jugar un rol social activo en la comunidad a la que sirven. Porque si no nos lo hemos planteado, entonces estamos repitiendo un discurso y nos estamos quedando en meros acomodadores y prestadores de libros.
El documental educativo sobre cómo organizar la biblioteca producido en 1951, y al que llego gracias a Mental_Floss, nos muestra las bases de la organización bibliotecaria explicada para el usuario: cómo buscar en el catálogo, en qué consiste el sistema Dewey y cómo buscar el libro en la estantería.
Muchas cosas han cambiado desde 1951, comenzando por los catálogos de fichas, no dudo que aún existan bibliotecas con sus respectivos ficheros, pero actualmente contamos con OPACs avanzados en los que el usuario ingresar cualquier palabra y obtiene resultados sí o sí, ya no tiene que preocuparse por si busca por autor, título o tema; no olvidemos tampoco a Google que ha venido a facilitar muchas cosas, aunque también está poniendo en duda nuestra labor. Cómo olvidar aquel tiempo cuando yo era estudiante de Bibliotecología allá por la década de los 90 (¡del siglo pasado!) y en mis clases de Catalogación y Clasificación me enseñaron a hacer estos catálogos de autor, título y tema. Y aunque me ufano de pertenecer a una de las últimas generaciones que elaboraron y utilizaron esos catálogos, acá entre nos confieso que no lo extraño. 😀
También ha cambiado la variedad de formatos con los que ahora trabajamos y en los que los usuarios buscan información. Actualmente las bibliotecas ofrecen libros, bases de datos, libros y audiolibros electrónicos, hay incluso bibliotecas que prestan herramientas de trabajo o instrumentos musicales.
Afortunadamente el concepto mismo de biblioteca también está cambiando, ya no es exclusivamente un lugar al que vas a buscar libros. Los libros no dejarán de ser la materia prima de las bibliotecas, pero ya no podemos seguirla viendo exclusivamente como un lugar de lectura y estudio. Hoy en día muchas bibliotecas, –especialmente las públicas, comunitarias y, me atrevería a decir también que las escolares e infantiles– se están convirtiendo en ese tercer espacio tan necesario en ciudades cada vez más abrumadoras.
Y aunque muchas cosas han cambiado, infortunadamente, otras siguen tan vigentes como hace más 60 años, por ejemplo, al usuario aún le resulta bastante complejo el sistema Dewey y la forma en cómo se organizan los libros en la estantería. Lo anterior es una muestra fehaciente de que los bibliotecarios seguimos sin poder encontrar la fórmula que facilite tanto nuestro trabajo de organización interna, como la búsqueda del usuario. Aún tenemos mucho quehacer en este tema.
En fin, un video que resultará por lo menos curioso para muchos estudiantes de bibliotecología y similares. Aunque me pregunto si habrá algún colegio de bibliotecología donde sigan enseñando a hacer estas otrora famosas tarjetas catalográficas. Cuéntenme.
Sí, como bibliotecaria que soy, este post en defensa del derecho a subrayar los libros podrá parecer un tanto absurdo o contradictorio, incendiario quizá para los más puristas. Y es que imaginen qué sería de las bibliotecas si todos los usuarios hicieran efectivo este derecho, aunque en realidad, algunos ya lo hacen y esos usuarios merecen que les corten la cabeza. Está bien, me exasperé un poco, merecen al menos que les retiren su credencial de biblioteca, además de pagar el libro/s maltratado/s en cuestión.
¿Contradictorio este post siendo bibliotecaria?, ¿contradictorio pedir una sanción para los usuarios que subrayan los libros de la biblioteca, mientras que defiendo el derecho a subrayarlos? Seguramente sí, pero me atengo a lo que decía Whitman: “¿Me estoy contradiciendo? Muy bien, pues me contradigo (Soy grande, contengo multitudes)”. Así que, como se dice vulgarmente, “no confundamos la gimnasia con la magnesia”, una cosa son los libros de la biblioteca y otra son los libros de la biblioteca personal.
Los libros de la biblioteca son libros de y para la comunidad, son libros que nos pertenecen tanto como le pertenecen a cualquier otro usuario de esa comunidad y, dado que esos otros usuarios también van a utilizarlo, lo mejor es dejarlo en las mejores condiciones, son libros nuestros y del resto. Mientras que un libro de mi biblioteca personal, es una inversión para mi uso personal. Estamos hablando del lo público y lo privado.
Todo lo anterior y esta defensa vienen por la lectura del post Subrayar libros, un sacrilegio necesario, un artículo de Esteban Ordoñez a propósito de la entrevista concedida por George Steiner para el diario El País en el que a la pregunta qué es ser judío, responde: “Un judío es un hombre que, cuando lee un libro, lo hace con un lápiz en la mano porque está seguro de que puede escribir otro mejor”.
Ordoñez realiza toda una disquisición por demás interesante (y que es también un poco defensa) que va de los defensores a los detractores de este ¿sublime, deleznable? acto. Los primeros, desde luego, lo defienden, mientras que los segundos lo ven como un sacrilegio.
Dice la RAE que sacrilegio es “Lesión o profanación de cosa, persona o lugar sagrados.” Y aquí es donde yo me pregunto, ¿es un sacrilegio subrayar los libros?, ¿los estamos profanando? Y más importante quizá, ¿los libros son sagrados?
Si hay algo que me aleja más de los discursos oficialistas y buenoides sobre el libro es precisamente ese que los ve como sagrados, que se ufana de su olor, visión que además sigue teniendo al libro como un objeto al que pone en un pedestal inalcanzable, cuando en realidad va mucho más allá de eso. Quizá me equivoque pero me atrevo a afirmar que esta aura de sagrado es lo que precisamente ha alejado a muchos lectores en potencia de los libros y la lectura.
Por el contrario, siempre he creído que a los libros hay que poseerlos, hay que hacerlos nuestros y para ello me queda claro que no a todos los lectores les basta simplemente con leerlos y guardarlos muy organizados en la biblioteca personal. Algunos necesitan estrujarlos, subrayarlos, anotarlos, abrazarlos, abandonarlos por un tiempo y después volver a ellos, etc., y esto no necesariamente significa maltratarlos, aunque en el proceso muchos irremediablemente terminen maltratados.
Además, subrayar y anotar libros habla mucho del libro, de la lectura que se hizo de él y, desde luego, de su dueño. No es gratuito que los llamados testigos que quedan en los libros de muchas bibliotecas de personajes ilustres sean tan importantes para los biógrafos o historiadores. Desde luego no todos vamos a ser personajes ilustres, pero a veces pienso que un libro habla más allá de sus páginas, que habla a través del lector y lo que éste plasmó en sus hojas.
Decía Apuleyo en su Metamorphoseon o El asno de oro:
Lector intende: laetaberis. (Lector atiende, te regocijarás).
Esto debería ser lo que importe al lector sobre sus libros (subrayados o no). Por ello este post de defensa del derecho a subrayar y también de no hacerlo, el que quiera mantener a sus libros en el mejor de los estados, como si de una colección de museo se tratara, adelante. Pero el que, mientras lee, siente el deseo imperioso de subrayar eso que tanto le gustó o hacerle una observación al autor, no sienta vergüenza, no deje que estos prejuicios sobre el libro sagrado lo repriman; anote su libro, subráyelo, ya el tiempo decidirá si cuando regrese a él, valía la pena todo eso que le hizo, la forma en que se apropió de él, porque eso también habla de usted como lector y como persona.
Vía Electric Lit me encuentro esta interesante infografía realizada por FeelGood sobre cómo lee el mundo, es decir, quién lee y cómo se lee en distintas partes del mundo.
Esta infografía presenta también otros aspectos interesantes en torno a la lectura, como los beneficios de la misma, los libros que han sido banneados y otros hechos importantes o divertidos que sorprenderán a más de uno, por ejemplo, que la gente utiliza la misma región del cerebro para reconocer los rostros y para reconocer palabras al momento de leer, o bien, que el libro más vendido de todos los tiempos es El señor de los anillos de Tolkien con una nada despreciable cantidad de 150 millones de copias vendidas, seguido muy de cerca por El Hobbit del mismo autor y con 142 millones de copias.
Aunque en lo personal considero que los países de Latinoamérica quedan ocultos en la sección qué país lee durante más tiempo, quizá lo anterior se deba a que en ninguno de los países de este lado del charco logramos superar las 10:42 horas por semana destinadas a la lectura en la India o al menos alcanzar las 4:06 horas en Japón. O quizá se deba a que los que realizaron esta infografía no obtuvieron datos de lectura en los distintos países que conforman este continente, será interesante revisar los datos para los países de este continente.
Otros datos de utilidad que se presentan en esta infografía son los consejos relacionados con el cuidado de la vista durante la lectura tanto para los que leen en formato impreso, como aquellos que están leyendo pantalla: tener una fuente de luz directa en la página, hasta la posibilidad de agrandar el texto, pasando por el acto de parpadear para humectar los ojos, un consejo simple que servirá no sólo a los lectores, sino a todos los que pasamos buena parte de nuestro día frente a una pantalla
En la parte relacionada con el formato también podemos encontrar datos interesantes: el formato que sigue imponiéndose es el papel y, más específicamente, las ediciones rústicas alcanzan el 45% de las ventas, mientras que el libro electrónico se lleva sólo el 22% y el audiolibro, sólo el 2%, aunque parece que este último cada vez tiene un mayor número de adeptos.
En fin, que cómo lee el mundo es una infografía que da para analizar sobre distintos aspectos de lo que es el complejo universo del libro y la lectura.
El Kit de herramientas para promover los programas de la biblioteca escolar (Toolkit for promoting school library programs: messages, ideas, and strategies for communicating the value of the school library programs and school librarians in the 21st century), publicado por la American Association of School Librarians (Asociación Estadounidense de Bibliotecarios Escolares), una división de la ALA, es un documento que proporciona estrategias, tips prácticos, herramientas, mensajes, historias de éxito, etc., para ayudar a bibliotecarios escolares a promover las distintas y variadas formas en que la biblioteca escolar apoya al trabajo escolar.
Este libro puede ser de gran interés pues reconoce en los bibliotecarios a unos líderes naturales que pueden y deben tomar la batuta para promover los programas de la biblioteca escolar tanto a nivel local, distrital estatal, etc., ¿cómo? Aquí algunas de las ideas interesantes de los cuatro capítulos que integran este kit de herramientas:
El liderazgo del bibliotecario escolar: sugerencias prácticas, lo que funciona, lo que entorpece y se comparten algunos videos e historias de éxito. Aunque todas las sugerencias son importantes, llama especialmente mi atención la idea de colaboración no sólo entre los bibliotecarios escolares sino también entre los bibliotecarios públicos (no somos islas), sin duda, una tarea en la que tanto la comunidad de la biblioteca escolar, como de la biblioteca pública se beneficiarán.
Advocacy: sugerencias prácticas, planeación e historias de éxito. En la planeación se menciona un modelo de 5 pasos que resultará útil no sólo para bibliotecarios escolares, sino para la labor de cualquier bibliotecario: 1) determinar tus objetivos, 2) determinar tus grupos objetivo, 3) determinar tus estrategias, 4) determinar tus herramientas de comunicación, y 5) evaluar.
Comunicación: sugerencias prácticas, historias de éxito y mensajes de bibliotecarios. Aunque actualmente hay cualquier cantidad de formas y herramientas para comunicar lo que hace la biblioteca, primero es necesario determinar la audiencia a quien queremos comunicar y los medios que utilizaremos para hacerlo y, desde luego, determinar nuestras necesidades y objetivos, es decir, no se trata de comunicar por comunicar.
Y aunque este es un libro por y para bibliotecarios escolares en Estados Unidos, los bibliotecarios en otros países seguramente encontrarán herramientas útiles para adoptar y adaptar a sus necesidades específicas y lograr que la biblioteca sea un espacio no sólo para la formación lectora y de usuarios de bibliotecas, sino también un espacio que apoya en la formación de ciudadanos.
Una buena noticia para el mundo bibliotecario, sí ese mundo que desde hace años intenta adaptarse a la llegada del libro electrónico y se ha estado esforzando –con diferentes grados de éxito– en hacer posible el préstamo de estos materiales en las bibliotecas, pues bien, la noticia: las bibliotecas han superado los 196 millones de préstamos de libros electrónicos en 2016, un número nada despreciable en especial si se piensa que el libro electrónico no tiene futuro; la cifra anterior ha sido proporcionada por Overdrive, uno de los distribuidores de libros electrónicos para bibliotecas más grande en Estados Unidos y a nivel mundial.
Estos 196 millones de préstamos representan un incremento del 21% en relación con el 2015. Pero, ¿a qué debemos este crecimiento en el préstamo de libros electrónicos?
Desde luego, a que las bibliotecas cada vez ponen más atención en promover los recursos digitales, cosa que durante los primeros años no ocurría.
Otra razón para que se estén prestando más libros es quizá la proliferación de los Clubes de lectura digital que utilizan la plataforma de Overdrive, en total 200 clubs en 31 países de 6 continentes.
Por último, y para mi quizá el motivo más importante, es que los audiolibros tienen cada vez una mayor aceptación entre los usuarios incrementando así los préstamos de estos materiales, sólo en 2016 el 67% de los usuarios de Overdrive estaban usando audiolibros y este formato está volviéndose prometedor, así que debemos seguirle la pista durante 2017, tanto en préstamo en bibliotecas como las ventas que se realicen en plataformas como Audible.
¿Por qué 196 millones de préstamos de libros electrónicos en 2016 es una buena noticia?
Aunque muchos podamos no estar del todo de acuerdo con los precios y condiciones de muchas plataformas de préstamos de libros electrónicos en bibliotecas –por ejemplo,los altos costos de los libros y los tipos de licencias de los mismos, un tema del que hablábamos hace poco en Twitter pero que en realidad no es nada reciente y sobre el que los bibliotecarios debemos trabajar–, dos cosas resultan por lo menos interesantes sobre este nuevo récord alcanzado en 2016:
Este dato proporcionado por Overdrive es para bibliotecas tanto en Estados Unidos como a nivel global, lo que nos da una pista de que cada vez más bibliotecas se están moviendo para ofrecer este formato a los usuarios.
El libro electrónico, a pesar de que algunos (muchos quizá) sigan pensando que no es un formato accesible ni con futuro, tiene cada vez más adeptos.
Así que será realmente interesante ver cómo evoluciona el libro electrónico y audiolibro en las bibliotecas este 2017, no sólo aquellas que usan Overdrive, sino el mayor número de plataformas posible.