Aunque en la serie Para eso y mucho más ya he hablado de lo versátiles que son los libros y de todo lo que podemos hacer con ellos, además de leer claro, no puedo desaprovechar esta infografía (fungraph, algo así como divertografía) que me encontré en eBooknewser donde se mencionan algunos de los usos de los libros o, mejor dicho de los usos que “no” deberíamos dar al libro, mis favoritos: quemarlo, luchar contra osos o utilizarlo como paracaídas; entre los “NO”, con el que no puedo estar tan de acuerdo, está el comerlo; desde luego que si lo tomamos literal no va a caer un tanto pesado al estómago, pero metafóricamente muchos hemos devorado cientos de libros.
Otro “NO” que quizá no es tan acertado es el de “vestir” un libro, actualmente existen algunos bolsos hechos con las pastas de los libros y también se venden camisetas cuyo diseño principal son los títulos de libros.
En esta “divertografía” también están los “quizá”, como disfrazarlo con un bigote y, yo agregaría, tomar notas sobre ellos, que finalmente no les pasa nada; entre los “sí” se encuentra, como es de esperar, “leerlos.”
Desde luego que todos esperamos que la gente use los libros leyéndolos; sin embargo, recordemos que éstos son tan versátiles y nobles, como nosotros seamos creativos. Por ejemplo, se han hecho exposiciones utilizando el libro para realizar esculturas; recientemente Librerías Gandhi, en la sucursal Miguel Angel de Quevedo, montaron una cascada de libros; por otro lado, en la película “El Paciente Inglés” vemos también como Hana, la enfermera, construye unas muy útiles escaleras con los libros que encuentra en la derruida biblioteca; en algunos casos la gente usa los libros para quemarlos, pero no por el tema de la censura o de ver al libro como un peligro, sino como una manera de hacer frente al frío cobijándose con las letras a falta de una buena calefacción. Por último, quién no ha utilizado un libro como pisapapeles…
Pero, antes de seguir dando ideas, mejor “devoremos” un buen libro (el que más nos interese) y antes de usarlo como pisapapeles, donémoslo o prestémoslo, si estamos dispuesto a darlo por perdido.
Por si se lo perdieron, acá les dejo la serie de “Para eso y mucho más de los libros”:
La semana pasada fui invitada a el día de libro en la escuela, una “Feria de Formación de Lectores” realizada en una de las tantas escuelas primarias del país. Recibí la invitación de parte de laMaestra Bibliotecaria, es decir, la profesora encargada de las actividades de formación lectora en dicha escuela.
Stand 2o preescolar
En esta “Feria de Formación de Lectores,” la profesora de cada grado escolar (1o y 2o de preescolar, y 1o a 6o año de primaria) fue responsable de organizar una actividad relacionada con el acervo de la biblioteca de aula de ese grupo: Adivina cuál es (1er año), Dominó Literario (2o año), Librolandia (3er año), La puerta del saber (5o año), El árbol lector del saber y la diversión (6o año), etc.
Así, los pequeños en compañía del padre, madre, abuelo, tío (o quien pudo presentarse al evento), acudía a cada stand a realizar su actividad y al final los niños votaron por la actividad que más gustó. Cabe señalar que el stand ganador fue La puerta del saber, precisamente el de la Maestra Bibliotecaria, quien supo conjugar la lectura con el juego. Algo tan necesario en los tiempos que corren donde imperala prisa en la lectura y programas de formación lectora que desconocen la realidad de lectura en México.
Stand 5o añoStand 5o año
No voy a decir que todas las actividades fueron buenas, algunas carecían totalmente de creatividad; sin embargo, otros stands resultaron una sorpresa muy grata y fue evidente que las profesoras se interesaron por realizar actividades atractivas para los pequeños, así como para los padres. Destacan dos stands que conjugaban perfectamente el juego con la lectura y donde se pretendía ver a la lectura como una actividad lúdica fuera de las obligaciones del aula.
Para mi fue una sorpresa muy grata asistir a esta actividad de formación lectora, también fue muy grato ver que no sólo involucraba a los niños, sino también a los padres y, desde luego, fue más grato comprobar que la lectura en la escuela puede ser algo más que obligatoriedad y evaluaciones, siempre y cuando exista la propuesta y el entusiasmo de los docentes por acercar no sólo a los pequeños a la lectura.
Stand 3er añoStand 6o año
Definitivamente creo que, aunque se necesita destinar mucho tiempo, trabajo y creatividad a actividades como ésta, son más valiosas y productivas que el simple hecho de poner a los niños a leer y contarles las palabras. Por otro lado, el hecho de involucrar a los familiares fue un acierto, esto demuestra que la lectura puede ser una actividad lúdica donde todos participan y todos pasan un buen rato.
Lo importante no es leer rápido, sino leer cada libro a la velocidad que se merece. Es tan perjudicial pasar demasiado tiempo con unos libros como leer otros demasiado rápido. Jacques
Bonnet. Bibliotecas llenas de fantasmas.
Hace tiempo les había platicado en el post Estándares Nacionales de Habilidad Lectora que la SEP, en uno de sus tantos intentos fallidos para promover la lectura, implantó en el ciclo escolar pasado el programa “Estándares Nacionales de Habilidad Lectora,” denominado también “Competencia Lectora,” en el que supuestos especialistas en la materia establecieron la lectura de rapidez, es decir, las capacidades mínimas de velocidad y fluidez en la lectura para alumnos de educación primaria y secundaria, y donde se supone que si los alumnos alcanzan dichos estándares, mejorarán a su vez las capacidades lectoras.
El programa consiste en poner a leer a los niños durante un minuto y contar las palabras leídas en ese lapso, si los pequeños leen las palabras requeridas se entiende que tiene la competencia necesaria para leer y si leen menos palabras, entonces no son competentes; por ejemplo, si un niño de sexto año de primaria (11-12 años) lee entre 125 y 134 palabras por minuto se encuentra en un nivel “estándar”, si está por debajo de ese número, puede ubicarse en “se acerca al estándar” o “requiere apoyo” y, si lee más de 134 palabras, entonces el niño se encuentra en un nivel “avanzado.” Para ello, han elaborado un Manual de Procedimientos para el Fomento y la Valoración de la Competencia Lectora en el Aulaque explica a los docentes como funciona el programa y cómo aplicarlo.
¿Y luego? Pues como lo que importa en este país son números duros y no la promoción de la lectura, entonces estos datos aparecerán en las boletas de calificaciones y, hasta ahí queda todo, porque al parecer, las autoridades de educación consideran que la lectura se limita a leer determinado número de palabras que, al final del año deben sumar algo superior a los 2.9 libros por año—que es el fatídico número de libros que los mexicanos leemos al año—. Y claro, como a ninguno de estos “expertos” se le ocurre creer que leer va más allá del simple libro impreso, entonces nos quedamos con cifras que escandalizan a cualquiera que no comprenda lo que implica realmente esta actividad.
Esta “novedosa” forma de incorporar a los alumnos al mundo de la lectura, en realidad no es nada nueva y sí ha demostrado no servir, así de simple y sencillo, no sirve. Recuerdo perfectamente que en mi primer y segundo año de primaria (6-7 años) diariamente mi madre se sentaba conmigo para que, con reloj en mano, yo leyera un texto del libro de lecturas de ese año. Después de eso, anotaba en el libro las palabras que yo había leído en ese minuto y firmaba el texto; al otro día mi maestra (Clara Luz se llamaba) revisaba lo anotado por mi madre y ella también firmaba de enterada, nadie preguntaba por lo leído y pregúntenme si recuerdo alguno de esos textos que leí a manera de competencia y casi sin respirar para no perder palabras por minuto. En este caso recuerdo más las lecturas de mis libros de texto cuando comenzaba el año y que me emocionaban tanto, recuerdo más El país del Pan, Las abejitas, La palabra más grande del mundo y Dedos de luna y, sobra decir, nadie me obligó a leer y tampoco nadie me contó las palabras.
Como les decía, eso de contar palabras para determinar si uno leía bien ya se hacía al menos hace dos décadas y desde entonces los estándares de lectura siguen iguales, ¿qué los hace pensar que ahora sí va a funcionar? hablar de rapidez no implica comprensión y mucho menos disfrute de la lectura. Como señala Eva Janovitz, del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, ella sí, experta en el tema por más de 15 años:
…es una medida retomada de otros países, en los cuales no fue incorporada de manera aislada, como sucede aquí, sino forma parte de toda una metodología inexistente en México.
No es que la lectura de rapidez no sea útil, lo es para algunos momentos profesionales o escolares; pero definitivamente no va a servir para mejorar los niveles de lectura en nuestro país, porque en ningún lado se ha hablado de lectura por placer, que es con la que realmente se debe comenzar y tampoco en ningún lado se habla de capacitar a los profesores en la materia o, si se quiere ser más exacto, no se forma a maestros ni a padres lectores. Si se desea que una persona comience a agarrarle el gusto a la lectura, no se va a lograr contando palabras como si de un maratón se tratara; de hacerlo así, lo único que se lograrán serán boletas con cifras que sólo servirán para realizar estadísticas sin sentido.
“Ya va llegando noviembre y sus ofrendas…”, sí ya se que así no va la canción pero es que se acerca estrepitosamente uno de mis meses favoritos del año y con él, mis festividades favoritas (Todos Santos y Día de Muertos); como ya se está haciendo costumbre en este blog, qué mejor manera de celebrar que con una lista de libros de terror recomendados para estas fechas:
Descansa en Paz del sueco John Ajvide Lindqvist. Sí, se que he hablado de este libro hasta el cansancio, pero en verdad es un gran recomendado; no es gratuito que el secretario general de la Real Academia Sueca lo considere uno de los grandes autores suecos de este tiempo, así que si no me dan el crédito a mi, denlo a la Real Academia Sueca y lean este libro sobre zombies que no son zombies, sino de nostálgicos de la vida que, dadas las circunstancia, no pueden dejar de dar problemas a los vivos. Ya lo he mencionado en otros momentos, es una novela muy humana, terrible y triste al mismo tiempo.
Déjame entrar del John Ajvide Lindqvist. No es extraño que una vez que te atrapa un autor, quieras leerte toda su obra, en el caso del sueco no es la excepción, desafortunadamente, sólo han sido publicados dos libros al español, entre ellos déjame entrar. Al igual que con Descansa en Paz, conDéjame entrar, el autor le da un giro a las historias de vampiros. Su protagonista es una niña vampiro y en la historia nada es lo que parece ser. Vale mencionar también que esta novela ha sido tan exitosa que ya fue llevada al cine en dos ocasiones, la versión sueca y la de Hollywood, sólo he visto la segunda y, evitando hacer las comparaciones tan comunes en caso de adaptaciones literarias al cine, la película es muy buena y creo que el director resolvió muy bien algunos pasajes del libro que, supongo, debieron ser complicados al realizar la adaptación cinematográfica.
Fantasmas de Joe Hill, quien ya ha sido galardonado con los premios Bram Stoker Award y el World Fantasy Award, entre otros de no menor categoría en el género. A Fantasmas llegué gracias a El traje del muerto que, tengo entendido es un bestseller del horror y paradójicamente no he leído; sin embargo, cuando encontré esta compilación de cuentos y dada la reputación del autor en la literatura de terror, no dudé en llevarme el libro. Como les comentaba, el libro una compilación de cuentos de terror, aunque no todos me parecen excelentes, recomiendo ampliamente Un fantasma del siglo XX, El teléfono negro y *Último aliento*, claro que el lector podrá tener otros favoritos, así que recomiendo leer la compilación completa.
Condenados de Santiago Eximeno. Sí, debo reconocer que de este libro también ya he hablado en otra ocasión, pero es imposible no incluirlo, pues a mi me dejó una muy buena impresión. Habla del fin del mundo, con algunos zombies aderezando la historia; sin embargo también hacen su aparición ángeles y hasta el Lázaro bíblico. Lo mejor, el libro puede ser descargado en formatos ePub, PDF, Mobi y FictionBook de manera gratuita en el sitio web de la editorial Saco de Huesos, así que no hay pretextos.
Hatajo perverso es una antología de cuentos de terror publicada por la editorial “23 Escalones”, como toda antología hay cosas que nos gustan más que otras, de mis favoritas fue Lázaro de Santiago Eximeno y La parada de los monstruos de Miguel Aguerralde. Este libro era de descarga gratuita hasta hace un año, desafortunadamente, cuando lo busqué en la editorial 23 Escalones para incluir el link en este post, ya no pude encontrarlo, si alguien tiene la liga de descarga que quiera compartir, será de gran utilidad en este ejercicio de promoción literaria.
Apocalipsis Z, cuando vamos al cine y vemos una película que no es buena, pero a pesar de todo nos da para pasar un buen rato, generalmente utilizamos el término de palomera, pues bien, si se permite la comparación eso es Apocalipsis Z de Martin Loureiro. No es un prodigio literario, pero si una novela bastante pasable para aquel que decida leerla. Como el título lo indica, habla del fin del mundo debido a una epidemia que convierte a la gente en Zombies, todo contado desde la vista de un blogger español que pronto debe comenzar a luchar para conservarse como uno de los pocos humanos que quedan en la tierra. La buena noticia: su autor ha decidido colgar las versiones electrónicas en formato ePub y Kindle en el sitio 1 libro 1 €uro donde por sólo 1 eurito (o más, o menos, es decir, gratis) puedes descargarlo y también ayudar a la asociación Save the Children.
Hace un par de días, en el post Libro electrónico o libro impreso, ¿cuál es más barato? les hablaba de un comparativo de precios entre los libros en diferentes formatos: papel, ePub, Kindle, iBooks; curiosamente aunque mucho se ha discutido que el costo del libro electrónico debe o debería ser menor que el del impreso: sin embargo, en la práctica las cosas son bien distintas y siempre resultará un poco complicado determinar el valor de un libro.
Y todo esto viene a colación porque, a pesar de que últimamente mucho hablemos del libro y también hablemos del supuesto bajo costo del libro electrónico; parece que olvidamos cuestionarnos sobre el valor de un libro impreso. No hablo del valor del libro-contenido, porque ese es incalculable dependiendo del lector y la lectura que se haga del mismo; sino del valor del libro entendido como objeto.
Es por todos sabido que los bibliófilos y coleccionistas gastan grandes cantidades de dinero en ediciones raras y de lujo; pero los lectores de a diario a veces también gastamos mucho para enriquecer nuestras colecciones personales.
Les comento esto porque hace algunas semanas, mientras recorría los estantes de una librería, encontré dos ediciones de El Psicoanalista, de John Katzenbach; la primera, es la edición en tapa dura de Ediciones B y la Edición Rústica de Librinos. En aquel entonces me sorprendió mucho ver que la edición rústica de Librinos era más cara que la de tapa dura, la diferencia era al menos de MX$70. De eso hace ya al menos un par de semanas y los precios se ha invertido y vuelto a los costos “normales” de una edición rústica frente a una de tapa dura (Librinos de Ediciones B, MX$200; Ediciones B, MX$260).
Esto me deja reflexionando sobre el valor del libro-objeto y lo que invertimos en un libro que muchas veces no presenta la mejor edición. Me explico, aunque a muchos tenga vueltos locos las ediciones de Librinos, y aunque quizá el formato permitiría una lectura más cómoda, la tipografía y el papel dejan mucho que desear, si a esto le agregamos que es una edición de bolsillo, no hay motivo para que ésta fuera en algún momento más cara que la de ediciones B y siga siendo más cara frente a otras ediciones que también son de bolsillo y que tienen un costo de MX$165.
Mucho nos quejamos de los precios de los libros; sin embargo, ¿que nos lleva a decantarnos por una edición rústica que es más cara que otra que también es rústica? desde luego la edición “bonita”—o mejor dicho “curiosa” para hacer honor a la verdad—, es decir, nos estamos decantando por el libro como objeto.
A su vez, esto me lleva también a pensar no sólo en los lectores y consumidores, sino en los que hacen los libros (no hablo de escritores, sino las editoriales); ¿quién determina el valor de un libro? y ¿con base en qué?
En México, desde hace más de un año los responsables de establecer el precio del libro son los editores o importadores. Como parte de la Ley de fomento para la lectura y el libro, (aprobada el 26 de abril de 2006), se publicó el 23 de abril de 2010 la “Ley de Precio Único del Libro” misma que fue ratificada el 1 de septiembre de 2011 por el Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (máxima instancia de impartición de justicia en México) cuando Walmart se quiso amparar para no acatarla, dicha ley obliga al “_… establecimiento de un precio fijo de venta al público para el libro, a cargo del editor o importador_” , este precio único tendrá una duración de dos años y se supone, beneficiará a los lectores y promoverá la lectura.
Queda sin resolverse la pregunta ¿con base en qué se establece determinado precio para un libro? es claro que Katzenbach es un top de ventas (sobrevalorado, diría yo) y puede que por ahí encontremos una pista: los bestsellers venden más, pero ¿eso es determinante para que un libro valga más?
¿Cuál es el verdadero valor de un libro? ¿cuánto deberíamos pagar? ¿estamos pagando por el contenido o por la edición?
Para los que creen que el tema de la promoción literaria es algo cuadrado y con dejos de “intelectualidad”, para los que creen que hablar de lectura es sólo hablar de libros impresos, para los que piensan que la experiencia de la lectura se limita al olor del libro y al tacto de las páginas, para los que crean que lectura es hablar de clásicos literarios, para los que piensen que un lector se mide por el número de libros (y sólo impresos) que lee en un año, para los que creen que amar a los libros se traduce en estantes de libros empolvados en casa; para todos estos vale que contemplen que cualquier lugar y momento puede ser oportuno y, nos guste o no, hablar de literatura no es sólo hablar de Homero y/o de Cervantes. En materia de promoción lectora, algo tan mundano como un baño puede ser tan útil como el club literario o la biblioteca más cercana, siempre y cuando el tema sea de interés para el lector potencial. Eso es precisamente lo que no debemos perder de vista: los intereses y necesidades de información a la que atendemos diariamente.
Para muestra un ejemplo: algunos ya habrán visto que la cadena de tiendas y restaurantes Sanborns tienen lo que ellos llaman el Círculo Sanborns con el que pretenden promover la lectura ofreciendo diferentes beneficios a los clientes de su departamento de Libros: descuentos, puntos acumulables, promociones especiales, encuentros con escritores y firmas de ejemplares, ventas adelantadas, etc.
No se si creerle a Sanborns que pretenden promover la lectura y para mi resulta claro que lo que buscan es vender más, pero eso no es lo que debe preocuparnos realmente y tampoco vale la pena cuestionarlos en este sentido, lo que sí vale la pena es prestar atención uno de los aspectos que no se mencionan en su web: los carteles de reseñas literarias que están colocando en las puertas de los sanitarios.
Y es que para nadie es novedad que el baño, junto con el transporte público, son lugares estratégicos para que la gente lea; no es gratuito que existan libros impresos en el papel higiénico, para matar dos pájaros de un tiro resulta ideal. Esto no lo ha perdido de vista la gente de marketing de Sanborns y muy amablemente nos han puesto en las puertas de los baños las reseñas literarias y contraportadas de los lanzamientos más recientes, algunos libros más interesantes que otros, algunos con más valor que otro, pero es claro que todos estos carteles son leídos.
A mi al menos me han funcionado bastante y logran atraparme cuando no tengo nada mejor que hacer (aunque esto se esté poniendo muy escatológico), es innegable que logran interesar a las personas, muchas de las cuales quizá no sean lectores habituales, pero ante invitaciones tan obvias y sin mayores opciones al alcance no hay más remedio que leer. Quizá el libro que desata la discusión literaria en el baño y que ilustra este post no sea un tema de mi agrado y tampoco me parezca valioso como material de lectura, pero vuelvo a lo mismo, los intereses son tan variados que, dando en el clavo podemos lograr que cualquiera lea.
Y lo más interesante es que la gente está leyendo y participando en un espacio que quizá no sea el esperado o el ideal (¿según quién?) para estos menesteres, pero es un hecho que hay respuesta, la gente aporta sus acuerdos o desacuerdos, dicen sí o no, se enojan, se alegran y quizá alguno de ellos termine adquiriendo el libro y, lo que es mejor, termine leyéndolo. Estoy segura que muchas bibliotecas desearían que sus clubes de lectura tuvieran igual respuesta.
Este es sin duda otro buen ejemplo para hablar de promoción lectora donde vale más hablar de lectura dando que leer, que decirle a la gente leer es bueno y creer que con eso los convertiremos en lectores. Así que no está de más probar a poner algunos pasajes literarios en los baños de nuestras bibliotecas o en las mesas de la sala de lectura.
Por cierto, el libro que desata este debate literario escatológico es Por qué es Santo de Slawomir Oder.
Porque si la lectura de un buen libro te agarra por el pescuezo y no puedes parar, la medicina es absolutamente alienante: una vez que lees el primer libro te das cuenta de que no sabes un carajo y que tienes que leer sobre la cosa médica todos los días del resto de tus días para ser medianamente bueno como profesional. ¡Cosa más grande en la vida!
Haroldo Martínez. La paradoja de la sabiduría
Dice la RAE de la alopatía: “Terapéutica cuyos medicamentos producen en el estado sano fenómenos diferentes de los que caracterizan las enfermedades en que se emplean.”
Así es la lectura para las enfermedades del “conocimiento”, cual medicina alópata que te cura de un malestar, creando otros o desarrollando otras dolencias, en este caso, la enfermedad de seguir leyendo. Aunque no estoy tan segura de que la mejor opción sea una literatura homeópata y curarse por completo de ese mal.
Hace un par de meses adquirí The wise man’s fear: the kingkiller chronicles: day two, segunda parte de El nombre del viento de Patrick Rothfuss. Como lo he dicho en todos lados, no pude esperarme a la traducción al español y por ello, decidí leerlo en digital y en inglés; aunque en realidad no tengo ningún problema ni con el idioma, ni con el formato, debo admitir que como dice el autor mientras explicaba el porqué toma tanto tiempo traducir uno de sus libros: su libro “_es una patada en el trasero_” y ahora veo que seguramente el traductor responsable de llevarla a otro idioma (español o cualquier otro de los 30 en que será traducido este libro) sí que tiene un verdadero reto en sus manos; al principio me costó comenzar a leerla, pero creo que el leer la primera parte me ha ayudado mucho a agarrarle el hilo rápidamente a la segunda parte.
Pero bueno, que el propósito de este post no es hablarles del idioma en que lo estoy leyendo, sino de la parte del formato y la de posibilidades que se presentan al momento de leer en pantalla. Esta segunda parte la compré en Kobobooks, Kobo es una empresa que al igual que Amazon, vende el dispositivo de lectura mejor conocido por todos como Kobo, pero también proporciona a los usuarios que no cuentan uno la oportunidad de leer en distintas aplicaciones de lectura: para iPad, iPod, iPhone, Blacberry, tabletas y celulares con Android, Palm, Mac y PC. Al leer esto cualquiera argumentará que Amazon está haciendo lo mismo con su Kindle y sus respectivas aplicaciones para distintos dispositivos, así que también podemos pensar que esto no significa gran competencia para los Sres. de Amazon e incluso al mismo iBooks (la aplicación de lectura para iPad/iPod/iPhone de Apple); sin embargo, y aquí está la parte interesante, Kobo está compitiendo con precio y con la lectura social, y lo hace bastante bien.
Cuando decidí que no quería esperar a que llegara la traducción a México de The wise man’s fear, era obvio que la lectura sería en formato electrónico, así que mi primera opción fue buscarlo en iBooks y la sorpresa bastante desagradable es que la iBookStore para México es realmente escueta, lo único que encuentras son clásicos y, para eso, ya tengo mi siempre favorito Proyecto Gutenberg. La segunda opción fue desde luego comprarlo para el Kindle donde lo encontré a USD$15.49; busqué otras opciones como los catálogos que ofrece Stanza, pero ninguno de ellos me convenció ya fuera por el precio o por la falta de venta para México; antes de darle al botón de “Comprar” en Kindle pensé que ya que tenía también Kobo para iPad, valdría la pena buscarlo y resulta que sí, también lo vendían pero a un precio considerablemente más atractivo que en Amazon: USD$9.99, como anda la economía encontrarte algo USD$5.50 (MX$59.00 al tipo de cambio) más barato lo convierte en el vencedor.
Pero aquí llega la parte donde Kobo se vuelve realmente interesante a la hora de leer y es lo que ellos llaman The Reading Life o lo que es lo mismo, la famosaLectura social que es tan famosa hoy en día gracias al desarrollo de la lectura en pantalla: Kindle, Stanza, Kobo y más permitían hasta hace unos meses compartir partes de lectura en Facebook y Twitter; pero el concepto de lectura social tampoco ha dejado de desarrollarse; Kindle por ejemplo, recientemente lanzó su red social de usuarios de Kindle y también permite prestar libros entre usuarios del Kindle o bien a través de las bibliotecas (por ahora servicios disponibles sólo en Estados Unidos);Readum, extensión para Firefox y Chrome, es también otro ejemplo de lectura social que permite a los lectores de Google Books compartir pasajes de sus lecturas en Facebook o Twitter.
Aunque mención especial merece Kobo con lo que está haciendo en materia de lectura socia pues, permite a sus usuarios y lectores:
Conectar su Reading Life con sus contactos en Facebook.
Descubrir y compartir citas de lectura, cosa que no es nueva; pero también, lugares.
Ganar premios o menciones por leer en Kobo, lo que ellos llaman “Celebrate Reading”.
Tener estadísticas de tus lecturas: horas leídas, páginas leídas, porcentajes de libros, revistas, periódicos leídos. Páginas leídas por sesión, páginas leídas por hora, horarios de lectura, etc. Algo así como los hábitos de lectura en números.
Es una apuesta interesante de Kobo. Si he de ser honesta, al principio no me interesaban mucho estos porcentajes, pero ya que los tienes no puedes dejar de engancharte con tus propios números a la hora de leer. La parte que quizá no me gusta tanto son los premios o awards, aunque he de reconocer que son divertidos los nombres, entre los que yo me he ganado están el Once upon a time y el I eat books for lunch. En este aspecto sería más interesante poder ganar puntos que pudieran canjearse por libros, aunque creo que eso ya sería mucho pedir.
En resumen, he disfrutado mucho mi lectura de The wise man’s fear, el libro mismo ya es de por sí una delicia; pero también por el formato en que estoy leyendo, por las “monerías” como compartir pasajes y por las estadísticas. Creo que si eres lector, esto puede resultarte burdo o divertido en el mejor de los casos; pero es se convierte sin duda alguna en interesante cuando intentas conectar a alguien con la lectura.