Sobre lectores excéntricos

¿Crees que eres especial porque hueles los libros apenas adquiridos, porque tienes un montón de libros apilados en tu mesa de dormir, porque lees en el baño o porque lees varios libros al mismo tiempo? Aquí va un post sobre lectores excéntricos, que quizá te demuestre que estás muy lejos de serlo.

Se dice que Maquiavelo vestía sus mejores atuendos para leer a sus autores favoritos, algo así como vestir de fiesta para leer, imaginen todos aquellos lectores y lectoras que no conciben irse a la cama sin antes leer un libro, vestir de gala para leer-dormir. Montaigne, al contrario de Maquiavelo, consideraba a la lectura como un ejercicio extenuante que ataba y entristecía al cuerpo mientras ponía a trabajar la mente, razón por la cual acostumbraba a leer caminando, una costumbre que no ha perdido peso a lo largo de los siglos, si no me creen, miren:

The walking read

Lo que sí veo un poco más complicado es leer mientras montas a caballo, pero se dice que varios humanistas del renacimiento lo hacían durante sus largos trayectos, y es que en algo había que ocupar el tiempo en estos largos recorridos, aunque quizá la lectura no fuera la actividad más sencilla mientras dabas brincos en tu caballo a todo galope; así que ni te quejes por el infierno en que los comerciantes ambulantes han convertido al metro y que aunado a los tumultos ya hacen casi imposible la lectura en este espacio, que a mi gusto es de los preferidos por mucha gente para esta actividad.

Entre otros lectores excéntricos, encontramos en el siglo XVI a un antiguo senador de Venecia a quien no le alcanzó el agradecimiento al impresor y editor Aldus Manutius por proporcionarle una publicación pequeña escrita en itálicas que le permitió leer a Lucian entre las sesiones del consejo ciudadano, en ese entonces era impensable cargar con tus libros para todos lados; así que el el octavo de folios (153mm X 228mm) ideado por Manutius permitió no sólo a dicho senador, sino también a todos los caballeros italianos y del resto de Europa transportar en sus bolsillos los libros, por cierto que este octavo de folios es el antecedente directo del libro del bolsillo tan popular en la actualidad.

Pero además de excéntricos, están también los lectores amorosos (y no me refiero a los de Sabines o quizá si) quienes no tenían ningún empacho en demostrar su afecto por las letras de ciertos autores, entre estos lectores apasionados encontramos a Petrarca de quien se dice que antes de abrir su copia de Virgilio la besaba devotamente, y no es para menos porque en la era pre Gutenberg la copia de un manuscrito sólo veía la luz después de una cuidadosa revisión, así que contar con una copia de cualquier manuscrito resultaba una verdadera y costosa hazaña; otro que también demostraba a besos su amor hacia los libros era Erasmo de Roterdam, pero en este caso el objeto de su afecto era la obra de Cicerón, libro que además sólo leía al finalizar su día de trabajo, trabajo que suponemos era bastante arduo si tomamos en cuenta que lo suyo era el humanismo, la filosofía, la filología y la teología.

Así que ya sabes, si quieres sentirte un lector especial, qué mejor que aprender a montar a caballo para que, mientras lo haces, leas, y si con esto no basta, entonces puedes hacerlo vistiendo un frac si eres hombre, o un vestido de coctel y unos bellos tacones, si eres mujer.

Fuente:
Martin, Henri-Jean. The history and power of writing. Chicago : The University of Chicago Press, 1994.

Una Respuesta

  1. Avatar for Veronica Juárez
    22 abril, 2015

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