No había otros libros en la casa. Había descubierto, hacía tiempo, la invasión física de los libros, el problema de desbordantes bibliotecas. Se desprendió entonces de todos sus volúmenes e hizo un trato con el librero. Le enviarían cuatro libros nuevos, todos los días, en alquiler. Horty los leía y los devolvía al día siguiente. Era una solución satisfactoria. No olvidaba nada. ¿Para qué las bibliotecas?
Sturgeon, Theodore. Los cristales soñadores.
¡Si sólo todos tuviéramos la memoria fotográfica de Horty…!