¿Por qué leer a los clásicos?
Los clásicos son esos libros de los cuales se suele oír decir: «Estoy releyendo…» y nunca «Estoy leyendo …».
Italo Calvino. ¿Por qué leer a los clásicos?
Los clásicos son esos libros de los cuales se suele oír decir: «Estoy releyendo…» y nunca «Estoy leyendo …».
Italo Calvino. ¿Por qué leer a los clásicos?
De esos días en los que revisando todo lo que acostumbramos a meter en nuestras computadoras, me re-encontré esta infografía con prácticos consejos de conservación y preservación de libros para evitar que nuestras colecciones (ya sea en nuestras bibliotecas personales o en las que trabajamos, sirve igual) sean atacadas por cualquier cantidad de bibliófagos sin moral que gustan tanto de los libros, porque sí, aunque no lo crean y por si no lo sabían, los libros también enferman.
Humedad, acidez del papel, bibliófagos (insectos que gustan alimentarse de libros), temperatura, edad del libro, hongos, luz, humedad, grasa humana (cuando hojeamos los libros), son sólo algunas formas en las que el libro puede enfermar y que nos hacen darnos cuenta que el libro impreso es muy vulnerable, al mismo tiempo que sorprendernos por contar aún con libros de varios cientos de años.
El gráfico se publicó hace algunos meses en la revista Muy interesante y antes de que vuelva a perderse, se los comparto.
Quema de libros. Berlin, 10 de mayo de 1933
Un libro es una escopeta cargada en la casa de al lado. Quemémoslo. Descarguemos el arma.
Ray Bradbury. Fahrenheit 451
Bibliofilias, bibliomanías, bibliopatías… todas estas relacionadas con un amor desmedido, y algunos pensarían que enfermo, hacia los libros, aunque generalmente hacia el libro como objeto. Sin embargo, existe una contraparte, el biblioclasmo: un odio desmedido o en su defecto, un temor desmedido hacia el libro, pero en este caso, no hablamos del libro como objeto, sino como contenido.
Biblioclasmo o biblioclastia es un neologismo de iconoclasmo, es decir, la destrucción de pinturas o esculturas sagradas (íconos). De esta manera el biblioclasmo supone la animadversión y odio hacia el libro, el intento de destrucción por cualquier medio.
El biblioclasmo se ha presentado en formas tan sutiles que van desde la simple e “inocente” mala publicidad hacia un libro, pasando por la censura, y hasta convertirse en una verdadera amenaza para el que guarde algún libro prohibido, en estos casos libro y lector, libro y dueño pueden sufrir las consecuencias de quienes odian y temen a los libros.
En el texto Desear, poseer, enloquecer Umberto Eco habla de tres tipos debiblioclasmo:
Es posible afirmar que el término es poco conocido y utilizado, desafortunadamente, no son pocos los que han ejercido algún tipo de hostilidad hacia éste: es bien conocido el caso del incendio de la Biblioteca de Alejandría que en el año 48 a.C sufre su primer embate posiblemente a manos del emperador romano Julio César; pero sería siglos más tarde, siglo IV d.C, cuando la Biblioteca se convierte en una amenaza “pagana” para la ya entonces extendida religión Cristiana. Otro caso famoso del odio y destrucción de libros la encontramos en la historia reciente, el 10 de mayo de 1933, donde se destruyeron libros considerados como anti-alemanes. Quizá el caso que más llama la atención es el que aparece en el mito de Teut, relatado por Platón en el Fedro y donde el dios Tamus asegura que la escritura causará olvido e ignorancia, además los libros contienen conocimiento fijo, algo que no evoluciona, algo que no se dialoga y no se critica no merece ser tomado en cuenta. Por increíble que nos parezca, el escritor y filósofo Jean Jacques Rousseau afirmaba que “demasiada lectura sólo sirve para hacer presuntuosos ignorantes.”
Los abecedarianos son otro caso de biblioclasmo: una secta religiosa que aseguraba que la lectura y la escritura eran perniciosas para la salvación del alma.
En la literatura, tampoco faltan los enemigos del libro: ¿cómo olvidar el ya clásico no sólo de la literatura, sino de la bibliotecología, Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, Un mundo feliz de Aldoux Huxley o 1984 de George Orwell, por mencionar los ejemplos literarios más emblemáticos.
¿Existe un nuevo biblioclasmo?
Me aventuro a responder afirmativamente, este nuevo tipo de biblioclasmo y tiene que ver con los que odian, temen o rechazan de alguna manera el libro electrónico, libro electrónico como objeto y no como contenido. Los que defienden a capa y espada el olor del papel y afirman que los 1 y los 0 no pueden llamarse libro. No pueden hacer una quema del libro, pero se esfuerzan cada día por hacerlos quedar mal.
Vocabulario en lengua castellana y mexicana
En el post anterior les hablaba de el origen de la imprenta en México, hoy voy a hablarles de los primeros libros publicados durante esta primera etapa de la imprenta en el país.
Antes de comenzar, es importante recordar que desde los orígenes de la imprenta en México, hasta bien entrado el siglo XVII, la principal preocupación de los Virreyes y frailes llegados de España fue la evangelización, para ello se hizo necesario alfabetizar primero a los indígenas y, por ende, crear vocabularios que permitieran la comprensión de los textos. No es de extrañar que de la imprenta de Juan Pablos y de todas las imprentas establecidas durante el siglo XVI salieran libros de orden religioso y los primeros vocabularios procurando la enseñanza del español, así como la comprensión de las diferentes lenguas indígenas habladas en el país, especialmente el náhuatl:
Para profundizar más sobre la imprenta en México en el siglo XVI recomiendo ampliamente el libro: Los franciscanos y la imprenta en México en el Siglo XVI.
Contrato entre Juan Cromberger y Juan Pablos
Rescatando viejas anotaciones de la Universidad sobre la historia de la imprenta en México, los orígenes:
Hay libros, fíjense a partir de hoy, que están en todas las casas, que tiene toda la gente que conocemos. Cuando voy de visita y me pongo a cotillear libros veo mucho El Principito de Saint-Exupèry, El Quijote, que suele estar en todas las estanterías y El nombre de la rosa, de Eco. También aparece con frecuencia Camus, El extranjero, y algo de Echenique, casi siempre La vida exagerada de Martín Romaña. Hubo un momento, hace años, que todos mis amigos tenían Juan Salvador Gaviota, y ahora todos tenemos algún tomo de Harry Potter. Dice Luis Landero que las bibliotecas están llenas de corredores y pasadizos secretos que comunican con otras bibliotecas: con las de amigos, enemigos, conocidos, pero también con la de Ariadna Gil o la de Galdós…
Jesús Marchamalo, Tocar los libros
(Visto en: Universo abierto)
DISNEY, If I Were, LIBRARIAN from cumi on Vimeo.
… nos dice mucho de la imagen que se sigue teniendo de los bibliotecarios, ¿será porque nos la hemos ganado a pulso?
Aunque tampoco creo que lo de la clasificación de los libros por tamaño sea la solución.
Si ustedes NO fueran bibliotecarios, ¿cómo lo harían?
(Visto en el Facebook de Fernando Gabriel Gutiérrez).
Además de las historias en sus letras y nuestras lecturas personales… ¿qué más nos cuentan los libros?
Desde condones en un libro de medicina del siglo XVI…
… hasta joyas al más puro estilo “caja fuerte.”
Las historias de mis libros no son tan sofisticadas o excéntricas, pero igual cuentan:
Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sábato, me costó y me costó mucho, tanto que tuve que abandonarlo en dos ocasiones y dejarlo para un mejor momento; en esos dos intentos de lectura mi libro fue acumulando mis andares fotográficos, por museos, médicos, más librerías, viajes, incluso otras lecturas…
Por cierto, que a la fecha no se decirles si me gustó o no.
¿Qué cuentan sus libros?