Este libro tuvo su origen en la idea de reunir y comentar fotografías de mexicanos de diferentes edades, sexos y extracciones sociales mientras leen en su vida cotidiana, es decir, mientras hacen algo que, según una convención profundamente arraigada, no hacemos en nuestro país.
Un libro que, más que buscar adoctrinarnos sobre el buen leer y otros tópicos bastante huecos que tanto se dicen sobre los libros y la lectura (y que han demostrado no ayudar al momento de plantear programas de fomento lector), nos invita a reflexionar, a partir de imágenes de lectores en distintas situaciones, sobre el acto de leer, de la lectura, del libro, de los índices de lectura y much en un país donde, se dice no sin cierto grado de autoflagelación, que no leemos.
Una charla amena y cercana, algo que se agradece mucho en libros que tocan el tema de la lectura y en los que, infortunadamente, a menudo se comente el error de hablar desde un pedestal de erudición, autoridad y supuestas verdades absolutas sobre una actividad tan variada como lectores hay en este mundo.
Ideas al vuelo aunque bastante razonadas –hechas por un autor que ha dedicado su vida a los libros desde distintos frentes: como editor, como bibliotecario, como promotor, como lector, etc.,– sobre el acto de leer, pero también sobre el acto de escribir, algo que rara vez encontramos en libros que abordan esta temática y donde a menudo vemos que se encuentran separadas estas acciones.
Este libro es también una especie de defensa a los lectores en México y sus intereses, a sus formas de leer, a sus tiempos y espacios de lectura, incluso es una defensa a la libertad que puede y debe tener todo lector cuando no desea leer. Pero más importante aún, este libro es una defensa, reconocimiento y también una forma de hacer visibles a todos esos lectores que sí existen en un país que, como ya lo comentaba al principio de este post, se dice que no lee.
Título: Al otro lado de la página: imágenes de la lectura en México
Los días 18 y 19 de febrero pasados tuve el honor de ser invitada por parte del Colegio Terranova en San Luis Potosí para presentar la charla Lectura sin prejuicios en sesión para padres de familia y, un día después, para alumnos de preparatoria.
En ambas sesiones el punto central fue entender que la lectura ya no puede verse en el sentido tradicional de lectura es igual a libro impreso o, en el peor de los casos, lectura es exclusivamente a libro impreso; como ya lo he mencionado en otras ocasiones, hay diversidad de lecturas y diversidad de lectores y sólo entendiéndolo de esta manera será posible salir de todos esos prejuicios que siempre acompañan a las “altas elites” cuando intentan hablar de la lectura: la lectura es buena, leer nos hace mejores personas, el olor del libro, ya no hay buena literatura, leer en pantalla no es leer, actualmente se publica mucha basura (o únicamente se publica basura que es consumida por mentes simples) y tantos otros argumentos que a menudo se mencionan y que fueron la oportunidad perfecta (especialmente lo de la literatura basura, un argumento a todas luces lleno de prejuicio, de mucho desconocimiento sobre el tema y también de mucha soberbia) para una interesante ronda de comentarios, preguntas y respuestas, especialmente con los chicos de preparatoria.
Les dejo la presentación y aprovecho para agradecer a Margret Oettler, Directora General de la institución, así como a Margarita López, Directora de Biblioteca, por la invitación a dos jornadas muy productivas y reveladoras sobre la lectura.
Desde hace unos días ha estado rolando en redes el artículo No conozco a nadie que empezara con Los juegos del hambre y saltara a Proust. He procurado a toda costa no dar click pues me daba la impresión de que se trataba de uno de tantos artículos que hablan sobre la ‘buena literatura’ y demás presunciones en torno a la lectura y lo que debe ser, artículos que evito lo más posible pues me parecen diálogos de sordos; desafortunadamente terminé leyendo dicho artículo y bueno, no me equivoqué al juzgarlo así.
El autor de esta joya de frase es Antonio Ortuño, escritor mexicano que en 2010 fue elegido por la revista británica Granta como uno de los mejores escritores de lengua española, cosa que no pondré en duda y, de hecho, vale la pena conocerlo. En cuando a la declaración sobre la verdadera literatura que ofreció a Crash a propósito de la promoción de Méjico, su libro más reciente.
Claro, ahí están los seguidores de los Harry Potters, de Los juegos del hambre, pero luego terminan en discusiones absurdas. Hay un chingo de gente que llega a hacer la afirmación: «Bueno, pues al menos que lean eso, que lean algo como Los Juegos del Hambre. Es bueno leer». Yo no conozco a nadie que empezara con Los juegos del hambre y saltara a Proust.
Al terminar de leer esto me pregunté “¿será un truco publicitario para hacerse de lectores aunque sea por morbo?” Y aunque coincido con este autor en que hay un chingo de gente que dice que es bueno leer, me da la impresión que él mismo está engrosando esa larga fila de gente que habla desde el elevado pedestal sobre lo que debiera ser y pretender determinar cuáles son los saltos obligados de un lector para que se le considere lector.
Infortunadamente, de este tipo de declaraciones nos encontramos todos los días y a ratos pienso lo mal que hacemos en darles eco, pero a veces es necesario equilibrar un poquito el tema de la buena literatura o lo que la gente considera buena literatura en pos de bajarla de ese pedestal para hacerla accesible; y es que no vamos a negar que en materia de cultura y literatura hay un mundo de conocedores que intentan desacreditar todo aquello que huela a aceptación popular asegurando que no es alta literatura, buena literatura, literatura real o cosas semejantes; el que llegue a muchos y pueda ser comprendido por esa ‘muchedumbre‘ siempre despertará suspicacia entre los grandes conocedores del buen leer. De paso, mencionar que en ese mismo mundo figuran también aquellos que siguen viendo a la biblioteca como un templo del saber al que no puede entrar cualquiera, o mejor dicho, al que no debería entrar cualquiera, si no me creen, revisen De desarrollo de colecciones y cómo rasgarse las vestiduras con el “deber ser” sin entender lo que es, un artículo que publiqué hace poco más de un año en este blog y donde discutía algo similar pero al interior de las bibliotecas.
Volviendo a Ortuño y la buena literatura, en una de sus columnas para Informador.mx publicada en 2013 ya cuestionaba los gustos lectores (las negritas son mías):
La mayoría de los jovencitos, a los que el diario denomina “nuevos adultos”, no han dado el salto de Potter a Proust o Roth, claro, sino que ahora leen cosas como Crepúsculo (serial de novelas rosas tachonadas con detalles fantasiosos) o Los juegos del hambre (serie más relacionada con el género de “acción” cinematográfico que con las principales corrientes de la ciencia ficción estadunidense). Eso no es sorprendente. Buena parte de los lectores jóvenes en el Occidente del mundo han frecuentado libros de fantasía, horror y ciencia ficción a lo largo de los recientes decenios (Tolkien, Prattchet [sic], Asimov, King, entre muchos más, han sido venerados por audiencias gigantescas)… ¿Hay algo así como una generación Potter mexicana? Estoy seguro de que sí. Aunque entre los lectores de la saga en nuestro país hubo una cantidad sorprendente de señoras y señores ya muy talluditos (la mayoría de los mexicanos leemos tan poco y somos tan poco exigentes que es sencillo atraparnos con historias infantiles), también la frecuentaron miles de niños que ahora andan en sus veintes.
Se desacredita la fantasía, el horror, la ciencia ficción y, de paso, a la Literatura Infantil con sus miles de autores, ilustradores, editores y también promotores; lo anterior sin contar la falta de respeto hacia los lectores a los que poco le faltó para llamar tontos, ¿quizá los llame talluditos y poco exigentes porque no leen sus libros y en lugar de ello prefieren dejarse atrapar por historias infantiles?, no sé en qué concepto tenga entonces a los niños y adultos que leen LIJ.
En fin, que de la nada ha venido a desacreditar, entre muchos otros, a un autor como Pratchett quien recibió el título de Caballero por sus servicios a la literatura en 2009 y que un año antes fuera nombrado Oficial de la Orden del Imperio Británico también por sus servicios a la Literatura, sí, con negritas y en mayúscula, porque aunque Ortuño y muchos otros no lo acepten, la Ciencia Ficción (que él llama historias infantiles) es Literatura y la Literatura Infantil también es Literatura.
¿Será que para este escritor lo único que deberíamos leer son Proust y Roth? Aunque sus libros le hayan valido el reconocimiento de una revista, es claro que no le han valido entender que la literatura va más allá de los clásicos y mucho menos le han valido para vender más de 450 millones de copias como Rowling, 70 millones como Pratchett o los 350 millones de copias en el caso de Stephen King, ¿populares? sí, ¿digeribles? sin duda, pero ¿eso los hace necesariamente malos, libros menores o literatura no seria? Por cierto, Tolkien a mi gusto es todo menos historia infantil y algo de elevado debe tener un universo que derivó incluso en una nueva lengua. ¡Díganme ustedes si eso es menor frente a Proust!
Y no nos confundamos, en este post lo que menos pretendo es defender autores o géneros, tampoco busco calificar la obra de un autor al que no conozco con base en sus declaraciones y mucho menos decir lo que yo considero que es bueno o malo, porque estaría cayendo en la misma posición de Ortuño; lo que busco es quitar un poco de presunción y pretensión a la literatura y al acto de leer, dejar y propiciar que la gente lea y, si buscamos que den ese salto, evitemos determinar hacia donde debe dirigirse, sino poner todas las tablas hacia el norte, sur, este, oeste, arriba, abajo, hacia dentro o hacia afuera para que tengan varias opciones hacia donde saltar. Al menos esa es parte de la responsabilidad del bibliotecario y, de parte del escritor, su trabajo es hacer que su literatura aunque elevada (si así insiste que sea y sea lo sea que entiende por elevado), sea también lo suficientemente atractiva para que llegue incluso a esos lectores que se dejan atrapar por historias infantiles.
En 1979, el entonces presidente de México, José López Portillo, en homenaje al natalicio de Sor Juana Inés de la Cruz (12 de noviembre de 1651-17 de abril de 1695) decretó que cada 12 de noviembre celebráramos el Día Nacional del Libro, y pues nada, que hoy celebramos esta noble fecha, y aunque los libros y las lecturas han cambiado, la esencia no; así que qué mejor manera de celebrar que leyendo en el iPad, o bien, un libro impreso, un libro infantil o lo que ustedes quieran.
Mi consejo, vayan a la FILIJ, qué mejor manera de celebrar que en una de las que, a mi gusto, es de las mejores ferias del libro que organizan en este país.
Lo anterior viene a colación porque hoy me encuentro en el blog de Ebook Friendly con ¿Las mujeres escriben mejor que los hombres?, una infografía desarrollada por Grammarly (plataforma de mejoramiento de la escritura) que rescata los resultados de una encuesta sobre la percepción que se tiene de las habilidades y técnicas de escritura entre hombres y mujeres, por cierto en esta encuesta realizada en 2014 participaron más de 3000 usuarios de Grammarly, aunque poca luz nos dan si más hombres o mujeres la respondieron.
Aunque los resultados sostienen que en general el 59% cree que las mujeres son mejores escritoras, el título de la infografía tiene, a mi gusto, un título engañoso donde se confunde la cantidad con la calidad y donde además, todo se resume a las percepciones de los encuestados –quienes, repito, no sabemos si son en su mayoría hombres o mujeres quienes podrían inclinar la balanza–, y no en números reales.
En lo personal, este tipo de luchas sexistas en el ambiente literario –y de hecho en cualquier ámbito–me parecen a estas alturas fuera de lugar y fútiles, sin embargo, no deja de ser interesante (sin meternos en el terreno de la calidad y de quién es mejor, claro está) analizar la percepción general sobre la forma en que las mujeres o los hombres llevan a cabo su proceso creativo, desde luego, cada caso particular es distinto. Quizá un estudio más en forma sobre el por qué de estas percepciones sería más revelador que concluir que se cree que las mujeres son mejores que los hombres al momento de escribir.
Pero mejor no me detengo más en la psicología y los “significados ocultos” de dicha percepción y mejor veamos algunos de los datos más interesantes de esta infografía:
El 44.40% de los escritores pasan una significativa parte del tiempo desarrollando los personajes; el 83.30% de las escritoras, por su parte, destinan más tiempo al desarrollo de sus personajes.
Las escritoras (54.70%) tienden más, aunque no por mucho, a desarrollar personajes parecidos a ellas, en comparación con los escritores (54.30%).
Las mujeres tienden más a escribir oraciones largas y descriptivas: 75.80% frente a 34.40%.
¿Qué pasaría si en lugar de tener un presidente que sólo atina a decir que la Biblia es uno de sus libros favoritos aunque no lo haya leído todo, tuviéramos a verdaderos amantes de los libros gobernando al mundo?
Esta fue más o menos (la parte del presidente es mía) la pregunta que lanzó Goodreads a sus usuarios en los perfiles de Facebook y Twitter, las 25 de las mejores respuestas de los cientos que recibieron las publicaron en su blog. Aunque me gustaría ponerlas todas, acá recojo sólo mis favoritas y en negritas las favoritísimas (si se me permite el superlativo en esta palabra):
2. Mediríamos el tiempo en capítulos, no minutos, por ejemplo: “Llegaré después de una taza de café y dos capítulos.” (Rebecca Brewster)
3. Habría una biblioteca en cada esquina… en otras palabras, habría una biblioteca dentro de cada Starbucks. (Renee Bradshaw)
7. El lanzamiento de un libro sería fiesta nacional. (Melissa Fetterman)
8. El hada de los dientes [el ratón de los dientes] dejaría un libro y no dinero bajo tu almohada. (CruzMissile)
9. Habría un carril especial para caminantes lectores. (Misbah Ahmad)
22. “Me quedé hasta tarde terminando el libro” sería una excusa válida para tener el día libre. (Joshua Dilts)
24. Howarts sería una escuela real, la Tierra Media sería parte de nuestra historia nacional y todo lo demás sería la sinrazón del País de las Maravillas. (Aja Vinet)
Algunas que no se publicaron en el blog de Goodreads pero que también vale la pena rescatar:
– Nadie tendría tiempo de comenzar una guerra, porque todos estaría leyendo. (Nikk Karlovsky)
– No tendríamos que preocuparnos por el espacio en nuestros libreros. (Maddie Buanan).
– Los libros no serían tan caros. (Raven Nivhaar)
– Ve y pon un centinela jamás se habría publicado. (Bella Cruz)
Y mi favorita por sobre todas las demás, con fanfarrias de fondo:
– Los biblotecarios serían presidentes. (Chel Lin)
¿Ustedes qué dicen?, ¿cómo sería este mundo si lo gobernaran exclusivamente lectores? Extiéndanse tanto como quieran en los comentarios 🙂
Aunque se repita hasta el cansancio que en México no se lee y aunque yo haya repetido hasta el cansancio que debemos tomarnos con cuidado esta aseveración –y, yendo un poco más lejos, más qué preguntar si se lee la preguntas son quién lee y qué se lee en México–; resulta interesante encontrarse de vez en vez con algunos estudios (pocos en realidad) que nos hablan de la lectura en este país y que, a su vez nos dejan varias “lecturas” de lo que se entiende por leer y que hacen patente además que en este país se necesitan estudios más amplios que diversifiquen la lectura para que nos hablen realmente de quién está leyendo en el país:
La encuesta del CIEDD se realizó del 15 al 17 de junio de este año a 508 oaxaqueños mayores de 18 años, residentes en los municipios de Oaxaca de Juárez, Santa Cruz Xoxocotlán, Santa Lucía del Camino, Tlacolula de Matamoros y la Villa de Etla. Entre los resultados destacan que 26.1% lee bastante o mucho (¿qué es “bastante” o “mucho” en materia de lectura?), 32.1% lee regularmente y casi la mitad (41.8%) lee poco o nada. 39.8% de los encuestados tienen entre 1 y 20 libros en casa, mientras que sólo el 15.1% cuenta con más de 100 libros; la mayoría de los libros leídos son académicos 8.3%, cuentos 8.0% cuentos; 6.2% superación personal. En cuanto a la lectura en pantalla hay muy poco, pues sólo 6.8% lee libros de internet.
La encuesta del Molec se realizó durante los primeros 20 días de febrero a ciudadanos mayores de edad en una muestra de 2,336 viviendas de zonas urbanas de 32 ciudades con más de 100 mil habitantes, esta encuesta se realiza con base en la “Metodología común para medir el comportamiento lector” publicada por el CERLALC.
A diferencia de las otras dos encuestas, en esta se toma un poco más en serio la diversidad de lecturas al tomar en cuenta no sólo libros (53.5% hombres y 64.3% mujeres), revistas (42.7% hombres y 60.4% mujeres), periódicos (73% hombres y 44.9% mujeres) e historietas (4.5% hombres y 7.1% mujeres), sino también aquellas nuevas formas de lectura como son las páginas de internet, los foros y los blogs (47% hombres y 44.8% mujeres).
Imagen vía: Modulo sobre lectura (Molec)
En cuanto al lugar para acceder a los materiales de lectura las bibliotecas y librerías quedan muy mal paradas: 25.7% lo hace en la sección de libros y revistas de tiendas departamentales, 17.7% lo hace en las bibliotecas, 15.6 en librerías y 15.6% en puesto de revistas o libros usados. En cuanto a la existencia de libros en casa más de la mitad (62.8%) tiene entre 1 y 25 libros, aunque lo realmente interesante sería saber qué tipo de libros hay en casa y, me atrevo a pensar que son de tipo académico, supongo también que el 7.1% de los encuestados que tienen más de 100 libros en casa, gozan de una mayor variedad literaria.
Una pregunta que me parece especialmente interesante en la encuesta del Molec es la relacionada con la labor de los maestros para estimular la lectura: 77.2% a través de la exposición de la lectura realizada, en el extremo sólo el 50.2% fueron motivados para asistir a bibliotecas; sin embargo, los estímulos resultaron mayores cuando el trabajo se hizo en la escuela y el hogar (64.6%). Por cierto, según esta encuesta, el nivel de escolaridad influye en el tiempo de lectura por sesión, es decir, las personas con al menos un grado de educación superior leen en promedio 49 minutos, frente a los 28 minutos por sesión que lee una persona sin educación básica terminada.
Por último, la encuesta telefónica del gabinete de comunicación –es, a mi gusto, la que peor plantea las preguntas– fue realizada el 31 de marzo de 2014 a una muestra de 800 mexicanos mayores de 18 años ; el 77% de los encuestados creen que los mexicanos están poco o nada interesados en la lectura, pero cuando les preguntan qué tanto se interesan ellos por la lectura, entonces la mayoría 66.7% afirma que mucho o algo, ¿no será en realidad que a mucha gente no le gusta confesar que la lectura no les interesa –recordemos el discurso político sobre la lectura–? y, si somos más precisos, ¿el “interés” se traduce irremediablemente en el acto de leer?
Entre los materiales que acostumbran a leer por orden de aparición: 52.1% libros, 18.3 periódicos, 8.5% artículos en internet, 7.9% revistas, 3.1 cómics, 3.8% todos, 1.8% otros, 1.6 ninguno. Por último, aunque hay otras preguntas esta es la que me interesa destacar, “¿cuántos libros lee usted en un año?” 19.3% lee más de 5 libros al año, frente al 11.5% que no lee ninguno, y si entre ese 11.5% que no lee libros se encuentran quienes son lectores exclusivos de cómics, de revistas, de periódicos o de libros electrónicos, ¿se quedan en el rubro de no lectores? es decir, esta encuesta sigue pensando a los lectores como aquellos que leen únicamente libros.
Imagen vía: Encuesta del Gabinete de Comunicación Estratégica
Como podemos ver, estas tres encuestas nos dan resultados variopintos que, desde luego, tienen mucho que ver con la forma en la que están planteadas las preguntas y lo que los evaluadores entienden por lectura. Por ejemplo, las del gabinete de comunicación estratégica y del CIEDD en Oaxaca son totalmente tradicionales y enfocadas en el discurso oficial de lo que debe ser la lectura, de cómo se debe leer y centrando la lectura en los libros: ¿cuántos libros lee usted en un año?, ¿qué se debe entender por leer mucho, bastante o poco? ¿y si sólo leo noticias en internet? La encuesta del Molec, por su parte, parece que entiende un poco más las diversas lecturas que puede estar haciendo la población; creo que este es un poco del camino que deben tomar este tipo de estudios si queremos entender el quién, el qué, cómo, cuándo, cuánto y, especialmente el porqué y el para qué está leyendo.