Un día como hoy, pero de hace 65 años (1956) abrió sus puertas la Biblioteca Central de la UNAM. Si eres egresado o no de la UNAM, seguramente lo primero que pasará por tu cabeza cuando se menciona este recinto es la fachada tan representativa no sólo de la biblioteca, sino de la misma UNAM.
Un edificio y cuatro murales de la obra e inspiración de de Juan O´Gorman, arquitecto y pintor quien en su haber tiene otros edificios que también han sido utilizados como bibliotecas, tal es el caso de la Biblioteca Pública Fray Bartolomé de las Casas ubicada en la Alcaldía Azcapotzalco. Bueno, no sólo de O’Gorman, en su existencia también estuvieron involucrados los arquitectos Juan Martínez de Velasco y Gustavo Saavedra, coordinados por el arquitecto Carlos Lazo Barreiro. Por cierto, la Biblioteca Central y el campus universitario fueron declarados Patrimonio Cultural de la Humanidad en 2007.
No me quiero detener mucho en la historia oficial, pues muy seguramente en estos días se estará hablando mucho de ello durante las actividades que forman parte de un muy merecido festejo que ha organizado la UNAM. Aunque si insisten en conocer un poco más de la historia de la Biblioteca Central, hay una ficha bastante completa en Wikipedia y un video que se compartió en la página de Facebook de la Biblioteca Central.
En este post me quiero centrar en lo que han significado 65 años para generaciones y generaciones de estudiantes a los que la Biblioteca Central ha arropado, colaborando con su formación. Generaciones de estudiantes que pasamos horas buscando información. En mi caso el recuerdo de pasar días completos en la Sala de Consulta realizando un trabajo con distintos volúmenes del Science Citation Index, aunque no recuerdo qué investigador buscaba.
Me quiero también detener en la forma en que ha cambiado la cara de esta biblioteca en estos últimos años. Cuando yo era estudiante se trataba de un ambiente más serio, formal como toda buena biblioteca académica en la que, además, está el cerebro de las red de bibliotecas de la UNAM.
La última vez que visité la Biblioteca Central hace unos tres años, habían remodelado la planta baja y la Sala de Consulta, se añadieron sillones, varios enchufes para conectar dispositivos móviles y se convirtió en una sala mucho más acogedora. Para muchos no significará mucho, pero yo que llevo conociéndola más de 20 años sé lo que les digo. Definitivamente pasar horas consultando los Science Citation Index hubiera sido más amable en esos sillones que en la Sala de Consulta de mi años de estudiante.
También he podido ver un cambio interesante en la forma de acercarse a sus usuarios, por ejemplo, las bibliotecas de la UNAM se tardaron mucho en usar redes sociales y no dudo que la decisión de hacerlo les implicó replantearse cómo dialogar con la comunidad universitaria desde la biblioteca. En lo personal me está gustando, aunque insisto en que hace falta su presencia en Twitter y en Instagram.
Durante este año de contingencia y encierro también se ha visto un cambio muy importante en la Central, cambio que quizá sin pandemia hubiera sido imposible ver. Lanzaron el programa Toc-Toc… en sus casas, ¿listos? ¡A Leer! un programa de lectura en voz alta de libros infantiles y jueveniles que se transmite por streaming y que a la fecha lleva más de 90 episodios. Que en una biblioteca académica haya programas de fomento lector es algo que rompe (positivamente) con seis décadas de tradición bibliotecaria.
Pero quizá, lo que más me ha gustado de los últimos tiempos de la Biblioteca Central y la cara a los usuarios fue su apertura a repensarse como un espacio más público cuando decidieron transmitir los partidos del Mundial de Futbol 2018 en la Sala de Consulta. Desde luego, esto generó mucha polémica y comentarios negativos por parte de muchos usuarios que están casados con una idea muy tradicional de biblioteca.
Como lo menciono en este otro post, que la Biblioteca Central tomara esta decisión es un ejemplo claro de replantearse a la institución y, especialmente, a los usuarios que no por ser de casa, ya los debe dar por sentado.
Me gustaría en los próximos años seguir viendo cambios como estos que les he platicado, quizá incluso un poco más de “irreverencia” no le vendrá mal. Sirva, sin embargo, este recuento de cosas interesantes para desearle muchas décadas más que se conviertan en siglos se servicio y colaboración con la formación de muchos profesionales en el país.
Pues eso: ¡Felices 65 Biblioteca Central UNAM!