Para todos a los que nos apasiona la historia del libro, no podemos pasar por alto un tipo de libro muy especial que existió en la antigua Roma y que dictaba gran parte de la religión y política romana: los libros sibilinos.

Los Libros Sibilinos o Libros Fatales eran una colección de libros de gran importancia en Roma y que contenían los arcana imperii, es decir, las profecías del imperio. A a través de ellos era posible conocer sobre el futuro, por lo tanto eran libros proféticos consultados principalment en tiempos de crisis con la esperanza de encontrar alguna profecía que diera una solución al problema que enfrentaban.

La leyenda cuenta que un día la Sibila de Cumas se presentó ante Lucio Tarquinio (534-509 a.C), rey romano conocido como “El Soberbio”; la sibila ofreció al rey una colección de 9 libros proféticos a un precio muy alto, desde luego Tarquinio no aceptó la oferta esperando que la Sibila los vendiera más baratos; la Sibila, por el contrario destruyó 3 de los nueve libros y una vez más ofreció los 6 restantes por la cantidad inicial; una vez más el rey rechazó la oferta y la Sibila destruyó otros 3; fue cuando Tarquinio tuvo miedo de perder los tres libros que quedaban y accedió a pagarlos por la cantidad que la Sibila pedía por los 9 libros. Se dice que Tarquinio mandó guardar los tres libros en el templo de Júpiter.

En cuanto al origen real de estos libros, existen dos teorías: una afirma que estos eran netamente de origen griego, mientras hay otros que defienden que eran de origen etrusco. Lo cierto es que los Libros Sibilinos estaban escritos en griego sobre hojas de palmera, aunque una segundq generación de libros sibilinos estarían escritos en lino, estaban guardados en un cofre de piedra y es muy posible que hasta el siglo I a.C los libros comenzaran a ser vistos como proféticos.

Esta colección legendaria de libros se perdió en el año 83a.C durante el incendio del Templo de Júpiter; así que gracias a la propuesta de Cayo Escribonio Escurión, el Senado romano pide a una comisión especial que rehaga la colección, estos viajan por varias ciudades recopilando libros sibilinos y en el año 76 a.C regresan a Roma con una nueva colección que es puesta el el nuevo templo de Júpiter alrededor del año 69 a.C.

Aquí es donde entra precisamente una figura importante en la religión romana: los Quindecénviros o Quindecemviro, un tipo especial de bibliotecario que además eran un sacerdote romano de muy alto rango en la jerarquía romana y en cuyas principales responsabilidades recaía la de guardar y consultar los libros sibilinos.

En sus orígenes, alrededor del siglo V a.C., los Quindecénviros eran dos simples cuidadores del templo de Apolo, ayudados por un par de intérpretes griegos; sin embargo, ya en el siglo II de nuestra era, cuando los Libros Sibilinos comienzan a cobrar mayor importancia para la vida romana, se conforma el Collegium Sacris Faciundis (uno de los cuatro colegios sacerdotales de Roma) donde un grupo de 10 sacerdotes se hacían cargo del cuidado de los libros sibilinos, más tarde este grupo aumentó a 15 sacerdotes.

El papel de los Quindecénviros llegó a ser tan importante para la religión romana que, además del cuidado de los libros sibilinos, labor que de por sí revestía gran responsabilidad, también dependía de ellos la elección de los diferentes ritos que se tenían que hacer en honor a los dioses. Entre los más destacados “bibliotecarios” a cargo de custodiar los libros sibilinos podemos mencionar a Vecio Agorio Pretextato (?-384 d.C), Q. Aureliano Simaco y V. Nicómano Flaviano.

Aunque estos libros dictaron durante varios siglos la vida política y religiosa de Roma, su popularidad llegó a su fin alrededor del 407 d.C cuando Estilicón ordena quemarlos para apaciguar el pánico que corría en todo el Imperio Romano gracias a las turbas que existían en aquel momento y que ponían en peligro al Imperio; vale aclarar que este mismo Estilicón fue quien obligó a San Jerónimo a retractarse de su profecía sobre la destrucción del Imperio Romano.

De esta manera se perdieron los libros sibilinos, tan importantes en aquella época y que hoy en día forman parte de las grandes pérdidas de la bibliografía.

Fuente:
Caerlols Pérez, José Joaquín. Los libros sibilinos en la historiografía latina. Madrid, Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Filología, 1989.

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