Pues eso, que poco a poco van saliendo historias de cómo los libros salvan vidas, seguramente cada uno de nosotros tenemos la personal, algunas más literales que otras, pero todas dignas de compartirse. Y hoy precisamente les quiero compartir la historia de mi colega Alejandro Abate, a quien agradezco la oportunidad de publicarla en este espacio, además de sus lecturas y sus comentarios:

Hola Vero…. estas historias de “coincidencias” obvio que también están asociadas al libro y a la lectura. Nuca te ha pasado que vas en un bus o metro, leyendo algo y que por el entusiasmo que te genera la lectura… te pasas del destino al cuál te dirigías… pues bien… conozco varias historias de personas a las cuales les pasó eso, y de esa forma distrajeron al destino por unos minutos y “evitaron” un accidente fatal o terrible, gracias a esos minutos de más que cambiaron el rumbo de si vida.

No sólo los libros “salvan” vidas, sino que también en forma práctica como tú lo dices. Este año, mi madre se quebró la cadera y hubo de estar en cama luego de que la trajeron de la clínica donde la intervinieron, y como necesitaba una cama alta para que se la atendiese con mayor comodidad, “elevé” la de ella, colocando cuatro tomos de una vieja enciclopedia en cada pata de la cama… como la enciclopedia contaba con 20 volúmenes, hasta me sobraron cuatro, con los cuales mi madre, en su larga convalecencia se “entretuvo” dándoles una leída.

Y bien… así las cosas.

Hay gentes que también “guardan” entre los libros, papeles importantes que en muchas oportunidades “sirven” para mucho… más si esos papeles son de color verde y tienen impresa la imagen de G. Washintong… ja!!!

Gracias.
Alejandro

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