Mitos sobre la conservación de libros antiguos y el olor del libro

Aunque con anterioridad ya he hablado en este blog sobre el tema del olor de los libros, parece que últimamente está de moda y recientemente me encuentro en TeleRead un video de AbeBooks donde se explica que el característico olor del libro antiguo se debe a los VOCs o Compuestos Volátiles Orgánicos, es decir, los materiales orgánicos con los que está hecho un libro (pegamento, papel, tinta, etc.) y que al reaccionar con el medio ambiente (principalmente calor y humedad) causan el olor característico que a muchos vuelve locos. Este es sólo uno de los muchos mitos sobre la conservación de libros antiguos y el olor del libro.

Debemos advertir entonces a todos estos nostálgicos que ponen en el olor el principal valor de un libro impreso, haciendo muchas veces caso omiso al valor por su contenido; que el clásico olor del libro impreso no es otra cosa que el olor a descomposición de los materiales con los que está hecho y que son también responsables de la acidez del papel que terminará degradándose con el paso del tiempo; especialmente de aquellos volúmenes publicados entre los siglos XIX y XX y en los cuales se usó papel más ácido que el utilizado en siglos anteriores, razón principal por la que estos últimos se han conservado en mejores condiciones de lo que podrán hacerlo los libros publicados en el siglo pasado y que nosotros venimos leyendo.

Algo que también se explica en el video y que para mi fue una sorpresa es que el papel y el resto de compuestos del libro no sólo son capaces de producir olor gracias a los VOCs, sino también pueden absorberlos, especialmente el olor a tabaco –si duda una razón más para evitar los cigarrillos en bibliotecas propensas a incendios y a guardar estos olores–.

Por último, seguramente todos los que hemos pasado por bibliotecología ya lo sabemos, pero no está de más advertir que la mejor manera de conservar nuestros acervos es colocándolos en lugares secos y lejos del sol.

Y ya que estamos en el tema de la conservación de materiales, aprovecho también para comentarles que gracias a Gerardo Sifuentes me entero que el uso de los guantes de algodón en colecciones antiguas más que proteger a los libros, puede llegar a ser dañino. Según un artículo publicado en 2005 (¡sí, ya se que son 7 años de distancia!) en la revista International Preservation News, los guantes de algodón guardan más grasa de la que se encuentra en las manos, de hecho, los dedos no tienen glándulas sebáceas y por lo tanto, no hay grasa de la cual proteger a los libros.

El algodón de los guantes tiene también la capacidad de absorber otras sustancias que se utilizan en la mesa de trabajo (por ejemplo, residuos de limpieza) o bien, sustancias que usamos diariamente, como cremas, maquillaje, restos de comida e incluso polvo; y, lo que es más interesante es que el calor producido por estos guantes, provoca que las manos suden (no hay glándulas sebáceas pero sí de sudor) y que todo esto se mezcle y dichas sustancias pasen inmediatamente al papel del libro, que, como ya se explicó al inicio, al entrar en contacto con los VOCs del libro, contribuyen al rápido deterioro.

¿Qué podemos hacer entonces?
Disfrutar el libro sin ninguna barrera de por medio.

Sí, no se angustien, ya se que los responsables de colecciones antiguas se van a ir de espaldas. Lo mejor es entonces volver a lo básico, es decir, mantener las colecciones en lugares limpios, libres de polvo, secos y alejados del sol o de las inclemencias del medio ambiente, y para su manipulación lo más recomendable es lavar vigorosamente las manos con jabón normal (me atrevería a recomendar neutro) previo al uso de estos documentos.

Si eres de piel sensible, la conservación de las manos ya es “harina de otro costal“, ¡je!

Una Respuesta

  1. Avatar for Veronica Juárez
    Alejandra
    10 junio, 2012

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