Cuando hablamos de libros electrónicos, muchos no pueden dejar de remitirse directamente al tema de la piratería; este es, desafortunadamente, un tema que impera, que preocupa y que da para un sinfín de discusiones sobre lugares comunes y pocas acciones que beneficien a lectores y autores.

Desde luego que ante un tema tan espinoso, las posturas no pueden dejar de serlo. Por un lado, están los lectores, muchos de ellos quizá ya vieron y vivieron (vimos y vivimos) lo que ocurrido con la industria musical cuando comenzaban las primeras descargas de música a través de internet; estos lectores ahora están ávidos de contenidos electrónicos de manera sencilla y sin trabas y, ante la falta de éstos, no son muy escrupulosos a la hora de conseguir “a como de lugar” el libro que quieren, ¿podemos culparlos?

Por otro lado, están los que hacen los libros y no, no me refiero a los escritores que son los que deberían importar, sino a las editoriales que parecen estar asustadas a tal punto de no saber actuar ante un mundo cambiante y que demanda contenidos y, como es de esperar, prefieren culpar a la piratería de todos sus males antes que aceptar su falta de pericia en materia de libros electrónicos; falta de pericia que va más allá de ofrecer el libro en cuestión, sino también de presentar un libro electrónico bien hecho. Mucho se dice que el editor es un garante de una edición de calidad; sin embargo, en libros electrónicos quedan muy mal parados.

Lo anterior viene a colación porque justo el día de hoy el gremio editorial español en su informe Observatorio de Piratería y Hábitos de Consumo de Contenidos Digitalesanunció que la piratería en el mercado editorial español (desconozco los datos en México) alcanza el 49.3%, es decir, que casi la mitad de los libros electrónicos son descargados de manera ilegal.

Ante estadísticas tan “alarmantes”, Antonio María Ávila, director ejecutivo de la Federación de Gremios de Editores de España, ha amenazado con trasladar el negocio editorial a países más estrictos con la piratería.

Y bueno, ¿por dónde comenzar ante declaraciones como ésta? Parece que el director ejecutivo y el gremio editorial, no sólo de España, sino de Hispanoamérica, no han entendido que la demanda existe y la piratería, les guste o no, es el reflejo de la falta de oferta. Por otro lado, ¿realmente podemos llamar a esto piratería? no lo creo, en todo caso, es descarga ilegal de contenidos, ya que no se pagan, pero tampoco se lucra con ellos o, al menos, la venta no es una constante. Pero volvemos a lo mismo, es descarga ilegal porque el lector no encuentra el libro que quiere leer; además, si de pronto se topa con un sitio “pirata” donde localiza el libro que precisamente lleva horas buscando infructuosamente en las librerías online, ¿es culpa del pirata que lo subió o de la librería/editorial que no ha sabido satisfacer dicha demanda?

En el post ¿la piratería ayuda a la venta de libros? ya hablaba de este mismo asunto y, en todo caso, la piratería puede ser un termómetro bastante útil de lo que se lee; así que las editoriales ni siquiera se estarían arriesgando al ofrecer contenidos que han probado ser vendibles.

En Lecturalia, también hacen un análisis por demás interesante de estas declaraciones nada afortunadas: la piratería existe, sí, y es un problema; sin embargo, los editores la fomentan al no ofrecer contenidos de fácil acceso y en nuestro idioma y, lo que es más absurdo de todo, están dejando que los supuestos “piratas” hagan su “chamba”, es decir, ahora tenemos piratas-editores y piratas-maquetadores incluso más hábiles que el mejor editor, al que le falta mucho por aprender para presentar un libro electrónico bien hecho.

Y si nos vamos más lejos, la piratería es el menor de los males que puede aquejar a una editorial; no es extraño que plataformas de autoedición como la ofrecida por Amazon sean tan exitosas, no es extraño que muchos autores nóveles ante las trabas de las editoriales, decidan ser sus propios editores y aunque esto implica convertirse en un escritor/editor/publicista, ya algunos lo han logrado. Un ejemplo, muy claro es el de Amanda Hocking quien, con sólo 28 años y más de un millón de copias vendidas en Amazon –algo así como 9000 ejemplares por día, mucho más que los tirajes actuales de un libro en su primer edición–, se ha colado en el Salón de la Fama de esta tienda online, mejor conocida como el Amazon Million Dollar Book.

¿Será que las editoriales se han puesto a analizar lo que esta escritora les estaría dejando si la hubieran arropado entre sus autores? Parece que no, por ahora el blanco de las editoriales sigue en la “piratería” y lo que supuestamente los hace perder.

No señores, la piratería no es su mayor problema, ni la causa de sus males; su falta de pericia y de visión los está llevando a que no sólo la “piratería”, sino otras empresas sin tradición editorial (llámenle Amazon, Apple, o el nombre que quieran ponerle) les estén comiendo el mandado.

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