El miércoles 23 de julio, Felipe Calderón promulgó la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro aprobada el 29 y 30 de abril pasados por la Cámara de Senadores y Diputados respectivamente. Calderón reconoció además que la falta de lectura en nuestro país es un problema crónico, declaración que no representa ninguna novedad y no sorprende a nadie. Al menos en los últimos 30 años, la lectura ha sido un tema que “preocupó” a las autoridades gubernamentales y en cada una de ellas se estructuraron programas que intentaron abatir el problema; desafortunadamente, la falta de un estudio real y la falta de seguimiento no han permitido rendir los frutos esperados:

Quizá el programa mejor estructurado y que en su momento rindió los mayores frutos fue el establecido por el ex Presidente Miguel de la Madrid (1982-1988). Durante la década de los 80s la lectura fue uno de los temas más estudiados y debatidos. Gracias al “Programa Integral del Fomento a la Industria y el Comercio del Libro” se logra la constitución del Consejo Mexicano de IBBY, se constituye la Feria del Libro Infantil y Juvenil (1981), se crea la Red Nacional de Bibliotecas Públicas bajo el amparo del Programa Nacional de Bibliotecas Públicas y la Ley General de Bibliotecas Públicas y el fomento a la lectura cobra gran importancia.

Posteriormente, Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), crea el CONACULTA, el “Proyecto Leer es Crecer” (1989) y el “Proyecto para el Fomento de la Lectura en Escuelas Primarias”

Durante la administración de Ernesto Zedillo (1994-2000), se continuó con la tendencia de la administración Salinista, se crea la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro y el “Programa Nacional Año de Lectura 1999-2000”

Por su parte, Vicente Fox (2000-2006) tuvo la política lectora menos estructurada durante los últimos 30 años: el “Programa Hacia un País de Lectores”, el “Programa Nacional de Lectura” y la construcción de la Biblioteca José Vasconcelos ha representado quizá el mayor de los fracasos en materia de fomento a la lectura. Tal vez el único acierto, muy tímido y casi nulo, fue el establecimiento de bibliotecas de aula.

Felipe Calderón, por su parte, ha reconocido que la ley recientemente promulgada no resolverá el problema y que hace falta que todos nos comprometamos en favor de una cultura lectora, pero sigue sin nombrar responsables y tampoco ha dicho cómo harán estos responsables para lograr mexicanos lectores, en resumen, no se ha dicho específicamente cómo se concretará esta ley. Además, dicha ley ha sido objeto de una gran polémica por la inclusión del precio único del libro en todo el territorio nacional.

Nadie pone en duda que nuestro país tiene un nivel de lectura muy bajo; sin embargo, como yo lo percibo, este problema no se ha podido erradicar porque los programas en favor de la lectura se han enfocado en el “qué” y no en el “cómo”; es decir, no hace falta reconocer un problema conocido ya por todos, no hace falta estructurar programas a los que no se les dará seguimiento; cualquier programa está destinado al fracaso cuando sólo reconoce el problema pero no articula las actividades específicas para combatirlo. Quizá valdría más la pena, retomar políticas exitosas y darles seguimiento, adaptándolas a las necesidades le lectura reales de este siglo.

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