Ladrones de libros

Ladrones de librosHace un par de días vi este cartel en una librería; honestamente, no se si me dio risa, ternura o tristeza al ver las fotos de estos “Farderos del libro” en un cartel al más puro estilo bancario. De hecho, en algún momento llegué a pensar que era un cartel promocional, no para invitar a robar, sino para que los clientes vieran lo que la gente es capaz de hacer por un libro y atraídos por el anuncio se animaran a entrar y salir con un buen libro entre las manos, claro, después de pagarlo. ¡Ilusa de mi! no creo que sea el caso.

No justifico y mucho menos acepto el robo de ningún tipo; sin embargo, este cartel me remitió a una vieja lectura, “Los libros y la vida diaria” del narrador y editor mexicano, Rafael Pérez Gay, quien por los libros hizo cosas inenarrables, como robar:

De libros y no de otra cosa se trató la mañana en que entré con dos amigos a la vieja librería Zaplana a robar. Nos sentíamos muy nerviosos y es posible que nuestras caras nos delataran porque el encargado nos persiguió por los pasillos como si fuéramos Caro Quintero. Don Neto y Félix Gallardo. Como el catcher que le hace señales desesperadas a un pitcher fuera de control en la loma de las responsabilidades, nos mandamos mensajes cifrados que concluían de forma perentoria la misión “Robarle a la Zaplana Tres Buenos Libros”. Pero a veces lo inaudito ocurre, y a nosotros nos ocurrió. Un amigo, que para efectos de esta pequeña historia llevará el nombre de El Delius, no entendió nada, no percibió la mirada de angustia de Beto, ni notó que éramos rigurosamente vigilados. Entonces sucedió lo que tenía que suceder. A la hora de la salida fuimos detenidos, cacheados, y tratados como si fuéramos ladrones y no hombres en busca de historias y libros… Esos libros eran “Final del juego” de Cortázar y “La vida breve”, de Onetti. Salimos de la librería Zaplana humillados y ofendidos. Con el fracaso de la misión “Robarle a la Zaplana Tres Buenos Libros”, quedaron demostradas varias cosas: primero, que el Delius era un pésimo catcher, incapaz de recibir y mandar señales; segundo, que el encargado de la Zaplana era un miserable, un lacayo que cuidaba el negocio de su patrón como si fuera suyo y, tercero, que teníamos una pasión insana por los libros y que les dábamos un lugar extraño y preponderante en nuestras vidas.

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